Homilía del evangelio del Domingo: Transformar el corazón de las personas para que vivan como imagen y semejanza de Dios / Por P. José María Prats

* “El cristianismo nunca ha creído en la revolución política o en la lucha de clases, que incrementan el odio y dejan profundas heridas en la sociedad sin resolver los verdaderos problemas. Jesús nos ha dicho que la auténtica revolución, la que en verdad es capaz de sanarlo todo y devolver la justicia y la paz al mundo es «dar a Dios lo que es de Dios». Es decir, dándose a sí mismo, viviendo consagrado a Él, amándolo «con todo su corazón, con toda su alma, con todo su ser» y acogiendo su voluntad de vivir en el amor y el servicio a los demás. Dios no quiere nuestro dinero, que no lleva su imagen: nos quiere a nosotros, que sí la llevamos”

Domingo XXIX del tiempo ordinario – Ciclo A:

Isaias 45, 1.4-6 / Salmo 95 / 1 Tesalonicenses 1, 1-5b / Mateo 22, 15-21

P. José María Prats / Camino Católico.- En los últimos domingos hemos escuchado tres parábolas donde Jesús denuncia la infidelidad y la rebeldía contra Dios del pueblo de Israel y muy especialmente de sus dirigentes. Éstos se ven puestos en evidencia y pasan ahora al contraataque con preguntas que puedan comprometer a Jesús. La primera nos la presenta el evang elio de hoy: «¿es licito pagar impuesto al César o no?»

Este impuesto suponía una pesada carga para el pueblo de Israel. Con él se financiaba, entre otras cosas, la maquinaria militar del imperio y el lujo desenfrenado de la aristocracia romana. Aprobar este impuesto suponía situarse en una postura sumamente impopular. Pero si Jesús se declaraba a favor de no pagarlo, los dirigentes de Israel podían denunciarlo como revolucionario que promovía la desobediencia a la autoridad imperial.

Jesús da una respuesta brillantísima con la que establece la actitud del cristianismo frente al poder temporal: «Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

El poder temporal debe organizar la actividad política y económica de la sociedad. Su ejercicio tiene consecuencias muy importantes para la vida de las personas, dejando sobre ellas una fuerte impronta. Esta impronta está incluso grabada físicamente en la moneda, símbolo e instrumento de la vida económica.

Pero por encima del poder temporal está el poder de Dios. Él es el verdadero soberano del mundo y de la historia, el que rige con justicia los destinos de los pueblos. Y, como creador, ha grabado su impronta sobre todas las cosas, especialmente sobre el ser humano a quien ha creado a su imagen y semejanza. Se trata de una impronta constitutiva que determina la esencia y el sentido de todo.

El hombre debe vivir en fidelidad a esta impronta grabada en su ser, «dando a Dios lo que es de Dios», es decir, dándose a sí mismo, viviendo consagrado a Él, amándolo «con todo su corazón, con toda su alma, con todo su ser» y acogiendo su voluntad de vivir en el amor y el servicio a los demás. Dios no quiere nuestro dinero, que no lleva su imagen: nos quiere a nosotros, que sí la llevamos.

Y al mismo tiempo el ser humano debe respetar el ordenamiento político y económico que hace posible la vida social. Este ordenamiento debe estar al servicio de la justicia y del bien común, y puede realizarse según opciones y modelos distintos que pueden ser igualmente legítimos. Pero incluso cuando el poder temporal comporta importantes abusos e injusticias –como en el caso del imperio romano– Jesús nos pide que lo respetemos: «Pagadle al César lo que es del César».

El cristianismo nunca ha creído en la revolución política o en la lucha de clases, que incrementan el odio y dejan profundas heridas en la sociedad sin resolver los verdaderos problemas. Jesús nos ha dicho que la auténtica revolución, la que en verdad es capaz de sanarlo todo y devolver la justicia y la paz al mundo es «dar a Dios lo que es de Dios», transformar el corazón de las personas para que vivan conforme a su verdad: como imagen y semejanza de su creador.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle:

«Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?».

Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo:

«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo».

Ellos le presentaron un denario.

Y les dice:

«¿De quién es esta imagen y la inscripción?».

Dícenle:

«Del César».

Entonces les dice:

«Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios».

Mateo 22, 15-21


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