Homilía del Evangelio del Jueves Santo: La nueva vida que hace posible el sacrificio de Cristo, es una vida de servicio y entrega a los demás / Por P. José María Prats

* «Hemos sido liberados para liberar, Jesús nos ha lavado los pies para que los lavemos a nuestros hermanos. Que este signo tan bonito del lavatorio de los pies que realizamos en la liturgia de hoy se convierta en realidad cada día en el cuidado de nuestros ancianos, enfermos y personas necesitadas, y en la alegría de vivir para servir y promover la vida”

Jueves Santo:

Éxodo 12, 1-8,11-14 / Salmo 116 / 1 Corintios 11, 23-26 / Juan 13, 1-15

P. José María Prats / Camino Católico.- Las lecturas que hemos proclamado nos ayudan a profundizar en el misterio que estamos celebrando en este día.

La primera lectura nos habla de las circunstancias que hicieron posible la salida de Egipto de los israelitas. Para liberar a su pueblo de la esclavitud del faraón, Dios suscitó todo tipo de plagas: convirtió en sangre las aguas del Nilo, hizo caer granizo con una fuerza extraordinaria, inundó el país de langostas, ranas y mosquitos… pero nada de esto fue suficiente para liberar a Israel.

¿Qué hizo posible esta liberación? El sacrificio de un cordero. Dios pide a su pueblo que cada familia mate un cordero, que pinte con su sangre las jambas y el dintel de su casa para salvar de la muerte a sus primogénitos y coma su carne para poder emprender el camino hacia una vida en paz y libertad en la tierra prometida.

Israel, pues, había asumido que su salvación estaba asociada al sacrificio de un cordero, cuya sangre los libraba de la muerte y cuya carne los sostenía en el camino hacia una vida plena y feliz. Cada año debían repetir este rito para hacer presente esta salvación y llevarla a su plenitud.

Es en el contexto de la celebración de este rito pascual cuando –como narra San Pablo en la segunda lectura– Jesús hace algo totalmente inesperado: «tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.”» El mensaje de Jesús a sus discípulos no puede ser más claro: “en mí se hacen realidad las figuras del Antiguo Testamento, yo soy el verdadero Cordero de Dios cuyo sacrificio os trae la salvación, cuya sangre os libra de la muerte eterna y cuya carne os sostiene en el camino hacia una libertad y felicidad plenas en la vida eterna. Cada vez que celebréis este rito se hará presente en vosotros el sacrificio por el cual os libro de la esclavitud del pecado y os comunico mi vida y mi victoria”.

Finalmente, el evangelio nos muestra que esta nueva vida que hace posible el sacrificio de Cristo, es una vida de servicio y entrega a los demás: hemos sido liberados para liberar, Jesús nos ha lavado los pies para que los lavemos a nuestros hermanos. Que este signo tan bonito del lavatorio de los pies que realizamos en la liturgia de hoy se convierta en realidad cada día en el cuidado de nuestros ancianos, enfermos y personas necesitadas, y en la alegría de vivir para servir y promover la vida.

P. José María Prats

Evangelio

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.

Llega a Simón Pedro; éste le dice:

«Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?».

Jesús le respondió:

«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde».

Le dice Pedro:

«No me lavarás los pies jamás».

Jesús le respondió:

«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Le dice Simón Pedro:

«Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza».

Jesús le dice:

«El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo:

«No estáis limpios todos».

Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo:

«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».

Juan 13, 1-15


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