Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica: Nº 574 ¿Cuáles son las dificultades para la oración? Responde Mons. José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante

Camino Católico.- Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante, responde a la cuestión: ¿Cuáles son las dificultades para la oración? Lo hace en una explicación diaria del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en un vídeo en su página En ti confío, en el que cada día desglosa brevemente un punto. Este Compendio se caracteriza por su forma dialogal, en la que se responde a una pregunta.

“La dificultad habitual para la oración es la distracción, que separa de la atención a Dios, y puede incluso descubrir aquello a lo que realmente estamos apegados. Nuestro corazón debe entonces volverse a Dios con humildad”, señala el Catecismo. “A menudo la oración se ve dificultada por la sequedad, cuya superación permite adherirse en la fe al Señor incluso sin consuelo sensible. La acedía es una forma de pereza espiritual, debida al relajamiento de la vigilancia y al descuido de la custodia del corazón”, agrega.

Refiriéndose al texto del Catecismo, Mons. Munilla explica cuáles son y cómo se manifiestan las tres principales dificultades o tentaciones durante la oración, y llama a enfrentarlas con determinación y confianza en Dios.

Frente a las tres tentaciones, “el Señor nos pide responder con nuestro deseo de determinada determinación, de ser fieles a la oración como una llamada a vivir la conversión continua en nuestra vida”, dice.

Las tres dificultades o tentaciones en la oración:

1.       La distracción:

Mons. Munilla dice que la principal dificultad en la oración “son las distracciones” que nacen a partir de la imaginación. “Ya decía Santa Teresa de Jesús que la imaginación es ‘la loca de la casa’. Pero Santa Teresa aprendió a no darle mucha importancia”.

No obstante, asegura que el tener una imaginación bastante difícil de acallar, “no nos tiene que afectar demasiado” pensar “que ese va a ser el obstáculo principal para hacer oración”, a menos que esas distracciones oculten el desinterés. “Si hay un desinterés, si no existe una fe viva y verdadera”, esto “es signo de un corazón no plenamente convertido” y ese es otro tema.

Explica que “una imaginación desbordante puede manifestar que tenemos apegos, pues el corazón no está suficientemente enamorado”. Por ejemplo, si “uno siempre se distrae con temas de dinero, estas distracciones tal vez están delatando que en mi corazón hay un apego al dinero”.

Mons. Munilla dice que debemos “estar vigilantes” e identificar cuando las distracciones “delatan y dejan al descubierto dónde está el apego de nuestro corazón”; sin olvidar que también uno se distrae en cosas “que no tienen un elemento de apego”.

“Si hay apego, hay que arrancar el apego de nuestro corazón para vencer la distracción. Pero cuando mi imaginación es demasiado imparable, no hay que hacerle mucho caso”, aconseja el Prelado, pero advierte que no debemos “salir a cazar a la distracción”, porque esta acción en sí es una distracción que nos aparta del objetivo de rezar.

Por ejemplo, puede pasar que una mosca entra en la habitación y eso te da nervios, entonces dejas de leer tu libro, coges una escoba para cazarla, pero fallas y acabas rompiendo los cristales. En este caso, es mejor “no hacerle mucho caso” a la mosca, y solo “hacer un leve gesto” de apartar la mosca con la mano, “sin levantar los ojos de lo que estábamos haciendo”.

En estos casos, recuerda seguir el refrán “el mayor desprecio es no hacer aprecio”, que significa que “a veces la mejor manera de afrontar esas distracciones es no ponernos nerviosos, ni hacerles demasiado caso”. Finalmente, anima a siempre “procurar que nuestro corazón esté vigilante y atento”, pues esto nos ayudará a “vencer las distracciones”.

2.       La sequedad:

Mons. Munilla dice que el Catecismo identifica la “sequedad” como una segunda dificultad, “porque cuando uno está haciendo una meditación y no encuentra gusto sensible en esos pensamientos, se le hace árido, siente una sequedad que le produce la tentación de dejarlo, porque se está aburriendo, le está resultando costoso”.

Sin embargo, el Prelado recuerda que precisamente cuando ocurre la sequedad “es un momento muy importante” para crecer espiritualmente. “Cuando uno es fiel en la oración, a pesar de estar pasando por un tiempo de sequedad, da un salto muy grande en la vida espiritual”.

Al respecto, recuerda las palabras de San Pablo, quien dijo: “El justo vivirá de la fe”. Explicó que el santo no dice que la persona “vivirá del sentimiento de la fe, sino que vivirá de la fe, y la fe muchas veces camina en sequedad, incluso en medio de oscuridades, pero camina y no se deja descarrilar por el hecho de vivir mayores sequedades”.

Entonces, anima a recordar que “nosotros no buscamos los consuelos de Dios”, sino que “buscamos al Dios de los consuelos, que a veces también nos prueba el corazón con momentos de desolación y de sequedad interior. Entonces, esa es una manera de educar nuestra vida”.

3.       La acedía:

Mons. Munilla dice que la tercera dificultad es la acedía, que “es sinónimo de pereza, pero con algunos matices”. Explica que la acedía “no es únicamente una pereza de la voluntad, sino en el fondo es una pérdida del amor primero, es un habernos apartado de ese espíritu de estar en permanente de conversión”.

“Es el descuido de la vigilancia, el haber caído en negligencias, es haber entrado en tibieza o mediocridad. Obviamente, la acedia nos termina apartando de la oración”, subraya.

Por ello, aconseja que la mejor forma de responder a la acedía “es volver al amor primero, y comprometerse a vivir en un permanente estado de conversión”.

Ver todos los temas del Compendio de Catecismo explicados por Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante


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