En Cuaresma nos tiene que mover, ante todo, el amor de Dios / Por Mons. Mario Iceta, arzobispo de Burgos

* «Tenemos que examinar que elementos de nuestra vida nos impiden ese amor limpio de cara a Dios, que elementos de nuestra vida nos impiden el amar a los que nos rodean, el ser factor de cohesión, de cariño a nuestra familia, el extender ese corazón de la familia a los lugares que frecuentamos, a nuestros compañeros de trabajo, al barrio, a los necesitados, a los pobres hasta el confín de la tierra»

Camino Católico.- El arzobispo de Burgos, Mario Iceta, ha reflexionado este viernes en la Cuaresma, un tiempo en el que «nos tiene que mover, ante todo, el amor de Dios. Quizás debamos comenzar examinando nuestra vida a ver como Dios en cada momento nos ha sostenido, nos ha amado y nos sigue amando».

En las meditaciones de Cuaresma ofrecidas por el programa de 13 TV  «Iglesia al Día», el arzobispo, miembro de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal, ha indicado «que solemos llenar el corazón de cosas, de elementos que van desplazando el amor de Dios y van desplazando el amor de los hermanos. Por eso es un tiempo para volver a Dios, y precisamente el miércoles de ceniza nos decía el evangelio que estos días son días de limosna, de oración y de ayuno«.

Primero de limosna, ha dicho, porque «nuestra vida está hecha para percibir el amor de Dios, para percibir el amor de las personas que nos rodean y también para amar. Es un tiempo para volver al amor primero».

Para amar de este modo nuevo, para dejar espacio a Dios en el corazón necesitamos la oración, que es ante todo «un don de Dios«. «No es un vacío, no es un hablar con uno mismo, es un escuchar la palabra de Dios. Es un tiempo de meditar, de hacer desierto, de hacer silencio en nuestro interior y pedir este don de lo alto».

El tercer elemento es el ayuno. «El Papa nos recordaba en su mensaje de cuaresma que es un tiempo de extirpar del corazón aquello que no nos deja amar que no nos deja orar». Quizás, ha explicado el prelado, «tenemos que examinar que elementos de nuestra vida nos impiden ese amor limpio de cara a Dios, que elementos de nuestra vida nos impiden el amar a los que nos rodean, el ser factor de cohesión, de cariño a nuestra familia, el extender ese corazón de la familia a los lugares que frecuentamos». Extenderlo, ha invitado, «a nuestros compañeros de trabajo, extenderlo al barrio, colaborar con nuestra parroquia y que ese amor se extienda también a los necesitados, a los pobres hasta el confín de la tierra».

El prelado ha concluido pidiendo que «esa oración que sostiene nuestra caridad y ese ayuno de aquello que nos hace mal, nos haga crecer el corazón y sumergirnos en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, que nos apresuramos para que Él nos inunde con su amor, para que rehaga nuestras vidas y a través de nosotros, de una vida renovada en la santidad haga nuevas todas las cosas».


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