Fragmento de «La infancia de Jesús», el nuevo libro del Papa: «Los Reyes Magos representan al hombre en camino hacia Cristo» / Por Joseph Ratzinger-Benedicto XVI

Conoce también el contenido de los 4 capítulos y el epílogo del texto:

* Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo

* El nacimiento de Jesús no es un mito, aunque en el establo no estuvieron el buey y la mula. El Hijo de Dios vino al mundo en el año 6 o 7 antes de la antes de Cristo  

24 de noviembre de 2012.- (Camino CatólicoHa salido a la venta en 50 países y nueve idiomas diferentes «La infancia de Jesús», el libro con el que el Papa cierra su trilogía sobre Cristo. Editada en español por Planeta, esta obra analiza los Evangelios de Mateo y Lucas, donde se narran los primeros años de Jesucristo, para subrayar su verdad histórica y mostrar que la fe cristiana está basada en hechos. Haciendo gala de su capacidad intelectual al combinar un lenguaje accesible con la precisión analítica del científico, Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, como él mismo firma para subrayar que no se trata de un texto magisterial, propone un libro llamado a convertirse en líder de ventas esta Navidad. Su primera edición global es ya de un millón de copias. Reproducimos un fragmento del nuevo libro del Papa, publicado por el diario La Razón, en el que habla de los Reyes Magos y debajo un resumen del contenido de la obra:

Capítulo 4.- Los magos de Oriente

Ahora es preciso preguntarse ante todo: ¿Qué clase de hombres eran esos que Mateo describe como «Magos» venidos de «Oriente»? El término «magos» (mágoi) tiene una considerable gama de significados en las diversas fuentes, que se extiende desde una acepción muy positiva hasta un significado muy negativo. La primera de las cuatro acepciones principales designa como «magos» a los pertenecientes a la casta sacerdotal persa. En la cultura helenista eran considerados como «representantes de una religión auténtica»; pero se sostenía al mismo tiempo que sus ideas religiosas estaban «fuertemente influenciadas por el pensamiento filosófico», hasta el punto de que se presenta con frecuencia a los filósofos griegos como adeptos suyos (cf. Delling, IV, p. 360). Quizá haya en esta opinión un cierto núcleo de verdad no bien definido; después de todo, también Aristóteles había hablado del trabajo filosófico de los magos (cf. ibid.). Los otros significados mencionados por Gerhard Delling designan a los dotados de saberes y poderes sobrenaturales, y también a los brujos. Y, finalmente, a los embaucadores y seductores. En los Hechos de los Apóstoles encontramos este último significado: Pablo califica a un mago llamado Barjesús «hijo del diablo, enemigo de toda justicia» (13,10), manteniéndolo así a raya. Los diversos significados del término «mago» que encontramos aquí hacen ver también la ambivalencia de la dimensión religiosa en cuanto tal.

La religiosidad puede ser un camino hacia el verdadero conocimiento, un camino hacia Jesucristo. Pero cuando ante la presencia de Cristo no se abre a él, y se pone contra el único Dios y Salvador, se vuelve demoniaca y destructiva. En el Nuevo Testamento vemos estos dos significados de «mago»: en el relato de san Mateo sobre los Magos, la sabiduría religiosa y filosófica es claramente una fuerza que pone a los hombres en camino, es la sabiduría que conduce en definitiva a Cristo.

Por el contrario, en los Hechos de los Apóstoles encontramos otro tipo de mago. Éste contrapone el propio poder al mensajero de Jesucristo, y se pone así de parte de los demonios que, sin embargo, ya han sido vencidos por Jesús. La primera acepción vale evidentemente para los Magos en Mateo 2, al menos en sentido amplio. Aunque no pertenecían exactamente a la clase sacerdotal persa, tenían sin embargo un conocimiento religioso y filosófico que se había desarrollado y aún persistía en aquellos ambientes. Se ha tratado naturalmente de encontrar clasificaciones todavía más precisas.

El astrónomo vienés Konradin Ferrari d’Occhieppo ha mostrado que en la ciudad de Babilonia, centro de la astronomía científica en épocas remotas, aunque ya en declive en la época de Jesús, continuaba existiendo todavía «un pequeño grupo de astrónomos ya en vías de extinción… Hay tablas de terracota con inscripciones en caracteres cuneiformes con cálculos astronómicos… que lo demuestran con seguridad» (p. 27). La conjunción astral de los planetas Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis, que tuvo lugar en los años 7-6 a. C.  –considerado hoy como el verdadero periodo del nacimiento de Jesús– habría sido calculada por los astrónomos babilonios y les habría indicado la tierra de Judá y un recién nacido «rey de los judíos». Sobre la cuestión de la estrella volveremos de nuevo más adelante.

Por ahora queremos dedicarnos a la pregunta sobre qué tipo de hombres eran aquellos que se pusieron en camino hacia el rey. Tal vez fueran astrónomos, pero no a todos los que eran capaces de calcular la conjunción de los planetas, y la veían, les vino la idea de un rey en Judá, que tenía importancia también para ellos. Para que la estrella pudiera convertirse en un mensaje, debía haber circulado un vaticinio como el del mensaje de Balaán. Sabemos por Tácito y Suetonio que en aquellos tiempos bullían en el ambiente expectativas según las cuales surgiría en Judá el dominador del mundo, una expectación que Flavio Josefo interpreta como referida a Vespasiano, con el resultado de que éste pasó a gozar de su favor (cf. De bello Iud., III, pp. 399-408). 

Mensaje de esperanza

Varios factores podían haber concurrido en que se pudiera percibir en el lenguaje de la estrella un mensaje de esperanza. Pero todo ello era capaz de poner en camino sólo a quien era hombre de una cierta inquietud interior, un hombre de esperanza, en busca de la verdadera estrella de la salvación. Los hombres de los que habla Mateo no eran únicamente astrónomos. Eran «sabios»; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra.

La sabiduría sanea y así también el mensaje de la «ciencia»: la racionalidad de este mensaje no se contentaba con el mero saber, sino que trataba de comprender la totalidad, llevando así a la razón hasta sus más elevadas posibilidades. Basándonos en todo lo que se ha dicho, podemos hacernos una cierta idea de cuáles eran las convicciones y conocimientos que llevaron a estos hombres a encaminarse hacia el recién nacido «rey de los judíos». Podemos decir con razón que representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a él. Están en cierto modo siguiendo a Abraham, que se pone en marcha ante la llamada de Dios. 

Una verdad más grande

De una manera diferente están siguiendo a Sócrates y a sus preguntas sobre la verdad más grande, más allá de la religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores, precursores de los buscadores de la verdad propios de todos los tiempos. Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así  también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72,10 e Isaías 60. Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y los dromedarios.

La promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis, Tartesos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes entonces conocidos: África, Asia y Europa. El rey de color aparece siempre: en el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o el origen. En él y por él, la humanidad está unida sin perder la riqueza de la variedad. Más tarde se ha relacionado a los tres reyes con las tres edades de la vida del hombre: la juventud, la edad madura y la vejez.

También ésta es una idea razonable, que hace ver cómo las diferentes formas de la vida humana encuentran su respectivo significado y su unidad interior en la comunión con Jesús. Queda la idea decisiva: los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo, inaugurando una procesión que recorre toda la historia. No representan únicamente a las personas que han encontrado ya la vía que conduce hasta Cristo. Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro de Cristo.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI

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Los Contenidos de “La infancia de Jesús”:

Meditación histórica

«Los dos capítulos del relato de la infancia en Mateo no son una meditación expresada en forma de historias, sino al contrario: Mateo nos relata la historia verdadera, que ha sido meditada e interpretada teológicamente, y de este modo nos ayuda a comprender más a fondo el misterio de Jesús».Con estas palabras el Papa cierra el cuarto y último párrafo del libro, dedicado a los Magos de Oriente y a la huida a Egipto. Los anteriores están dedicados al origen de Jesús, a la Anunciación y a su nacimiento en Belén.

Jesús concebido por obra y gracia del Espíritu Santo

En otras dos ocasiones, el Pontífice subraya que la historia de Jesús que nos ha llegado a través de los evangelistas es «verdadera». «¿Es cierto que Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de santa María Virgen?. Sí, sin reservas», afirma el Pontífice, que señala que hay dos puntos en la historia de Jesús en las que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material, en el parto de la Virgen y la Resurrección del Sepulcro, «en el que no permaneció ni sufrió la corrupción».

Citando al teólogo suizo Karl Barth, dice que en la narración de la vida de Jesús, Dios interviene en dos momentos: el parto virginal de María y la Resurrección. Consciente de lo difíciles de comprender que resultan estos dos hechos para quien no tiene fe, expone que son «un escándalo para el espíritu moderno». «A Dios se le permite actuar en las ideas y los pensamientos, en la esfera espiritual, pero no en la materia. Esto nos estorba», denuncia. «Pero se trata precisamente de esto, de que Dios es Dios y no se mueve sólo en el mundo de las ideas». Estos dos puntos son«piedras de toque de la fe»: «Si Dios no tiene poder también sobre la materia, entonces no es Dios».

El Papa analiza la virginidad de María deteniéndose en la respuesta que ésta da al ángel Gabriel cuando le anuncia el próximo nacimiento de Jesús. En este pasaje destaca la admiración con que Ratzinger habla de la Virgen por aceptar libremente los planes que Dios tenía para ella. «Dios llama a la puerta de María. Necesita la libertad humana. No puede redimir al hombre, creado libre, sin un ‘‘sí’’ libre a su voluntad. Al crear la libertad, Dios se ha hecho en cierto modo dependiente del hombre».

A la escena concreta de la Anunciación del ángel Gabriel a la Virgen María dedica el teólogo Ratzinger el segundo capítulo de este nuevo libro, acudiendo a autores como el mariólogo René Laurentin.Para el Papa está claro que la concepción de Jesús es milagrosa, porque «el ángel le confirma que ella no será madre de modo normal después de ser recibida en casa por José, sino mediante “la sombra del poder del Altísimo”» y así el ángel«afirma con aplomo que ‘‘para Dios nada hay imposible”».

Eso sí, el Pontífice admite «un problema, o mejor, un misterio» con la pregunta de María:«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» «María no duda», asegura el Papa, pero«el cómo es incomprensible para ella». Aunque es un conocido partidario y estudioso de San Agustín, Joseph Ratzinger no apoya la teoría del santo de que María hubiese hecho un voto de virginidad con un varón protector, porque le parece«totalmente fuera del mundo judío en tiempos de Jesús y parece impensable en ese contexto».

Así, en este libro se limita a señalar que«la exégesis moderna no ha encontrado una respuesta convincente» a esa pregunta de María. En realidad, el Papa no se aparta en nada de la enseñanza del catecismo sobre la virginidad de María, donde se explica que«la Iglesia siempre ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido sin elemento humano, por obra del Espíritu Santo». El catecismo recuerda lo que dice el ángel a José: «Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo». Y responde a la teoría de que se tratase de una leyenda conveniente a la Iglesia. Al contrario, siempre le trajo«viva oposición, burlas o incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y paganos» (se recuerda el caso del pagano Celso en el siglo II). En el siglo II también Ignacio de Antioquía señala que«el príncipe de este mundo [el demonio] ignoró la virginidad de María y su parto, así como la muerte del Señor: tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios».

Benedicto XVI desmenuza los detalles de la Anunciación. Señala, por ejemplo, que el saludo del ángel(«alégrate, María», en griego) es un eco del profeta Sofonías que cantaba: «Alégrate, hija de Sion, grita de gozo; el Señor, tu Dios, está en medio de ti», o, como señala el Papa,«literalmente traducido, en tu seno». Así, María cumple la profecía de Sofonías: ella es la Hija de Sion que tiene en su seno, en su interior, al Señor Dios, a Jesús, Dios hecho Niño. Y para estudiar el«sí» de María al plan de Dios acude al gran reformador medieval San Bernardo de Claraval, para quien«el cielo y la tierra contienen el aliento» esperando el sí de la joven.«Ella vacila. ¿La humildad será un obstáculo? No seas humilde, sino magnánima, danos tu sí», pide Bernardo.Y dice Benedicto XVI: «Es el momento de la obediencia libre, humilde, magnánima, en la que se toma la decisión más alta de la libertad humana».

El Papa analiza además el nombre que el ángel pone al Niño: Jesús.«El nombre contiene de manera escondida el tetragrama, el nombre misterioso del Horeb, ampliado en la afirmación “Dios Salva”. El nombre del Sinaí, que había quedado como quien dice incompleto, es pronunciado hasta el fondo. El Dios que es. Es el Dios presente y salvador. La revelación del nombre de Dios, iniciada en la zarza ardiente, es llevada a su cumplimiento en Jesús». Y el Papa hace contrastar a Jesús, que según el ángel«heredará el Reino de David», con el rey de los judíos de la época, el cruel Herodes. Jesús será un rey muy distinto, dice,«porque su Reino no es de este mundo».

El buey y el asno no estuvieron en el establo de Belén

Deteniéndose en la forma tradicional de representar la Navidad en el cristianismo, Ratzinger cuenta que Jesús no estaba acompañado en el pesebre por el buey y el asno. «En el Evangelio no se habla de animales», recuerda. Por el contrario, sí que defiende con dos fuentes la existencia de la estrella. Primero cita al astrónomo Johannes Kepler, quien calculó que en el año del nacimiento de Jesús, alrededor del 6 a. C., hubo una «conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte» que pudo ir acompañada de una supernova. Ésta provocó «una intensa luminosidad» en el cielo «durante semanas y meses». La segunda fuente son unas tablas cronológicas chinas que hablan de que en el año 4 a. C. hubo «durante mucho tiempo una estrella luminosa».

El encargado de presentar ayer en el Vaticano «La infancia de Jesús» fue el cardenal italiano Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, quien destacó que la historia de Jesús es siempre actual. «Pienso en el grito de las madres en las matanzas de inocentes, que es un grito perenne, perpetuo, universal. Hoy mueren niños en Gaza y el grito de sus madres es su continuación», dijo Ravasi. 

Jesús nació entre el año 6 y 7 antes de Cristo

El  libro de Benedicto XVI, «La infancia de Jesús», sitúa en un momento y lugar concreto el nacimiento de Cristo. Se produjo en Belén, no en Nazaret como dicen algunos exégetas, entre el año 6 y 7 a. C. El hecho de que nuestra era comience después se debe a un error en los cálculos sobre el calendario del monje Dionisio el Exiguo. 

El libro, de 176 páginas, consta de un prólogo del papa y está dividido en cuatro capítulos y un epílogo.

El primer capítulo está dedicado a la genealogía del Salvador en los evangelios de Mateo y Lucas, muy diferentes ambos, según señala el Papa, pero con el mismo significado teológico-simbólica: la colocación de Jesús en la historia.

El segundo capítulo está dedicado al anuncio del nacimiento de Juan el bautista y de Jesús, y en el mismo Benedicto XVI escribe que leyendo el diálogo entre María y el ángel Gabriel se ve como Dios a través de una mujer busca «un nuevo ingreso en el mundo».

El tercer capítulo está dedicado al nacimiento en Belén y el contexto histórico del nacimiento de Jesús, el imperio romano que bajo Augusto se extiende entre Oriente y Occidente y que con su dimensión universal «permite el ingreso en el mundo de un universal portador de salvación».

El cuarto capítulo está dedicado a los Reyes Magos. En el texto, el papa reconstruye una amplia gama de información histórico lingüística y científica.

En el epílogo, Benedicto XVI echa mano del Evangelio de Lucas y cuenta el último episodio de la infancia de Jesús, la última noticia que se tienen de él antes del inicio de su vida pública con el bautismo en aguas del río Jordán. Se trata del episodio de tres días durante la peregrinación de la Pascua, en la que Jesús, que tiene doce años, se aleja de María y José y permanece en el Templo de Jerusalén discutiendo con los doctores.

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