Homilía de Todos los Santos: El hombre esta sediento de Cielo y los Santos son ejemplo de la felicidad que anhelamos / Por P. José María Prats

* «Contemplación y veneración de los santos no tiene que alejarnos de Cristo, como pretende la teología protestante, sino todo lo contrario: tiene que llevarnos a un encuentro más profundo con Él y al compromiso con este mundo…. Como dice el libro del Apocalipsis, los santos  son los que se han asociado al sacrificio de Cristo, participando de su vida, de su lucha por la justicia, de su muerte redentora y de su resurrección triunfante”

Solemnidad de Todos los Santos

Apocalipsis 7, 2-4. 9-14 /  Salmo 23 / 1 Juan 3, 1-3  / Mateo 5, 1-12

P. José María Prats / Camino Católico.- En esta solemnidad de Todos los Santos recordamos a nuestros hermanos que han alcanzado ya la eterna bienaventuranza y contemplan a Dios cara a cara en el Cielo. Por ello hoy es un día muy apropiado para meditar sobre la santidad y sobre el Cielo.

Predicamos poco sobre el Cielo. Tal vez por miedo a que se nos acuse de espiritualismo, de promover una piedad desencarnada o de desentendernos de los graves problemas de este mundo. Y, sin embargo, nuestro mundo necesita más que nunca que le hablemos del Cielo.

Decía un teólogo contemporáneo: «Los Cielos están vacíos y los grandes almacenes llenos». Nuestra cultura ha vaciado los Cielos y se ha encadenado a la tierra. Pero como el corazón del hombre suspira por el Cielo, ha tenido que ofrecerle un cielo en la tierra. Es ese cielo que nos vende la publicidad, hecho de eterna salud y juventud, de placeres, lujos y consumo sin límite. Y en este cielo ha entronizado a sus santos, a los que rinde culto y reverencia en los programas y revistas del corazón.

Este cielo, este falso cielo tan elocuente y persuasivamente predicado es el que nos está llevando a vivir en un infierno, porque la lucha por conquistarlo nos arrastra irremediablemente a la competencia, a la guerra, a la explotación de unos por otros, a la soledad y, finalmente, al desengaño, porque este cielo, sencillamente, no existe.

El mundo está sediento de Cielo y se está dando cuenta de que el que le han vendido es en realidad un infierno. Ahora es, pues, nuestro momento, el momento de romper las cadenas que nos atan a la tierra y mostrar al mundo la maravilla del verdadero Cielo. Y como el hombre de hoy necesita ver, oír y tocar, la mejor manera de hacerlo es presentándole a los santos como realización concreta, cercana y asequible de esta plenitud y felicidad que todos anhelamos. El testimonio de los santos tiene una fuerza evangelizadora extraordinaria. Pensemos, por ejemplo, en la conversión de San Ignacio de Loyola gracias a la lectura de vidas de santos.

Pero esta contemplación y veneración de los santos no tiene que alejarnos de Cristo, como pretende la teología protestante, sino todo lo contrario: tiene que llevarnos a un encuentro más profundo con Él y al compromiso con este mundo. La lectura del Apocalipsis nos lo confirma. San Juan, tras contemplar aquella muchedumbre inmensa de santos, vestida de blanco y con palmas en las manos, recibe esta pregunta de uno de los ancianos: «Éstos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?» Y, tras confesar su ignorancia, se le da esta respuesta que remite inmediatamente a Cristo como fuente de toda santidad y a la lucha por la justicia: «Ésos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero», es decir: ésos son los que se han asociado al sacrificio de Cristo, participando de su vida, de su lucha por la justicia, de su muerte redentora y de su resurrección triunfante.

Que el Señor nos conceda en este día, por la intercesión de todos los santos, la sabiduría y la audacia necesarias para abrir nuevamente los cielos a los hombres y devolverles su dignidad y su esperanza.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Mateo 5, 1-12

Homilía de Todos los Santos: ¿Quién es santo? ¿Y nosotros, somos santos como los del cielo que hoy celebramos? / Por P. José María Prats


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