Homilía del Evangelio del Domingo: La persona de fe sabe que todo está bajo el poder de Dios y que el bien, la verdad, la justicia y el amor triunfarán / Por P. José María Prats

* «Cuando no se vive desde la fe, es fácil desanimarse y pensar que sólo es posible sobrevivir y salir adelante asumiendo las reglas de juego del mundo, las del egoísmo, la mentira y la injusticia, especialmente si nos dejamos impresionar por la prosperidad y el éxito aparente de las personas sin escrúpulos. La vida sin fe, por tanto, aunque pueda estar adornada por lujos y placeres, es en definitiva una vida triste, esclavizada por el miedo y rendida al poder del mal, una vida que encierra una íntima desesperación.… En el evangelio, Jesús nos anima a vivir desde la fe. Nos dice que «no tengamos miedo» porque todo está en sus manos justas y amorosas…  La vida en la fe, aunque tenga que pasar por penurias y dificultades, es una vida llena de luz, de alegría y de esperanza»

Domingo XII del tiempo ordinario – A:

Jeremías 20, 10-13 / Salmo 68 / Romanos 5, 12-15 / Mateo 10, 26-33

P. José María Prats / Camino Católico.- A veces oímos decir a la gente que tener fe ayuda a afrontar la vida, especialmente en los momentos difíciles. Pero las consecuencias de la fe van mucho más allá. Vivir o no vivir desde la fe supone dos formas radicalmente distintas de existencia. Veámoslo.

Nuestra condición humana es frágil y vulnerable. Para vivir dignamente necesitamos muchas cosas: alimentos, ropa, vivienda, educación, trabajo, amor, reconocimiento… a las que no siempre es fácil acceder. El instinto desordenado de asegurar estas necesidades lleva a una lucha por la vida que engendra un mundo violento y hostil: injusticia, corrupción, engaño, opresión…

Cuando no se vive desde la fe, es fácil desanimarse y pensar que sólo es posible sobrevivir y salir adelante asumiendo las reglas de juego del mundo, las del egoísmo, la mentira y la injusticia, especialmente si nos dejamos impresionar por la prosperidad y el éxito aparente de las personas sin escrúpulos.

La persona de fe, en cambio, sabe que todo está bajo el poder de Dios y que, por tanto, al final el bien, la verdad, la justicia y el amor triunfarán. Y desde esta certeza, puede vencer al miedo y a la seducción del triunfo aparente del mal para vivir en la verdad, la justicia y el amor.

En el evangelio, Jesús nos anima a vivir desde la fe. Nos dice que «no tengamos miedo» porque todo está en sus manos justas y amorosas: «hasta nuestros cabellos están contados» y «ni tan siquiera un gorrión cae al suelo sin que nuestro Padre lo permita». Nos pide que digamos siempre la verdad, porque al final «todo lo cubierto se descubrirá», todas las palabras y acciones serán puestas al descubierto y juzgadas por Dios. Ni siquiera hemos de tener miedo a que nos quiten la vida porque, si hemos sido fieles a Dios, heredaremos la vida eterna.

La vida sin fe, por tanto, aunque pueda estar adornada por lujos y placeres, es en definitiva una vida triste, esclavizada por el miedo y rendida al poder del mal, una vida que encierra una íntima desesperación. En cambio, la vida en la fe, aunque tenga que pasar por penurias y dificultades, es una vida llena de luz, de alegría y de esperanza.

La experiencia del profeta Jeremías que nos presenta la primera lectura es un ejemplo de lo que acabamos de decir. Dios le ha confiado la proclamación de una palabra dura e incómoda que anuncia la destrucción inminente de Jerusalén si el pueblo no se convierte de sus pecados. El rechazo que suscita esta palabra le acarrea desprecio y persecución, mientras que los falsos profetas, que anuncian prosperidad, reciben el halago y el reconocimiento de la gente. Pero Jeremías persevera en la misión que se le ha confiado a pesar del sufrimiento que conlleva porque sabe que Dios está de su lado y que al final se manifestará el triunfo de la verdad: «Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará».

El salmo 36 expresa maravillosamente esta esperanza de la persona de fe:

No te exasperes por los malvados, no envidies a los que obran el mal:

se secarán pronto, como la hierba, como el césped verde se agotarán.

Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad;

sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará:

hará tu justicia como el amanecer, y tu derecho brillará como el mediodía (…)

Los inicuos serán exterminados, la estirpe de los malvados se extinguirá;

pero los justos poseerán la tierra, la habitarán por siempre jamás.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles:

«No tengáis miedo a los hombres. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados.

Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.

Porque todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos».

Mateo 10, 26-33


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