Homilía del Evangelio del Domingo: ¿Qué hemos de pedir a Dios? ¿Qué hemos de desear por encima de todas las cosas? / Responde el P. José María Prats
* «Jesús quiere hacernos ver que nuestro destino eterno depende de la actitud que hayamos tenido en relación al Reino de Dios: los que lo hayan puesto en el centro de su vida habitarán para siempre en la plenitud de este Reino; en cambio, los que se hayan centrado en la construcción de su propio reino al margen de Dios y de los demás, será privados para siempre de Aquél que es la fuente de la vida y del gozo verdadero. Como al rey Salomón, Dios nos invita a establecer nuestras prioridades y pedirle lo que deseemos. Seamos inteligentes y escojamos el Reino de Dios: en esta decisión nos va la vida»
Domingo XVII del tiempo ordinario – A:
1 Reyes 3, 5.7-12 / Salmo 118 / Romanos 8, 28-30 / Mateo 13, 44-52
P. José María Prats / Camino Católico.- Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre la orientación fundamental que damos a nuestra vida, sobre cuáles son nuestros deseos y aspiraciones más íntimos, sobre dónde hemos puesto el corazón.
La primera lectura nos muestra el ejemplo de Salomón, a quien Dios se le aparece tras haber sido proclamado rey y le invita a pedir lo que quiera. Salomón hubiera podido pedir riquezas, larga vida o la victoria sobre sus enemigos, pero optó por pedir sabiduría para gobernar a su pueblo con justicia y rectitud. Y esto agradó tanto a Dios que le concedió no sólo lo que le había pedido, sino también una prosperidad y un bienestar sin precedentes durante su reinado.
¿Qué hemos de pedir a Dios? ¿Qué hemos de desear por encima de todas las cosas? El Señor nos dio la respuesta cuando enseñó a orar a sus discípulos: «venga a nosotros tu Reino: hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo». A lo más grande que podemos aspirar es a participar del Reino que Jesucristo ha venido a traer al mundo, que supone vivir conforme a la voluntad de Dios y compartir así su plenitud de vida.
En general, tendemos a poner nuestros deseos, esfuerzos y atención en todo lo que supone una afirmación de nosotros mismos: riquezas, poder, experiencias gratificantes, reconocimiento social. El evangelio nos dice que cuando descubrimos que el Reino de Dios es infinitamente más valioso que todas estas cosas, somos capaces de vencer nuestro apego a ellas y de ponerlas al servicio de lo que es verdaderamente importante. El Reino de Dios es como el tesoro escondido o la perla de gran valor: al descubrirlo, con una inmensa alegría, lo ponemos en el centro de nuestra vida –el lugar que le corresponde– y le subordinamos todo.
Podemos preguntarnos por qué a continuación de estas dos parábolas Jesús explica la de la red que captura toda clase de peces y que luego arrastran a la orilla para separar los malos y echarlos al horno encendido, donde será el llanto y el rechinar de dientes. La respuesta es que Jesús quiere hacernos ver que nuestro destino eterno depende de la actitud que hayamos tenido en relación al Reino de Dios: los que lo hayan puesto en el centro de su vida habitarán para siempre en la plenitud de este Reino; en cambio, los que se hayan centrado en la construcción de su propio reino al margen de Dios y de los demás, será privados para siempre de Aquél que es la fuente de la vida y del gozo verdadero.
Como al rey Salomón, Dios nos invita a establecer nuestras prioridades y pedirle lo que deseemos. Seamos inteligentes y escojamos el Reino de Dios: en esta decisión nos va la vida.
P. José María Prats
Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
-«El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo: que al hallarlo un hombre lo esconde y, lleno de alegría va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
Es semejante también el reino de los cielos a un comerciante que busca perlas finas y habiendo encontrado una de gran valor, va y vende todo lo que tiene y la compra.
Así mismo, es semejante también el reino de los cielos a una red barredera que se echa en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen los buenos en cestos y tiran los malos.
Así será el fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán los malos de los justos y los arrojarán al horno de fuego. Allí habrá llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?»
Le respondieron:
-«Sí.»
Él les dijo:
-«Por eso, todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante al padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.»
Mateo 13, 44-52
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