Homilía del Evangelio del Domingo: Si permanecemos indiferentes cuando los demás tropiezan y pecan, es que no los amamos / Por P. José María Prats

* «Tenemos que cultivar en nosotros este amor que desea la salvación de todos los hombres y que hace lo posible para que los que han caído se levanten y los que están fuera de la comunidad se integren en ella por la fe. Sólo desde este amor, que se enciende especialmente en la oración por los pecadores, nuestra corrección fraterna será pura y podrá ser aceptada por los demás… Incluso cuando oramos solos, Jesús nos pide que invoquemos a Dios como «Padre nuestro» y no meramente como “Padre mío”. Dios nos quiere formando un solo cuerpo que tiene a su Hijo por Cabeza, orando juntos, velando unos por otros, trabajando juntos, salvándonos juntos. ‘Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’»

Domingo XXIII del tiempo ordinario – A:

Ezequiel 33, 7-9 / Salmo 94 /  Romanos 13, 8-10 /  Mateo 18, 15-20

P. José María Prats / Camino Católico.- Veíamos hace dos semanas como Jesús, al ser rechazado por los dirigentes judíos y por muchos de sus seguidores, deja de dirigirse a la gente y se centra en la comunidad de discípulos fieles, que será el germen del Nuevo Pueblo de Dios, de la Iglesia.

En el evangelio de hoy Jesús empieza a instruir a estos discípulos sobre cómo deben ser las relaciones entre ellos. En concreto les dice que deben velar por la santidad de cada miembro de la comunidad. Si alguien es seducido por el mal, los demás no pueden permanecer indiferentes. Primero se le ha de animar discretamente a rectificar, advirtiéndole personalmente. Si no hace caso, se debe buscar el testimonio de alguna otra persona o incluso de los dirigentes de la comunidad para que quede claro que no se trata de una valoración subjetiva de la situación o de los hechos. Y si ni así responde, se le ha de hacer ver que por su comportamiento él mismo se ha excluido de la comunidad.

Recordad que cuando Caín mató a Abel y Dios le preguntó dónde estaba su hermano, éste le respondió: «No sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Jesús nos recuerda que sí, que debemos ser guardianes de nuestros hermanos. De hecho, quien permanece indiferente ante el extravío de un hermano en la fe es como si le hubiera dado muerte en su corazón.

Hoy en día, gracias a Dios, en nuestras comunidades hay bastante sensibilidad ante las necesidades materiales de los demás, que se intentan paliar proporcionando alimentos y otras ayudas. En cambio hay poca sensibilidad ante el naufragio moral de las personas que, visto desde la fe, es incluso más dramático que el material, pues pone en juego su salvación eterna. Y, peor todavía, a menudo se hace de este naufragio moral objeto de murmuraciones con las que se señala y denigra a las personas.

Cuando San Pablo habla de su ministerio a los corintios les dice: «¿Quién enferma sin que yo enferme? ¿Quién tropieza sin que yo me encienda?» (2Co 11,29). Amar a una persona significa desear y velar por su felicidad y especialmente por su felicidad eterna. Por ello, si permanecemos indiferentes cuando los demás tropiezan y pecan, es que no los amamos.

Tenemos que cultivar en nosotros este amor que desea la salvación de todos los hombres y que hace lo posible para que los que han caído se levanten y los que están fuera de la comunidad se integren en ella por la fe. Sólo desde este amor, que se enciende especialmente en la oración por los pecadores, nuestra corrección fraterna será pura y podrá ser aceptada por los demás.

Finalmente es importante notar cómo este evangelio destaca la dimensión comunitaria como un aspecto esencial de la fe cristiana. Incluso cuando oramos solos, Jesús nos pide que invoquemos a Dios como «Padre nuestro» y no meramente como “Padre mío”. Dios nos quiere formando un solo cuerpo que tiene a su Hijo por Cabeza, orando juntos, velando unos por otros, trabajando juntos, salvándonos juntos. «Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

Mateo 18, 15-20

Homilía del Evangelio del Domingo: «Si tu hermano llega a pecar…» / Por P. Raniero Cantalamessa, ofmcap.


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