Jean-Marie en la universidad se alejó de Dios y se hizo adicto: «Me confesé y supe que Cristo había esperado a que yo fuese a Él y le doy gracias por su amor y por recuperarme»

* «Como le pasó al hijo pródigo en el Evangelio. Yo también, como él, tomé mi parte de la herencia y decidí llevar mi propia vida… ¡pero el Señor nunca me abandonó! Si pienso en lo que ha pasado Cristo en Jerusalén durante la Pasión, veo que yo le he negado, yo le he abandonado, yo le clavé en la Cruz, yo le flagelé, yo le coroné de espinas… ¡Señor, una parte de todo lo que has sufrido era mía!»

Camino Católico.- Jean-Marie descubre como ser autónomo e independiente al empezar a estudiar en la universidad y poco a poco se aleja de Dios. Atrapado en una adicción, ya no puede salir de ella. Hasta que la lectura de un libro de testimonios le abre los ojos y luego “me confesé y ese día comprendí que Dios simplemente había esperado a que yo fuese a Él”,  dice en Découvrir Dieu. Esta es su historia contada en primera persona:

Jean-Marie se confesó, confió en Dios y quedó liberado de su adicción
 «Dios está a nuestro lado y solo espera una cosa: que se le pida ayuda. Él nos tiende la mano, y pide que se la tomemos»

Mi nombre es Jean-Marie. No sé si conoces la historia del padre que tiene dos hijos. Uno de los dos hijos elige dejar a su padre y a su hermano, tomar su parte de la herencia y vivir su vida, lo que lo llevará por caminos equivocados… Esa es la historia del Hijo Pródigo, pero también es mi historia.

Todo iba bien en su familia hasta que empecé los estudios universitarios. Le rezaba con frecuencia a la Virgen y en mi entorno la oración era algo habitual. Recuerdo, por ejemplo, que en el último curso de bachillerato rezamos con compañeros para pedir a Dios que uno de ellos aprobase el curso, porque temíamos que no lo consiguiera. Podría decir que me sentía bendecido.

Mis padres se fueron al extranjero y yo me quedé en mi casa, en los inicios de mi carrera, contento de verme independiente y autónomo. Empecé a tomar pequeñas decisiones que me alejaban de mi vida anterior, de todo aquello a lo que estaba acostumbrado. Y que al final se convirtieron en una adicción. Desgraciadamente, te ves prisionero de todo aquello que has elegido. Y ahora, ¿cómo escapar? En mi vida, Dios siempre había estado presente, pero finalmente opté por dejarle de lado. Eso no me impedía pensar en Él de cuando en cuando, e incluso volver ocasionalmente a misa, pero al final estaba tan ciego que no me daba cuenta de lo que me estaba sucediendo. Era consciente de mi adicción, pero no conseguía librarme por mi mismo. Era una perpetua recaída. Esa adicción me hizo perder todas mis referencias, hasta tal punto de sentirme enjaulado y sin fuerza de voluntad.

Jean-Marie esta agradecido con Dios porque comprendió que en los peores momentos Él estaba a su lado

En 1997, mis padres vinieron a verme a donde yo trabajaba, puesto que me había ido al extranjero. Ellos me conocían bien y mi madre comprendió que había algo en mi vida que no iba bien.

Y mi madre me regaló un libro que había recibido en 1958 como primer premio de catecismo. Leer este libro me transformó porque contaba casos de personas como yo, que habían vivido lo mismo, y eso me ayudó a comprender que no estaba solo, que mi situación era la de muchas otras personas. La rutina nos hace pensar que estamos solos, pero no es así, Dios está a nuestro lado y solo espera una cosa: que se le pida ayuda. Él nos tiende la mano, y pide que se la tomemos, como diciendo: ‘¿A qué esperas? ¡Estoy aquí! ¡Ven conmigo!’

En 1998 fui a mi casa a pasar las vacaciones de Semana Santa. Mis padres me llevaron a una adoración. Se trataba, pues, de rezarle a Jesús. Al volver a entrar en una iglesia, apenas había tenido tiempo ni de avanzar cuando me eché a llorar de tal manera que me dio vergüenza y me escondí detrás de una columna. Mi madre me propuso acudir a un retiro de varios días donde recobrar la calma, un encuentro de jóvenes, de 18 a 35 años.

Estuve por primera vez en el retiro en 1999 y sentí la necesidad de confesarme. El sacerdote me recomendó leer el capítulo 15 del Evangelio de San Lucas.Volví a la iglesia y lloré otra vez. Al día siguiente, tenía muchas ganas de volver a ver a al confesor y fui a encontrarlo y le dije: ‘Padre, ¡yo soy el hijo pródigo! ¡Hasta hoy no había comprendido hasta qué punto me he alejado de Dios! Si pienso en lo que ha pasado Cristo en Jerusalén durante la Pasión, veo que yo le he negado, yo le he abandonado, yo le clavé en la Cruz, yo le flagelé, yo le coroné de espinas… ¡Señor, una parte de todo lo que has sufrido era mía!’

Pero ese día comprendí también que Dios simplemente había esperado a que yo fuese a Él. Cuando se dice que Dios da ciento por uno (cfr. Mt 19, 29), es mucho más de lo que imaginamos. Durante este retiro en 1999, conocí a una joven y le compartí todo lo que había vivido, y ella vivía una experiencia similar. Volvimos a vernos… y luego se convirtió en mi esposa.

Y hoy, doy gracias a Dios por lo que me ama y ama a todos… y por haberme recuperado, como le pasó al hijo pródigo en el Evangelio. Yo también, como él, tomé mi parte de la herencia y decidí llevar mi propia vida… ¡pero el Señor nunca me abandonó!

 Jean-Marie

Vídeo en francés del testimonio de Jean-Marie


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