Juan Carlos Rodríguez, alejado de la Iglesia, adicto a internet y al erotismo, rompió su matrimonio: «Leer ‘Imitación de Cristo’ fue la semilla con que Dios me transformó»

* «Hablé con un seminarista y le pregunté cómo podía confesarme. Yo no quería pero al final me convenció para que lo hiciera y no posponerlo más tiempo. Fue un momento difícil porque tenía secretos duros como mis adicciones, mi matrimonio… pero fue una gran descarga para mí. Llegué a llorar. Lo pasé fatal y el cura me decía que no me preocupara porque ahora era un hombre nuevo. El confesar, el no esconder cosas te permite ser una persona nueva»

Camino Católico.-  Juan Carlos Rodríguez estuvo alejado de la Iglesia prácticamente toda su vida. En su desempeño profesional irrumpieron hace años las nuevas tecnologías. Lo que en principio sería tan solo parte de su trabajo acabó, poco a poco, arrastrándole hacia unos derroteros de consecuencias irreparables para su matrimonio y para su salud.  Su adicción a Internet afectó a su matrimonio. Como él dice, la duda estaba sembrada y el adulterio, aunque no fuera de hecho sino de pensamiento, se instaló en su relación. La pareja se rompió y el divorcio desencadenó un gran sin sentido para él. Y sobrevino la depresión. Cuenta su testimonio de conversión en un vídeo de Mater Mundi TV.

Su relato se remonta a su etapa como experto en mantenimiento electrónico. Una época en la que viajaba mucho por cuestiones laborales: “Cuando me eché novia quise dejar de viajar, y me presenté a la oposición como profesor. Conseguí plaza como profesor de Informática”.

Pese a sus conocimientos en reparaciones electrónicas, tuvo que ponerse al día en el mundo de los ordenadores para impartir la asignatura, ya que hace unos 25 años dominaban contadas personas: “Tuve que estudiar Informática y el mundo de Internet”, revela en la entrevista.

Pero no solo aprendió lo básico, también comenzó a interesarse por las páginas eróticas de la red: “No consumía pornografía, pero sí me metía en páginas eróticas donde había modelos atractivas”. Poco a poco fue aumentando el tiempo en el consumía este tipo de páginas: “La media hora se convirtió en una, luego en dos, tres…”

Su matrimonio comenzó a resentirse. Socialmente cada vez se aislaba más: “Es una adicción que le ocurre a mucha gente, pero yo he tenido la valentía de contarlo”, asegura orgulloso Juan Carlos.

En aquellos momentos, entabló una amistad cada vez más íntima con una compañera del instituto. Ella tenía novio, pero la amistad se fue afianzando, hasta el punto que Juan Carlos se enamoró de ella. Su matrimonio cada vez estaba más deteriorado.

No obstante, nuestro protagonista optó por poner fin a la relación de amistad con su compañera a través de una carta, que acabó por descubrir su mujer: “Era tan torpe que una de las copias de la carta la dejé en una mesa de mi ordenador, y la leyó mi mujer, que se quedó alucinada. Se deterioró mucho mi matrimonio. Yo le explicaba que no había pasado nada, pero la duda estaba sembrada”.

A las dudas sobre la fidelidad de Juan Carlos, se unieron las fuertes discusiones entre la pareja, cada vez más frecuentes. Finalmente, su esposa tomó la decisión de divorciarse. Al poco tiempo vendieron la casa que compartieron durante años en Madrid.

“En aquel momento entré en depresión. No superaba el divorcio”. Pero fue el último día en el que Juan Carlos estuvo en la casa, ultimando la mudanza, cuando se produjo el inicio del cambio: “Estaba observando el espectáculo dantesco de ver mi casa vacía, en silencio y llena de polvo”.

En ese momento, mientras desmontaba una estantería, un pequeño libro cayó al suelo. Al abrirlo, cuenta Juan Carlos, comprobó que relataba historias relacionadas con su vida y sus malos actos: “Pensé que me estaba volviendo loco”, confiesa.

Se trataba del libro ‘Imitación a Cristo’, la segunda obra tras la Biblia más leída del cristianismo, escrita por Tomás de Kempis en el siglo XV: “Allí leía cosas muy importantes, hablaba de cosas que me sucedían a mi y también me llamaba la atención las citas bíblicas. Fue la semilla que Dios me puso allí. Aquel libro me impactó mucho. Yo venía de un instituto de los dominicos pero pasaba de ellos y del catolicismo”, explica.

En búsqueda de su espiritualidad, a su manera, autodidacta, fue superando la depresión. Pero también en esa nueva tarea, mezcla de curiosidad y necesidad, dirigía la vista hacia otras religiones, ideologías y mensajes.

Hasta que su “investigación en Internet” se centró en frases de las Sagradas Escrituras que “solo pueden haber sido escritas por Dios”, dice Juan Carlos. Esa revelación de la Palabra en el mundo digital, le llevó a una lectura de la Biblia más en profundidad.

Juan Carlos cada vez se interesaba más por la Biblia y sus textos, especialmente del Nuevo Testamento. Fue iniciándose en la fe, y que continuó en una parroquia de Valdemoro: “La iglesia estaba de camino al gimnasio donde voy. Yo veía mucha gente entrando y notaba como una atracción, una voz que me decía que entrara”.

Un domingo dio el paso, accedió al templo y habló con los sacerdotes. La experiencia fue muy positiva, ya que se metió de lleno en el catolicismo: “Me decían que tenía que intentar confesarme y comulgar”.

Pero Juan Carlos no se decía a dar el paso de la confesión, hasta que meses más tarde haría lo propio en el Cerro de los Ángeles: “Hablé con un seminarista y le pregunté cómo podía confesarme. Yo no quería pero al final me convenció para que lo hiciera y no posponerlo más tiempo”.

La experiencia fue dura, pero permitió a Juan Carlos liberarse de tantos años de acciones reprobables en su vida: “Fue un momento difícil porque tenía secretos duros como mis adicciones, mi matrimonio… pero fue una gran descarga para mí. Llegué a llorar. Lo pasé fatal y el cura me decía que no me preocupara porque ahora era un hombre nuevo. El confesar, el no esconder cosas te permite ser una persona nueva”, asegura.

Ahora, es un hombre que cree en Dios firmemente, y que continúa leyendo para profundizar en su fe y “tratando de esquivar al Diablo” que siempre amenaza en forma de tentaciones.


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