La intimidad sexual en el matrimonio / Por Mª Carmen González Rivas, psicóloga*

16 de julio de 2010.- La sexualidad es una dimensión del matrimonio. Digamos que es la expresión de la complementariedad entre los dos sexos, que hoy la ideología de género trata de anular y que esta inculcándose a las nuevas generaciones con la asignatura de Educación para la Ciudadanía. La unión sexual es un verdadero acto humano y personal, solo si se lleva a término según su auténtico significado. La actitud ante esta unión íntima es “ Jugarse la vida en el amor”, por eso deben aprender los cónyuges a hacer de la unión de los cuerpos un acto de donación completa y sin reservas de su ser íntimo y personal, la consumación de un amor llamado a la eternidad y a la fecundidad. Como bien se anuncia en los pasajes del libro bíblico del Cantar de los Cantares, que retrata a dos amantes que disfrutan de la presencia y del afecto mutuo: “Yo soy para mi amado, y él se siente atraído hacia mí”. (Ct 7:11).

Como vemos mantener una relación sexual es siempre algo importante, y como todo lo importante debe ser algo meditado, y bien preparado. La sexualidad no afecta solamente a mi parte genital, ni tan solo a mi cuerpo, sino a toda mi persona (emociones, sentimientos, expectativas…) Es por ello que conviene descubrir como en la sexualidad se ven distintas áreas implicadas como son: la psicológica- afectiva, física y espiritual; y de esta manera tener una buena y completa vivencia de la sexualidad.

Por el contrario es imposible disfrutar de una buena relación sexual cuando existen sentimientos negativos en los aspectos no sexuales de la relación, cuando se reduce exclusivamente a una de sus dimensiones obviando el resto, se banaliza la sexualidad, etc. En definitiva todo ello puede frustrar la finalidad de la sexualidad humana, que significa muchas veces poner en grave peligro la continuidad del compromiso interpersonal. La sexualidad no desea algo sino a alguien, reconocimiento del otro, pues el otro desea ser deseado y reconocido. Porque como bien dice Víctor Frankl: “Un amor sólido y verdadero es aquel que no solo desea la capa externa de la persona, sino que ama, sobre todo, lo espiritual que hay en ella, su persona espiritual; eso que hay de único e irrepetible en el ser humano, o que existe detrás de las apariencias sexuales y puramente psíquicas” .

Queda claro que para fortalecer y vivir la sexualidad en el matrimonio no es cuestión de técnicas. Enriquecer la vida sexual pasa por enriquecer la intimidad de la relación de la pareja y para ello como no, hay que cuidarla centrándonos en lo siguiente:

– Trabajar sobre aspectos olvidados en la relación: lucha de poderes, miedos relacionados con la intimidad, bloqueos en al comunicación, etc.

– Atender a las expresiones de afecto y cariño mutuos.

– Mantener vivo el romanticismo:
encontrar aquellas formas que puedan revitalizar la relación como pasar cierto tiempo juntos a solas, etc.

– Cultivar el amor sosegado y sin prisas, que la pareja pueda profundizar en la intimidad sexual aprendiendo a desarrolla sus propios comportamientos.

– Cultivar el deseo y la pasión: revitalizar la relación.

– Afrontar los mensajes negativos sobre el cuerpo y el sexo: estos pueden interferir en la intimidad sexual. Reconocer que a veces estas actitudes proceden de nuestro aprendizaje de vida, y empezar afrontarlos de manera que podamos darnos mensajes más positivos sobre nuestros cuerpos y la sexualidad.

– Fortalecer el compromiso mutuo. Otra cualidad necesaria para una relación sexual en el matrimonio es el compromiso. Si los cónyuges están completamente comprometidos uno con el otro, su relación es fortalecida. Sin un compromiso mutuo, ninguno podrá tener una gran confianza en que la relación sea segura.

– La comunicación. Porque así mismo la relación sexual es comunicación, ¿como obviarla en cualquier relación sexual?

– Integrar a Dios con nuestra sexualidad. La sexualidad es un regalo del Señor que si arranca de una buena comprensión de la naturaleza del hombre y de la mujer les puede llevar a estos a una comunicación especialmente intensa y privilegiada, que hace del matrimonio algo grande y especialmente valioso en la apuesta arriesgada a favor de la vida.

En definitiva cuidar la sexualidad y valorarla es una parte fundamental que los cónyuges deben tener en cuenta en su matrimonio, la vivencia de esta como regalo, como don y ofrecimiento hacia el otro es lo que garantiza que se fortalezca su unión. Y así lo expresa en pocas palabras la Exhortación Apostólica Familiaris Consorcio “La sexualidad es una riqueza de toda la persona -cuerpo, sentimiento y espíritu – y manifiesta su significado íntimo al llevar a la persona hacia el don de sí misma en el amor.


 * Mª Carmen González Rivas es Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid.Master en Psicología de la Familia. Pontificio Instituto Juan Pablo II.Curso de Orientación y Mediación en la Intervención Familiar.

VINCULOS Centro de Atención Psicologica y Familiar


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