Muere María José Solaz paralizada por la enfermedad y a la que telefoneó el Papa Francisco conmovido por su fe: «Dios mío, gracias por haberme creado, gracias por todo»

* «Dios mío, gracias por regalarme un nuevo día, por todo lo que me das y por lo que me darás porque, aunque me inquiete, siempre será lo mejor. Dios mío, gracias por tu amor y por permitir que cada día me enamore un poco más de Ti, por ayudarme a llevar esta cruz, por hacerme fácil lo difícil o porque estás a mi lado en mis luchas diarias»

Vídeo del testimonio de María José grabado hace diez años por el Servicio Audiovisual Diocesano de Valencia y que acompañaba la entrevista escrita que concedió María José y que Camino Católico publicó

Camino Católico.-  María José Solaz Viana, una mujer valenciana a la que llamó por teléfono el Papa Francisco conmovido por su fe ante la enfermedad degenerativa que padecía desde niña, ha fallecido a los 46 años de edad en su localidad natal, Caudete de las Fuentes (Valencia) según informa AVAN. Su muerte se produjo la madrugada el pasado 16 de noviembre.

El Pontífice le telefoneó por sorpresa hace dos años tras conocer su testimonio a través de una carta de la propia María José que le hizo llegar al Vaticano el antiguo párroco de Caudete de las Fuentes, Ricardo Fogués. El sacerdote había invitado a María José a escribirle una carta al Papa para que él se la hiciera llegar en una audiencia a la que tenía previsto acudir. Ella se la dictó, ya que no podía escribir, y él acudió a la audiencia con el Papa el 21 de septiembre de 2018, junto al arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares, así como miembros del Consejo Episcopal y del Convictorio Sacerdotal, al que el presbítero pertenecía.

Tras la audiencia celebrada en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, cuando el párroco saludó al Pontífice, le habló de María José y le enseñó una foto que él le había hecho para la ocasión. El Papa la bendijo y le pidió que transmitiera la bendición a ella y a su familia. Después, el sacerdote entregó la carta de María José a monseñor Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia.

A los pocos días de ese encuentro, el Papa Francisco llamó a casa de María José, estuvo hablando varios minutos con su madre, María Luisa, y solicitó hablar con ella pero su madre le explicó que no era posible porque ya casi no podía hablar y apenas se le entendería. El Pontífice, a su vez, le contó a María Luisa que había leído la carta de su hija, que le había conmovido y resultado “muy linda”; y que su testimonio le había hecho “mucho bien”.

En el momento de la llamada del Papa, la enfermedad de María José ya se encontraba en un estado muy avanzado. La había sido diagnosticada con 8 años de edad, como una ataxia de Friedreich, una enfermedad degenerativa que fue mermando su sistema nervioso y la musculatura de todo su cuerpo.

María José vivió con el Señor y para el Señor ofreciendo su enfermedad por quienes sufren

En una entrevista que concedió al semanario diocesano PARAULA hace diez años ella misma y que publicó Camino Católico contó que el último día que pudo andar por ella misma fue el que recibió el sacramento de la Confirmación, con 15 años de edad. Después de ese día, hubo de emplear silla de ruedas y con el paso de los años, otra de tipo eléctrico, que solo pudo manejar autónomamente durante algún tiempo. Con 25 años de edad, su grado de discapacidad motriz era ya del cien por cien y en los últimos años el avance de la enfermedad hizo que apenas pudiera ya ver, oír y hablar.

En aquel momento, María José afirmaba que rezaba todos los días dos horas a solas en su parroquia para pedir a Dios, entre otras cosas, “poder llevar la cruz de las personas que sufren” y en acción de gracias por “la belleza de mi vida”.

De ese modo, “me ofrezco al Señor” para que remitan “los males de quienes sufren y me piden que ore por ellos” o, “al menos, para que encuentren alivio”.

En aquel momento todavía podía utilizar el ordenador, donde escribía reflexiones, meditaciones y cartas a Dios. En una de ellas titulada “Gracias” decía: “Dios mío, gracias de todo corazón por haberme creado, por regalarme un nuevo día, por todo lo que me das y por lo que me darás porque, aunque me inquiete, siempre será lo mejor”.

En otro pasaje, expresaba su gratitud a Dios “por tu amor y por permitir que cada día me enamore un poco más de Ti, por ayudarme a llevar esta cruz, por hacerme fácil lo difícil o porque estás a mi lado en mis luchas diarias”. La reflexión concluía así: “Seguro que algún agradecimiento se me habrá quedado en el tintero de la memoria, así que lo mejor es darte las gracias por todo, Dios mío”.

Pero no siempre ha aceptado su historia. María José atravesó profundos baches tanto anímicos como espirituales hasta que pudo aceptar su enfermedad y todo lo que ello conllevaba. En aquella entrevista reconocía haber sufrido un una fuerte crisis de fe cuando era veinteañera. “No sólo iba perdiendo la salud, sino también a muchos amigos”, lo que le llevó a sentirse “sola y desgraciada, a pesar de que también había gente que me ayudaba”, recuerda. Incluso confiesa que estuvo “a punto de arrojar la toalla”.

Para superarlo, esta mujer fuerte aseguraba que fue fundamental la fe que le transmitieron sus padres, el “ejemplo cristiano” de su tía Caridad o, entre otras personas, la ayuda de sus dos hermanas.

El Vía Crucis que escribió: “Ahora quiero hacer este camino contigo”

María José dejó una obra escrita suya que ha ido paulatinamente extendiéndose también en distintas localidades valencianas. Se trata de un vía crucis realizado por ella misma hace una década a sugerencia del sacerdote Salvador Romero y que se ha leído en varias parroquias valencianas durante el Viernes Santo así como en el santuario francés de Lourdes.

En el inicio del texto del Vía Crucis, María José señalaba: ”Qué gratitud poder acompañarte en tu Vía crucis, cogidos de tu mano, en tu Pasión, en tus momentos difíciles, en los más duros y desgarradores que un corazón puede soportar. Cuánta humillación, soledad, miedo, vacío; es lo peor a lo que todos nos podemos enfrentar. Como Tú siempre has estado conmigo, me has acompañado en mi vida, no me has fallado y tu mano no me ha soltado jamás, ahora yo quiero hacer este camino contigo”.

Su párroco, sorprendido por la fuerza de su fe

Durante los últimos meses de su vida, el actual párroco de Caudete de las Fuentes, Celestino Aló, estuvo presente y pudo observar también la fuerza de la fe de María José.

Al acudir a su casa para llevarle el viático, su feligresa estaba ya parcialmente sedada pero por un instante, al recibir la comunión, recobró la energía. El sacerdote se la administró con un fragmento pequeño en una cucharilla con agua y se sorprendió al ver la reacción de María José. “Abrió de repente la boca con una fuerza increíble, como si no pasara nada”, ha explicado.

El presbítero le había administrado también los sacramentos de la Unción de Enfermos y del Perdón. Pese a que no podía hablar, pudo confesarle mediante los gestos con que ella iba contestando a sus palabras. “María José ha vivido el final de su vida con una fe, entereza y paz enormes”, ha asegurado.

“Ha muerto en fama de santidad”

Al final de su predicación en el funeral por el eterno descanso de María José Solaz Viana, el sacerdote agitó desde el atril una pequeña campana para hacerla sonar. Quería recordar, así, la película ‘¡Qué bello es vivir!’, en la que uno de los personajes decía que cada vez que suena una campanilla es que un ángel está recibiendo sus alas. Salvador Romero expresaba así su convicción sobre la santidad con la que vivió su antigua feligresa y, en consecuencia, su inmediata entrada en el cielo.

“Ella nunca le pedía la curación a Dios porque decía: a través de esta enfermedad yo me he encontrado con Él, con mi Esposo, ¿cómo voy a pedirle que me sane?’”, manifestó el presbítero en su homilía al rememorar una de sus conversaciones con María José. Y otro de sus anteriores párrocos, Ricardo Fogués, corrobora que vivió la fe “en un grado heroico”, que nunca la vio “rebelarse ni protestar por su enfermedad” y que ha muerto con “fama de santidad”.

La cercanía de los arzobispos

María José ha contado, además, con la cercanía de los arzobispos de Valencia durante todos estos años. El cardenal Antonio Cañizares, la ha visitado en su casa cada vez que ha estado en Caudete de las Fuentes. El día de su fallecimiento, además, le dedicó unas palabras durante la oración del Ángelus dirigida por él mismo en el Palacio Arzobispal.

Por otra parte, su antecesor, el cardenal Carlos Osoro, conocedor también del ejemplo de fe de María José, la recibió en el propio Palacio hace ya ocho años.

Mª José Solaz, tetrapléjica, reza dos horas diarias para pedir «llevar la cruz de quienes sufren»


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