Nancy Charles era activista LGBT hasta una misa tradicional: «Entré escéptica y salí católica; supe que había un Dios y que Él era la verdad, nunca había sentido un amor tan fuerte»

«Me pasó algo muy profundo. Lloraba como nunca antes había llorado. No tenía idea de que existiera un amor así. Como alguien que siente atracción por personas del mismo sexo, estoy profundamente agradecida a mi familia tradicional de misa en latín por nunca mentirme y preocuparse lo suficiente por mi alma como para decirme la verdad. Por amarme siempre y darme la bienvenida a la iglesia y por mantenerme al mismo nivel que todos los demás» 

Camino Católico.- Hasta no hace mucho y durante 15 años, Nancy Charles vivió como adicta y comprometida militante en el movimiento LGBT. Durante esos años, Nancy pareció integrar la facción «racional» del lobby, meditando ocasionalmente las consignas oficiales en lugar de asumirlas sin juicio crítico. En el caso de los cristianos, estaba convencida de que «no odiaban» a los LGBT, si bien ella se sentía «herida» por asumir las creencias cristianas «como un rechazo».

«Viví en una contradicción entre dos creencias durante toda mi vida. La primera, que los cristianos en realidad no nos odiaban. Y la segunda, que cuando condenaban nuestro estilo de vida, nos estaban rechazando«, explica

Charles parafrasea a Dover al asegurar que «era muy joven cuando el diablo vino» a hablarle. «Me dijo que yo era lo que sentía. Fui como Eva cuando mordió la manzana y creyó a la serpiente. Toda mi vida pensé que si sentía algo, yo era ese sentimiento, por eso nunca pude alejarme de mi atracción por el mismo sexo»; detalla en X, antiguo Twitter y lo traduce José María Carrera en Religión en Libertad.

Pero un día brotó una pregunta más poderosa que aquella reflexión: «Y si no soy lo que siento… ¿quién soy?»

Un acompañamiento directo y consagrado a la verdad

Pronto sería testigo de que «la verdad es lo más caritativo que puedes darle a alguien«. Incluso si no quiere escucharse, como fue su caso.

Fue a través de una carta que le escribió su hermano Joshua, tras años de consumo de drogas, rehabilitación y vida LGBT que llevaron a Nancy incluso a pensar en el suicidio.

«Nancy, nunca te recuperarás mientras sigas rechazando a tu Creador. Podrás decir que crees en Dios o en un poder superior, pero no. Si lo hicieras, buscarías lo que Él quiere de ti en lugar de inventar tu propia versión de Dios para adaptarla a tus propias inclinaciones. Han rechazado la Biblia, el cristianismo y la verdad. Ninguna persona que rechaza la verdad puede prosperar«, le dijo su hermano.

En la carta también advertía de que seguiría habiendo «distancia» entre él y ella, como militante LGBT.

«No porque los juzgue, sino porque ni siquiera hablamos el mismo idioma. Hasta que no reconozcas tu necesidad de Dios y tu responsabilidad personal, no hay absolutamente nada que yo ni nadie pueda hacer por ti. No participaré más en tu engaño. Te quiero. Deseo tu mayor bien, por eso te traslado estas contundentes verdades«,  agregaba la carta.

Nancy Charles, protestante, militante del lobby LGBT y homosexual, solo necesitó que le dijesen la verdad sin miedo a que saliese espantada para aceptarla y convertirse a la fe

En misa tradicional supo que «Él era la Verdad que buscaba»

Criada como protestante, «nunca había oído hablar sobre la Eucaristía». Sin embargo, conforme daba sus primeros pasos hacia la plena fe, «no tenía nada más que el rosario y la adoración antes de poder participar oficialmente en los sacramentos». Por eso  considera  «una locura» que los católicos no acudan a la adoración eucarística.

Hoy, Charles sigue considerando la carta de su hermano como «uno de los momentos más dolorosos» pero también «de los más cruciales» de su vida. Hasta el punto que, seis años después, la «poderosa semilla» plantada por Dios a través de esa carta le llevarían a ingresar oficialmente en la Iglesia. Fue el pasado 30 de septiembre, tras seis meses desde una «conversión milagrosa» el día de San José.

Describe su conversión estrechamente relacionada a la misa tradicional, donde Dios le «mostró que era real».

«Era la primera vez en mi vida que sabía con absoluta certeza que había un Dios y que Él era la verdad que había estado buscando toda mi vida. Entré en la parroquia ese día escéptica y salí como creyente. Me pasó algo muy profundo. Lloraba como nunca antes había llorado. Nunca había sentido un amor tan fuerte. No tenía idea de que existiera un amor así», relata.

Los gays, como cualquier otro cristiano 

Sus reflexiones sobre Fiducia supplicans, publicada poco después de su conversión, enormemente interesantes, pues muestra cómo percibe un homosexual los intentos de la Iglesia por acercarse a ellos.

Una de ellas la escribió este 1 de enero, «como persona que siente atracción por personas del mismo sexo».

«Los gays no son especiales«, dijo. Por eso «estamos sujetos a las reglas de Dios al igual que cualquier otro. Todos estamos llamados a llevar nuestra cruz. A veces es atracción hacia el mismo sexo, lo que nos llama a vivir la castidad», explica.

Por eso dirige una palabra especial a quienes no comprenden la preocupación existente sobre Fiducia supplicans: «Si no puedes entenderlo, o estas siendo extremadamente poco caritativo o estoy segura de que buscas destruir las almas de aquellos que luchan, como yo. No puedes pretender amarnos y mentirnos al mismo tiempo».

Mejor la verdad que un mensaje diluido

Charles, que mantiene su inclinación, considera necesario transmitir «la verdad» a personas con atracción por el mismo sexo frente a un «mensaje diluido».

«El problema es que las palabras importan. La precisión del lenguaje es importante. Es la diferencia entre la claridad de la verdad o la niebla de la ambigüedad. Nuestro trabajo es llevar la verdad a la gente, no cambiar el lenguaje para engañarlos y que vengan a la Iglesia», admite.

La conversa y homosexual afirma, como homosexual  y conversa, que si se dice a los homosexuales que están llamados a vivir  en castidad, «es posible que huyan y nunca se consideren bienvenidos a la Iglesia. Entonces déjalos que se vayan. No porque no desee que  vengan a Cristo, sino porque el trabajo de la Iglesia es ser árbitro de la verdad. ¿De qué sirve que estén en la Iglesia si hemos perdido su alma?«.

«Como alguien que siente atracción por personas del mismo sexo, estoy profundamente agradecida a mi familia tradicional de misa en latín por nunca mentirme y preocuparse lo suficiente por mi alma como para decirme la verdad. Por amarme siempre y darme la bienvenida a la iglesia y por mantenerme al mismo nivel que todos los demás», concluye.


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