Papa Francisco a los matrimonios en Dublín: «la fe se transmite a través del sereno y cotidiano ejemplo de los padres que aman al Señor y confían en su palabra»

* «El primer y más importante lugar para trasmitir la fe es el hogar. Ahí, en la «iglesia doméstica», los hijos aprenden el significado de la fidelidad, de la honestidad y del sacrificio. Ven cómo mamá y papá se comportan entre ellos, cómo se cuidan el uno al otro y a los demás, cómo aman a Dios y a la Iglesia. Así los hijos pueden respirar el aire fresco del Evangelio y aprender a comprender, juzgar y actuar en modo coherente con la fe que han heredado. La fe se trasmite alrededor de la mesa doméstica, en la conversación ordinaria, a través del lenguaje que solo el amor perseverante sabe habla»

Video completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa

* «Por tanto, rezad juntos en familia, hablad de cosas buenas y santas, dejad que María nuestra Madre entre en vuestra vida familiar. Celebrad las fiestas cristianas. Vivid en profunda solidaridad con cuantos sufren y están al margen de la sociedad. Cuando hacéis esto junto con vuestros hijos, sus corazones poco a poco se llenan de amor generoso por los demás. Puede parecer obvio, pero a veces se nos olvida. Vuestros hijos aprenderán a compartir los bienes de la tierra con los demás, si ven que sus padres se preocupan de quien es más pobre o menos afortunado que ellos. En fin, vuestros hijos aprenderán de vosotros el modo de vivir cristiano; vosotros seréis sus primeros maestros en la fe» 

25 de agosto de 2018.- (Camino Católico)  La tarde del sábado 25 de agosto, el Papa Francisco visitó la Pro-Catedral de Santa María en Dublín, en el marco de la celebración del Encuentro Mundial de las Familias.

Tras escuchar el testimonio de un matrimonio que lleva 50 años de unión, y las preguntas formuladas por una joven pareja de recién casados y el de otra que se prepara para recibir el sacramento conyugal; el Santo Padre dedicó a los presentes un discurso en el que destacó la importancia de revalorizar la familia como célula básica de la sociedad y de la Iglesia, enfocándose en que el matrimonio «no es simplemente una institución sino una vocación», que debe ser cuidada y protegida.

“Ciertamente debemos reconocer que hoy no estamos acostumbrados a algo que dure realmente toda la vida”, dijo Francisco haciendo alusión a la actitud inconformista que caracteriza a tantas sociedades del mundo bombardeadas por constantes distracciones.

“Es difícil incluso estar al día en el mundo de hoy, pues todo lo que nos rodea cambia, las personas van y vienen en nuestras vidas, las promesas se hacen, pero con frecuencia no se cumplen o se rompen”, añadió.

Poniendo en guardia sobre los peligros de la cultura de lo provisorio y de lo efímero, “que atacan las raíces mismas de nuestros procesos de maduración, de nuestro crecimiento en la esperanza y el amor”, el Pontífice planteó un par de cuestiones al respecto: “¿No hay nada verdaderamente importante que dure? ¿Ni siquiera el amor?… ¿Cómo podemos experimentar, en esta cultura de lo efímero, lo que es verdaderamente duradero?”.

A modo de respuesta, el Obispo de Roma señaló que entre todas las formas de la fecundidad humana, el matrimonio es único:

“Es un amor que da origen a una vida nueva. Implica la responsabilidad mutua en la transmisión del don divino de la vida y ofrece un ambiente estable en el que la vida nueva puede crecer y florecer”, explicó Francisco haciendo hincapié en que el matrimonio en la Iglesia, “participa de modo especial en el misterio del amor eterno de Dios”.

Asimismo el Sucesor de Pedro, subrayó que el amor es precisamente lo que Dios sueña para nosotros y para toda la familia humana. “Por favor, no lo olvidéis nunca”.

“Dios tiene un sueño para nosotros y nos pide que lo hagamos nuestro. No tengáis miedo de ese sueño. Custodiadlo como un tesoro y soñadlo juntos cada día de nuevo”, exhortó el Papa animando a las parejas a luchar por defender su amor, sin olvidar jamás que “Jesús está siempre presente entre ellos”.

Y en relación a la pregunta de cómo transmitir la fe a los hijos, planteada por el matrimonio de jóvenes recién casados; el Santo Padre indicó que el hogar es el primer y más importante lugar para transmitirla, “a través del sereno y cotidiano ejemplo de los padres que aman al Señor y confían en su palabra”.

“Ahí, en la «iglesia doméstica», los hijos aprenden el significado de la fidelidad, de la honestidad y del sacrificio. Ven cómo mamá y papá se comportan entre ellos, cómo se cuidan el uno al otro y a los demás, cómo aman a Dios y a la Iglesia. Así los hijos pueden respirar el aire fresco del Evangelio y aprender a comprender, juzgar y actuar en modo coherente con la fe que han heredado. La fe se transmite alrededor de la mesa doméstica, en la conversación ordinaria, a través del lenguaje que solo el amor perseverante sabe hablar”, argumentó Francisco.

“Por tanto, rezad juntos en familia, hablad de cosas buenas y santas, dejad que María nuestra Madre entre en vuestra vida familiar. Celebrad las fiestas cristianas. Vivid en profunda solidaridad con cuantos sufren y están al margen de la sociedad”, alentó.

Y entre varias de las anécdotas que el Sucesor de Pedro compartió espontáneamente con los presentes, relacionadas con el amor vivido en la familia y y la necesidad de que la caridad que practicamos «no sea fruto del compartir aquello que nos sobra, sino aquello que verdaderamente apreciamos»; el Papa contó uno de los recuerdos más entrañables de su infancia, «uno que nunca olvida»:

«Un día entré a casa y vi a mis padres saludándose cariñosamente con un beso en el comedor. ¡Fue hermoso! Mi padre volvía cansado del trabajo y expresaba su amor a mi madre, con un beso».

«Dejen que sus hijos vean el amor entre sus padres expresados en caricias, abrazos y besos, porque este es el dialecto de la fe y del amor, que se aprende en primer lugar, en el hogar», afirmó el Pontífice.

Antes de despedirse el Papa recordó que ninguna familia puede crecer si olvida sus propias raíces. “Los niños no crecen en el amor si no aprenden a hablar con sus abuelos. Por tanto, dejad que vuestro amor eche raíces profundas”. “Que, junto con el Papa, todas las familias de la Iglesia, representadas esta tarde por parejas ancianas y jóvenes, puedan agradecer a Dios el don de la fe y la gracia del matrimonio cristiano”, concluyó Francisco. En el video se visualizan y escuchan los testimonios y preguntas de las tres parejas que han intervenido y el discurso-respuesta del Santo Padre, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos amigos:

(…) Hay un dicho en español: El dolor entre dos, es menos dolor (palabras improvisadas).

Me alegro de poder encontraros en esta histórica pro-catedral de Santa María, que durante estos años ha visto innumerables celebraciones del sacramento del matrimonio. Cuánto amor se ha manifestado, cuántas gracias se han recibido en este sagrado lugar. Agradezco al arzobispo Martin su cordial bienvenida. Estoy particularmente contento de estar con vosotros, parejas de novios y esposos que os encontráis en distintas fases del itinerario del amor sacramental. (Palabras improvisadas)

De modo especial, agradezco el testimonio de Vincent y Teresa, que nos han hablado de su experiencia de 50 años de matrimonio y de vida familiar. Gracias por las palabras de ánimo como también por los desafíos que habéis expuesto a las nuevas generaciones de recién casados y de novios, no solo de aquí, en Irlanda, sino del mundo entero. Es muy importante escuchar a los ancianos, a los abuelos. Tenemos mucho que aprender de vuestra experiencia de vida matrimonial sostenida cada día por la gracia del sacramento. (Palabras improvisadas) Creciendo juntos en esta comunidad de vida y de amor, habéis experimentado muchas alegrías y, ciertamente, también muchos sufrimientos. Junto con todos los matrimonios que han recorrido un largo trecho en este camino, sois los guardianes de nuestra memoria colectiva. Tenemos siempre necesidad de vuestro testimonio lleno de fe. Es un recurso maravilloso para las jóvenes parejas, que miran al futuro con emoción y esperanza… y puede que con un poquito de inquietud. ¿Cómo será este futuro?

Agradezco también a las parejas jóvenes que me han dirigido algunas preguntas con franqueza. No es fácil responder a estas preguntas. Denis y Sinead están a punto de embarcarse en un viaje de amor que según el proyecto de Dios lleva consigo un compromiso para toda la vida. Han preguntado cómo pueden ayudar a otros a comprender que el matrimonio no es simplemente una institución sino una vocación, una decisión consciente y para toda la vida, a cuidarse, ayudarse y protegerse mutuamente.

Ciertamente debemos reconocer que hoy no estamos acostumbrados a algo que dure realmente toda la vida. Si siento que tengo hambre o sed, puedo nutrirme, pero mi sensación de estar saciado no dura ni siquiera un día. Si tengo un trabajo, sé que podría perderlo aun contra mi voluntad o que podría verme obligado a elegir otra carrera diferente. Es difícil incluso estar al día en el mundo de hoy, pues todo lo que nos rodea cambia, las personas van y vienen en nuestras vidas, las promesas se hacen, pero con frecuencia no se cumplen o se rompen. Puede que lo que me estáis pidiendo en realidad sea algo todavía más fundamental: “¿No hay nada verdaderamente importante que dure? ¿Ni siquiera el amor?”. Sabemos lo fácil que es hoy caer prisioneros de la cultura de lo provisorio, de lo efímero. Esta cultura ataca las raíces mismas de nuestros procesos de maduración, de nuestro crecimiento en la esperanza y el amor. ¿Cómo podemos experimentar, en esta cultura de lo efímero, lo que es verdaderamente duradero?

Lo que quisiera deciros es esto. Entre todas las formas de la fecundidad humana, el matrimonio es único. Es un amor que da origen a una vida nueva. Implica la responsabilidad mutua en la trasmisión del don divino de la vida y ofrece un ambiente estable en el que la vida nueva puede crecer y florecer. El matrimonio en la Iglesia, es decir el sacramento del matrimonio, participa de modo especial en el misterio del amor eterno de Dios. Cuando un hombre y una mujer cristianos se unen en el vínculo del matrimonio, la gracia del Señor los habilita a prometerse libremente el uno al otro un amor exclusivo y duradero. De ese modo su unión se convierte en signo sacramental de la nueva y eterna alianza entre el Señor y su esposa, la Iglesia. Jesús está siempre presente en medio de ellos. Los sostiene en el curso de la vida, en su recíproca entrega, en la fidelidad y en la unidad indisoluble (cf. Gaudium et spes, 48). Su amor es una roca y un refugio en los tiempos de prueba, pero sobre todo es una fuente de crecimiento constante en un amor puro y para siempre.

Sabemos que el amor es lo que Dios sueña para nosotros y para toda la familia humana. Por favor, no lo olvidéis nunca. Dios tiene un sueño para nosotros y nos pide que lo hagamos nuestro. No tengáis miedo de ese sueño. Custodiadlo como un tesoro y soñadlo juntos cada día de nuevo. Así, seréis capaces de sosteneros mutuamente con esperanza, con fuerza, y con el perdón en los momentos en los que el camino se hace arduo y resulta difícil recorrerlo. En la Biblia, Dios se compromete a permanecer fiel a su alianza, aun cuando lo entristecemos y nuestro amor se debilita. Él nos dice: «Nunca te dejaré ni te abandonaré» (Hb 13,5). Como marido y mujer, ungiros mutuamente con estas palabras de promesa, cada día por el resto de vuestras vidas. Y no dejéis nunca de soñar.

Stephen y Jordan están recién casados y han preguntado algo muy importante: cómo pueden los padres trasmitir la fe a los hijos. Sé que aquí en Irlanda la Iglesia ha preparado cuidadosamente programas de catequesis para educar en la fe dentro de las escuelas y de las parroquias. Pero el primer y más importante lugar para trasmitir la fe es el hogar, a través del sereno y cotidiano ejemplo de los padres que aman al Señor y confían en su palabra. Ahí, en la «iglesia doméstica», los hijos aprenden el significado de la fidelidad, de la honestidad y del sacrificio. Ven cómo mamá y papá se comportan entre ellos, cómo se cuidan el uno al otro y a los demás, cómo aman a Dios y a la Iglesia. Así los hijos pueden respirar el aire fresco del Evangelio y aprender a comprender, juzgar y actuar en modo coherente con la fe que han heredado. La fe se trasmite alrededor de la mesa doméstica, en la conversación ordinaria, a través del lenguaje que solo el amor perseverante sabe hablar.

Por tanto, rezad juntos en familia, hablad de cosas buenas y santas, dejad que María nuestra Madre entre en vuestra vida familiar. Celebrad las fiestas cristianas. Vivid en profunda solidaridad con cuantos sufren y están al margen de la sociedad. Cuando hacéis esto junto con vuestros hijos, sus corazones poco a poco se llenan de amor generoso por los demás. Puede parecer obvio, pero a veces se nos olvida. Vuestros hijos aprenderán a compartir los bienes de la tierra con los demás, si ven que sus padres se preocupan de quien es más pobre o menos afortunado que ellos. En fin, vuestros hijos aprenderán de vosotros el modo de vivir cristiano; vosotros seréis sus primeros maestros en la fe.

Las virtudes y las verdades que el Señor nos enseña no siempre son estimadas por el mundo de hoy, que tiene poca consideración por los débiles, los vulnerables y todos aquellos que considera “improductivos”. El mundo nos dice que seamos fuertes e independientes; que no nos importen los que están solos o tristes, rechazados o enfermos, los no nacidos o los moribundos. Dentro de poco iré privadamente a encontrarme con algunas familias que afrontan desafíos serios y dificultades reales, pero los padres capuchinos les dan amor y ayuda. Nuestro mundo tiene necesidad de una revolución de amor. Que esta revolución comience desde vosotros y desde vuestras familias.

Hace algunos meses alguien me dijo que estamos perdiendo nuestra capacidad de amar. Estamos olvidando de forma lenta pero inexorablemente el lenguaje directo de una caricia, la fuerza de la ternura. No habrá una revolución de amor sin una revolución de la ternura. Que, con vuestro ejemplo, vuestros hijos puedan ser guiados para que se conviertan en una generación más solícita, amable y rica de fe, para la renovación de la Iglesia y de toda la sociedad irlandesa.

Así vuestro amor, que es un don de Dios, ahondará todavía más sus raíces. Ninguna familia puede crecer si olvida sus propias raíces. Los niños no crecen en el amor si no aprenden a hablar con sus abuelos. Por tanto, dejad que vuestro amor eche raíces profundas. No olvidemos que «lo que el árbol tiene de florido/ vive de lo que tiene sepultado» (F. L. BERNÁRDEZ, soneto Si para recobrar lo recobrado).

Que, junto con el Papa, todas las familias de la Iglesia, representadas esta tarde por parejas ancianas y jóvenes, puedan agradecer a Dios el don de la fe y la gracia del matrimonio cristiano. Por nuestra parte, nos comprometemos con el Señor a trabajar por la venida de su reino de santidad, justicia y paz, con la fidelidad a las promesas que hemos hecho y con la constancia en el amor. A todos vosotros, a vuestras familias y a vuestros seres queridos os imparto mi bendición.

Francisco

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad