Papa Francisco en el Ángelus, 13-12-2020: «La alegría cristiana es descentrarse de uno mismo y poner en el centro a Jesús porque es la luz que da pleno sentido a la vida»

* «Cuanto más cerca de nosotros está el Señor, más estamos en la alegría; cuanto más lejos está, más estamos en la tristeza. Esta es una regla para los cristianos… La alegría es esto: orientar a Jesús. Y la alegría debe ser la característica de nuestra fe. También en los momentos oscuros, esa alegría interior de saber que el Señor está conmigo, que el Señor está con nosotros, que el Señor ha resucitado. ¡El Señor! ¡El Señor! ¡El Señor! Este es el centro de nuestra vida, este es el centro de nuestra alegría. Rezando ahora el Angelus, vemos todo esto realizado plenamente en la Virgen María: ella esperó en el silencio la Palabra de salvación de Dios; la escuchó, la acogió, la concibió. En ella, Dios se hizo cercano. Por eso la Iglesia llama a María ‘Causa de nuestra alegría’»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Saludo al grupo que ha venido en representación de las familias y de los niños de Roma con ocasión de la bendición de las figuras del Niño Jesús, evento organizado por el Centro Oratorios Romanos. Este año, a causa de la pandemia, sois pocos los que estáis aquí; pero sé que muchos niños y muchachos están reunidos en los oratorios y en sus casas y nos siguen a través de los medios de comunicación. Saludo a todos y cada uno, y bendigo  las figuritas de Jesús que se colocarán en el belén, signo de esperanza y alegría. En silencio, hacemos la bendición de las figuras del Niño Jesús: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando recéis en casa delante del belén con vuestros familiares, dejad que os atraiga la ternura del Niño Jesús, nacido pobre y frágil en medio de nosotros para darnos su amor»

13 de diciembre de 2020.- (Camino Católico) En este tercer domingo de Adviento, el Papa ha afirmado en su alocución previa al rezo del Ángelus, que los que están llamados a “proclamar a Cristo a los demás, sólo pueden hacerlo desprendiéndose de sí mismos y de la mundanalidad, no atrayendo a la gente hacia sí, sino dirigiéndola a Jesús”. Francisco ha señalado que la primera condición de la alegría cristiana es descentrarse de uno mismo y poner a Jesús en el centro. Esto no es alienación, ha dicho, porque Jesús es en realidad el centro.

El Evangelio según San Juan hoy presentó la figura bíblica que -a excepción de la Virgen y de San José- “fue la primera y la más experimentada en la espera del Mesías y en la alegría de verlo venir:  Juan el Bautista”. Francisco ha recordado que el Bautista es el primer testigo de Jesús, con la palabra y con el don de la vida. Todos los Evangelios coinciden en mostrar “cómo cumplió su misión señalando a Jesús como el Cristo, el Mensajero de Dios prometido por los profetas”. Juan fue un líder en su tiempo, era famoso en toda Judea y más allá hasta Galilea. “Pero no cedió ni por un momento a la tentación de llamar la atención sobre sí mismo: siempre la dirigió a Aquel que iba a venir”, cuando anunció la venida de Jesús, dijo: «A él no soy digno de desatar la correa de la sandalia».

Aquí está la primera condición de la alegría cristiana: descentrarse de uno mismo y poner a Jesús en el centro. «Esto no es alienación, porque Jesús es en realidad el centro, es la luz que da pleno sentido a la vida de cada hombre y mujer que viene a este mundo. Es el mismo dinamismo del amor, que me lleva a salir de mí mismo, no a perderme, sino a encontrarme como me doy, como busco el bien de los demás».

Y todo ésta, ha dicho, plenamente realizado en la Virgen María: ella esperó en silencio la palabra de salvación de Dios; la escuchó, la acogió, la concibió. En ella Dios se hizo cercano. Por eso la Iglesia llama a María «Causa de nuestra alegría». 

Este domingo 13 de diciembre, como es tradición, los niños de la Diócesis de Roma habrían llevado sus estatuillas del Niño Dios para que se los bendijera el Papa, este año debido a la situación sanitaria, no estuvieron presentes muchos de ellos, pero desde los oratorios de sus parroquias pudieron seguir el rezo mariano del Ángelus, y recibir desde los medios de comunicación la bendición apostólica. El Papa, después del rezo del Ángelus les pidió a los chicos que cuando recen en “casa frente al pesebre con sus familiares” se dejen “atraer por la ternura del Niño Jesús”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La invitación a la alegría es característica del tiempo de Adviento: la espera del nacimiento de Jesús, la espera que vivimos es alegre, un poco como cuando esperamos la visita de una persona a la que queremos mucho, por ejemplo un amigo al que no vemos desde hace tiempo, un pariente… Estamos en una espera alegre. Y esta dimensión de la alegría emerge especialmente hoy, el tercer domingo, que se abre con la exhortación de San Pablo: «Alegraos siempre en el Señor» (Antífona de ingreso; cfr. Fil 4,4.5). «¡Alegraos!» La alegría cristiana. ¿Y cuál es el motivo de esta alegría? Que «el Señor está cerca» (v. 5). Cuanto más cerca de nosotros está el Señor, más estamos en la alegría; cuanto más lejos está, más estamos en la tristeza. Esta es una regla para los cristianos.

Una vez, un filósofo decía más o menos esto: “No comprendo cómo se puede creer hoy, porque aquellos que dicen que creen tienen cara de funeral. No dan testimonio de la alegría de la resurrección de Jesucristo”. Hay muchos cristianos con esa cara, sí, cara de funeral, cara de tristeza… ¡Pero Cristo ha resucitado! ¡Cristo te ama! ¿Y tú no tienes alegría? Pensemos un poco en esto y preguntémonos: ¿Yo estoy alegre porque el Señor está cerca de mí, porque el Señor me ama, porque el Señor me ha redimido?

El Evangelio según Juan nos presenta hoy al personaje bíblico que -exceptuando a la Virgen y a San José- vivió el primero y mayormente la espera del Mesías y la alegría de verlo llegar: hablamos, naturalmente, de Juan el Bautista (cfr Jn 1,6-8.19-28).

El evangelista lo introduce de modo solemne: «Hubo un hombre enviado por Dios […]. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz» (vv. 6-7). El Bautista es el primer testigo de Jesús, con la palabra y con el don de la vida. Todos los Evangelios concuerdan en mostrar cómo realizó su misión indicando a Jesús como el Cristo, el Enviado de Dios prometido por los profetas.  Juan era un líder de su tiempo. Su fama se había difundido en toda Judea y más allá, hasta Galilea. Pero él no cedió ni siquiera por un instante a la tentación de atraer la atención sobre sí mismo: siempre la orientaba hacia Aquel que debía venir. Decía: «Él es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia» (v. 27). Siempre señalando al Señor. Como la Virgen, que siempre señala al Señor: “Haced lo que Él os diga”. El Señor siempre en el centro. Los santos alrededor, señalando al Señor. ¡Y quien no señala al Señor no es santo!

He aquí la primera condición de la alegría cristiana: descentrarse de uno mismo y poner en el centro a Jesús. Esto no es alienación, porque Jesús es efectivamente el centro, es la luz que da pleno sentido a la vida de cada hombre y cada mujer que vienen a este mundo. Es un dinamismo como el del amor, que me lleva a salir de mí mismo no para perderme, sino para reencontrarme mientras me dono, mientras busco el bien del otro.

Juan el Bautista recorrió un largo camino para llegar a testimoniar a Jesús. El camino de la alegría no es fácil, no es un paseo. Se necesita trabajo para estar siempre en la alegría. Juan dejó todo, desde joven, para poner a Dios en primer lugar, para escuchar con todo su corazón y con todas sus fuerzas la Palabra. Juan se retiró al desierto, despojándose de todo lo superfluo, para ser más libre de seguir el viento del Espíritu Santo. Cierto, algunos rasgos de su personalidad son únicos, irrepetibles, no se pueden proponer a todos. Pero su testimonio es paradigmático para todo aquel que quiera buscar el sentido de su propia vida y encontrar la verdadera alegría. De manera especial, el Bautista es un modelo para cuantos están llamados en la Iglesia a anunciar a Cristo a los demás: pueden hacerlo solo despegándose de sí mismos y de la mundanidad, no atrayendo a las personas hacia sí sino orientándolas hacia Jesús.

La alegría es esto: orientar a Jesús. Y la alegría debe ser la característica de nuestra fe. También en los momentos oscuros, esa alegría interior de saber que el Señor está conmigo, que el Señor está con nosotros, que el Señor ha resucitado. ¡El Señor! ¡El Señor! ¡El Señor! Este es el centro de nuestra vida, este es el centro de nuestra alegría. Pensad bien hoy: ¿Cómo me comporto yo? ¿Soy una persona alegre que sabe transmitir la alegría de ser cristiano, o soy siempre como esas personas tristes que, como he dicho antes,  parece que estén en un funeral? Si yo no tengo la alegría de mi fe, no podré dar testimonio y los demás dirán: “Si la fe es así de triste, mejor no tenerla”.

Rezando ahora el Angelus, vemos todo esto realizado plenamente en la Virgen María: ella esperó en el silencio la Palabra de salvación de Dios; la escuchó, la acogió, la concibió. En ella, Dios se hizo cercano. Por eso la Iglesia llama a María “Causa de nuestra alegría”.

Oración del Ángelus:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria…

Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria…

Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria…

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.

Amen.

Gloria Patri… (ter)
Requiem aeternam…

Benedictio Apostolica seu Papalis

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.

Amen.

La bendición del Papa a los Niños Jesús que serán puestos en los belenes

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. De manera especial, saludo al grupo que ha venido en representación de las familias y de los niños de Roma con ocasión de la bendición de las figuras del Niño Jesús, evento organizado por el Centro Oratorios Romanos. Este año, a causa de la pandemia, sois pocos los que estáis aquí; pero sé que muchos niños y muchachos están reunidos en los oratorios y en sus casas y nos siguen a través de los medios de comunicación. Saludo a todos y cada uno, y bendigo  las figuritas de Jesús que se colocarán en el belén, signo de esperanza y alegría.

 

En silencio, hacemos la bendición de las figuras del Niño Jesús: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Cuando recéis en casa delante del belén con vuestros familiares, dejad que os atraiga la ternura del Niño Jesús, nacido pobre y frágil en medio de nosotros para darnos su amor.

¡Os deseo a todos un feliz domingo! No os olvidéis de la alegría. El cristiano es alegre en el corazón, incluso en las pruebas; es alegre porque está cerca de Jesús. Él es quien nos da la alegría. No os olvidéis, por favor, de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Francisco


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