Papa Francisco en el Ángelus, 25-8-19: «Para salvarse uno debe amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una “puerta estrecha”»

* «Jesús hace comprender que no se trata de una cuestión de número, ¡no hay un “número cerrado” en el Paraíso!  El Señor nos reconocerá, no por nuestros títulos sino sólo por una vida humilde y buena, una vida de fe que se traduce en las obras. Para nosotros, los cristianos, esto significa que estamos llamados a instaurar una verdadera comunión con Jesús, orando, yendo a la Iglesia, acercándonos a los sacramentos, y alimentándonos con su Palabra. Esto nos mantiene en la fe, alimenta nuestra esperanza y reaviva la caridad y así con la gracia de Dios podemos y debemos gastar nuestra vida por el bien de nuestros hermanos, luchando contra toda forma de mal y de injusticia»

Video completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Queridos seminaristas, los exhorto a un compromiso espiritual y a la fidelidad a Cristo, al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia. Sin construir sobre estas columnas, será imposible edificar su vocación… Estamos todos preocupados por los grandes incendios que se han desarrollado en el Amazonas. Recemos para que, con el compromiso de todos puedan ser domados lo antes posible. Ese pulmón de bosque es vital para nuestro planeta»

25 de agosto de 2019.- (Camino Católico)  El Señor no nos reconocerá por nuestros títulos, sino por una vida humilde y buena, una vida de fe que se traduce en obras: lo dijo el Papa Francisco este domingo a la hora del Ángelus, reflexionando sobre el Evangelio del día, Lucas 13, versículos 22 al 30. El Evangelio del XXI domingo del tiempo ordinario se centra en la respuesta de Jesús a un hombre, que le pregunta si “son pocos” los que se salvan. El Papa señaló que la respuesta de Jesús, no se enfoca en la “cantidad” sino en la “responsabilidad”, con lo que nos invita a “usar el bien”, en el tiempo presente. En efecto, el Maestro dice: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán» (v. 24).

Las palabras de Jesús, hacen comprender que “no se trata de una cuestión de número”, pues “no hay ‘número cerrado’ en el Paraíso”. Se trata, dijo Francisco, de atravesar desde ahora el pasaje correcto, que está ahí para todos, pero es estrecho:

 «Este es el problema. Jesús no quiere ilusionarnos diciendo: “Sí, tranquilos, es fácil, hay una hermosa carretera y en el fondo una gran puerta…”. No, Jesús nos dice esto: nos habla de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el pasaje es estrecho. ¿En qué sentido? En el sentido de que para salvarse uno debe amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una “puerta estrecha” porque es exigente, el amor es exigente siempre, requiere compromiso, más aún, “esfuerzo”, es decir, una voluntad firme y perseverante de vivir según el Evangelio. San Pablo la llama “la buena batalla de la fe”. Se necesita el esfuerzo de todos los días, de todo el día para amar a Dios y al prójimo».

Ahondando en la parábola narrada por Jesús a estos hombres, el Santo Padre explicó que hay un “dueño” de una casa que “representa al Señor”, y su casa “simboliza la vida eterna, la salvación”: «Aquí vuelve la imagen de la puerta. Jesús dice: “En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’”.».

Estas personas, dijo el Papa, “tratarán de ser reconocidas», recordando al propietario que han comido y bebido con él y que han escuchado sus consejos, sus enseñanzas en público. Pero el Señor repetirá que no los conoce y los llama «agentes de injusticia”. “Este es el problema”, señaló Francisco. Pues, “el Señor nos reconocerá no por nuestros títulos, – mira, Señor, que yo pertenecía a aquella asociación, que era amigo de aquel monseñor, de tal cardenal, de tal sacerdote…’, no. Los títulos no cuentan. El Señor nos reconocerá solo por una vida humilde, una vida buena, una vida de fe que se traduce en obras”.

El Romano Pontífice concluyó señalado el significado que esto tiene para nosotros los cristianos. Y es que estamos llamados a establecer una verdadera comunión con Jesús “orando, yendo a la iglesia, acercándonos a los Sacramentos y nutriéndonos con su Palabra”. «Esto nos mantiene en la fe, alimenta nuestra esperanza, reaviva la caridad. Y así, con la gracia de Dios, podemos y debemos prodigar nuestras vidas por el bien de nuestros hermanos y hermanas, luchando contra todas las formas de maldad e injusticia».

El Santo Padre Francisco terminó rogando a la Virgen María para que nos ayude en esto. Ella que “pasó por la puerta estrecha que es Jesús”, “ lo acogió con todo su corazón y lo siguió todos los días de su vida”, “aun cuando no entendía”, aun cuando “una espada atravesaba su alma”. «Por eso la invocamos como “Puerta del Cielo”; una puerta que sigue exactamente la forma de Jesús: la puerta del corazón de Dios, corazón exigente, pero abierto a todos nosotros».

En los saludos tras el rezo mariano el Papa Francisco expresó la gran preocupación que nos aqueja a todos por los grandes incendios que se han desarrollado en la región amazónica, y pidió rezar para que puedan ser domados lo antes posible con el compromiso de todos. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (cf. Lc 13, 22-30) nos presenta a Jesús, que pasa enseñando por ciudades y pueblos, en su camino hacia Jerusalén, donde sabe que debe morir en la cruz por la salvación de todos nosotros. En este contexto, se inserta la pregunta de alguien, que se vuelve hacia él y le dice: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (v. 23). La cuestión era debatida en aquel tiempo –cuantos se salvan, cuantos no…– y había diferentes maneras de interpretar las Escrituras al respecto, dependiendo de los textos que tomaran. Pero Jesús invierte la pregunta, –que se centra más en la cantidad, “¿son pocos?”– y en cambio, coloca la respuesta en el plano de la responsabilidad, invitándonos a hacer buen uso del tiempo presente. En efecto dice: Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque muchos, les digo, intentarán entrar pero no lo conseguirán (v. 24).

Con estas palabras, Jesús hace comprender que no se trata de una cuestión de número, ¡no hay un “número cerrado” en el Paraíso! Se trata de atravesar desde ahora el pasaje correcto, que está ahí para todos, pero es estrecho. Este es el problema. Jesús no quiere ilusionarnos diciendo: “Sí, tranquilos, es fácil, hay una hermosa carretera y en el fondo una gran puerta…”. No, Jesús nos dice esto: nos habla de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el pasaje es estrecho. ¿En qué sentido? En el sentido de que para salvarse uno debe amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una “puerta estrecha” porque es exigente, el amor es exigente siempre, requiere compromiso, más aún, “esfuerzo”, es decir, una voluntad firme y perseverante de vivir según el Evangelio. San Pablo la llama “la buena batalla de la fe” (1 Tim 6, 12). Se necesita el esfuerzo de todos los días, de todo el día para amar a Dios y al prójimo.

Y, para explicarse mejor, Jesús narra una parábola. Hay un dueño de casa que representa al Señor. Su casa simboliza la vida eterna, es decir, la salvación. Y aquí vuelve la imagen de la puerta. Jesús dice: “Cuando el dueño de casa se levante y cierre la puerta, vosotros, que os habéis quedado fuera, empezaran a llamar a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”. Pero él les contestará: “No sé de dónde son”. (v. 25). Estas personas tratarán de hacerse reconocer, recordando al dueño de casa: “Comí contigo, bebí contigo… Escuché tus consejos, tus enseñanzas en público…”. (v. 26); “Yo estaba allí cuando diste esa conferencia…”. Pero el Señor repetirá que no los conoce, y los llama “operadores de injusticia”. ¡Ese es el problema! El Señor nos reconocerá, no por nuestros títulos – “Pero mira, Señor, que yo pertenecía a esa asociación, que era amigo del monseñor, del cardenal, del sacerdote…”. No, los títulos no cuentan, no cuentan. El Señor nos reconocerá sólo por una vida humilde y buena, una vida de fe que se traduce en las obras.

Para nosotros, los cristianos, esto significa que estamos llamados a instaurar una verdadera comunión con Jesús, orando, yendo a la Iglesia, acercándonos a los sacramentos, y alimentándonos con su Palabra. Esto nos mantiene en la fe, alimenta nuestra esperanza y reaviva la caridad y así con la gracia de Dios podemos y debemos gastar nuestra vida por el bien de nuestros hermanos, luchando contra toda forma de mal y de injusticia.

Que la Virgen María nos ayude en esto. Ella pasó por la puerta estrecha, que es Jesús. Lo acogió con todo su corazón y lo siguió todos los días de su vida, aun cuando ella no comprendía, incluso cuando una espada atravesaba su alma. Por eso la invocamos como “Puerta del Cielo”: María, Puerta del Cielo; una puerta que sigue exactamente la forma de Jesús: la puerta del corazón de Dios, corazón exigente, pero abierto a todos nosotros.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo a todos, romanos y peregrinos.

Saludo en particular a la comunidad del Pontificio Colegio Norteamericano, especialmente a los nuevos seminaristas recién llegados. Queridos seminaristas, los exhorto a un compromiso espiritual y a la fidelidad a Cristo, al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia. Sin construir sobre estas columnas, será imposible edificar su vocación. Saludo a los jóvenes de Acción Católica de la diócesis de Bolonia; a los jóvenes de la Unidad Pastoral de Rovato, diócesis de Brescia; y a los de Ponte Nossa, en la diócesis de Bérgamo.

Estamos todos preocupados por los grandes incendios que se han desarrollado en el Amazonas. Recemos para que, con el compromiso de todos puedan ser domados lo antes posible. Ese pulmón de bosque es vital para nuestro planeta.

Veo que hay algunos de mis compatriotas argentinos, ¡los saludo bien!

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Francisco

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