Papa Francisco en la Audiencia General: «Que el padre esté presente en la familia, sea cercano a su mujer, para compartir todo, y a los hijos en su crecimiento»

* «Los padres en las familias son para las nuevas generaciones custodios y mediadores insustituibles de la fe en la bondad, en la justicia y en la protección de Dios, como san José»

* «Una vez más mi pensamiento se dirige al amado pueblo ucraniano. Pidamos al Señor que cese cuanto antes esta horrible violencia fratricida. Renuevo mi apremiante llamamiento para que se cumpla todo esfuerzo para restablecer la paz y la concordia en aquella tierra martirizada»

de febrero de 2015.- (13 TV / Radio Vaticano Camino Católico) En su catequesis de la  audiencia general, celebrada el primer miércoles de febrero en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco prosiguió sus reflexiones sobre la figura del padre, deteniéndose en su aspecto positivo y decisivo. El Obispo de Roma recordó que toda familia necesita un padre; un padre que no se vanaglorie de que el hijo sea como él, sino que se alegre de que aprenda la rectitud y la sensatez, que es lo que cuenta en la vida; lo que constituirá – dijo – la mejor herencia que podrá transmitir al hijo.

De hecho el Papa destacó que un padre trata de enseñar lo que el hijo aún no sabe, corregir los errores que aún no ve, orientar su corazón, protegerlo en el desánimo y la dificultad. Y todo esto – dijo Francisco – con cercanía, dulzura y una firmeza que no humilla. El Pontífice también afirmó que para ser buen padre, ante todo hay que estar presente en la familia, compartiendo los gozos y las penas y acompañando a los hijos a medida que van creciendo.

Por eso recordó que la parábola evangélica del hijo pródigo nos muestra al padre que espera en la puerta de casa el regreso del hijo. Sabiendo esperar y perdonar. De ahí que hoy los hijos, al volver a casa con sus fracasos, necesiten a un padre que los espere, los proteja, los anime y les enseñe cómo seguir por el buen camino, aunque muchas veces no lo admitan. En el vídeo se visualiza y escucha toda la catequesis y el resumen que el Papa ha hecho en español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera desarrollar la segunda parte de la reflexión sobre la figura del padre en la familia. La pasada vez hablé del peligro de los padres “ausentes”, hoy quiero mirar más bien al aspecto positivo. También san José fue tentado de dejar a María, cuando descubrió que estaba embarazada; pero intervino el ángelus del Señor que le reveló el designio de Dios y su misión de padre putativo; y José, hombre justo, “tomó consigo a su esposa» (Mt 1,24) y se convirtió en el padre de la familia de Nazaret.

Toda familia necesita al padre. Hoy nos detenemos sobre el valor de su papel, y quisiera partir de algunas expresiones que se encuentran en el Libro de los Proverbios, palabras que un padre dirige a su hijo: “Hijo mío, si tu corazón es sabio, también el mío se colmará de alegría. Exultaré dentro de mí, cuando tus labios dirán palabras rectas” (Pr 23,15-16). No se podría expresar mejor el orgullo y la conmoción de un padre que reconoce haber transmitido al hijo lo que de verdad importa en la vida, es decir, un corazón sabio.

Este padre no dice: “Estoy orgulloso de ti porque eres igual que yo, porque repites lo que yo digo y hago”. No, le dice algo mucho más importante, que podríamos interpretar así: “Seré feliz cada vez que te veré actuar con sabiduría, y me conmoveré cada vez que te escucharé hablar con rectitud. Esto es lo que yo he querido dejarte, para que se convirtiera en algo tuyo: la actitud a escuchar y actuar, a hablar y juzgar con sabiduría y rectitud. Y para que pudieras ser así, te enseñé cosas que no sabías, corregí  errores que no veías.

Te hice sentir un afecto profundo y al mismo tiempo discreto, que quizás no reconocías plenamente cuando eras joven e incierto. Te di un testimonio de rigor y de firmeza que quizás no entendías, cuando habrías querido sólo complicidad y protección. Tuve yo mismo, el primero, ponerme a la prueba de la sabiduría del corazón, y vigilar los excesos del sentimiento y del resentimiento, para llevar el peso de las inevitables incomprensiones y encontrar las palabras justas para hacerme entender. Ahora, cuando veo que tú buscas ser así con tus hijos, y con todos, me conmuevo. Estoy feliz y satisfecho”.

Un padre sabe bien cuanto cuesta transmitir esta herencia: cuánta cercanía, cuánta dulzura y cuánta firmeza. Pero, ¡qué consolación y qué recompensa se recibe, cuando los hijos hacen honor a esta herencia! Es una alegría que rescata toda fatiga, que supera toda incomprensión y cura toda herida.

La primera necesidad, por tanto, es precisamente esta: que el padre esté presente en la familia. Que sea cercano a su mujer, para compartir todo, alegrías y dolores, fatigas y esperanzas. Y que sea cercano a los hijos en su crecimiento: cuando juegan y cuando se comprometen, cuando están despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y cuando están taciturnos, cuando se atreven y cuando tienen miedo, cuando se equivocan y cuando vuelven a encontrar el camino.

El Evangelio nos habla de la ejemplaridad del Padre que está en los cielos – el único, dice Jesús, que puede ser llamado verdaderamente “Padre bueno” (cfr Mc 10,18). Todos conocen esa extraordinaria parábola llamada del “hijo pródigo”, o mejor del “padre misericordioso”, que se encuentra en el Evangelio de Lucas (cfr 15,11-32). ¡Cuánta dignidad y cuánta ternura en la espera de ese padre que está a la puerta de casa esperando que el hijo vuelva!

Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar, desde lo profundo del corazón. Ciertamente, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, que se rinde, sentimental. El padre que sabe corregir sin descorazonar es el mismo que sabe proteger sin ahorrarse nada.

Por tanto si hay alguien que puede explicar hasta el fondo la oración del “Padre nuestro”, enseñada por Jesús, este es precisamente quien vive en primera persona la paternidad. Sin la gracia que viene del Padre que está en el cielo, los padres pierden valor y abandonan el campo. Pero los hijos necesitan encontrar un padre que les espera cuando vuelven de sus fracasos. Harán de todo para no admitirlo, para no hacerlo ver, pero lo necesitan; y no encontrarle abre en ellos heridas difíciles de curar.

La Iglesia, nuestra madre, está comprometida en apoyar con todas sus fuerzas la presencia buena y generosa de los padres en las familias, porque ellos son para las nuevas generaciones custodios y mediadores insustituibles de la fe en la bondad, en la justicia y en la protección de Dios, como san José. Muchas gracias.

(El Papa ha dicho en español:)  

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quisiera referirme al aspecto positivo y decisivo de la figura del padre. Toda familia necesita un padre. Un padre que no se vanaglorie de que el hijo sea como él, sino que se alegre de que aprenda la rectitud y la sensatez, que es lo que cuenta en la vida. Esto será la mejor herencia que podrá transmitir al hijo, y se sentirá henchido de gozo cuando vea que la ha recibido y aprovechado.

Por eso el padre trata de enseñarle lo que el hijo aún no sabe, corregir los errores que aún no ve, orientar su corazón, protegerlo en el desánimo y la dificultad. Todo ello con cercanía, con dulzura y con una firmeza que no humilla.

Para ser un buen padre, lo primero es estar presente en la familia, compartir los gozos y las penas con la mujer, acompañar a los chicos a medida que van creciendo.

La parábola evangélica del hijo pródigo nos muestra al padre que espera a la puerta de casa el retorno del hijo que se equivocó. Sabe esperar, sabe perdonar. Sabe corregir. También hoy los hijos, al volver a casa con sus fracasos, necesitan a un padre que los espere, los proteja, los anime y les enseñe cómo seguir por el buen camino. A veces tiene que castigarlo. Pero nunca le da una bofetada en la cara. Muchas veces no admitirán los fracasos los hijos, pero necesitan del padre. Como todos necesitamos acudir al único padre bueno, como dice el Evangelio (cf. Mc 10,18), el Padre nuestro que está en los cielos.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Pidamos al Señor que nunca falte en las familias la presencia de un buen padre, que sea mediador y custodio de la fe en la bondad, la justicia y la protección de Dios, como san José. Muchas gracias.

(Luego, el Papa ha hecho un apremiante llamamiento por la paz en Ucrania, que puede visualizarse y escucharse en el vídeo de debajo de estas lineas, y ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas:

Una vez más mi pensamiento se dirige al amado pueblo ucraniano. Lamentablemente la situación está empeorando y se agrava la contraposición entre las partes. Recemos ante todo por las víctimas, entre ellas numerosísimos civiles, y por sus familiares. Y Pidamos al Señor que cese cuanto antes esta horrible violencia fratricida.

Renuevo mi apremiante llamamiento para que se cumpla todo esfuerzo – también a nivel internacional – para que se reanude el diálogo, único camino posible para restablecer la paz y la concordia en aquella tierra martirizada.

Hermanos y hermanas cuando oigo la palabra victoria o derrota siento un gran dolor, una gran tristeza. No son palabras justas ¡La única palabra justa es paz! Ésta es la única palabra justa!

Pienso en ustedes hermanos y hermanas ucranianos… pero piensen ¡ésta es una guerra entre cristianos! Todos ustedes tienen el mismo bautismo. Están luchando entre cristianos ¡Piensen en esto, en este escándalo! Y recemos todos porque la oración es nuestra ‘protesta ante Dios’ en tiempo de guerra.

Francisco

 

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