Roger: «Dejé de ir a la iglesia, hice una promesa a mi esposa de ir a Lourdes y Dios cambió por completo nuestra vida de pareja y la de toda la familia»

* «Nos habíamos casado en el ayuntamiento 36 años antes. Y en los meses posteriores, nos casamos en la iglesia… Mi hijo responde: ‘Os prometo que, a partir de hoy, no volveré a blasfemar. Es más: ¡voy a bautizar a mis dos hijos! Y yo también quiero bautizarme’»

Camino Católico.Roger vive cerca del santuario de Lourdes de Francia, pero había dejado de ir a la Iglesia. Sin embargo, cumplió una promesa de ir a Lourdes y las gracias sobre él mismo y su familia no tardaron en llegar, como cuenta en un testimonio en primera persona en L’1visible. Esta es su historia.

Roger dejó de asistir a la Iglesia, pero hizo una promesa a su esposa de ir a Lourdes
«Toda nuestra vida de familia cambió»

Soy un hijo de la asistencia pública y fui educado en familias de acogida. La primera vez tuve la suerte de caer en una familia cuya madre quiso que me bautizara, y ella misma fue mi madrina. Desgraciadamente, por los estudios, el trabajo y sobre todo por mí mismo, terminé por abandonar el rebaño y dejé de ir a la iglesia.

En 1998, junto con mi esposa Brigitte, vivía en Agen, Francia, y yo pasaba por un largo periodo de desempleo. Brigitte pertenecía a un grupo de oración. Un día me dijo: “¿Sabes? Me gustaría que fuésemos a Lourdes”. Le respondí: “Es imposible, no tengo trabajo. Los gastos serían excesivos para nosotros”. Además teníamos entonces un viejo Citroën 2CV. Pero le hice una promesa: “En cuanto encuentre un empleo, compro un coche nuevo y vamos a Lourdes. Te lo prometo”.

“Me quedo como bloqueado. ¡No puedo caminar!”

En los meses siguientes, finalmente hallé trabajo. Era un puesto de vigilante de un edificio privado en pleno centro de Agen. Como este edificio lo ocupaban sobre todo personas ancianas, me tomé el puesto más como un servicio que como un trabajo. Me agradaba ayudar a esas personas y sentirme útil. Tiempo después, quise cumplir mi promesa, compré un coche nuevo y le dije a Brigitte: “Ahora ya estamos listos, podemos ir a Lourdes”.

Una vez allí, teníamos que cruzar el Gave sobre el puente para llegar a la gruta de Massabielle. Pero, en mitad del puente, me quedo como bloqueado. ¡No puedo caminar! Mis piernas resultan demasiado pesadas. No comprendo lo que me está pasando. Pero una vocecita interior me dice: “¡Tienes tiempo! No vale la pena correr”. Mi esposa se da cuenta de que tengo un problema y me pregunta qué pasa. Se lo explico y me dice: “¡Entonces avanza despacio!” Y vuelvo a empezar, a mi ritmo. Una vez en la gruta, un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Y el mismo escalofrío lo recorre de nuevo cada vez que cuento este suceso.

Roger tuvo que cruzar sobre un puente del rio Gave para llegar a la gruta de la Virgen de Lordes y vivió al hacerlo una experiencia que le marcó

En los ocho días siguientes a nuestro regreso, le pregunto a Brigitte si acepta casarse conmigo por la Iglesia. “¡Por ​​supuesto, con alegría! “, responde encantada y muy emocionada. De hecho, nos habíamos casado en el ayuntamiento treinta y seis años antes. Y en los meses que siguieron, nos casamos por la iglesia. Pero la historia no termina allí ! Y me voy a mi propio ritmo. Llegado a la cueva, un gran escalofrío recorre todo mi cuerpo. El mismo escalofrío vuelve a recorrer mi cuerpo cada vez que cuento este episodio.

Ocho horas después de nuestro regreso, le pregunto a Brigitte si quiere casarse conmigo por la Iglesia. “¡Por supuesto! ¡Qué alegría!”, me responde, feliz y emocionadísima. Nos habíamos casado en el ayuntamiento 36 años antes. Y en los meses posteriores, nos casamos en la iglesia. ¡Pero la historia no acaba aquí!

“¡A partir de hoy, no volveré a blasfemar!”

Un día, mi hijo mayor nos llama y nos dice: “Estoy muy nervioso. Espero una respuesta para un puesto de trabajo importante y tenía que decíroslo”. Tras la llamada, mi esposa Brigitte me dice sin dudarlo: “Recemos por él”. Enseguida dejamos todo lo que estamos haciendo y vamos a nuestra iglesia a rezar.

A la vuelta, nada más bajar del coche suena de nuevo el teléfono. Es nuestro hijo, que nos anuncia: “¡Tengo el trabajo!” Brigitte, llorando, le confiesa: “¿Sabes? Acabamos de volver de rezar por ti en la iglesia”. Inmediatamente mi hijo le responde: “Os prometo que, a partir de hoy, no volveré a blasfemar. Es más: ¡voy a bautizar a mis dos hijos! Y yo también quiero bautizarme”.

Fue así como no solo nuestra vida de pareja, sino toda nuestra vida de familia la que cambió por completo. Dios prosigue además su obra en el seno de nuestra familia. En efecto, el 20 de mayo, pedido por él mismo, nuestro niego Théo, de 13 años, hizo su primera comunión y, lo que es más extraordinario aún, mi hijo Pascal y mi nuera Sylvine, sus padres, quieren casarse por la Iglesia después de 22 años de matrimonio civil. ¿Cómo no dar gracias a Dios y alabarle por sus beneficios cotidianos?

Roger 

Roger cuenta su testimonio en francés en el video

Publicado originalmente en Camino Católico en junio de 2023


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