Sare Alfaro, esposa del futbolista Jonny Magallón, explica que su bebé nació sano milagrosamente por intercesión de san Juan Pablo II

«Tenía una cardiopatía originada por la ausencia del cuerpo calloso, el puente que une los dos hemisferios cerebrales, el mismo que da movilidad al cuerpo, y el cual se forma sólo dentro de los primeros tres meses de vida; después ya nada…. ¡Era más de lo que yo había pedido! El pediatra me dijo que como doctor podía hablarme de ciencia, de fallas, de aciertos; pero que como amigo sólo podía decirme una cosa, que lo ocurrido con mi bebé había sido un verdadero milagro»

2 de octubre de 2016.- (Jesús Vladimir Alcántara Flores / SIAME / Camino católico)  En junio de 2009, el futbolista Jonny Magallón contrae Matrimonio con Sare Alfaro; poco más tarde, la feliz pareja es bendecida con la pequeña Zare, una hermosa niña que nace a los ocho meses de embarazo, sin que este periodo prematuro de gestación represente mayor problema. Al cumplir Zare dos años de edad, el Matrimonio Magallón Alfaro se encuentra nuevamente a la espera de un hijo, un varoncito que de manera lamentable muere dentro de la madre por una serie de micro infartos, dejando en la familia una profunda tristeza; la causa: trombofilia (engrosamiento de la sangre durante el embarazo). Meses después, en Jonny y Sare revive la ilusión: esperan otro varón, quien, sin embargo, presentaría graves dificultades, y por quien la madre pide la intercesión de san Juan Pablo para que Dios obre un verdadero milagro. A tres años de aquella difícil etapa, Sare Alfaro habla para Desde la fe sobre esta gran historia de amor, fe y esperanza.

La esposa del futbolista cuenta que al inicio de su tercer embarazo, Jonny Magallón se hallaba concentrado en el Club León, en aquella ciudad guanajuatense, mientras ella estaba bajo los cuidados de su madre en Guadalajara. “Desde un inicio este embarazo presentó algunas anomalías, como el hecho de que ni una prueba de farmacia, ni dos posteriores de laboratorio que me practiqué, arrojaran resultados positivos; fue hasta la tercera prueba, luego de dos meses de gestación, que el resultado cambió”. 

Refiere que, a la semana de haberse constatado su embarazo, fue a un chequeo de rutina, en el que el médico lo calificó de alto riesgo y le pidió guardar reposo absoluto. “A partir de ahí, todo fue reposo y hospital; dos meses después tuve algunas contracciones que se pudieron controlar con medicamento intravenoso, pero al cumplir los seis meses de gestación tuve una nueva contracción, por lo que tuvieron que practicarme algunos estudios. Cuando los médicos analizaban los resultados, pude ver sus rostros y supe que las cosas no estaban nada bien: “Leonardo”, como pensábamos llamarle, tenía una cardiopatía originada por la ausencia del cuerpo calloso, el puente que une los dos hemisferios cerebrales, el mismo que da movilidad al cuerpo, y el cual se forma sólo dentro de los primeros tres meses de vida; después ya nada”.

Aquello resultó para Sare uno de los golpes más duros de su existencia, pues significaba que “Leonardo”, casi de manera segura, tendría una vida vegetal y estaría conectado a un respirador. ““¿Por qué a mí?”, me preguntaba, y se lo pregunté hecha un mar de lágrimas a mi prima y a mi tía, quienes llegaron al hospital luego de que me dieran la mala noticia. Mi prima dijo que rezáramos un Rosario, pero yo no tenía cabeza para nada. Cuando llegó mi madre, el pediatra, amigo de la familia, la abrazó como si les estuviera dando el pésame, lo cual me confirmó la gravedad del problema. Después pude comunicarme con Jonny y le pregunté lo mismo: ‘¿por qué a mí?’. Él se mostró muy valiente, a la altura de las circunstancias; me decía que era un angelito que nos había mandado Dios, y que lo amaríamos y lo cuidaríamos en las condiciones en que viniera”.

Sare señala que ella habría podido aceptar sin problema que “Leonardo” viniera con parálisis cerebral, Síndrome de Down o cualquier otra enfermedad que no representara un impedimento para disfrutar la vida, pero no podía con la idea de que el nuevo bebé tuviera una vida vegetal; tan desconsolada estaba, que tuvieron que darle una pastilla para dormir. “Esa noche dormí profundamente, y al día siguiente desperté muy tranquila y con mucha fortaleza. Los doctores me dijeron que me llevarían a hacer un estudio para ver más a detalle la magnitud real del problema. Pedí que me esperaran para ir por una estampita de la Virgen de Guadalupe que siempre traigo en la cartera. Increíblemente no la encontré, pero una tía de Jonny me regaló una del Papa Juan Pablo II. Ya de camino, le pedí que intercediera por mi bebé, que no me dejara sola; a cambio, le prometí llamar Juan Pablo a mi bebé, entre otras cosas”.

Sare Alfaro comenta que pedía la intercesión de San Juan Pablo para que su bebé tuviera calidad de vida, que no necesitara estar conectado a un respirador; por lo demás, no le importaba que naciera con cualquier otra discapacidad. “El estudio fue para mí muy difícil, porque tengo claustrofobia y tuve que estar metida en un tubo durante los 45 minutos que duró la resonancia magnética; nunca solté la estampita de san Juan Pablo y todo el tiempo me la pasé rezando”. 

Refiere que el nuevo estudio –practicado menos de 24 horas después que el anterior– arrojó cosas alentadoras, pues, como si se tratara de una gripe, el bebé registraba ciertas mejorías: presentaba ya un poco de cuerpo calloso en el cerebro. “Esto significaba que tal vez el bebé podría moverse y no depender de un respirador. Eso sí, nacería con algún síndrome, de acuerdo con el doctor; su aprendizaje sería lento, tendría que asistir a escuelas especiales y demás. Pero esas para mí ya eran cosas secundarias. Yo estaba feliz de que mi bebé iba a poder moverse y respirar. ¡Para mí ya estaba hecho el milagro!”

La esposa del ahora jugador del Lanús de Argentina cuenta que ese estudio le fue practicado un viernes, y el domingo siguiente presentó una hemorragia que obligó a los médicos a practicarle una cesárea de emergencia, pues le fue detectado un coágulo que ponía en riesgo la vida del bebé y la de ella. “Mi bebé nació muy chiquito, midió 43 centímetros y pesó 1 kilo 890 gramos. Se lo llevaron inmediatamente a hacer estudios. Mi mamá fue a enterarse de los resultados; volvió a mi habitación y todo lo que atinaba a decirme era que se parecía a Jonny. Yo le preguntaba insistentemente cómo estaba mi bebé. Y finalmente me dijo que se encontraba completamente sano, perfecto de salud; sólo había que tenerlo en incubadora”. 

Cuenta emocionada que cuando Jonny llegó al hospital, ella le dio la estampita de san Juan Pablo y le dijo que se la pusiera a Juan Pablo. “El preguntó algo desconcertado: ‘¿Quieres que le ponga la estampita de san Juan Pablo a Leonardo?’, y yo le dije: ‘No, quiero que le pongas la estampita de Juan Pablo a Juan Pablo’”.

Sare Alfaro señala que al pequeño Juan Pablo le fueron practicados varios estudios inmediatamente después de nacer, y en cuanto estuvieron listos y analizados, el doctor le habló para decirle que el corazón del bebé funcionaba perfectamente y tenía una vista muy sana, pues era otro de los riesgos que se corrían; ya se enteraría después de que el cuerpo calloso de su cerebro estaba formado al cien por ciento. “¡Era más de lo que yo había pedido! El pediatra me dijo que como doctor podía hablarme de ciencia, de fallas, de aciertos; pero que como amigo sólo podía decirme una cosa, que lo ocurrido con mi bebé había sido un verdadero milagro. Ahí comenzó un año maravilloso: ¡nuestro hijo sano, el bicampeonato del León, y sobre todo, la familia unida nuevamente!”.

 

 

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