¿Tenemos un cuerpo o somos un cuerpo? Descubre la unión que existe entre nuestro cuerpo y nuestra alma / Por Rosario Pelayo Torrent

Camino Católico.-  En este vídeo de ‘Se buscan Rebeldes’ Rosario Pelayo Torrent responde en profundidad a las preguntas: ¿Tenemos un cuerpo o somos un cuerpo? ¿Alguna vez has pensado si tu cuerpo tiene valor? “En este video vamos a descubrir la unión que existe entre nuestro cuerpo y nuestra alma, y lo importante que es tener esto claro para llegar a ser feliz”.

Rosario Pelayo Torrent es doctora en farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (U.C.M), máster en Tecnología Farmacéutica por la U.C.M, ha trabajado en Industria farmacéutica en el área de VIH y enfermedades infecciosas y cursado el Máster en Psicología de Familia por el Pontificio Instituto Juan Pablo II y es docente del proyecto Aprendamos a Amar del Instituto Universitario Desarrollo y Persona de la Universidad Francisco de Victoria.

El texto completo de la enseñanza que se visualiza en el vídeo es el siguiente:

La unión cuerpo-alma

¿Tenemos un cuerpo o somos un cuerpo? ¿Alguna vez has pensado si tu cuerpo tiene valor? ¿O es acaso, el cuerpo, esa ancla, esa vasija que me impide ser verdaderamente yo? En este video vamos a descubrir la unión que existe entre nuestro cuerpo y nuestra alma, y lo importante que es tener esto claro para llegar a ser feliz.

¿Tenemos un cuerpo o somos un cuerpo? Esta pregunta, suele ser una pregunta que hago a menudo a los jóvenes con los que trabajo. Quizás nunca te hayas planteado esto, así que te reto a que lo hagas. Párate, y piensa… ¿tú tienes un cuerpo o eres tu cuerpo?

Vivimos en una sociedad, en un contexto cultural, que nos ha hecho creer que tenemos un cuerpo y podemos utilizarlo a nuestro antojo, sin que nosotros, sin que nuestro “yo más profundo”, nuestra alma, tenga que verse implicada. Creemos que podemos vivir y experimentar cosas con nuestro cuerpo sin que eso nos afecte realmente a nosotros. Creemos que podemos ver series, oír conversaciones, consumir pornografía y mantenernos al margen de todo ello, que nos resbale. Es como si nuestra alma, “nuestro verdadero yo”, se encontrase dentro de nuestro cuerpo, moviéndose, pero sin estar realmente unida a él. Incluso, llegamos a pensar en el alma, como una realidad más pura, más valiosa, mi auténtico yo…

O tal vez, creamos que nosotros no pensamos así. Qué valoramos nuestro cuerpo, pero ¡vamos a comprobarlo! Si fueras por la calle con un amigo tuyo y le dijeras mira esa chica…él miraría, probablemente, buscando a la persona de la que le estás hablando… pero ¿qué pasaría si en vez de decir “mira esa chica” le dijeras: “mira el cuerpo de esa chica”? … Quizás la mirada de tu amigo cambiaría… ¿Y por qué? ¿Es que acaso se puede mirar a alguien sin mirar su cuerpo?, ¿es que acaso se puede mirar el alma de la persona? ¿Por qué el cuerpo a veces lleva impuesta esa connotación negativa?

A muchos de nosotros nos enseñaron que éramos cuerpo y alma (manos separadas), dos realidades que estaban juntas, pero a la vez diferenciadas. Sin embargo, esto no es del todo cierto, nosotros no somos cuerpo y alma (manos separadas), somos cuerpo y alma (manos juntas y dedos entrelazados), tan íntimamente unidas, tan íntimamente entretejidas que separarlas es del todo imposible.

Por eso podemos decir que el hombre es un CUERPO ESPIRITUALIZADO o un ESPIRITU ENCARNADO, pero esta unión, está fusión, es precisamente lo que hace al hombre ser humano. Es lo que nos diferencia de los ángeles.

El único momento en el que parece que el cuerpo y el alma de la persona se separa, es el momento de la muerte. Y quizás por eso, sea tan estremecedor ver un cadáver, o quizás por eso nos asusta tanto el tema de los espíritus. La realidad es que esa separación es lo más ANTIHUMANO QUE EXISTE.

Y, sin embargo, muchas veces pensamos que podemos separarlos, y que podemos dar nuestros besos sin que eso suponga nada para mí; Que puedo emborracharme una y otra vez, sin consecuencias para mi persona; e incluso llegamos a creer que una relación sexual es simplemente la unión de dos cuerpos en búsqueda de placer y mi alma puede quedarse al margen de ello. Como si lo que hiciera con mi cuerpo no me afecta a lo más íntimo de mi ser… a mi corazón.

Así, una y otra vez, me encuentro jóvenes que me preguntan ¿cambiara mi relación si mantengo relaciones sexuales con mi novio?

Os voy a contar una anécdota real que me sucedió en una ocasión. Tras acabar un taller de educación afectivo sexual con chicos y chicas universitarios. Una chica se me acercó para pedirme ayuda y me expuso lo que le pasaba. Ella siempre había tenido un amigo, con el que se llevaba fenomenal y su relación era muy buena. Tan buena que, desde hacía poco más de un año, habían decidido de mutuo acuerdo comenzar a tener relaciones sexuales. Las reglas del juego estaban claras, ellos no estaban enamorados, ni querían en ningún caso tener una relación amorosa, no había compromiso entre ellos y su amistad no tenía por qué cambiar. Era una forma más de divertirse, de obtener placer estando juntos. Al principio todo parecía que funcionaba, sin embargo, hacía cosa de unos meses, su amigo había empezado a hablarle de otra chica de la que sí parecía que se había enamorada y con la que de hecho había comenzado una relación. El chico le había propuesto que ellos se siguieran viendo como hasta ahora, que nada tenía porque cambiar, eran cosas diferentes… y sin embargo, ella me contaba con impotencia y frustración, que no era capaz. Antes, jamás discutía con este amigo suyo y ahora le molestaba cada cosa que hacía. Me decía que no podía ni escucharle hablar de su “nueva novia” porque era como si algo le reventara en su interior, y sin embargo tampoco se sentía capaz de alejarse y dejar de mantener relaciones con él…

¿Qué le pasaba?, ¿Qué le había sucedido? Lo que sucede es que cuando decimos algo con nuestro cuerpo, aunque no queramos, nuestra alma va detrás. Lo que sucedía es que esta chica al entregar por completo su cuerpo a su amigo, le había entregado sin ella saberlo su intimidad, parte de su alma, y eso lo cambia todo.

No os dejéis engañar, todo lo que vivimos con nuestro cuerpo, queramos o no queramos, lo vivimos con nuestra alma. Quien toca mi cuerpo, me toca a mí, toca mi alma. Por eso debes cuidar del cuerpo, valorarlo, aceptarlo y quererlo tal cual es.

Debemos aprender a mirar nuestro cuerpo con amor y respeto, así como el de los demás, tratando de ir más allá, tratando de encontrar en el cuerpo del otro la grandeza y misterio que encierra el ser persona. Esto, a veces, no es sencillo, ni cosa de un día, es un camino. Pero es muy importante hacer ese camino, y si hace falta, pedir ayuda. Porque Tú no tienes un cuerpo, TÚ ERES TU CUERPO o lo que es lo mimo TU CUERPO ERES TÚ. ¿Cuánto vales tú? Pues eso es lo que valdrá tu cuerpo…

Me contaron de un sacerdote que en un bautizo preguntó a los niños: «¿Cuánto vale una persona? ¿Cuál es el precio de este niño que se va a bautizar?». Todos se quedaron callados, y una niña contestó: «Un millón de euros». Todos se rieron. Y preguntó el sacerdote: «¿Sólo un millón de euros?». Entonces, otra niña contestó: «Infinito». «Eso es, su valor es infinito, porque una persona no tiene precio».

El cuerpo, como la persona tiene un valor infinito, es sagrado. De hecho, el cuerpo, es la única manera que tiene el alma de expresarse. ¿Habéis pensado que pasaría si no tuviésemos cuerpo? Nuestra alma se quedaría como encerrada, aislada, no podríamos abrazar, ni cantar, ni bailar, ni reír, ni llorar…

Mirad, igual que existe el lenguaje verbal, el lenguaje de las palabras. Existe el lenguaje del cuerpo… por eso cuando estamos alegres reímos, cuando estamos tristes lloramos o cuando intentamos consolar a alguien le abrazamos. Debemos aprender a escuchar el lenguaje del cuerpo, lo que nuestro cuerpo dice de nosotros y a la vez debemos aprender a hablarlo, a expresar con el cuerpo solo aquello que siente mi alma, porque ¿Cómo creéis que me haría sentir que cuando estoy muy triste alguien me obligara a reír? Probablemente mal, porque mi cuerpo y mi alma siempre deben hablar de lo mismo.

Porque como os he dicho, mi alma y mi cuerpo se encuentran tan íntimamente unidas que, si empezamos a decir cosas con el cuerpo, que mi alma aún no está preparada para decir, o aún no siente. Si trato de separarlas (separo manos) … ahí se generará una herida. Una herida que quizás al principio sea pequeña o cicatrice rápido pero que según vayamos acostumbrándonos a “mentir con el cuerpo”, a decir con el cuerpo lo que no siente nuestra alma, se hará más y más grande…hasta llegar un punto en que el alma está tan herida que ya parece que ni siente ni padece…Y es así como nos encontramos chicas y chicos que parece que pueden tener relaciones sin que eso les afecte, pero ¿siempre fue así? ¿o acaso están heridos? ¿o acaso la herida se hizo demasiado grande? ¿o acaso tratan de calmar su dolor o su vacío hiriéndose más?

Juan Pablo II habla del cuerpo como sacramento de la persona, entendiendo como sacramento una realidad visible que refleja lo invisible. Mi cuerpo habla de QUIEN SOY YO. De hecho, en el Génesis cuando Adán ve a Eva y exclama “¡Esta sí es carne de mi carne y huesos de mis huesos!”, parece como si, simplemente por ver el cuerpo de Eva, ya supiera que era diferente al resto, era como él. El cuerpo de Eva revelaba su alma viviente.

Por tanto, para llegar a ser auténticos, para llegar a construir relaciones sólidas basadas en la verdad y que nos hagan muy felices, lo primero que debemos tener claro es que mi cuerpo debería hablar siempre de lo mismo que hable mi alma. Para ello lo primero que tenemos que hacer es preguntarnos qué es lo que realmente siente mi alma, ¿de qué habla?, y después, aprender cuales son los gestos que expresan eso que siento. Porque una amistad no se expresa igual que una atracción, ni una atracción que el enamoramiento, y los gestos del enamoramiento, del noviazgo, no deberían ser los mismos que los del compromiso, que los del AMOR CON MAYÚSCULA, que los de la entrega total de la vida.

Así que ya sabes, no tenemos un cuerpo, somos cuerpo, y nuestro cuerpo, como nuestra persona, vale infinito. No lo malgastemos, no lo perjudiquemos, al contrario, cuidémoslo, amémoslo, seamos auténticos, aprendamos a decir la verdad también con nuestro cuerpo, para así llegar con otros a ser realmente felices.

Y no lo olvides… Dios te quiere y te quiere feliz.

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