Papa Francisco: «La familia a imagen de Dios es hombre-mujer. Abortar a los niños enfermos, nazismo de guante blanco»

 * «He escuchado que está de moda o, por lo menos es normal, que cuando durante los primeros meses de embarazo se hacen análisis para ver si el niño no está bien o viene con algo, lo primero que se ofrece es: “nos deshacemos de él”. El homicidio de los niños… para resolver la vida tranquila se mata a un inocente. En el siglo pasado todo el mundo se escandalizó por lo que hacían los nazis. Hoy hacemos lo mismo. ¿Por qué no se ven enanos por las calles? Porque el protocolo de muchos médicos dice: “Viene mal, deshagámonos de él”»

16 de junio de 2018.- (Caminocatólico.com)  El dolor por el aborto selectivo, práctica comparable a la de los «nazis» que mataban a inocentes para defender la pureza de la raza; el estupor por las diferentes definiciones de “familia” en la actualidad, mientras «la familia a imagen de Dios es una sola, entre hombre y mujer»; la tristeza por las condiciones sociales y económicas que impiden que los padres pasen tiempo con los hijos y vivan el matrimonio como una lotería: puede ir bien o mal, y, en este caso, se cambia.

Con franqueza y realismo, el Papa Francisco compartió una profunda reflexión sobre la familia, con sus claroscuros, durante la audiencia de hoy por la mañana a los miembros del Foro de las Asociaciones Familiares. El organismo, guiado por Gigi De Palo, engloba a más de 500 asociaciones (una «familia de familias», la definió Francisco) y festeja este año su 25 aniversario.

El Pontífice habló con los delegados del Foro dejando a un lado el discurso que había preparado porque, explicó, «me parece un poco frío». Afrontó cuestiones espinosas como la del aborto de los niños enfermos, tema al que dedicó críticas durísimas, comparándolo con las prácticas que se usaban en Esparta o, incluso, en la Europa nazi, cuando solo han pasado dos días desde que la Cámara de los Diputados de Argentina aprobase el proyecto que legalizará el aborto en el país. Lo explica Salvatore Cernuzio en Vatican Insider.

El protocolo de muchos médicos dice: “Viene mal, deshagámonos de él”

«He escuchado que está de moda o, por lo menos es normal, que cuando durante los primeros meses de embarazo se hacen análisis para ver si el niño no está bien o viene con algo, lo primero que se ofrece es: “nos deshacemos de él”. El homicidio de los niños… para resolver la vida tranquila se mata a un inocente», afirmó Francisco. «Cuando era un muchacho, la maestra de historia nos hablaba de los peñascos, para arrojarlos, para salvaguardar la pureza de los niños. Una atrocidad, pero nosotros hacemos lo mismo». 

Y sin ir demasiado lejos en el tiempo: «En el siglo pasado todo el mundo se escandalizó por lo que hacían los nazis. Hoy hacemos lo mismo, pero con guante blanco», denunció el Pontífice. «¿Por qué –preguntó alzando la voz– no se ven enanos por las calles? Porque el protocolo de muchos médicos dice: “Viene mal, deshagámonos de él”».

“La familia a imagen de Dios es una sola, entre hombre y mujer… El matrimonio es un sacramento grande”

Es doloroso constatarlo, pero hoy funciona así. También «doloroso», según el Papa es que «hoy se habla de familias diversificadas, de diferentes tipos de familia. Sí, es verdad que “familia” es una palabra análoga, también se dice “la familia de las estrellas”, la “familia de los árboles”, “la familia de los animales”… Pero la familia a imagen de Dios es una sola, entre hombre y mujer… El matrimonio es un sacramento grande».

Es la visión que el mismo Bergoglio ha tratado de infundir en su exhortación apostólica “Amoris Laetitia”, Lástima que «algunos hayan reducido la “Amoris laetitia” a una estéril casuística del “se puede, no se puede”», dijo, refiriéndose claramente a las infinitas polémicas y dudas que han acompañado su publicación, sobre todo por la presunta apertura a los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar. «No han entendido nada», afirmó Francisco. En la exhortación «no se ocultan los problemas», sino que se va mucho más allá de la casuística. Basta leer el cuarto capítulo que «es el núcleo» del documento, que «habla de la espiritualidad de cada día». 

Por ejemplo, en la “Amoris laetitia” se insiste mucho en la ayuda a los novios en la preparación al matrimonio. «La familia es una aventura bella y hoy, lo digo con dolor, vemos que muchas veces se piensa en comenzar una familia, hacer un matrimonio, como si fuera una lotería. “Vamos, si va, va, si no va, borramos la cosa y empezamos otra», aseguró el Papa. Y contó, al respecto, una anécdota personal: «En Buenos Aires una señora me dijo: “Ustedes los curas son listos: para volverse curas estudian 8 años y luego, si después de algunos años la cosa no funciona, mandan una buena carta a Roma que les da el permiso de dejarlo y casarse. A nosotros nos dan un sacramento para toda la vida, con unas 3 o 4 conferencias de preparación. Esto no es justo”». 

Desgraciadamente, muchas veces hay demasiada «superficialidad» en relación con el «don más grande que Dios ha dado a la humanidad: la familia, ícono de Dios», subrayó el Pontífice. Es un don, aunque la pareja en cuestión sea atea: «Puede darse que un hombre y una mujer no sean creyentes, pero si se aman y se unen en matrimonio son imagen y semejanza de Dios, aunque no crean… Es un misterio», dijo el Papa.

De cualquier manera, añadió, sirve «un catecumentato para el matrimonio»; «se necesitan hombres y mujeres que ayuden a madurar». Empezando por las cosas pequeñas, como, por ejemplo, la preparación de la fiesta de las nupcias. Y afirmó: «lo importante es amarse y recibir el sacramento, y después hagan las fiestas que quieran», pero no funciona cuando «lo secundario sustituye a lo importante».

 “Los hijos son el don más grande”

Una válida preparación de las parejas jóvenes, además, es importante «también para la sucesiva educación de los hijos». Otro buen desafío: «No es fácil educarlos, son más listos que nosotros en el mundo virtual, saben más que nosotros… ¡Educar al sacrifico de la vida familiar no es fácil!». Sobre todo es difícil hacerlo en este tiempo de crisis, económica y social, que parece impedirle a muchos padres que «pierdan tiempo» con los hijos. «Para ganar hoy hay que tener dos trabajos. La familia no es tomada en consideración», observó Francisco, animando, una vez más, a no vivir bajo esta «cruz» y «esclavitud» del trabajo y de sus horarios excesivos, sino a privilegiar el tiempo que hay que pasar con los niños. «Jueguen con los hijos, no les digan que no molesten», exhortó el Pontífice.

«Los hijos son el don más grande», insistió. Siempre, incluso cuando «están enfermos»: «los hijos que se reciben como vengan, como Dios los mande». Pero también hay parejas que no los quieren: «Una vez me encontré con unos que se habían casado diez años antes, sin hijos. Es muy delicado, porque los hijos se quieren, pero a veces no llegan. En cambio supe que ellos no querían hijos. Pero esta gente tenía en la casa tres perros y dos gatos», contó Francisco. 

La traición y la infidelidad en el matrimonio se afrontan con paciencia y perdón

En su reflexión dedicó también un poco de tiempo a la traición: «Una cosa que en la vida matrimonial ayuda mucho es la paciencia, saber esperar», porque «hay en la vida situaciones de crisis fuertes, feas, en las que también llegan tiempos de infidelidad». Además de la paciencia sirve mucho «el perdón»: «muchas mujeres (pero también a veces lo hace el hombre), en el silencio han esperado, viendo hacia otro lado, esperando que el marido volviera a la fidelidad». Esta es «la santidad que perdona todo porque ama», subrayó Francisco.

Y contó otra anécdota personal: «A mí me gusta saludar en las audiencias a las parejas que celebran su aniversario de matrimonio. Una vez había una pareja que cumplía 60 años. Hace tiempo se casaban jóvenes. Me encuentro a esta pareja y le pregunto si tiene el mismo amor. Y se miraron y tenían los ojos llenos de lágrimas. No se me olvida nunca. A veces una familia que crece no es un amor de novela, sino un verdadero amor. Estar enamorados toda la vida, con tantos problemas que hay».

«Otra cosa que pregunto en los aniversarios: ¿quién de ustedes ha tenido más paciencia? La respuesta es: los dos. A los jóvenes esposos, la pregunta es siempre: ¿se han peleado? Es importante no acabar el día sin hacer la paz. La guerra fría del día siguiente es muy peligrosa. La vida de familia es un sacrificio –concluyó el Papa–, un buen sacrificio».

Discurso que el Santo Padre no ha pronunciado y que ha entregado a los presentes en la audiencia al Foro de Asociaciones Familiares

Queridos hermanos y hermanas:

Os  doy la bienvenida y un afectuoso saludo a vosotros  y a vuestro presidente, a quien agradezco sus palabras. Este encuentro me permite conocer de cerca el Foro de la Familia, que nació hace 25 años. Reúne a más de quinientas asociaciones, y es realmente una red que destaca la belleza de la comunión y la fuerza del compartir. Es  una «familia de familias» particular, de tipo asociativo, a través de la cual experimentáis la alegría de vivir juntos y al mismo tiempo, asumís el compromiso haciendo vuestra la fatiga del bien común, que hay que construir todos los días, tanto en el ámbito del  Foro, como en el más amplio de la sociedad.

La familia, que promovéis de diversas maneras, está en el centro del plan de Dios, como demuestra toda la historia de la salvación. Por un misterioso designio divino, la complementariedad y el amor entre el hombre y la mujer los vuelven cooperadores del Creador, que les da la tarea de generar nuevas criaturas a la vida, preocupándose de su crecimiento y su educación. El  amor de Jesús por los niños, su relación filial con el Padre Celestial, su defensa del vínculo matrimonial, que declara sagrado e indisoluble, revela plenamente el lugar de la familia en el plan de Dios:  al ser la cuna de la vida y el primer lugar de la acogida y del amor, tiene un papel esencial en la vocación del hombre, y es como una ventana que se abre al misterio de Dios mismo, que es Amor en la unidad y trinidad de las Personas.

Nuestro mundo, a menudo tentado  y guiado por  lógicas individualistas y egoístas, no pocas veces pierde el significado y la belleza de los vínculos estables, del compromiso con las personas, del cuidado incondicional, de la asunción de responsabilidad en favor del prójimo, de la gratuidad y del don de uno mismo. Por esta razón, es difícil entender el valor de la familia, y se acaba por concebirla según la misma lógica que privilegia al individuo en lugar de las relaciones y del bien común. Y esto a pesar del hecho de que en los últimos años de crisis económica la familia ha representado el amortiguador social más poderoso, capaz de redistribuir los recursos según las necesidades de cada uno.

Por el contrario, el pleno reconocimiento y el apoyo adecuado a la familia deberían  ser el primer interés por parte de las instituciones civiles, llamadas a favorecer la creación y el crecimiento de familias fuertes y serenas, que se ocupen de la educación de los hijos y atiendan las situaciones de debilidad. De hecho, quien aprende a vivir relaciones auténticas dentro de la familia, será también más capaz de vivirlas en contextos más amplios, desde la escuela hasta el mundo del trabajo; y quien se ejercita en el respeto y el servicio en el hogar podrá también practicarlos mejor en la sociedad y en el mundo.

Ahora bien, el objetivo de un apoyo más fuerte a las familias y de su valorización más apropiada, debe lograrse a través de una obra incansable de sensibilización y de diálogo. Este es el compromiso del Foro desde hace veinticinco años, durante los cuales habéis llevado a cabo un gran número de iniciativas, estableciendo una relación de confianza y colaboración con las Instituciones. Os insto a que continuéis este trabajo haciéndoos promotores de propuestas que muestren la belleza de la familia, y que casi obliguen, porque son convincentes, a reconocer su importancia y preciosidad.

Os animo, por lo tanto, a dar testimonio de la alegría del amor, que ilustre en la Exhortación Apostólico Amoris laetitia, donde recogí los frutos del providencial itinerario sinodal sobre la familia recorrido por toda la Iglesia. De hecho, no hay mejor argumento que la alegría que, transparentándose desde el interior, demuestra el valor de las ideas y de las vivencias e indica el tesoro que hemos descubierto y deseamos compartir.

Movidos, pues, por esta fuerza, seréis cada vez más capaces de tomar la iniciativa. El apóstol Pablo le recuerda a Timoteo que «Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y prudencia» (2 Tim 1: 7). Que ese sea  el espíritu que os anime también a vosotros enseñándoos el  respeto pero también la audacia, a involucraros y buscar nuevos caminos, sin miedo. Es el estilo que pedí a toda la Iglesia desde mi primera y programática Exhortación Apostólica, cuando utilicé el término «primerear«, que sugiere la capacidad de salir con valor al encuentro de los demás, de no encerrarse en la propia comodidad, sino de buscar  los puntos convergencia con las personas, de construir puentes yendo a buscar el bien donde sea que esté (cf. Evangelii gaudium, 24). Dios es el primero que primerea con nosotros: si realmente le hemos conocido, no podemos escondernos, sino que debemos salir y actuar, utilizando nuestros talentos.

¡Gracias porque os esforzáis por hacerlo! Gracias por el esfuerzo que  hacéis, como requiere vuestro estatuto  en favor de una  «participación activa y responsable de las familias en la vida cultural, social y política» (2.1.b.), y de la «promoción de políticas familiares adecuadas que protejan y apoyen las funciones de la familia y sus derechos «(2.1.c.). Continuad, además, en  el ámbito de la escuela, fomentando una mayor participación de los padres y alentando a muchas familias a un estilo de participación. No os canséis de apoyar el crecimiento de la natalidad en Italia, sensibilizando a las instituciones y a la opinión pública sobre la importancia de dar vida a políticas y estructuras más abiertas al don de los hijos. Es una verdadera paradoja que el nacimiento de los hijos, que es la mayor inversión para un país y la primera condición de su prosperidad futura, a menudo represente para las familias una causa de pobreza, debido a la falta de apoyo que reciben o a la ineficiencia muchos servicios.

Estas y otras cuestiones deben tratarse con firmeza y caridad, demostrando  que vuestra sensibilidad acerca de la familia no se debe etiquetar de confesional para culparla – erradamente – de ser sesgada. Se basa, en cambio, en la dignidad de la persona humana y por lo tanto puede ser reconocida y compartida por todos, como sucede cuando, también en los entornos institucionales, nos referimos al “Factor familia» como elemento de evaluación política y operativa, multiplicador de la riqueza humana, económica y social

Gracias de nuevo por este encuentro. Os insto a  continuar vuestro compromiso al servicio de la familia y de la vida, e invoco la bendición de Dios y la protección de la Sagrada Familia de Nazaret para todos los miembros del Foro. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

Francisco

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