Rubén Ruiz preso en 7 cárceles, décadas de droga, intentó suicidarse y Dios le habló cuando le preguntó: «’Señor, ¿qué quieres de mí?’ y me contestó ‘Que estés junto a mí’»

* «Estuve 4 horas llorando. Fue un encuentro auténtico con el Señor. Sentí muchísima paz. Sentí alegría. Pocas veces he podido sentir ese gozo. Es como que se paraba el tiempo y todo a mi alrededor cambiaba. Sentí su amor, más que nada su misericordia. Era misericordia, era gozo. Si en el 2010, cuando salgo de prisión, me dicen que todo esto me pasaría por seguir a Cristo, no me lo habría creído. Pero Dios existe, quiere ayudarte, quiere aliviar tu sufrimiento y darte la paz. Quiere darte lo mejor. La manera es abandonándote y confiando en él en la oración. Mi mejor mensaje: confíate en Jesús, en María, que es una vía hacia Jesús. Ese es mi testimonio de fe y sanación»

Camino Católico.-  Pasé por siete centros de rehabilitación, 70 detenciones policiales y cinco años de prisión, unos 16 psicólogos y 8 psiquiatras«, explica Rubén Ruiz, de Murcia. ¿Qué es lo que puso orden en su vida cuando todo lo demás falló y casi se suicidó? Fue Cristo, explica en su testimonio en vídeo en el canal de YouTube Consagracion a la Virgen y P.J.G. lo sintetiza y transcribe en Religión en Libertad.

Rubén es el mayor de 4 hermanos de una familia de Murcia. Su padre biológico se fue cuando él tenía 3 años y su madre se casó con un militar de la Marina, unión que le dio sus tres hermanos. Veía a su nuevo padre cada 6 meses y la familia se cambiaba de ciudad cada 3 años. El padre de familia tenía un carácter difícil y problemas con el alcohol y la ludopatía. Tampoco llegaba a aceptarlo como hijo, afirma Rubén. Si venía bebido de perder en las máquinas tragaperras podía llegar a pegarle.

A partir de los 11 años Rubén se volcó en hacer artes marciales, en ser fuerte para ser «el malote» de la clase. «La rabia e impotencia de que mi padre me hubiera pegado la plasmaba yo contra los demás», entiende hoy.

A los 15 años, la primera «raya»

A los 15 años fue su primer consumo de droga, «una raya». «Era todo fiestas, sensaciones, chicas… empecé a consumir todos los fines de semana». Después, viviendo con sus abuelos, empezó a trabajar en un pub con 16 años. A esa edad fue cuando pasó a consumir también entre semana.

A los 18 años trabajaba en carpintería y durante un tiempo conseguía dinero suficiente para consumir cocaína ya cada día. Llevaba una doble vida. Ante su familia, todo parecía ir genial. Pero él se drogaba cada día, «tráfico de droga, consumo, engaño, mentiras, faltar al trabajo…»

Intentó buscar ayuda acudiendo a psiquiatras pero dice que «sólo me enseñaron a ser más pillo todavía, a engañar a la gente para conseguir droga».

Muchas personas empiezan en la droga repitiendo «yo controlo», pero «con el tiempo no controlas nada, la droga te controla a ti», avisa Rubén.

Una vida familiar desmantelada

Rubén se peleó con su padre y cortó la relación con él. Se juntó con una chica «en una relación que no estaba basada en el amor ni el matrimonio, sino en la droga». Tuvieron dos hijos «que hoy tienen 19 y 17 años».

Pasó por 7 centros para desintoxicarse, pero al salir siempre recaía. Tomaba medicaciones muy fuertes, «hasta siete pastillas al día, zombi perdido».

Ya pasó a delinquir en la calle, a robar a amigos y familiares y a dormir en los puntos de droga. «Físicamente me degradé muchísimo».al final la policía le detuvo, se juntaron varias causas judiciales y le condenaron a 5 años de prisión.

La situación en prisión fue mala. Pasó por 7 módulos o centros («Alicante, Villena, Ocaña 1, Ocaña 2 y Aranjuez»). «Allí la gente tiene la esperanza muerta. La esperanza de rehacer la vida tras la prisión es nula», explica. La gente sólo espera recibir alguna visita de la familia.

El vídeo recoge el comentario del padre Constantin Sorin Catrinescu, que es el capellán en la prisión de Albolote, en Granada. Llegó a España en 2003 para servir a la comunidad católica rumana, pero después empezó a servir como voluntario en prisión y acabó de responsable de pastoral penitenciaria. Aunque es de rito católico oriental, celebra por rito latino con un permiso especial. El sacerdote confirma que su experiencia con los presos y drogadictos le ha enseñado que es muy importante devolverles la esperanza y dar ejemplos que demuestren que sí es posible cambiar de vida.

Por eso fue tan duro lo que vivió Rubén el día que cumplió condena y pudo salir. Tenía muchas ganas de ver a sus hijos, a su familia… pero ese día, en la puerta de la prisión, nadie vino a buscarle. «No había venido nadie a recogerme a la puerta. Sentí un gran vacío, un gran dolor en mi interior, al ver que las personas a las que había dañado no estaban».

Buscando sanación en lo hindú y la New Age

A partir de ahí, su madre, que era en ese momento profesora de yoga, le recomendó un curso «de zen tantra de un maestro hindú». Empezó su búsqueda en la Nueva Era, «en las energías, la Iluminación, el ‘yo soy’, buscaba la espiritualidad en mi propio egoísmo, ser yo el iluminado».

Buscó en los dioses hindúes durante un año una sanación interior que no llegaba. Perseveró un año con ese maestro, luego buscó en más talleres de meditación y sanación Nueva Era. No funcionaba.

Buscando el suicidio por sobredosis

«Llegó un momento en que ya no deseaba vivir, que mi vida no tenía sentido. Con 32 años, me vi con ganas de quitarme la vida. Le dije a mi madre que si volvía a prisión, que me perdonara, pero no volvería a salir».

No tenía valor para suicidarse con un arma o ahorcarse: decidió buscar una sobredosis. Deseaba esa sobredosis «en conciencia». Pero en su corazón rezó: «Señor, si de verdad existes, ayúdame, que yo no puedo salir de donde estoy».

Fue a su punto de venta más cercano, con mucho dinero, pensando qué combinación de droga afectaría más letalmente a sus órganos. Se drogó, se le fue la cabeza y salió con un destornillador a la calle a destrozar cristales de coche a las dos y media de la madrugada. «Buscaba alguien que me saliera al paso a frenar mi sufrimiento, quitarme la vida o pararme».

No murió. La Policía le encontró y le detuvo.

«Tía, mañana me gustaría ir a misa»

Al salir del juzgado, una de sus tías le abordó:

– Rubén, tómate en serio que Dios existe, porque he sentido en mi corazón muy fuerte que Jesús te está ayudando -dijo ella.

– Sí, tía, tiene que haber Algo, porque no es normal lo que me ha sucedido. De hecho, mañana me gustaría ir a misa -dijo él.

– Tú, a misa, ¿qué? ¿A qué vas a ir tú a misa? ¿A robar bolsos? -dijo su madre.

– No, mamá. Tenemos que ir a misa. A las once nos vemos en el Monasterio de la Luz -insistió él.

Al día siguiente, esperando la misa, se sentó en el último banco, cerró los ojos y rezó: «Señor, ¿qué quieres de mí?»

«En milésimas de segundos escuché una voz de hombre, supercálida, supeamable, que me contestó: ‘Que estés junto a mí’«, afirma Rubén.

«Estuve 4 horas llorando. Fue un encuentro auténtico con el Señor. Sentí muchísima paz. Sentí alegría. Pocas veces he podido sentir ese gozo. Es como que se paraba el tiempo y todo a mi alrededor cambiaba. Sentí su amor, más que nada su misericordia. Era misericordia, era gozo».

Habló con los monjes y ellos le invitaron a pasar la Semana Santa con ellos: se les unió durante 15 días. Descubrió que Dios lo quería «con Él, en su Reino».

A la Comunidad de Cenáculo: oración, trabajo físico y amistad

Oración en la Comunidad del Cenáculo

Después le hablaron de la Comunidad del Cenáculo, fundada por Sor Elvira Petrozzi, casas de oración y trabajo físico para crecer en la fe, reconstruirse como persona y vencer las adicciones, acompañado con amistad por otros hombres que han vivido esa experiencia. Hoy la Comunidad tiene más de 60 centros en todo el mundo, y miles de hombres y mujeres explican cómo allí han encontrado libertad y una vida de amor y fe, sin adicción.

Rubén pidió el ingreso y en apenas dos semanas pudo entrar en una de las casas. «Los primeros meses allí fueron horribles: a las seis y veinte ya tienes que estar en la capilla. Rezas el Rosario, desayunos, vas a trabajar, paras un poquito a almorzar… Allí el pilar es que quieras cambiar y confíes. Ni medicación, ni tabaco. La ayuda básica allí es la amistad y el trabajo», explica. «Con la oración, el trabajo y la amistad, la persona se reconstruye y se sana. Allí no hay psicólogos ni terapeutas, sólo Jesucristo».

Trabajo físico y naturaleza en la Comunidad del Cenáculo

Rubén pasó 3 años y medio en la comunidad. «A partir de los 6 meses empezó la lucidez en mi cabeza, y me centré, empecé a escuchar las catequesis de Madre Elvira. Dejar las sustancias, incluso el tabaco -llevaba 20 años fumando- me cambió».

Buscar la voluntad de Dios: una vida nueva y feliz

Una vez fuera de la Comunidad, transformado, empezó a trabajar en carpintería mientras preguntaba a Dios: «¿y ahora qué quieres que haga con mi vida?»

Conoció a una chica que también había llevado una vida difícil, se casaron en el Monasterio de la Luz de Murcia y tienen un hijo en cochecito y otro por nacer.

Hoy Rubén se confiesa como mínimo una vez al mes, y reza el Rosario cada mañana. «Me carga mucho las pilas la adoración», dice. «Y ahora estoy limpio de todo. El amor de Dios y de mi familia me da la paz y la felicidad».

«Si en el 2010, cuando salgo de prisión, me dicen que todo esto me pasaría por seguir a Cristo, no me lo habría creído. Pero Dios existe, quiere ayudarte, quiere aliviar tu sufrimiento y darte la paz. Quiere darte lo mejor. La manera es abandonándote y confiando en él en la oración».

“Mi mejor mensaje: confíate en Jesús, en María, que es una vía hacia Jesús. Ese es mi testimonio de fe y sanación», proclama hoy Rubén.


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