A Rocío Pacreu el vacío espiritual que palpó en Francia le llevó a cambiar de vida por sus hijos y volver a Dios con toda la familia

“En este camino de regreso a casa la providencia jamás me abandonó. Derramé un manantial de lágrimas pero también se revelo una inmensa alegría. ¡Toda la gloria es de Dios y solo de él! Los  evangelios escuchados vagamente  durante mis clases de religión, homilías y catequesis de la infancia, volvían ahora a mi mente como evidencias  llenas de luz. Que extraño era, lo que antes no me interesaba, en este instante de gracia, todo se hizo fundamental en mi vida para escurrirse definitivamente en mi corazón”

16 de noviembre de 2014.- (Rocío Pacreu / Religión en Libertad  Camino CatólicoDe la católica Paraguay a la laica Francia. O de la confrontación cultural y espiritual. Éste es el intinerario espiritual de Rocío Pancreu y de su familia por recuperar su herencia cristiana y vivir en una sociedad en dónde el cristianismo es minoritario y no dejarse llevar por la cultura dominante. Cuenta en primera persona su testimonio en Religión en Libertad y lo reproducimos:

Una historia de lucha por vivir diariamente como cristiano

Nací en  Paraguay, en el año 1973, de padres trabajadores, de familia numerosa y de tradición católica, nada excepcional, en un país mayoritariamente católico, y en aquel  entonces aún muy conservador.

Hice toda mi escolaridad en un colegio católico exclusivo para niñas.  Me casé joven, con 19 años cumplidos, con Philippe,  francés (23 años) a quien conocí  a pocos años de su instalación en el país junto a su familia. Después de algunos años de casados, fuimos a instalarnos a Francia, en la ciudad natal de mi esposo,  por razones económicas y familiares.

Traslado a Francia: Comienza mi conversión…

Es cuando mi verdadera conversión comienza. Fue una experiencia difícil, que me  dio un tremendo malestar, una mezcla de tristeza y hastío hasta el punto de perder el sueño. Mis expectativas eran grandes, pero la decepción no se hizo esperar. Las respuestas de mi fastidio llegaron poco a poco con el tiempo. Comprendí que la confrontación cultural era profunda. En efecto, pasar de un país que todavía vivía con sus convicciones religiosas profundas y de un catolicismo aún fresco, hacia otro país ciertamente muy bello (geográficamente y culturalmente), muy rico (económicamente) pero de un gran vacío espiritualmente, que negaba sus raíces cristianas a través de una laicidad política  militante y agresiva, de hace varios años y con efectos en la sociedad. Para mí no eran temas de poco impacto. Pero extrañamente ningún familiar ni amigo me advirtió de tal situación y yo tampoco sabía que podía afectarme tanto.

Siempre había soñado con Francia, con Europa. Idealicé y deseé algo que no se parecía en nada a los cuentos de hadas que antaño me leían. Todo era tan distinto a lo que iba descubriendo. Mis ojos veían algo que mi corazón no sentía. O en todo caso yo no había medido todos los parámetros correctamente, creo que en ese entonces yo misma desconocía cuan importantes eran para mi ciertos valores.

Malestar espiritual

Mi marido, que también estaba bastante alejado de la religión, él estudio en Francia, en colegios públicos que en aquel entonces ya eran laicos desde de la ley 1905.Tampoco él sabía muy bien cómo ayudarme pensaba que todo se debía a la  nostalgia a mi país y mis seres queridos. En una oportunidad acudí al médico, por dolores de cabeza a repetición y mucho cansancio físico, él dijo  que yo sufría  probablemente de síndrome de stendhal o  “mal del país», busque más sobre este síndrome, pero yo sabía que mi malestar no era solo emocional, sino también espiritual.

Había despreciado la herencia cristiana

Me planteé entonces muchas cosas y por fin algunas respuestas coherentes tomaron forma. Comprendí que yo había despreciado mis convicciones y toda mi «herencia» cristiana. Por más que nunca llevé una mala vida, ni aun menos pecaminosa, pero si me había alejado de la práctica religiosa, como los sacramentos y la misa semanal. Las personas que frecuentábamos tampoco eran especialmente creyentes.

Pero mi principal malestar era también debido a una preocupación por el futuro de mis hijos, en un país más bien ateo,  musulmán, y de un cierto cristianismo que yo llamo “residual”. Me di cuenta que mis hijos perderían la hoja de ruta que mis antepasados me habían transmitido! Esto me abrumaba y se volvió una verdadera pesadilla. El desafío era demasiado importante, el futuro de mis hijos dependería de eso, en ese momento ya tenía 2 hijos,  de dos años y medio y 4 años respectivamente.

Desarmados en una sociedad materialista

Sentí que si no hacía nada, ellos estarían desarmados ante  una sociedad materialista y vacía, en donde la obsesión por obtener un puesto de trabajo y un nivel profesional consecuente, ocupaba todas las informaciones  y todas las mentes.  Vi Europa de otra manera: sin Cristo, ciudades lindas pero de un inmenso y vacío. Políticos totalmente inconscientes y enajenados por sectas y filosofías absurdas, un poco como aquellos libros que yo misma leía en busca de la verdad… cuando era más joven; y llenos de falsas utopías que no llevan a ninguna parte.

Entender a Francia a través de su historia

Me interese por la historia de Francia y pude comprender muchas cosas. Al venir desde el contexto que yo vivía en mi país era como si yo  hubiera hecho un viaje en el tiempo, pasar de Francia de los años 1850 a Francia de los años 2000, y así sin preparación previa.

Mi temor era perder esa clarividencia que en realidad era fruto de mi incipiente conversión, era muy perturbador tener esta lucidez…sin tener al alcance un buen consejero espiritual.

Enseñar a orar a mis hijos

Deseaba con todas mis fuerzas que mis hijos aprovecharan también de esta misma herencia cristiana que a mí me habían transmitido, es cuando confirmé  que mi fe cristiana era muy preciosa para mí! La parábola del tesoro escondido fue tan claro en ese momento. Pero también la parábola del sembrador, y muchas otras y yo debía preparar la tierra  a pesar del contexto tan desalentador! Las semillas del Espíritu Santo que mis hijos recibieron en el bautismo necesitaban una tierra fértil; les enseñe a orar correctamente, también me involucré en la parroquia para darles los cursos de catequesis necesarios.

La segunda decepción

Comprendí que en mi lucha debía buscar otros católicos combativos, por tanto fui a la iglesia, es cuando viví mi segunda gran decepción. Comprendí que la iglesia había pocas familias y en su mayoría gente de edad, la misma también estaba  muy dividida, tradicionalistas de un lado, progresistas del otro, los formalismos sin fondo, mucha división y conflictos estériles. Pero a pesar de todo, cambié varias veces de parroquia, y conocí buenos sacerdotes que nos ayudaron mucho. También muchas personas  con las cuales poco a poco fuimos relacionándonos, es así casi sin darnos cuenta que nuestro mundo social también cambio.

En este camino de regreso a casa la providencia jamás me abandonó, aunque en ese momento yo no me daba cuenta de todo; mi conversión fue larga y sufrida. Durante el proceso derramé un manantial de lágrimas pero también se revelo una inmensa alegría. ¡Toda la gloria es de Dios y solo de él!

Antes no interesante y ahora era torrente de gracia

Los  evangelios escuchados vagamente  durante mis clases de religión, homilías y catequesis de la infancia,   volvían ahora a mi mente como evidencias  llenas de luz. Que extraño era, lo que antes no me interesaba, en este instante de gracia, todo se hizo fundamental en mi vida para escurrirse definitivamente en mi corazón. 

Y sin embargo siempre estuve obsesionada por  conocer la verdad, desde mi adolescencia siempre busqué en libros de filosofía, la psicología, el tao, el hinduismo, y hasta en libros de nueva era como “el libro de urantia”. Buscaba en vano en otro lugar, lo que tenía en frente de mis narices!; ¡ya que toda la verdad estaba en los evangelios! ¿Cómo pude pasar tantos años ciega? ¿Sin saber discernir? ¡Y sin embargo todo era tan simple y tan familiar a la vez. Comprendí entonces que la gracia me había sido dada! 

Poner a Cristo en el centro

Mi estilo de vida se ordenó  poco a poco  en este  «nuevo mundo » de  la Francia del siglo XXI, con la diferencia que yo puse a  Cristo en el centro, con  los sacramentos y  la oración.

Entendí que significaba vivir en un país “laico” en donde la palabra Dios ha sido abolida por decreto, yo sabía que sería aún muy difícil. Un ejemplo concreto es que en todas las escuelas públicas están prohibidos los árboles, y estrellas de navidad y ni hablar del pesebre. Pero también en la mayoría de los lugares públicos como shoppings, supermercados ya no se ostentan una navidad cristiana, todo está decorado de regalos, pingüinos, duendes, osos, peluches, hadas y ya cada vez menos  un pesebre!

Mientras que en mi país, un pesebre gigante rodeado de frutas tropicales es colocado todos los años frente al mismo palacio de gobierno…

La cultura ha omitido a Dios

También comprendí que en las letras de las canciones, las películas, la televisión, la radio, la escuela, y casi todos los lugares públicos hablar de Dios era omitido por norma general.

Para mi propia felicidad  yo  tenía que recrear un modo de vida distinto. Escuela privada católica para mis hijos, religión privada, el trabajo era difícil de privatizar y se hizo un gran desafío. La nueva vida en sociedad parecía difícil, pero tenía que ser posible!  En este emprendimiento me sentía como una Juana de Arco amparando a mi familia.

Colegio católico, catecismo…

Hoy en día mis hijos van a una escuela privada católica que no está subvencionada por el Estado que significa un esfuerzo económico suplementario para mi esposo y yo; también van al catecismo, vamos a la misa los domingos, y estamos comprometidos en diferentes proyectos parroquiales. Yo conseguí un trabajo en la Diócesis local,  a tiempo parcial. Actualmente soy catequista de mi parroquia, tengo dos páginas webs muy activas en Facebook y también estoy escribiendo un libro en francés.

Todos mis objetivos fijados se han llevado a cabo con mucha firmeza, no sin la ayuda incondicional de mi marido que a través del amor conyugal ha ido convirtiéndose también profundamente.

El «progreso» y la política

¡Pronto se cumplen  trece años  de mi instalación en Francia, en el 2004 nació María que ahora ya cumplirá 10 años, los hechos socio-políticos no dejaron de «evolucionar» en nombre de un progreso que no presagia nada bueno, la sociedad francesa está tomando más conciencia de todo lo que conlleva la laicidad entre ellos la nueva ideología de géneros…(El ser post humano , los vientres de alquiler, las familias mono parentales, familias de dos mamas y dos papas etc)…aparece una nueva ingeniería humana que me preocupa mucho. Aunque el mundo social en que me muevo  me da más tranquilidad y que ya  todos mis malestares físicos han desaparecido.

Continúa siendo grave el hecho que los países latino americanos sigan copiando este modelo de vida europeo en el que  ni los propios europeos creen ya, desgraciadamente los lobbies, el poder, y el dinero  corrompen al mundo entero.

La luz es más fuerte que la oscuridad

Pero confío  en que las estrellas brillaran más fuertes en medio de la oscuridad. Y que esta confrontación cultural que me llevo a mí misma  a la conversión; mucha gente lo vivirá en su interior ante los nuevos paradigmas y ante una sociedad que se aleja cada día más y más  de Dios. Pidámosle a EL que nos de la luz necesaria  en nuestra vida cotidiana,  pero también ante los hechos  historia y  hasta el final de los tiempos. La Providencia divina supervisa todo y si Dios permite que la maldad avance en cada país es para que la verdad se revele más y más clara aun.

Salmo 1,1-6

¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento. Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal.

Una misión única de cada uno

Todos tenemos una misión sobre esta tierra para con nosotros mismos, nuestras familias pero igualmente una responsabilidad ante la sociedad. No dejemos que nuestras vidas se disuelvan en el mundo sin buscar lo esencial!.

Rocío Pacreu

 

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