Alexandra Serra, enfermera, poseída por satanás al ser maestra de Reiki, fue liberada tras años de exorcismos: «Si no fuera por las confesiones y la Santa Misa, no hubiera vuelto»

* «Nada me llenó como esos segundos en los que experimenté el cielo al comulgar. Las terapias energéticas nos privan de este maravilloso encuentro con Jesucristo, la fuente de agua viva, que prometió quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos, en ese pedacito de Pan, allí, con su amor, abrazándonos en ese momento extraordinario… El diablo no quiere que sepamos la verdad, y la Palabra de Dios es santa. Tenemos que leerla, y el enemigo no la quiere. Si leemos la Biblia no caeremos en el reiki, no caeremos en terapias orientales… no caerán en nada»

Camino Católico.- El testimonio impactante de Alexandra Serra, una mujer que se introdujo en el reiki a través de sus estudios de Enfermería y vio cómo su vida se ponía en peligro… hasta que Dios la liberó a través de los exorcismos y la vida de fe, lo cuenta Luis Santamaría del Río en Portaluz.

En 2023 se publicó en Portugal un libro que relata la experiencia vital de Alexandra Serra, una ex maestra de reiki, pseudoterapia muy difundida en los ambientes de la Nueva Era. ¿Qué tiene ella de especial, entre tantos millones de personas que en el mundo practican o han practicado esta técnica esotérica que asegura sanar a quien la recibe? En la presentación del libro, que hizo el P. Duarte Sousa Lara, conocido exorcista portugués, se revela su peculiaridad: Alexandra fue la protagonista de «un caso muy grave de exorcismo que tuve». 

Efectivamente: el libro ‘Rescatada de las garras de Satanás. Testimonio de una ex maestra de Reiki’. Un caso grave de posesión (cuya edición brasileña acaba de aparecer esta misma semana) narra, en primera persona, la historia de Alexandra, una enfermera procedente de «una familia católica portuguesa típica» que compaginaba la misa dominical con el recurso a curanderos. Sin embargo, en su niñez el único contacto con la práctica religiosa fue la celebración del bautismo y la primera comunión. «Creía en Jesús y pensaba que con eso me bastaba. De vez en cuando iba a la iglesia y le pedía a Dios nuestro Señor muchas cosas, fueran buenas o no». Por eso –reconoce ahora–, «fui presa muy fácil del movimiento New Age»

Su primer contacto: la meditación oriental

En una conferencia pública que dio en 2023, Alexandra Serra explica que «hace unos 18 años entré en contacto con la meditación oriental, y fue en la Escuela de Enfermería». En la asignatura que repasaba la historia de esta disciplina científica, al definir «lo que abarcaba el cuidar a los demás, introdujeron el concepto de holismo». Esto involucraba -les dijeron- que «como profesionales de la salud» no verían al paciente «como una pierna o un brazo roto, sino como una persona completa, física, emocional y espiritualmente». Pero no sólo eso: «nos hablaron de las energías y de que podíamos canalizar esas energías del Universo para promover la autocuración y la curación de los demás», cuenta Alexandra. 

Esas ideas fueron «fácilmente aceptables» para la joven estudiante de Enfermería, que profundizó en ellas, descubriendo que en Oriente -dice- «estas prácticas energéticas eran comunes, concretamente el chi kung, que consistía en pasar energía vital de una persona a otra», y que en el ámbito del budismo se había identificado «una nueva forma de canalizar esta energía». Llegó así a una conclusión con un grupo de compañeras: «queremos ser súper enfermeras… ¡vamos a hacer el curso de reiki!» 

Acudieron juntas a un cursillo donde les explicaron las bases teóricas de esta pseudoterapia. En la práctica, siguiendo las instrucciones de los maestros reiki -afirma-, «yo cerré los ojos y sentí un calor a mi alrededor mientras ella pasaba con sus manos y empecé a sentirme adormecida con una sensación de bienestar». Les dieron un CD con canciones y mantras, y un folleto sobre «cómo hacer meditación para abrir los chakras» y, así, «empezaríamos a sentir la energía entrando». 

Comienzan las perturbaciones 

Aquella misma noche intentó hacer la meditación en casa, escuchando la música y los mantras, pero acabó durmiéndose. «Me desperté temblando, nerviosa, me sentía cansada», y no logró meditar. Por el contrario, «aparecieron dolores de cabeza insoportables, no podía razonar como antes, mi memoria se volvió terrible (y siempre he sido una persona con una memoria excelente)». Como le insistían en la importancia de la meditación, siguió practicándola, pero «empezaron a pasar cosas insólitas en mi casa», sin explicación aparente. 

También recuerda que comenzó a sentir aversión ante todo lo cristiano. Un día que estaba limpiando un cajón y encontró una imagen de la Virgen, confidencia que le dio «tanto miedo que la tuve que esconder». Su práctica religiosa, que siempre había sido esporádica, desapareció tras hacer el primer nivel de reiki. «Dejé de ir a la iglesia cuando invocaba la energía y sentía que ese fuego entraba en mi cuerpo», recuerda, añadiendo que «después del primer ritual nunca más volví a tener las manos frías como antes, y empecé a sentir cosas raras». 

Aunque le dolía la cabeza y se encontraba mal cada vez que practicaba reiki, seguía con ello, convencida de que estaba «sanando». Esta mujer portuguesa considera que entonces alcanzó la noche oscura: «me volví completamente despersonalizada, tenía ataques de pánico, no podía decir mi nombre, no podía contar dinero… sólo tenía pensamientos obsesivos y de suicidio desde la mañana a la noche. Entré en desesperación». 

La espiral perversa de las pseudoterapias

En esta situación límite, Alexandra Serra constató que «no había medicación ni tratamiento psicológico que funcionara». Y así «fui a buscar todo tipo de terapias de la Nueva Era: flores de Bach, homeopatía, acupuntura, terapeutas, gurús, médiums, adivinos… Era una ‘maravilla’». Pero tras las aparentes mejorías iniciales, todo empeoró. Entonces alguien le indicó que su malestar formaba parte de la «evolución espiritual» y le recomendó: «haz todos los niveles de reiki, y verás que va a ir bien».

Realizó los distintos cursos con sus rituales respectivos. Por ejemplo, «en el segundo nivel ya no necesitábamos imponernos las manos, podíamos enviar energía a distancia». Alexandra, que había cursado su grado universitario en Enfermería, hoy tiene claro que «el curso de reiki no es un curso, para nada», sino que «son rituales», porque «sólo puedes conseguir lo que te prometen –canalizar energías– con rituales. Sin ellos no puedes lograr nada. Esto es lo más extraño, porque si fuera algo de Dios, ya estaríamos equipados con ello». 

Algo muy importante para entender el reiki es su enraizamiento en la cosmovisión oriental, con elementos del hinduismo y del budismo, tal como reconoce la protagonista de esta historia. Su finalidad última es «tener el conocimiento del bien y del mal» y «que las personas se conviertan en un ‘dios’ cuando alcancen la iluminación». En este contexto, es fundamental el concepto de chakras (puntos energéticos) y la identificación del atman (alma personal) con Brahmán (la divinidad impersonal): «todo lo que existe es una expresión de la conciencia divina», recuerda Alexandra, que también alude a la serpiente kundalini, la cual «despierta cuando se abren los chakras». 

Lo siniestro de los «guías espirituales»

«Cuando se despierta la serpiente kundalini, puedes sentir un fuego en tu columna que sube en espiral y sientes una presencia dentro de tu cuerpo que te hace sentir como una marioneta», explica la ex maestra de reiki. «Muchos se vuelven locos, muchos se suicidan… conozco casos así. Y los gurús, que no pueden hacer nada, dicen: «si te has suicidado, eres débil»». Ella, una vez realizado el cuarto nivel de reiki (la maestría), siendo ya madre de dos hijos, recuerda lo que sintió: «empecé a sentir una cosa invisible a mi alrededor… en el pecho sentí como un imán, y en los pies sentía cosas que me mordían». 

Preguntó a su maestra qué estaba pasando. «Ella me dijo: «son los guías espirituales». Ya no era sólo una energía, sino guías espirituales… Ella me dijo que lo moderara con mis manos. Sentí una espina en el corazón… Estuve tres horas completamente muda, sin hablar». Luego de esto su percepción se alteró del todo: «olía olores horribles de la gente, sentía cosas alrededor de la gente, como un humo que salía, y sentía que comía y luego quería vomitar». 

Esta situación duró cuatro años con crisis semejantes que se repetían… «Vomité litros de un líquido sanguinolento. No comía y estaba muy hinchada, y vomitaba sin parar. Empecé a tener arritmias (me hice pruebas que las demuestran), problemas en la sangre… Mi atención estaba descontrolada… Cuando hacía meditación, entraba en trance. Sentía una presencia negra a mi alrededor y un zumbido, y cuando terminaba, sentía que temblaba mi mente». Esto iba unido a violentos dolores de cabeza y lo que más tarde ella identificaría como «una obsesión diabólica». 

Las consecuencias letales del esoterismo 

La situación de Alexandra llegó a extremos inaguantables. Mientras meditaba, «vi la muerte frente a mí, una cosa horrible. Llamé a la maestra y le dije: «esto es muy malo, yo estoy así». Y ella me dijo: «no te preocupes, el demonio no es tan malo»». En una ocasión, la maestra de reiki la llevó a practicar meditación trascendental con su gurú en Lisboa. «Empezó a invocar cosas y entré en trance. Me salían voces en idiomas que me resultaban extraños. Vomité una espuma blanca que sabía a podrido…». Y descubrió que otros muchos practicantes de reiki y de meditación oriental tenían alguno de los síntomas que se repetían en ella misma. 

Repasando el éxito de las espiritualidades orientales en Occidente, esta mujer portuguesa constata la innegable influencia de la Teosofía, que popularizó ideas que han sido claves en la New Age, y cuyo núcleo resume así, tras haber sido su víctima: «eres tu maestro y tu Dios, tú mismo eres el objeto de tu búsqueda… La persona es el mismo Redentor: no hay Jesús, no hay Dios; ella misma se salva. Si has alcanzado el estado de iluminación, ya no necesitas encarnarte, eres perfecto». 

Su camino de liberación

Alexandra Serra sintiéndose totalmente vacía, pidió ayuda a exorcistas que la acompañaron durante tres años, sin conseguir nada. Pero el año 2018 contactó con el P. Duarte Sousa Lara, exorcista -en la imagen- que la liberó

Alexandra afirma que estaba «completamente destruida». Entonces conoció a una señora quien al verla confusa y alterada, se le acercó… “y me dijo que no podía servir a dos amos. Fui grosera con ella y le respondí: «yo respeto todo, respeto a todo el mundo». También conocí a un chico que decía que el reiki consistía en invocar demonios con los símbolos, y no se equivocaba…”. 

 

Sintiéndose, dice, totalmente vacía, pidió ayuda a exorcistas que la acompañaron durante tres años, sin conseguir nada. Pero el año 2018 contactó con el P. Duarte Sousa Lara. «Yo estaba destrozada, amarrada… y (lo que ocurrió durante el primer exorcismo) fue sumamente violento. Mi espalda parecía una serpiente donde había despertado la serpiente kundalini». 

Con el tiempo Alexandra empezó a frecuentar el sacramento de la penitencia y, además de recibir los exorcismos –con periodicidad mensual–, escuchaba conferencias del P. Duarte que nutrían su incipiente vida de oración. «Las confesiones bien hechas me cambiaron la vida radicalmente», destaca. Sin embargo, aún «no toleraba la Santa Misa. Cuando era la consagración, me acurrucaba, gritaba, vomitaba». Además, «quería leer la Biblia, pero no podía, y cuando por fin lo conseguía, sentía que me iba a morir y me iba a explotar la cabeza». 

Sagrada Escritura y Eucaristía

Alexandra cree que eso le sucedía porque «el diablo no quiere que sepamos la verdad, y la Palabra de Dios es santa. Tenemos que leerla, y el enemigo no la quiere. Si leemos la Biblia no caeremos en el reiki, no caeremos en terapias orientales… no caerán en nada». Y junto a la Sagrada Escritura -puntualiza- también ha sido una fuente de bien la eucaristía: «Si no fuera por la Santa Misa, yo no hubiera vuelto. Es un mural de la Pasión de nuestro Señor, que por amor derramó hasta la última gota de su sangre», explica. 

Los exorcismos, junto con una vida de unión a Cristo por medio de los sacramentos y de la oración, lograron finalmente la liberación de esta portuguesa, arrancada de las garras del esoterismo. Recordando su experiencia con la New Age, considera que «nada me llenó como esos segundos en los que experimenté el cielo», refiriéndose a la comunión. Por esto denuncia que «las terapias energéticas nos privan de este maravilloso encuentro con Jesucristo, la fuente de agua viva, que prometió quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos, en ese pedacito de Pan, allí, con su amor, abrazándonos en ese momento extraordinario».

Luis Santamaría del Río


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