Alexis Gámiz era punk, con 16 años se fue de casa, delinquió, traficó, se hizo adicto a las drogas e iba a suicidarse: «Dios me amó y transformó mi vida en la Comunidad Cenáculo»

* «Me siento un pecador público, un desgraciado, pero amado por Dios. Experimento en mi vida diaria que Dios ayuda y no me da miedo decir que Dios existe y que ha cambiado mi vida y que puede cambiar la tuya también… Mi vida ha sido pasar de la muerte a la resurrección, de las tinieblas a la luz»

Camino Católico.- Alexis Gámiz era punk y alérgico a las normas. Con tan solo 16 años, se fue de casa, empezó a delinquir y a traficar con drogas. La adicción a la cocaína y otras sustancias, le hicieron descender a los infiernos durante varios años, hasta que un día no pudo más y, estando al borde del suicidio, pidió auxilio desesperado a sus padres.

Con la ayuda de su familia pudo conocer la Comunidad Cenáculo. Allí, encontró la medicina que necesitaba: el amor de Dios y de sus hermanos en la Comunidad. Hoy, Alexis tiene 33 años, es padre de 3 hijos, está felizmente casado y es un maravilloso ejemplo de superación y de esperanza.

Así se recuperan de adicciones en la Comunidad Cenáculo de Tarragona, encontrando el Amor de Dios, con amistad, trabajo, oración y viviendo de la Providencia

Alexis con su esposa Ángela y sus dos hijos mayores

Alexis asevera con rotundidad que “me siento un pecador público, un desgraciado, pero amado por Dios. Experimento en mi vida diaria que Dios ayuda y no me da miedo decir que Dios existe y que ha cambiado mi vida y que puede cambiar la tuya también… Mi vida ha sido pasar de la muerte a la resurrección, de las tinieblas a la luz”. Cuenta su testimonio en ‘Contagiosos’ de la productora Infinito Más Uno de Juan Manuel Cotelo.

Alexis llegó a acumular 104 causas judiciales por todos los delitos que había cometido. Ver morir a algunos de los que se drogaban con él y acabar en prisión le hizo tocar fondo. Así fue como sin ser una persona de fe llegó a una Comunidad del Cenáculo.

Su cambio fue tan enorme gracias a la oración que sus padres, que se iban a separar y no eran creyentes, fueron alcanzados por esta gracia y decidieron casarse por la Iglesia. Todos los jóvenes de la comunidad de Alexis organizaron la boda.

Este joven que ahora vive en Tarragona con su mujer Ángela y sus hijos relata cómo desde el inicio de la adolescencia tuvo muchos problemas de comportamiento en casa. Tuvieron que cambiarle incluso de colegio y al llegar al instituto conoció a nuevos amigos con los que en vez de ir a clase se iba a fumar porros.

“La relación con mi familia se fue autodestruyendo. El conflicto con mis padres se fue agrandando”, cuenta Alexis. Así fue como finalmente a los 16 años decidió irse de casa. En aquel momento era punk. “Me fui a vivir a la calle, de ir de concierto en concierto, me metí poco a poco en este ambiente radical. Me dejé cresta, me tatué. No tenía normas… iba de tipo duro. Empecé a delinquir, traficando, robando comida…”, relata.

Alexis con su estética punk en plena época de rebelión

Acabó comiendo de la basura. Toda la felicidad que creía que viviría al hacer su vida no existía y con 19 años ya era adicto a la cocaína. Confiesa que sabía “en qué situación estaba, pero era orgulloso. Me era difícil pedir ayuda precisamente por ese orgullo”.

De la coca pasó a la heroína creyendo que así podría olvidar los problemas y vivir el resto de su vida en otra dimensión. Sin embargo, Alexis afirma que veía a la gente “morir a mi lado y eso me marcó así que necesitaba consumir el doble y pincharme más. Vi que la vida se me iba”.

No tenía ni 20 años y ya acumulaba 104 causas judiciales hasta que en una de ellas le arrestaron, le llevaron al calabozo y después a la cárcel. Pese a que en aquella vida que llevaba creía tener muchos amigos los únicos que fueron a visitarle fueron sus padres, a quienes tanto había hecho sufrir. “Me dejaron salir en libertad condicional y vi que tenía que haber un antes y un después así que por primera vez pedí ayuda a mi familia”, cuenta Alexis.

Sus padres lo acogieron en casa y con ellos pasó todo el síndrome de abstinencia, con todo lo que conllevaba. Pudo ver el tremendo amor de sus padres. Buscando una ayuda más específica les dieron el teléfono de un sacerdote que les informó sobre la  Comunidad del Cenáculo. Y fueron a la casa que tienen en Lourdes.

“Llegamos a Lourdes. Mis padres no tenían nada de fe, no éramos creyentes. Pero entré allí y vi a madre que se sentó delante de la Virgen y se puso a llorar. Yo ya me volví loco”, recuerda de aquel momento.

El inicio en la comunidad no fue fácil. No podía fumar, no había teléfonos móviles, ni chicas… Le dijeron que allí rezaría. Además, le cortaron la cresta y sus padres volvieron a España. Alexis fue después a la casa que marcaría su vida, en el norte de Francia, y su existencia se fue transformando.

“A los 6 meses vino mi madre y me comentó que mis padres querían separarse y yo creía que era la mejor forma de salirme de la comunidad. Pero mi ángel de la guarda (persona encargada de velar por cada uno en la casa) me dijo que lo mejor que podía hacer era levantarme a las dos de la mañana e ir a la capilla rezar por ellos para que Dios les ayudase”, explica.

Alexis con sus padres en la casa de la Comunidad Cenáculo de Lourdes

El tiempo pasó y tras un tiempo vio que sus padres estaban fenomenal, seguían juntos y hasta iban a misa. “Allí me asusté, no podía ser real, fue como un milagro”. Fue entonces cuando Alexis pidió perdón a sus padres por primera vez. “Fue como romper cadenas –agrega- como una liberación total, sobre todo para ellos. Se confesaron y les dio el deseo de casarse por la Iglesia. Nosotros fuimos los que preparamos todo, la celebración, la música, los cantos…”.

A los dos años de estar en la comunidad a los jóvenes se les envía a casa una semana para que puedan ver a su familia fuera de la casa comunitaria. Sin embargo, nada más llegar a Barcelona la Policía detuvo a Alexis por una de las causas pendientes que tenía de años atrás. Estuvo tres meses en la cárcel.

Pese a todo -explica- “pude ver en ese tiempo en la cárcel que el rosario me daba una fuerza tremenda para no caer en la tentación. Sentía la fuerza de esos amigos de verdad de la comunidad. Me venían a ver solo para 20 minutos de cristalera. Para decirme: ‘hermano estamos aquí’. La comunidad era una familia. Venían mis padres que me daban paz”.

Al salir ya se incorporó a la comunidad del Cenáculo de Barcelona. Su encuentro con Dios era total y unos años después sintió el deseo de salir de la comunidad y empezar a rehacer su vida. Y así fue como en un retiro en Ávila conoció a la que hoy es su mujer, que al principio se quedó sorprendida al ver a un joven como él, con tantos tatuajes, en un encuentro católico.

Alexis y su esposa Ángela el día de su boda

Se casaron, y ambos esperaban juntos su tercer hijo cuando se grabó el testimonio pero que ya ha nacido. Sin embargo, la Comunidad de Tarragona, que fue la última en la que la estuvo, sigue ahí y visita a los jóvenes cada semana, colabora con ellos, hace las entrevistas. Y para muchos es ahora un espejo en el que mirarse. “Cada vez que veo a uno de estos chicos y tengo un cara a cara con él me veo reflejado. Con tanto mal que he hecho es una oportunidad de cubrirlo con el bien”, agrega.

“Yo me siento un pecador público, un desgraciado, pero amado por Dios. ¿Por qué no vas a poder tú también? Yo desde que entré en comunidad he visto muchos casos y que ahora están fuera muy bien. Hay dificultades, momentos críticos, pero experimento en mi vida diaria que Dios ayuda. Él existe y ha cambiado mi vida. Y también puede transformar tu vida”, concluye.

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