Brigitte Bédard, periodista televisiva, era adicta a las drogas y al sexo, se confesó durante 3 días con un monje que «me miraba con la mirada de Jesús, que encarnó a Jesús»

*  «Mirándome con unos ojos muy bellos, me dijo: “Brigitte, si conocieras el don de Dios…» Yo no sabía que son las palabras que le dice Jesús a la samaritana (Jn 4, 10). Esas palabras… ¡era Dios quien me hablaba! ¡Era Jesús quien me hablaba! Ablandó mi corazón, que era duro como la piedra… Se levantó, se me acercó, dijo una oración, me impuso las manos y me absolvió de todos mis pecados. Creí, creí que todos mis pecados, mi falta de amor, habían sido perdonados. En apenas una fracción de segundo comprendí que Dios había resucitado, que Jesús era Dios, que Dios estaba vivo, que yo era hija de Dios, que Dios era mi padre y que podía recomenzar mi vida completamente, que Dios me amaba. Jesús murió por mí, solo por mí, para que yo pueda vivir»

Camino Católico.- ¿Cómo podía estar ella allí, confesándose durante tres días ante un monje, ella, que detestaba todo cuanto la Iglesia es y significa? La historia comienza cuando Brigitte Bédard, periodista de la televisión de Montreal (Canadá), tenía once años y empezó a fumar. Era solo el anticipo de lo que vendría al llegar la adolescencia: «Como muchos jóvenes, quería probarlo todo: drogas, sexo, alcohol… ¡Y realmente lo probé todo».

«Nunca encontraba descanso»

De hecho, resume su situación en plena juventud de forma muy expresiva: «Cuando tenía 23 años, al salir de la universidad me encontré con un antiguo novio a la salida del metro y me invitó a una reunión de Cocainómanos Anónimos. Allí comprobé que, efectivamente, tenía un problema de consumo». Apartarse de ese infierno le llevó diez años: «Cuando salí, deshabituada ya a todo tipo de drogas, me encontraba aún más desesperada».

¿De qué la liberó? ¿Qué faltaba en su vida, que el hecho de verse liberada de las drogas no solo no disminuía, sino que aumentaba su desesperanza? Ella explica que cuando tomó conciencia de su estado y empezó a seguir el programa para desintoxicarse, «el vacío afectivo seguía ahí, como el sentimiento de abandono, la gran herida del rechazoY me dediqué a ahondar todo eso cambiando la droga por el sexo. Es fácil, cuando eres joven, consumir personas«.

Su confusión iba en aumento: «Un día me di cuenta de que muy probablemente era lesbiana. Durante ocho años llevé una vida bisexual. Cuando estaba con un hombre, estaba segura de estar hecha para una mujer, y cuando estaba con una mujer, estaba segura de estar hecha para un hombre. Todos los días me planteaba esta cuestión existencial«.

«Me acostaba para dormir, pero nunca encontraba descanso. Buscaba encontrar sentido a mi vida. No sabía cómo sería mi vida con una mujer, no sabía cómo sería mi vida con un hombre. Quería tener una familia, tener una vida ‘normal’, en definitiva, quería ser feliz pero eso no llegaba nunca», confiesa en declaraciones a Famille Chrétienne, que traduce y sintetiza C.L. en Religión en Libertad

Curiosamente, comenta con humor, fue el día que decidió dejar de fumar cuando realmente tomó conciencia de la «hipersensibilidad» que habitaba en ella, que la había conducido a una «depresión increíble» durante la cual perdió a todos sus amigos. Se iba «muy lejos, a Montreal» -no vivía allí entonces- para estar donde nadie la conociese: «Me encontré sola».

Un día, una de las personas con la que se veía, harta de verla llorar, le escribió el nombre de un monje en un trozo de papel y se lo dio: «Brigitte, deberías ir a la abadía de Saint-Benoît-du-Lac y hacer un inventario de tu vida».

«¿Cómo? ¿Realmente crees que voy a ir a ver a un cura?», respondió, escandalizada: «¡Aborrezco a los curas! ¡No quiero saber nada de religión!«.

Pero su amiga acudió a un argumento que la convenció: «Nunca volverás a ver a ese monje, y todo lo que le cuentes no podrá repetirlo jamás a nadie, no tiene derecho a ello».

Así que Brigitte le cogió el papel de las manos con malos modos, y al final, aunque sin decir que iba a ir… fue.

La abadía benedictina de Saint-Benoît-du-Lac, fundada en 1912, se encuentra a orillas del lago Memphrémagog, al este de Montreal, en Québec (Canadá).

Y allí estaba ella allí, por fin ante aquel monje, dispuesta a leer ante él una «lista de cuarenta páginas, solo para las aventuras sexuales». Él le dijo que sí, y empezó a escucharla. «Al cabo de cinco o diez minutos empecé a atacarle sobre el papel de la mujer, sobre la Inquisición, sobre las brujas… todo lo que yo reprochaba a la Iglesia se lo arrojé, le hice personalmente responsable, le dije: ‘Si usted lleva ese hábito, es porque usted está de acuerdo con todo lo que hace y ha hecho la Iglesia, con todo lo que dice’. Bueno, yo lo decía educadamente, pero luego se lo dije estando de pie delante de él, y golpeando la mesa, y gritándole a la cara«.

«Encarnó a Jesús»

Sin embargo, algo iba pasando en el alma de Brigitte con esas conversaciones: «Por primera vez en mi vida me sentí escuchada. Esa intensidad en la mirada, esa compasión… Él me miraba realmente con la mirada de Jesús. No me habló de Jesús ni una sola vez durante seis horas, pero él fue Jesús, encarnó a Jesús«.

El monje y ella charlaron durante tres días, dos horas por día: «Al final del tercer día, de la sexta hora, yo había ‘vaciado mi maleta’. Y entonces me eché a llorar, porque yo no sabía qué iba a sacar en limpio de esos tres días, qué me iba a pasar… La vida no era nada para mí. Y entonces él me dijo unas palabras que me traspasaron. Mirándome con unos ojos muy bellos, me dijo:Brigitte, si conocieras el don de Dios…» Yo no sabía que son las palabras que le dice Jesús a la samaritana (Jn 4, 10). Esas palabras… ¡era Dios quien me hablaba! ¡Era Jesús quien me hablaba! Ablandó mi corazón, que era duro como la piedra… Él se levantó, se me acercó, puso una mirada amorosa en mí. Él oró por mí imponiéndome las manos. Y el Espíritu Santo cayó sobre mi.  Y me absolvió de todos mis pecados«.

Brigitte se emociona un poco al recordarlo, pero luego advierte, bromeando: «¡Llevaba tres días confesándome!»

«Creí, creí que todos mis pecados, mi falta de amor, habían sido perdonados», prosigue: «En apenas una fracción de segundo comprendí que Dios había resucitado, que Jesús era Dios, que Dios estaba vivo, que yo era hija de Dios, que Dios era mi padre y que podía recomenzar mi vida completamente, que Dios me amaba. Jesús murió por mí, solo por mí, para que yo pueda vivir«.

«Todo estaba cerrado, y en una fracción de segundo todo se abría ante mí». A partir de ese día decidió “poner a Dios en el centro de su vida”. Madre soltera de dos hijos, descubre la amistad, la vida de la Iglesia, peregrina a Roma y se levanta todos los días a las 4 de la mañana para orar durante una hora y media. “¡Estoy dotada de todo un temperamento! “, subraya a Mathilde De Robien en Aleteia.

Unos años más tarde, conoció a Hugues en Internet. Se casaron el 30 de septiembre de 2006 y tienen dos hijos juntos. Hugues también tiene dos hijos de una primera unión, por lo que forman una familia numerosa de seis hijos.

Brigitte Bédard pudo poner en el centro de su vida a Dios e ir sanando sus heridas incluso contrayendo matrimonio

Déjate querer… por tu marido

Después de dejarse amar por Cristo, ahora debe dejarse amar… por su marido. Si los comienzos de su matrimonio fueron bastante apasionados, la vida matrimonial está lejos de ser color de rosa. “Vivíamos un poco solos, Dios no estaba en el centro de nuestras vidas. El hecho de que seas cristiano no significa que no tengas problemas”, dice ella.

Atrapada en el torbellino de su trabajo, muy absorbente, nunca perdió la oportunidad de dar testimonio de su conversión, atravesó el país para dar conferencias, se comprometió con su esposo en varios servicios de la Iglesia. Su esposo luchó contra la adicción a la pornografía. Pasaron por una crisis de pareja que duraría dos años, y estuvieron acompañados psicológica y espiritualmente por la comunidad de Chemin Neuf.

Lo que cambió nuestra vida

«Lo que cambió nuestra vida fue comenzar a orar en pareja todas las mañanas», dice ella. “Una forma de poner a Dios en el centro, de revisar nuestras prioridades. Y lo que se convirtió en una prioridad en la oración fue nuestra relación personal con Dios. ¿Hasta dónde debe llegar nuestra conversión? ¡Hasta en nuestra cama! Pero hubo muchos obstáculos, en vista de nuestras heridas pasadas, que nos impidieron experimentar la comunión sexual”. 

Poco a poco, Brigitte Bédard consigue presentar a Dios, en su oración personal, sus dificultades, sus miedos, sus frustraciones. Sabe que Dios quiere reconstruir su pareja, restaurarla. Ella sabe que Él no los juzga y los acoge donde están. “Me ayudó a darle la bienvenida a Hugues donde estaba, darle la bienvenida tal como era. »

La oración de la pareja nos “obligó” a estar en la verdad.

En ese momento, unas palabras de un psicólogo los marcaron profundamente: “Hay que cuidar la herida del otro”. Así, la oración les ayuda a permanecer anclados en la paciencia, la confianza, la delicadeza y la mansedumbre. “Dios nos estaba enseñando a amarnos a nosotros mismos deshaciéndonos de todos los conceptos erróneos que teníamos. Nuestros fracasos estaban allí para ayudarnos a construir el amor, y la oración de la pareja nos “obligó” a estar en la verdad”. Un camino que aún hoy da sus frutos y del que felizmente da testimonio a través de sus columnas en el programa de televisión La Victoire de l’Amour (TVA) y en la revista católica Le Verbe, plasmando finalmente su experiencia vital en el libro Era incapaz de amar. Cristo me liberó, que amplía todo lo que ha sido su vida y los cambios obrados en ella por el Señor. Su último libro es Je me suis laissé aimer… et l’Esprit Saint m’a emporté (Me dejé amar… y el Espíritu Santo me llevó).

Una parte de este testimonio fue publicado originalmente en Camino Católico en octubre de 2019, pero ha sido ampliamente actualizado hasta el día de hoy


Para entrar en el catálogo y en la tienda pincha en la imagen

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad