Crystalina Padilla perdió la virginidad a los 15 años, vivió relaciones sexuales promiscuas, pero clamó a Cristo ante el Santísimo y ahora con su esposo predica la castidad a los jóvenes

* «Pues tomé valentía y entré. Al pasar el umbral de ingreso, ni siquiera podía ver al Señor de frente. Me sentía muy avergonzada. Pero finalmente tuve el valor de ver a Jesús en la Eucaristía y entre lágrimas, exclamé: «¡Señor, ayúdame… Jesús, ayúdame por favor, en toda mi suciedad, en todo mi asco, Jesús, ayúdame por favor!»

Video del testimonio de Crystalina Padilla 

Camino Católico.- Las rupturas matrimoniales eran una experiencia recurrente en la familia de Crystalina Padilla. Sus abuelos se habían divorciado y cuando ella tenía dos años de edad su padre se marchó de casa… “así que para mí, el amor no duraba, era algo temporal”, confidencia a PortaLuz

Esta carencia en valores de trascendencia fue el sustrato que la impulsaría a mantener relaciones sexuales desde la temprana adolescencia. Tampoco sus amigas eran muy distintas. Tenía dudas de ceder a las presiones del novio y a ellas pidió consejo. “«¿Qué te pasa? –le respondieron-, todo el mundo lo hace. Lo amas, ¿verdad?». Pensé, «sí, lo amo» y a mis 15 años perdí mi virginidad. Pensaba que de este modo haría crecer ese gran lazo emocional entre los dos, tan ilusionados, ya que estábamos enamorados. Pero en realidad ese temprano inicio sexual terminó con cualquier amor que pudo existir en la relación. Todo respeto simplemente salió por la ventana”.

Los adolescentes amantes discutían a menudo y terminaron separándose. “Nunca olvidaré el día que lo vi por última vez; mientras se alejaba, pensé «¿Se lleva algo?»”.

La adicción al sexo

Crystalina dice que al terminar ese vínculo sentía un incómodo “vacío” que paulatinamente resolvió refugiándose en su grupo de amigas del colegio. Todas quinceañeras, ávidas de aventuras, se desafiaban la una a la otra. También Crystalina, quien sorprendió a todas con una repentina decisión… “Si un chico puede salir sin dormir conmigo por unos seis meses -les dije-, entonces es porque me ama, ya verán”.

Pero durante los tres años que restaron de secundaria, la bella joven fue el fiel reflejo de lo que una sociedad hedonista genera, privilegiando los instintos por sobre su propia dignidad. “Llevé esta mentalidad en toda mi secundaria… así, con ese estilo de vida me volví parrandera, bebedora, iba a clubes nocturnos, me drogaba, hice de todo… pensé que era divertida, pues era muy atractiva”.

Como otras adicciones, nada le satisfacía. Su cuerpo y el de sus parejas sexuales eran sólo un algo que consumía en cada fiesta que podía. Ni siquiera podía recordar al día siguiente quienes eran. “Por la mañanas pensaba: «no puedo creer haber hecho eso anoche. Espero no verle la cara en el colegio el lunes. ¿Y si todos descubren lo que hicimos?», me preguntaba con angustia. Estas cosas aparecían mucho en mi cabeza”. Pero luego por las noches Crystalina se juntaba con amigos y continuaba en lo mismo. “Recuerdo haberme despertado un día tan asqueada y tan cargada. Me sentía sin valor y dentro mío me reprendí”.

Dios llamando al pecador desde el Santísimo Sacramento

Ya Papa Juan Pablo II lo decía: «Contemplar a Cristo implica saber reconocerle dondequiera que Él se manifieste, en sus multiformes presencias, pero sobre todo en el Sacramento vivo de su cuerpo y de su sangre«.   

Cryistalina vivió eso como un inesperado regalo. Regresaba una de esas noches después de la acostumbrada fiesta y –aunque siempre había pasado delante de ella camino de casa- por vez primera su mirada se centró en esa pequeña Capilla de Adoración Eucarística. Giró la dirección del auto, ingresó al estacionamiento del lugar, pero allí se quedó, inmóvil, en su auto. (Otra fuerza luchaba para evitar que la chica diera siquiera un paso…). “Aun sabiendo que necesitaba ayuda me quedé en el estacionamiento y pensé: «¿Puedo entrar así como estoy?» Pues tomé valentía y entré. Al pasar el umbral de ingreso, ni siquiera podía ver al Señor de frente. Me sentía muy avergonzada. Pero finalmente tuve el valor de ver a Jesús en la Eucaristía y entre lágrimas, exclamé: «¡Señor, ayúdame… Jesús, ayúdame por favor, en toda mi suciedad, en todo mi asco, Jesús, ayúdame por favor!». Y después, me asusté, me levanté para salir corriendo. Cuando abría la portezuela del auto me preguntaba: «¿Qué estoy haciendo?, ¿En qué estaba pensando?»”.  

La familia de Crystalina, a pesar de estar marcada por una historia de rupturas, no era ajena ni indiferente a lo que vivía la joven y fue su madre quien intervino pocos días después del evento en la Capilla. “«Hay una charla sobre la castidad este fin de semana en la Iglesia. Y tú vas a ir», me dijo de improviso. Le respondí con un tajante: «¿Qué?, ¡No lo haré»! Pero ella agregó… «vas a ir, te guste o no»”.

La charla era un retiro y a diferencia de las charlas sobre el sexo que alguna vez recordaba haber escuchado, se estremeció cuando un muchacho, un joven como ella, compartió su testimonio… “Habló acerca de todas las mujeres, de la pornografía, el sexo, las fiestas… todo lo que había sido su vida. Sentí como si me hubiese agarrado de la mano y caminara a través de mi vida; como si pudiera ver las cosas de las que yo estaba avergonzada y que quería ocultar”.

“Me dije a mí misma: «¿Cuál es la diferencia entre este tipo y yo? ¿Qué diferencia hay?» Yo sólo lo miré por un rato… vi que tenía paz, alegría y confianza que no mostraban mis amigos. No estaba esa paz en los lugares a los que concurría y definitivamente no la veía en los chicos con quienes me involucraba”.

La castidad en Cristo para consolidar el amor

Crystalina Padilla y Jason

Su reflexión inmediata al observar al muchacho fue un espejo y un llamado, porque a diferencia de ella, “él no estaba avergonzado de sí mismo”.  Este sentimiento que anhelaba como hijo pródigo gustar aquella paz, restaurar su dignidad, se fundió con el recuerdo de la reciente visita al Santísimo… “A partir de ese momento, realmente cambió mi vida”.

“Ahora que veo atrás todo lo que pasó, fue un gran punto decisivo en mi vida, porque me di cuenta que Dios solamente quería mi bien; y quiere verme para amar, quería acercarse a mi situación, quería amarme en mi vergüenza y suciedad, en todo lo que había hecho. Él quería amarme por lo que era”. 

Crystalina ha registrado su testimonio en el libro Cómo encontrar tu alma gemela y sin perder tu alma (pulse para ver), un estremecedor relato, en que cuenta las motivaciones que tiene para invitar a los jóvenes adolescentes a vivir la virtud de la castidad. Junto a Jason, su esposo, recorren distintas universidades en Estados Unidos testimoniando a los jóvenes el valor de la castidad para consolidar el amor. 

“Con Jason hacemos una hora de Adoración a la semana, rezamos el rosario, asistimos a misa, nos confesamos cada dos semanas y siempre hemos mantenido a Cristo en el centro de nuestra vida”.

Una de las conferencias de Crystalina Padilla y Jason a los jóvenes

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