El P. Joseph era luterano, se casó con Carolyn y llegó a ser obispo luterano: Buscó la verdad y ahora es sacerdote católico

* «Me identifico muchísimo con el punto de vista de Hans Urs von Balthasar. Él dice que Dios nos ha dado dos pilares para mantenernos fieles al Evangelio, uno es Pedro, y el otro es María. Y si pierdes uno, o los dos, no puedes mantenerte en el camino de la fidelidad. Y empecé a entender eso de una manera nueva. También empecé a sufrir por mis hermanos protestantes que ellos no tienen ni uno ni otro pilar. No tienen ni a Pedro ni a María”

Camino Católico.- El P. Joseph nació en una familia luterana, se casó con Carolyn y llegó a ser obispo luterano. Pero, en su búsqueda de la fidelidad y la verdad, encontró que estas estaban en la iglesia católica. Con permiso de Roma, ahora es sacerdote católico. Explican el testimonio de transformación de su vida y el camino que han recorrido de la mano del Señor en el programa “Cambio de Agujas” de H.M. televisión

Joseph Jacobson nació en Wisconsin (Milwaukee, EEUU) en 1940. Su padre era un devoto pastor luterano, compasivo y bondadoso: “Predicaba el Evangelio estupendamente, y lo vivía  muy bien. Servía en parroquias bastante grandes casi sin ayuda. Estaba muy entregado a sus fieles”. “Éramos una familia muy feliz”.

Al entrar en el instituto, Joseph se encontró con los retos propios la juventud. Pero cuando apenas tenía 13 o 14 años, una tarde, leyendo el Evangelio bajo un árbol, en un parque, comprendió qué era lo que quería hacer con su vida: “De ahí en adelante, no había ninguna duda, yo quería hacer lo que mi padre hacía. Y eso era compartir el Evangelio con otras personas, ayudar a los demás a  conocer a Jesús, y ser parte del proceso de integrar a las personas en esta familia. (…) Hubo otros factores, pero ese fue el momento decisivo”.

Estudió en la Universidad de Saint Olif, una institución Luterana en el Norte de Minnesota. Pasó después dos años en Estrasburgo. De regreso en los Estados Unidos, completó su formación en el seminario de Minneapolis y fue ordenado como pastor luterano. Dos semanas más tarde, Joseph y Carolyn se casaron. Durante veinte años, Joseph estuvo al servicio de cuatro parroquias distintas, unas en el campo y otras en la ciudad. En el año 1980 se sintió llamado a asumir la dirección de dos pequeñas parroquias, en una zona rural. Era una vida tranquila, en un pueblo tranquilo. Joseph no esperaba la sorpresa que le esperaba: 

“Para mí la sorpresa fue que a alguien que solo trabajaba media jornada, en un pueblo perdido, le hiciesen obispo del Sínodo Nuevo de Alberta (en Canadá) en el que se habían unido varias Iglesias Luteranas. Esto fue un shock total para mí, y por lo tanto también para mi familia. Me eligieron a las 11 de la mañana de un sábado, me acuerdo como si fuera hoy. Y me consagraron obispo a las tres de la tarde del mismo día. Por lo tanto fue un cambio bastante fuerte”.

Durante el tiempo en que Joseph fue Obispo, el Sínodo de Alberta contaba con unas 150 parroquias y casi 200 clérigos. Su campo de jurisdicción abarcaba todo Alberta y los territorios del oeste, al norte del Yukón (Canadá). Eso incluía una universidad, algunos hospitales y otras instituciones a las que Joseph servía con entusiasmo y abnegación, como lo había aprendido de su padre.

En este tiempo, él formaba parte de la“Comisión Luterana de Unificación”: “Teníamos mucha esperanza de diseñar una iglesia que fuera más apostólica según su administración, y que no fuese solamente una entidad política, como son tantas veces las iglesias luteranas, según el modelo de Europa. Intentamos que fuese más pastoral. Yo estuve muy integrado en todo este proceso. Hasta escribí un libro sobre este tema. Lo llamé: Demasiado bueno para dejarlo pasar. Pero, de hecho, ¡lo dejamos pasar! (risas). Pero así se llamaba el libro. Trataba sobre cómo podíamos diseñar un Iglesia más fiel al Evangelio en que creíamos”.

El trabajo de la omisión comenzó con mucho optimismo e incluso se comenzaron sesiones de diálogo con la Iglesia católica. Joseph fue nombrado representante por parte luterana de un “Círculo de Diálogo Teológico Luterano-Católico”, para Canadá. Se reunían dos veces al año. Joseph recuerda: “Este diálogo fue muy importante para hacerme caer en la cuenta de que había otra alternativa a las posibilidades luteranas para ser iglesia. En este tiempo, según lo que iba viendo, esa posibilidad luterana estaba deshaciéndose por momentos”.

Una realidad comenzó a hacerse evidente para Joseph, dolorosamente evidente: 

“Poco a poco fui desilusionándome con la idea de que los luteranos o los protestantes de cualquier tipo pudieran mantenerse fieles al Evangelio en un ambiente hostil. Y esto como consecuencia precisamente de la manera en la que está hecho el protestantismo. La opinión de la mayoría de los fieles es lo que determina la doctrina de la iglesia. No hay forma de evitarlo. Puedes decir lo que quieras en las constituciones, pero cuando las constituciones se anulan por los votos de la mayoría en un congreso, automáticamente tú tienes que cambiar de dirección según los vientos de los tiempos, en vez de lo que marque el viento del Espíritu. Y yo empecé a apreciar que, a pesar de los problemas que la Iglesia Católica ha podido tener con el paso de los años, siempre ha tenido un guía. Y aún frente a las más fuertes contrariedades, se ha mantenido fiel. Sabemos que ha habido algunos fallos pero, la mayoría de las veces, ha funcionado bien así”.

El P. Joseph trató de dar solución – sin conseguirlo- al problema de la fidelidad al Evangelio que veía dentro de la Iglesia luterana: 

“Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que (la Iglesia Católica) funcionaba así porque Jesús lo había hecho así. Si vienes de fuera, no lo ves necesariamente a la primera. Intentábamos hacerlo lo mejor que podíamos. A mí me pidieron una vez diseñar una manera de evitar que una entidad luterana, a lo que yo pertenecía, pudiese tomar decisiones rápidas que comprometiesen a la entidad, solo porque la mayoría de la gente lo habían votado. Yo lo intenté una y otra vez: a través de la gente, luego a través de los líderes, y es que… fue imposible. La cosa es que cuando la gente tiene poder, como dijo un obispo, es imposible ya quitarles este poder”. 

Su fracaso le hizo reflexionar sobre la realidad de la Iglesia Católica:

“Luego empecé a pensar que nadie diseñaría a la Iglesia Católica como es hoy, tenía que haber sido hecha así por el Señor desde el principio, porque nadie la hubiera hecho así, tal como es hoy, como modelo para el funcionamiento de una Iglesia. ¡Y es que funciona, como conjunto, mejor que cualquier otra cosa!”

Poco a poco Joseph asumió la realidad: había perdido totalmente la confianza de que la Iglesia luterana pudiera mantenerse fiel a sus propias enseñanzas en medio de un ambiente hostil. Llegó a esta convicción observando la evolución de la Iglesia Luterana frente a temas que, a día de hoy, son tremendamente problemáticos: 

“Por ejemplo, la opción de mantenerse firmes con el tema del aborto, aun frente a la posición de las feministas radicales. O mantener una idea clara sobre lo que es el matrimonio verdadero, con todas las presiones que está sufriendo en nuestros días. Yo no podía soportar por más tiempo el formar parte de algo que a mí se me hacía una apostasía, una apostasía que iba en aumento”. 

Joseph pasó momentos muy dolorosos. Su padre era ya muy mayor y le costó mucho aceptar que su hijo fuera a hacerse católico: “Fue una decisión muy dura. Causó mucho sufrimiento”. “Mi dificultad personal fue el tema de mi relación con la gente. Tanto mi familia como la comunidad luterana donde yo servía… Creo que a la gente, cuando yo dimití, no les resultó fácil asumirlo”.

Hubo incluso quién culpó al obispo de haber abandonado la batalla. Pero Joseph explica: “No tiene sentido seguir luchando cuando llegas a comprender interiormente que la Iglesia a la que tú sirves, es incapaz de defenderse a sí misma contra estas cosas. Aunque todavía no lo entendía del todo, pero me di cuenta de que no teníamos defensa contra la cultura que nos rodeaba y sus normas. Y que esa cultura estaba invadiendo a la Iglesia luterana, y que la Iglesia luterana estaba haciendo suya su agenda”.

El proceso de integración dentro de la Iglesia Católica tampoco fue fácil. Fue un largo camino que duró años: 

“El Arzobispo Mc Neil y yo nos habíamos hecho muy buenos amigos. Él era el Arzobispo en Edmuth  durante el tiempo en el que yo servía (como obispo). Él estaba a punto de jubilarse. Carolyn me dijo: «¿Por qué no le invitas a comer y así aprovechas para hablar con él?» Así así lo hice. (…) Casi al final de la comida, yo lo dije como por casualidad: «¿Sabes? Carolyn y yo hemos llegado al punto de creernos más católicos luteranos, que luteranos católicos. Somos católicos luteranos, nuestro compromiso es fundamentalmente católico. Quizás mantenemos alguna influencia luterana, pero lo seguro es que somos más católicos que luteranos. Me acuerdo que estaba a mitad de una cucharada de algo, y la devolvió a su plato. Me miró y me dijo: «¿Te he entendido bien?» (Risas). Yo le dije: «Sí, me has entendido bien. Yo ya no tengo ninguna razón para no hacerme católico. De hecho, llegados a este punto, me lo está exigiendo mi conciencia»”.

El Arzobispo reflexionó unos momentos. Luego preguntó a Joseph: “Si la Iglesia (Católica) te pidiera que tú fueras sacerdote, con el permiso del Santo Padre, ¿tú estarías dispuesto a serlo?” Joseph tenía 58 años en esos momentos. Su respuesta fue de disponibilidad plena e lo que la Iglesia Católica le pidiera: “Yo le dije que sí, si así lo quisiera la Iglesia. Yo no iba a empujar el tema, pero si fuera decisión de la Iglesia, yo estaría encantado de hacerlo”.

La Iglesia tardó nueve años en tomar la decisión de ordenarle sacerdote. El hecho de que él hubiera sido un obispo dentro de la Iglesia Luterana, no ayudó a aligerar el proceso. La llegada de un nuevo Arzobispo colaboró con la ralentización del proceso:  

“Vino el Arzobispo Cullins, que ahora es el Cardenal Cullins. Nos hicimos muy buenos amigos, pero él fue muy cuidadoso con todo el proceso. No me conocía tanto como el otro obispo, así que llevó más tiempo. Pero fue algo muy bueno el que durase tanto tiempo. Ganamos mucho con ser laicos durante esos siete años en una parroquia pequeñita. Aprendimos muchas cosas. Leímos juntos el catecismo, de principio a fin. Leímos muchas cosas que uno no hubiera tenido tiempo de leer y absorber, si hubiera estado activo en el ministerio sacerdotal”.   

Joseph fue – finalmente – ordenado sacerdote en 2007. Le impresionaron enormemente la sabiduría y delicadeza con la que le aconsejó el entonces Cardenal Ratzinger: “Me dijo: para empezar, tienes que tener el acuerdo total de tu mujer. Luego tienes que saber que tu vocación primaria es la de ser esposo y padre, y que tu vocación secundaria es ser sacerdote. Por eso, no puedes servir como sacerdote de tal manera que descuides tu vocación de padre y de esposo”.

Ciertamente, en la Iglesia Luterana, Joseph y su familia habían sufrido precisamente por esta razón, del ministerio de Joseph: “Para mí, ese había sido el problema más grande. Con 200 clérigos, casi todos casados, te digo que ponerse de acuerdo con todos, para bien de la Iglesia, es un problema real. El Cardenal Ratzinger dio en la diana”.

Tras estas indicaciones, Joseph comenzó su nueva vida como sacerdote católico. Su experiencia fue de una gran realización a nivel sacerdotal e incluso a nivel personal. En la Iglesia protestante experimentaba siempre que algo le faltaba, que su predicación, su ministerio, era incompleto: 

“Fue para mí la alegría más grande de mi vida… después de haberme casado con Carolyn, tengo que decirlo. (Risas). Pero es verdad, es verdad. Durante estos ocho años de servicio, siempre he tenido la conciencia tranquila. Pero como pastor y obispo luterano, no me gusta decirlo, pero realmente nunca tuve la conciencia tranquila. Siempre me parecía que algo me faltaba. Aún con la predicación, solo llegas hasta un punto. Es como si cortaras el Evangelio en su totalidad, llegas a un punto en el que no puedes avanzar más. Nunca he tenido esta experiencia como sacerdote católico en mi predicación.  Nunca tienes que quedarte corto con la realidad de la enseñanza, porque tiene su sitio, en toda su realidad. Quizás eso suena un poco complicado, casi tienes que haber vivido esa experiencia para entenderlo. Predicas el Evangelio básico, y luego, ¿qué pasa? Tú, como protestante, no sabes lo que viene después. Pero como católico, hay todo un mundo que viene después. Quizás esto no tiene sentido para los que me oyen, pero esa ha sido mi experiencia. Como sacerdote católico experimento que nunca se agotan las gracias para poder ofrecer a la gente, o los lugares para poder llevar a la gente, y poder ser fieles al Evangelio. Esto ha sido una alegría inmensa para mí.  Y sentirme todo el tiempo realizado como persona, ese sentimiento fue enorme”.

Joseph sigue reflexionando sobre el protestantismo: “El protestantismo como tal es muy reduccionista. Y se ha cerrado la puerta a muchísimas experiencias y riquezas católicas: el misticismo, la tradición de los místicos, toda la tradición mariana, los santos, todo lo que es la Iglesia universal. ¡Todo eso ellos no lo tienen! ¡No está allí! Está ausente”.

El descubrimiento de la Virgen María le hizo vibrar de entusiasmo:

“Me identifico muchísimo con el punto de vista de Hans Urs von Balthasar. Él dice que Dios nos ha dado dos pilares para mantenernos fieles al Evangelio, uno es Pedro, y el otro es María. Y si pierdes uno, o los dos, no puedes mantenerte en el camino de la fidelidad. Y empecé a entender eso de una manera nueva. También empecé a sufrir por mis hermanos protestantes que ellos no tienen ni uno ni otro pilar. No tienen ni a Pedro ni a María. Hace algunos años inauguré una misión, una misión cuaresmal, que se llamaba «Porque todos necesitamos a María». Su primer punto era: Un protestante descubre a la verdadera María. Hice un recorrido a través de la historia de María, y cómo Ella se ha  mantenido fiel a su promesa para guiar a la Iglesia en fidelidad hasta el fin del mundo”.

Antes de terminar su relato, Josep se dirige a los católicos, con un importante mensaje: 

“Después de un tiempo de haber entrado en la Iglesia Católica, me di cuenta de que muchos católicos no se dan cuenta de los tesoros que Dios les ha dado como católicos. Y que no se dan cuenta de que es un tesoro único. Y la presunción que tienen muchos de pensar que los demás tienen los tesoros que ellos tienen, también es falsa, es jugar a lo irreal”.

Tras escuchar a Joseph, es importante completar la historia, escuchando a su esposa, Carolyn. Para ella fue muy importante la lectura del Diario de la Misericordia de Santa Faustina: 

“Después de que él se jubiló, se jubiló pronto, leímos el catecismo, leímos muchas, muchas cosas. Yo estaba de acuerdo con todo en mi cabeza, pero fue como más difícil para mí aceptarlo en el corazón. Un día, estaba haciendo un trabajo de voluntaria en una pequeña tienda del pueblo. Se vendían cosas de segunda mano, y había un libro que si no me equivoco se llama “Diario de la Misericordia”. No era Santa Faustina en ese momento, sino solo Hermana Faustina, hace años que pasó esto. Solo costaba diez céntimos. Así que miré para asegurarme que no era algo extraño o raro. Tenía el imprimátur y también el nihil obstat, entonces pensé: vale, pues esto lo voy a leer. Lo leí y me quedé asombrada. (Se emociona…) De verdad, fue algo impresionante.  Creo que entendí así de poco de todo el contenido, o sea, casi nada. Pero solo ver cuánto ella amaba a Dios… (se emociona otra vez)… Fue algo… muy profundo para mí. Allí realmente empezó mi cambio de corazón. Pero la cosa difícil para mí en este cambio fue la soledad. Empezamos a leer muchos libros sobre conversiones. Eso  ayudó luego con nuestros hijos, y sus cambios también. Pienso que siendo una mujer, mi cambio fue un poco más emocional, en comparación con alguien que veía de manera muy clara las cosas. Creo que nunca lo hubiera hecho sola, sin él, porque yo no tenía esa valentía, porque me exigía mucha valentía. Yo le he dado las gracias a Joseph muchas veces por darme este valentía para poder recorrer ese camino también”. 

Fuente:Eukmamie 
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