El Papa en la Audiencia 9-10-19: «Verse a uno mismo y a los demás con la mirada de Dios»

* «Después de ese encuentro personal con Cristo, Saulo perdió la vista, quedó ciego, y pasó de ser un hombre fuerte e independiente a estar limitado y necesitado de los demás. Y comenzó para él una transformación, como una “pascua personal” que va de la muerte a la vida: lo que antes estimaba gloria se transformó en “basura”, porque su verdadero tesoro ya era Cristo»

Video completo de la transmisión en directo realizada por 13 TV de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

* «A todos los invito a experimentar, como Saulo, el impacto del amor de Dios en nuestra vida, que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de acoger los sentimientos de Cristo y hacerlos llegar a los que nos rodean»

9 de octubre de 2019.- (Camino Católico)  “El bautismo fue para Saulo el comienzo de una vida nueva, en la que se ve a sí mismo y a los demás según la mirada de Dios: los enemigos pasaron a ser amigos; y el ímpetu por perseguir a los que no pensaban como él, cambió en pasión por evangelizar, suscitando la fe en muchos corazones”, indicó el Santo Padre.

Hoy, 9 de octubre de 2019, en la audiencia general, el Papa Francisco ha continuado con el ciclo de catequesis en torno al Libro de los Hechos de los Apóstoles. En concreto, ha meditado sobre la figura del joven Saulo, después san Pablo, que aprobó la muerte de Esteban y perseguía a los cristianos, siendo intolerante e intransigente con los que pensaban de manera distinta a él.

El Papa recordó que de camino hacia Damasco, Jesucristo se manifestó a Saulo y le dijo “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Esto, para el Pontífice supone que “el Resucitado dejó claro que perseguir a un miembro de la Iglesia era hacerlo a Él mismo”.

El Obispo de Roma continuó describiendo cómo, después de este encuentro con Jesús, Saulo quedó cegado y pasó a ser una persona limitada, que necesitaba de los demás: “Comenzó para él una transformación, como una ‘pascua personal’ que va de la muerte a la vida: lo que antes estimaba gloria se transformó en ‘basura’, porque su verdadero tesoro ya era Cristo”. En el vídeo superior de 13 TV se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

A partir del episodio de la lapidación de Esteban, aparece una figura que, junto a Pedro, es la más presente e incisiva de los Hechos de los Apóstoles: la de «un joven llamado Saulo» (Hch 7,58). Se le describe al principio como alguien que aprueba la muerte de Esteban y quiere destruir a la Iglesia (cf. Hechos 8:3); pero luego se convertirá en el instrumento elegido por Dios para anunciar el Evangelio a las gentes (cf. Hechos 9:15; 22:21; 26:17).

Con el permiso del sumo sacerdote, Saulo persigue a los cristianos y los captura. Vosotros, que venís de algunos pueblos que han sido perseguidos por las dictaduras entendéis muy bien lo que significa perseguir a la gente y capturarla. Y lo hace pensando en servir a la ley del Señor. Lucas dice que Saulo «respiraba» «amenazas y muertes contra los discípulos del Señor» (Hch 9,1): en él hay un aliento que huele a muerte, no a vida.

El joven Saulo es retratado como un intransigente, es decir, uno que manifiesta intolerancia con los que piensan diferente a él, absolutiza su propia identidad política o religiosa y reduce al otro a un enemigo potencial contra quien combatir. Un ideólogo. En Saulo la religión se había transformado en ideología: ideología religiosa, ideología social, ideología política. Sólo después de ser transformado por Cristo enseñará que la verdadera batalla «no es contra la carne y la sangre, sino contra […] los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del mal» (Ef 6,12).  Enseñará que no debemos luchar contra las personas, sino contra el mal que inspira sus acciones.

La condición de rabia  -porque Saulo estaba rabioso- y de conflicto de Saulo invita a que cada uno se pregunte: ¿Cómo vivo mi vida de fe? ¿Salgo al encuentro de los demás o estoy en contra de ellos? ¿Pertenezco a la Iglesia universal (buenos y malos, todos) o tengo una ideología selectiva? ¿Adoro a Dios o adoro las fórmulas dogmáticas? ¿Cómo es mi vida religiosa?¿La fe en Dios que profeso me hace amigable u hostil a los que son diferentes a mí?

Lucas nos dice que, mientras Saulo se dedica intensamente a erradicar a la comunidad cristiana, el Señor sigue sus huellas para llegar a su corazón y convertirlo a sÍ. Es el método del Señor: llegar al corazón. El Resucitado toma la iniciativa y se manifiesta en Saulo en el camino de Damasco, acontecimiento que se narra tres veces en el libro de los Hechos (cf. Hch 9, 3-19; 22, 3-21; 26, 4-23). A través del binomio de «luz» y «voz», característico de las teofanías, el Resucitado se le aparece a Saulo y le pide cuentas de su furia fratricida: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? “(Hechos 9:4). Aquí el Resucitado manifiesta su ser una sola cosa con los que creen en Él: ¡atacar a un miembro de la Iglesia es atacar al mismo Cristo! También los que son ideólogos porque quieren el “purismo” –entre comillas- de la Iglesia, atacan a Cristo.

La voz de Jesús dice a Saulo: «Levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes  hacer» (Hch 9,6). Sin embargo, cuando se levanta, Saulo no ve nada, se ha vuelto ciego,  y de hombre fuerte, autoritario e independiente se vuelve débil, necesitado y dependiente de los demás porque no ve. La luz de Cristo lo ha deslumbrado y  cegado: » Así, se presenta también exteriormente lo que era su realidad interior, su ceguera respecto de la verdad, de la luz que es Cristo.» (Benedicto XVI, Audiencia general, 3 de septiembre de 2008).

De este «cuerpo a cuerpo» entre Saulo y el Resucitado, comienza una transformación que muestra la «pascua personal» de Saulo, su paso de la muerte a la vida: lo que una vez fue gloria se convierte en «basura» que hay que rechazar para adquirir la verdadera ganancia que es Cristo y la vida en él (cf. Flp 3, 7-8

Pablo recibe el bautismo. El bautismo marca así para Saulo, como para cada uno de nosotros, el comienzo de una nueva vida, y se acompaña de una nueva mirada hacia Dios, hacia sí mismo y hacia los demás, que de enemigos se convierten en hermanos en Cristo.

Pidamos al Padre que nos haga experimentar, como a Saulo, el impacto con su amor que sólo puede hacer de un corazón de piedra un corazón de carne (cf. Ez 11,15), capaz de acoger en sí «los mismos sentimientos que Cristo» (Flp 2,5).

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos:

Después del episodio de la lapidación de Esteban apareció la figura de un joven llamado Saulo, que aprobó la muerte de Esteban y, con la autorización del sumo sacerdote, perseguía a los cristianos, siendo intransigente con los que pensaban diferente de él.

En el camino hacia Damasco, el Resucitado se manifestó a Saulo y le pidió cuentas de su furor fratricida, preguntándole: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Así, el Señor Jesús dejó claro que perseguir a un miembro de la Iglesia era hacerlo a Él mismo.

Después de ese encuentro personal con Cristo, Saulo perdió la vista, quedó ciego, y pasó de ser un hombre fuerte e independiente a estar limitado y necesitado de los demás. Y comenzó para él una transformación, como una “pascua personal” que va de la muerte a la vida: lo que antes estimaba gloria se transformó en “basura”, porque su verdadero tesoro ya era Cristo.

Ananías bautizó a Saulo, y al imponerle las manos le devolvió la vista. El bautismo fue para Saulo el comienzo de una vida nueva, en la que se ve a sí mismo y a los demás según la mirada de Dios: los enemigos pasaron a ser amigos; y el ímpetu por perseguir a los que no pensaban como él, cambió en pasión por evangelizar, suscitando la fe en muchos corazones.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. A todos los invito a experimentar, como Saulo, el impacto del amor de Dios en nuestra vida, que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de acoger los sentimientos de Cristo y hacerlos llegar a los que nos rodean. Que Dios los bendiga.

Francisco

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