El Papa en la Audiencia: «La lógica de Dios es el amor y los bienes que nos da son para compartirlos. ‘Compitan en estimarse recíprocamente’. ¡Es el remedio contra la envidia!»

* «Para curar al vanidoso, los maestros espirituales no sugieren muchos remedios. Porque, después de todo, el mal de la vanidad tiene su remedio en sí mismo: las alabanzas que el vanidoso esperaba cosechar en el mundo pronto se volverán contra él. Y ¡cuántas personas, engañadas por una falsa imagen de sí mismas, cayeron más tarde en pecados de los que pronto se avergonzarían! La instrucción más hermosa para superar la vanagloria se encuentra en el testimonio de San Pablo. El Apóstol se enfrentó siempre a un defecto que nunca pudo superar. Tres veces pidió al Señor que le librara de aquel tormento, pero al final Jesús le respondió: ‘Te basta mi gracia; mi fuerza se realiza en la debilidad’. Desde ese día, Pablo fue liberado. Y su conclusión debería ser también la nuestra: ‘Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo’»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

 * «No olvidemos a los pueblos que sufren a causa de la guerra: Ucrania, Palestina, Israel y muchos otros. Y oramos por las víctimas de los recientes ataques a lugares de culto en Burkina Faso; así como por la población de Haití, donde continúan los crímenes y secuestros por parte de bandas armadas»

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

28 de febrero de 2024.- (Camino Católico) “Nos gustaría imponer a Dios nuestra lógica egoísta, pero la lógica de Dios es el amor. Los bienes que nos da son para compartirlos. Por eso San Pablo exhorta a los cristianos: ‘Ámense fraternalmente los unos a los otros, compitan en estimarse recíprocamente’. ¡Este es el remedio contra la envidia!”, ha dicho el Papa Francisco en su novena catequesis sobre los vicios y virtudes, centrada en la envidia y la vanagloria.

El Papa Francisco ha reaparecido este miércoles en la audiencia general después de cancelar su agenda el pasado lunes debido a su estado de salud, que aún le ha impedido leer de propia voz la catequesis sobre la envidia y la vanagloria prevista para hoy dentro del ciclo dedicado a los vicios y virtudes: “Queridos hermanos y hermanas. Todavía estoy un poco resfriado, por eso he pedido a Mons. Ciampanelli que lea la catequesis de hoy”, ha explicado el Pontífice a los fieles presentes en el aula Pablo VI al inicio de la audiencia.

“El rostro de la persona envidiosa es siempre triste. Su mirada está abatida, parece sondear continuamente el suelo, pero en realidad no ve nada, porque su mente está envuelta en pensamientos llenos de malicia. La envidia, si no se controla, conduce al odio del otro”. En la base de la envidia «hay una relación de odio y amor», aclara el Papa. Se desea de hecho el mal del otro, pero en realidad «se desea ser como él» y «su buena fortuna nos parece una injusticia». Y también hay «una falsa idea de Dios», porque «no se acepta que Dios tenga sus propias ‘matemáticas’, distintas de las nuestras». Es lo que se desprende de la parábola, contada por Jesús, de los obreros contratados por el dueño de una viña a distintas horas del día. Los que fueron contratados primero «creen tener derecho a un salario más alto que los que llegaron los últimos, pero el amo da a todos la misma paga» y a los que protestan les responde: «¿No puedo hacer con mis cosas lo que quiero? ¿O tienen envidia porque soy bueno?».

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

En cuanto a la vanagloria, «una autoestima inflada e infundada», es característica de quien «posee un yo inflado» y no se fija en los demás, prosiguió el Pontífice, los instrumentaliza, tiende a agobiarlos y mendiga siempre atención, porque quiere presumir de sus hazañas y éxitos ante todos y «se enfada ferozmente» cuando «no se reconocen sus cualidades». “La instrucción más hermosa para superar la vanagloria se encuentra en el testimonio de San Pablo. El Apóstol se enfrentó siempre a un defecto que nunca pudo superar. Tres veces pidió al Señor que lo librara de aquel tormento, pero finalmente Jesús le respondió: ‘Te basta con mi gracia; porque la fuerza se manifiesta plenamente en la debilidad’”. Desde aquel día, Pablo fue liberado. Y su conclusión debería ser también la nuestra: «De buena gana me vanagloriaré, pues, de mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo». En el vídeo superior de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Foto: Vatican Media, 28-2-2024
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Aula Pablo VI
Miércoles, 28 de febrero de 2024
Catequesis. Vicios y virtudes. 9. La envidia y la vanagloria

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy examinaremos dos vicios capitales que encontramos en los grandes catálogos que nos ha legado la tradición espiritual: la envidia y la vanagloria.

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

Comencemos por la envidia. En la Sagrada Escritura (cfr. Gen 4) se nos presenta como uno de los vicios más antiguos: el odio de Caín hacia Abel se desata cuando se da cuenta de que los sacrificios del hermano agradan a Dios. Caín era el primogénito de Adán y Eva, se había llevado la parte más considerable de la herencia paterna; sin embargo, es suficiente que Abel, el hermano menor, tenga éxito en una pequeña iniciativa, para que Caín se torne sombrío. El rostro del envidioso es siempre triste: mantiene baja la mirada, parece estar constantemente examinando el suelo, pero en realidad no ve nada, porque su mente está envuelta en pensamientos llenos de maldad. La envidia, si no se controla, conduce al odio del otro. Abel morirá a manos de Caín, que no pudo soportar la felicidad de su hermano.

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

La envidia es un mal estudiado no sólo en el ámbito cristiano: ha atraído la atención de filósofos y sabios de todas las culturas. En su base hay una relación de odio y amor: uno quiere el mal del otro, pero en secreto desea ser como él. El otro es la manifestación de lo que nos gustaría ser, y que en realidad no somos. Su suerte nos parece una injusticia: ¡seguramente -pensamos- nosotros nos merecemos mucho más sus éxitos o su buena suerte!

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

En la raíz de este vicio está una falsa idea de Dios: no se acepta que Dios tenga sus propias «matemáticas», distintas de las nuestras. Por ejemplo, en la parábola de Jesús acerca de los obreros llamados por el amo para ir a la viña a distintas horas del día, los de la primera hora creen que tienen derecho a un salario más alto que los que llegaron los últimos; pero el amo les da a todos la misma paga, y dice: «¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?» (Mt 20,15). Quisiéramos imponer a Dios nuestra lógica egoísta, pero la lógica de Dios es el amor. Los bienes que Él nos da están destinados a ser compartidos. Por eso San Pablo exhorta a los cristianos: «Ámense cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10). ¡He aquí el remedio contra la envidia!

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

Y llegamos al segundo vicio que examinamos hoy: la vanagloria. Ésta va de la mano con el demonio de la envidia, y juntos estos dos vicios son característicos de una persona que aspira a ser el centro del mundo, libre de explotar todo y a todos, el objeto de toda alabanza y amor. La vanagloria es una autoestima inflada y sin fundamentos. El vanaglorioso posee un «yo» dominante: carece de empatía y no se da cuenta de que hay otras personas en el mundo además de él. Sus relaciones son siempre instrumentales, marcadas por la prepotencia hacia el otro. Su persona, sus logros, sus éxitos, deben ser mostrados a todo el mundo: es un perpetuo mendigo de atención. Y si a veces no se reconocen sus cualidades, se enfada ferozmente. Los demás son injustos, no comprenden, no están a la altura. En sus escritos, Evagrio Póntico describe el amargo asunto de algún monje afectado por la vanagloria. Sucede que, tras sus primeros éxitos en la vida espiritual, siente que ya ha llegado a la meta, y por eso se lanza al mundo para recibir sus alabanzas. Pero no se apercibe de que sólo está al principio del camino espiritual, y de que lo acecha una tentación que pronto le hará caer.

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

Para curar al vanidoso, los maestros espirituales no sugieren muchos remedios. Porque, después de todo, el mal de la vanidad tiene su remedio en sí mismo: las alabanzas que el vanidoso esperaba cosechar en el mundo pronto se volverán contra él. Y ¡cuántas personas, engañadas por una falsa imagen de sí mismas, cayeron más tarde en pecados de los que pronto se avergonzarían!

La instrucción más hermosa para superar la vanagloria se encuentra en el testimonio de San Pablo. El Apóstol se enfrentó siempre a un defecto que nunca pudo superar. Tres veces pidió al Señor que le librara de aquel tormento, pero al final Jesús le respondió: «Te basta mi gracia; mi fuerza se realiza en la debilidad». Desde ese día, Pablo fue liberado. Y su conclusión debería ser también la nuestra: «Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo» (2 Cor 12,9). 

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy examinamos la envidia y la vanagloria, dos vicios capitales propios de las personas que buscan ser el centro del mundo y de todos los elogios.

La envidia aparece ya desde las primeras páginas de la Biblia. Cuando leemos el relato de Caín y Abel vemos que, movido por la envidia, Caín llegó incluso a matar a su hermano menor. El envidioso busca el mal del otro, no sólo por odio, sino que en realidad desearía ser como él. En la base de este vicio está la idea falsa de que Dios debe actuar según la lógica mundana, sin embargo, la lógica divina es el amor y la gratuidad. 

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

La vanagloria, por su parte, se manifiesta como una autoestima desmesurada y sin fundamentos. El que se vanagloria —el vanidoso, el engreído— es egocéntrico y reclama atención constantemente. En sus relaciones con los demás no tiene empatía ni los considera como iguales. Tiende a instrumentalizar todo y a todos para conseguir lo que ambiciona.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Nos vendría bien en esta Cuaresma meditar con frecuencia las “Letanías de la humildad” del cardenal Merry del Val, para combatir los vicios que nos alejan de la vida en Cristo. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

En otras lenguas el Santo Padre ha manifestado:

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

El 1 de marzo se cumplirá el 25º aniversario de la entrada en vigor de la Convención sobre la prohibición de las minas antipersona, que sigue teniendo como objetivo a civiles inocentes, en particular niños, incluso muchos años después del fin de las hostilidades. Expreso mi cercanía a las numerosas víctimas de estos tortuosos dispositivos, que nos recuerdan la dramática crueldad de las guerras y el precio que las poblaciones civiles se ven obligadas a soportar. En este sentido, agradezco a todos aquellos que ofrecen su contribución para asistir a las víctimas y limpiar las áreas contaminadas. Su trabajo es una respuesta concreta al llamado universal a ser hacedores de paz, cuidando de nuestros hermanos y hermanas.

Foto: Vatican Media, 28-2-2024

Por último, mi pensamiento se dirige a los enfermos, a los ancianos, a los recién casados ​​y a los jóvenes, especialmente a los estudiantes del Instituto «Falcone e Borsellino» de Roma y a los niños de la escuela «Giovanni Pascoli» de Fucecchio. Que el camino de la Cuaresma sea una oportunidad para volver a uno mismo y renovarse en el Espíritu.

Queridos hermanos y hermanas, no olvidemos a los pueblos que sufren a causa de la guerra: Ucrania, Palestina, Israel y muchos otros. Y oramos por las víctimas de los recientes ataques a lugares de culto en Burkina Faso; así como por la población de Haití, donde continúan los crímenes y secuestros por parte de bandas armadas.

Francisco


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