Escuchar a Dios

Autor: P. Jaime Burke O.P.
Las personas que sabían escuchar a Dios y transmitir las palabras que recibían al pueblo eran profetas.
Las personas que escuchan a Dios son personas de esperanza. Conozco a dos sacerdotes que se levantaban a las cuatro de la mañana para escuchar a Dios y ellos recibían palabras de esperanza. Yo he leído sus escritos y son de esperanza, porque Dios es un Dios grande que nos ama.

En el Antiguo Testamento los profetas levantaban al pueblo. El profeta Isaías nos habla de un pueblo prisionero durante 40 años (Isaías 50).

Yo era profesor de universidad y cuando veía a una persona que escuchaba a Dios me sentía contento, porque animaba a todos. Los oídos tienen que ser de discípulos dispuestos a aprender. "Cada mañana me despierto y me da palabras de discípulo y me da palabras para los abatidos". En tiempo de Isaías todo el pueblo estaba en cautiverio y él dice: "cantad ruinas de Jerusalén porque viene el que levantará estas ruinas". Este profeta da esperanza al pueblo abatido.

Al profeta Ezequiel Dios le lleva a un valle de huesos secos y el Señor le pregunta: "¿hijo de hombre pueden revivir estos huesos?",.Él responde: "Tú sabes Señor". Dios le dice: "profetiza sobre estos huesos". Inmediatamente renace la vida. La acción del Espíritu de Dios constituye un gran pueblo. Esto sucede porque hay un hombre que escucha a Dios y es un hombre de esperanza.

Joel, otro profeta, describe que hay una plaga de langostas, un ejército. Pasan por una pradera y lo destruyen todo. Esto es la consecuencia del pecado, pero no como castigo de Dios. Joel llama al pueblo al arrepentimiento y se da cuenta de su pecado. Se arrepiente y Dios encendido en celo por su tierra perdonó a este pueblo. Nosotros hemos de ser personas que escuchan al Señor. Todos estamos obligados a escuchar porque El se quiere revelar a nosotros.

En el capítulo de San Juan dice: "El Padre y Yo vendremos a ustedes y haremos morada en ustedes".

Tiempo para Dios
Un día mientras esperábamos para ver una película, un sacerdote y yo, leíamos este capítulo. Me di cuenta que no estaba sólo, que yo estaba hablando con Él, con Dios. En el Evangelio de San Lucas el Señor manda a los 72 discípulos a predicar y ellos van con temor, pero el Señor convierte los corazones de los demás y ellos vuelven contentos, dando gracias por las maravillas que hicieron en el nombre de Jesús.

Jesús dice: "yo me manifestaré a ustedes". Con estas palabras quiere revelarnos que se hará real en nuestras vidas, para que podamos conocerlo como los apóstoles. Dios se quiere regalar a ustedes y cuando estén abiertos y sencillos es cuando se les revelará. Un sacerdote me decía: "padre Jaime, yo no sé distinguir la voz de Dios Padre de la de Jesús. He leído los libros de teología y no he encontrado nada respecto a eso". Le respondí: "te voy a presentar una mujer que te dirá como se hace". Ella habló 17 horas con él. Después de esa conversación me aseguró que "en cinco minutos he aprendido mas que en cinco años de teología". La sencillez nos abre a la revelación de Dios. Tenemos que buscar tiempo en la presencia de Dios para escucharle más que para hablarle, que también es bueno. Una cosa necesaria es sentarse a los pies de Jesús y escucharle.

Una amigo mío dio un retiro a religiosas y les dijo: "hermanas si ustedes dejan un 25% de su tiempo de trabajo y lo dedican a la oración el 75% restante todavía el Señor lo bendecirá diez veces más. Con este 25& de tiempo que dejen el Espíritu Santo cambiará sus vidas"

Tenemos mucho tiempo de ir hacia un lado u otro y no encontramos tiempo para Dios.

Ana y Simeón eran dos ancianos que estaban siempre en el Templo que oraban y escuchaban a Dios. De los cuatro evangelistas, San Lucas y San Juan hablan más de la oración de Jesús, pero Juan pone énfasis en la escucha de Jesús a su Padre. Nosotros estamos llamados a escuchar a Dios.

No se puede conocer a San Francisco sino se ha visto la cueva donde él hacía oración. Él siempre decía a un amigo rico en aquella cueva: "hay un tesoro que tengo que buscar". En lo profundo de la oración encontró a Dios. Hemos de escuchar, es el Señor el que nos ama. Hay una comunidad de trapenses que enseñan por todo el mundo a escuchar a Dios.

Vida en abundancia
Un día vino una pareja para que les casara. Yo les dije que estaba de paso, pero ellos insistieron. Aseguraban que el sacerdote que tenía que casarles se había roto una pierna y no podía hacerlo. Con fuerza, sentí en mi corazón que el muchacho no estaba preparado para casarse. Les explique que ella sí que estaba preparada para el matrimonio pero que el chico todavía no. Ellos insistieron y los casé. Un año después vi a esta chica sola con un niño. El esposo los había abandonado.

En el capítulo cinco de San Juan, nos habla del enfermo de la piscina de Betsáida, que llevaba 38 años enfermo. El Señor le preguntó si quería ser curado. Él respondió: "no tengo nadie que me meta en la piscina".

Jesús contestó a los fariseos: "mi Padre sigue trabajando y yo también". Estas palabras nos revelan que el Amor de Dios Padre no se limita solo a los seis días de creación del mundo, sino siempre está activo. La raíz de la sanación es la compasión de Dios. No estamos creados para ser enfermos, puesto que ese no era el plan de Dios. La sanación es parte esencial de la Buena Nueva del Evangelio. Jesús dijo: "he venido a traer vida y vida en abundancia". Dios sana de muchas maneras.

Yo conocía a un joven que perdió su empleo. Pasados 15 días decidió quitarse la vida, porque perdió la esperanza. Un amigo le dijo enseñándole una semilla, si tú plantas esta semilla, yo te doy este terreno. Él me contó: "Trabajando en la tierra el Señor me ha sanado, dándome gozo y alegría".

Conozco un hombre que quería el doble al perro que a su esposa. Cuando él llegaba a su casa el perro le saltaba 25 veces y a su esposa solo 10 veces. María Armenteros me contó que cuando la mujer estaba triste el perro se daba cuenta de su tristeza y le lamía.

Dios tiene compasión por las personas que tienen heridas, muchas de las cuales se producen en la juventud.

Las consecuencias del espiritismo
Predicaba un retiro con María Armenteros. Ella estaba orando delante del Señor antes de empezar y escuchó en su corazón: "Tengo una oveja que está al caer por un precipicio". Por la tarde entrando al comedor el Señor le mostró la persona y le dijo: "esta es la oveja que está a punto de caer al precipicio". María se sentó junto a ella y la persona le preguntó porque se acomodaba allí, a su lado. María le contó lo que había escuchado del Señor. La mujer empezó a llorar y le contestó: "ahora mismo mi marido está con otra en casa". Estaba desesperada como consecuencia de las infidelidades de su marido y quería quitarse la vida. María oró por ella y esta mujer quedó sana de su intención de cometer una locura.

Hubo un matrimonio que se fueron de paseo y dejaron a una hija de siete años al cuidado de otro hermanito de un año y medio. La niña fue a la cocina y cuando volvió se encontró a su hermanito muerto. Había caído de la cama de cabeza y el niño murió. Los padres no le dijeron nada, pero una tía suya la zarandeó y le decía: "Tú lo has matado". Ella no podía compartir esta experiencia a nadie porque no la creían. La guardó en su corazón. Siendo adulta oró por ella una hermana llamada Ana, a quien el Señor le reveló esta situación de esta herida tan profunda. El Señor sanó esta herida y toda su vida cambió.

Un día, un joven que había estado en el espiritismo me contó que no podía salir porque le matarían los espíritus. Le pregunté si no le importaba ir a visitar a la hermana Ana para que orara por él. Aceptó y la hermana Ana tuvo la percepción interior que sus problemas provenían de su relación con un tocadiscos y dos pistolas. Al chico le gustaba mucho la música. Cuando él tenía 10 años su padre entró en su habitación y sin más le quitó el tocadiscos, quizás porque tenía el volumen más alto de lo normal. El niño quedó herido profundamente. Tanto cambió su carácter éste hecho que dos veces había intentado matarse y tenía dos balas alojadas en la cabeza. Después del retiro los ojos del chico se llenaron de vida, porque Dios nos quiere sanar y darnos vida y vida en abundancia.

Una mujer vino y me explicó que siempre que comulgaba tenía repugnancia. Oramos al Señor y me vino a mi mente que la raíz del problema estaba relacionada con un homicidio. Sentía temor de tenerle que comentar esto. Al final se lo expliqué y ella asintió. Contó: cuando éramos pequeños llevábamos la basura al contenedor y encontramos una chica desnuda descuartizada en su interior. En ese tiempo ella tenía siete años y haciendo la primera comunión el sacerdote le dijo: "ahora recibirás el cuerpo de Jesús". Ella asimiló el cuerpo que vio con el cuerpo de Jesús. Ella era una mujer buena pero no podía evitar la repugnancia. Oramos y ella sanó de esta repugnancia.
 

 
 
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