Faith Tomaszycki fue abusada de niña, se marchó de casa y quedó embarazada, pero la ayuda de sus padres le reveló la misericordia de Dios

* “Les pregunté a mis padres: ¿Cómo podéis tener tanta misericordia conmigo? Me respondieron: El Señor también tuvo misericordia con nosotros cuando éramos jóvenes… ¿Cómo podemos negarte a ti lo que Él nos dio a nosotros? ¿Cómo podemos hacer tal cosa y llamarnos católicos? Una persona verdaderamente católica no puede hacer eso”

Camino Católico.-  Faith Tomaszycki tiene 29 años, nació en  Jacksonville (Florida, Estados Unidos) en una familia católica de los Estados Unidos donde trataron de inculcarle unos valores cristianos que ella nunca llego a hacer suyos. Fue abusada por un familiar siendo una niña y arrastró siempre esas heridas.

Al entrar en la adolescencia comenzó a caer más y más en el mundo de la impureza. Trataba de luchar, pero las tentaciones la superaban y su vida se fue complicando cada vez más. Llegó un momento en que sus padres la pusieron en la alternativa: o cambiaba de vida o se iba de casa. Escogió irse de casa.

Poco después descubrió que estaba embarazada. Al ver el símbolo positivo en la prueba de embarazo comprendió que su vida tenía que cambiar. La ayuda de sus padres en esos momentos se convirtió en una revelación de la misericordia de Dios, sobre todo cuando comenzó a descubrir la doble vida del padre de su hijo. En el vídeo superior se visualiza y escucha el programa “Cambio de Agujas” de H.M. televisión en el cual Faith Tomaszycki cuenta su testimonio de vida.

De su infancia Faith recuerda: “Vengo de una familia profundamente católica. Desde que yo recuerdo, mis padres siempre han tenido una fe muy fuerte. Crecí en un ambiente muy católico toda mi vida. Tengo tres hermanos más y todos hemos recibido una fuerte educación en valores. Esto es algo que, hoy en día, no es muy común. Pero en mi caso, la religión era enseñada en casa, y fomentada con el diálogo con tus padres en la mesa, y siendo una familia muy unida”.  

A pesar del esfuerzo de sus padres por transmitirla la fe, Faith comenzó a rebelarse siendo aún muy pequeña:  “Cuando era pequeña, recuerdo que yo siempre chocaba con esas reglas y limitaciones que venían de unos padres muy estrictos. Mis padres lo hicieron maravillosamente bien, pero yo era muy rebelde desde una edad muy temprana”.

Fue violentada por un familiar siendo una niña y arrastró esas heridas durante mucho tiempo: “El impacto que produjo en mí, quedó grabado hasta bien entrada la pubertad”. Al entrar en la adolescencia comenzó a caer más y más en el mundo de la impureza:“Al llegar a los catorce años es cuando puedo recordar mi caída en la impureza. Estaba viviendo una doble vida: iba a la confesión, a la comunión y a todo, pero también era impura de lunes a viernes. Experimentaba un conflicto muy grande dentro de mi. Era consciente de que llevaba esa doble vida y aún recuerdo intentar explicárselo a mi madre. Yo la decía: Experimento como si hubiera dos en mí, hay una buena y una mala, siempre enfrentadas, siempre luchando”.

Trataba de luchar, pero las tentaciones la superaban y su vida se fue complicando cada vez más:“Procuraba acudir a la confesión, pero de una manera muy superficial, simplemente tomando las nociones básicas de catolicismo que había aprendido desde una edad temprana. (…) Caía e iba corriendo a un sacerdote. Fue un tiempo muy difícil para mí. No llegaba  a plantar mis pies firmemente en la Iglesia, porque yo quería tener un pie dentro y un pie fuera, para poder saborear el mundo. (…) Evidentemente, eso no es posible, no en la Iglesia. Este es el camino por el que fui para llegar a donde llegué”.

Por el camino de la impureza llegó a un enfrentamiento abierto con sus padres. Llegó un momento en que sus padres la pusieron en la alternativa: o cambiaba de vida o se iba de casa. Escogió irse de casa y, con eso, se fue alejando también de la Iglesia. Procuraba ir a Misa y algunas actividades católicas para disimular ante sus padres, pero ellos sabían perfectamente cómo estaba viviendo y cómo se hundía más y más en la impureza: “Todavía intentaba mantener los sacramentos básicos, pero mi vida fue un vivir en y del mundo desde ese momento en adelante. Fue un periodo muy difícil. Mis padres se mantuvieron en contacto conmigo”.

Gracias a Dios, sus padres siguieron el prudente consejo de su director espiritual:“Intentad guardar la paz entre vosotros y ella, no rompáis del todo los lazos. Recibidla en vuestra casa pero, cuando tengáis oportunidad, explicarla que su manera de vivir no es correcta”.

En este periodo Faith tuvo varios novios. Ella misma confiesa: “No era una relación buena. Y, de hecho, yo era la que nos empujó más hacia la impureza”. Con 22 años comenzó a vivir con un hombre de religión judía. Fue una situación bastante confusa. Él estaba preocupado por su seguridad y ella trató de ayudarle sin saber nada de lo que había detrás en la vida de este hombre: “No es una buena idea para nadie, no lo recomiendo”. La relación duró poco más de un mes: “Estábamos viviendo juntos y, al final de este tiempo, él tenía que ir a trabajar en otro sitio. Se fue de mi casa, y me enteré que estaba embarazada. No es sorprendente, pero para mí sí lo fue”.

El descubrimiento de que estaba embarazada se convirtió en un momento de gracia que transformó su vida. Su primer pensamiento, al ver el símbolo positivo en la prueba de embarazo, no fue: ¿y ahora que voy a hacer?, como valorando la posibilidad de abortar, posibilidad que nunca se le pasó por la cabeza. Su primer pensamiento fue:“No puedo seguir viviendo como lo estoy haciendo. Tengo que cambiar, porque esto ya no tiene que ver solo conmigo. Me he equivocado al vivir así, al descuidar mi alma, al jugar con fuego como he hecho – ¡fuego eterno!- pero ahora hay otra alma. Experimenté un agradecimiento enorme por esa gracia que el Señor me había concedido”.

Faith es consciente que, si pudo reaccionar así, fue gracias a la educación recibida de sus padres y no duda en llamar a su hijo“mi salvación”, porque fue él quien la ayudó a comprender su error y a cambiar totalmente de estilo de vida. Para Faith fueron momentos de palpar con sus propias manos cuán grande es la misericordia de Dios.

Un momento clave fue la conversación que tuvo con sus padres dos semanas después de descubrir que estaba embarazada: “Fui a mis padres y se lo dije tal cual: Estoy embarazada. Me respondieron que no les sorprendía mucho, pero su primera pregunta fue: ¿Te has confesado? Su prioridad era mi alma”.

Faith había hecho planes de casarse con el padre de su hijo y formar una familia con él. Sus padres, con acertada intuición, la propusieron volver al hogar familiar para darse un tiempo de reflexión y no tomar una decisión precipitada. Faith se quedó asombrada ante el generoso ofrecimiento de sus padres. Parecía que habían olvidado todas las discusiones, todos los enfrentamientos, todos los disgustos que ella les había dado: “Les pregunté: ¿Cómo podéis tener tanta misericordia conmigo? Me respondieron: El Señor también tuvo misericordia con nosotros cuando éramos jóvenes… ¿Cómo podemos negarte a ti lo que Él nos dio a nosotros? ¿Cómo podemos hacer tal cosa y llamarnos católicos? Una persona verdaderamente católica no puede hacer eso.”

Faith recuerda esos meses, al regreso al hogar paterno, como los mejores de su vida y los mejores en cuanto a la relación con sus padres. Ella descubrió a sus padres y seguramente también sus padres la descubrieron a ella. El Señor fue tomando un lugar cada vez más grande en su vida. El padre de su hijo lo notaba y eso provocó que se fueran distanciando. Los puntos en común eran cada vez más escasos, poco a poco, cada vez tenían menos de qué hablar. En ese contexto, el padre de Faith tuvo una seria conversación con su hija. Había estado investigando a través de un detective privado quién era realmente ese hombre con el que había estado viviendo su hija. Descubrieron que estaba metido en muchos asuntos feos, incluido el tráfico de droga, había llegado a pasar un tiempo en la cárcel. 

Faith tuvo una seria conversación con su exnovio. Viendo que la ruptura definitiva era inevitable, él preguntó: “¿Me vas a quitar a mi hijo?” Faith experimentó que su instinto materno se alzaba en defensa de su hijo, por eso le respondió: “Pues no veo otra cosa porque no te conozco. Pensé que te conocía pero no te conozco.” Fue un momento tremendamente duro para ella, porque como mujer que se había entregado totalmente a un hombre, experimentaba un fuerte apego afectivo hacia él. Pero era la decisión más prudente para no arruinar su vida y la de su hijo.

“Puse fin a la relación e intenté hacer todo lo que tenía que hacer para prepararme para tener un bebé, dejar el pasado atrás y seguir adelante con la ayuda de mis padres. Yo no voy a decir que fue fácil. No fue fácil, fue muy difícil”. Faith se sintió asaltada por muchos miedos y temores: “Hubo paz entre mis padres y yo, pero a la vez fue un reto. Tenía mucho miedo por no saber si sería capaz de criar un hijo sola. O, a lo mejor, nunca encontraré un marido, porque he tenido un hijo ya. Hace falta un hombre muy bueno para aceptar un hijo que no es suyo. (…) Pero también, desde este momento, fue aumentando mi vida de oración, empecé a ir a la misa diaria, y a la adoración lo mas posible. Fue maravilloso”. 

Y un día, haciendo oración en la capilla de la adoración, el Señor tocó su corazón y la liberó de todos sus miedos: “Estaba rezando en la adoración, delante de Jesús en la Eucaristía. Me acuerdo que me vino como una sensación y un pensamiento: No necesito a nadie. No necesito otra alma en esta vida, más que a ti. Si tengo los ojos puestos en Ti, no necesito a nadie más… En ese momento desapareció el miedo a no encontrar a nadie, a no casarme… Comprendí que esos pensamientos eran tan superficiales, totalmente innecesarios: ¡Porque tengo a Dios! Se me caían las lágrimas pensándolo”.

Poco después de esta experiencia, que la hizo comprender que en su vida podía faltar todo, pero no podía faltar Dios, es más, que al único que necesitaba era al Señor, el Señor la hizo conocer a un chico: “Lo más gracioso es que, muy poco después, conocí a un chico que llegaría a ser mi marido, Fred Tomaszycki… Lo conocí en un retiro del Hogar de la Madre. Dos semanas después de comprender que no necesito un hombre, lo conocí. Primero nos hicimos muy amigos. Esto fue genial. Él estuvo a mi lado durante todo el embarazo. Y después de que nació mi hijo George, continuamos con esta amistad. Y más o menos un año después, un año después de que mi chiquitín entró en mi vida, Fred me pidió casarnos. Y nos casamos. Este mes de marzo hicimos cuatro años de casados. Él adoptó a George un año después de casarnos. Y tenemos dos niñas pequeñas: Clare y Annie. Y mi vida está totalmente transformada. Dios es asombroso. Está muy presente en nuestras vidas. Y nosotros intentamos tener una vida de familia como me enseñaron mis padres. Intentamos rezar el rosario todas las noches, ir a la adoración como familia y enseñar a mis hijos a conocer, amar y servir a Dios como a mí me enseñaron”.

Fuente:Eukmamie
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