Homilía de Santa Eulalia: Participó de una forma muy especial en la muerte y  resurrección triunfante del Señor que se renueva sobre el altar / Por P. José María Prats

* «Dice la carta a los hebreos que Jesús, con su muerte, ‘liberó a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos’ (Heb 2,15). Efectivamente, la fe en Jesucristo nos libera del miedo, del egoísmo, de la codicia, de la vanidad y nos permite vivir una vida heroica, de negación de nosotros mismos, de entrega a los demás, de lucha por la verdad y la justicia. Pidamos a Santa Eulalia  que encienda en nosotros el fuego de su fe, el fuego de la fe que vence al mundo»

Santa Eulalia, virgen y mártir. Patrona de la ciudad de Barcelona

Sir 51,1-8  /  Sal 44  /  1Pe 4,12-19  /  Mt 25, 1-13

P. José María Prats / Camino Católico.- Según la tradición, santa Eulalia fue una niña que vivió en el hoy barrio de Sarrià de Barcelona a finales del siglo III, fue educada en el cristianismo y tuvo desde pequeña una gran compasión por los pobres. En el año 303, al iniciarse la persecución de Diocleciano, Eulalia, con solo trece años, se presentó ante el procónsul Daciano para pedirle que dejara de perseguir a los cristianos y él le respondió que si quería conservar la vida debía renegar de su fe. Eulalia se negó y fue sometida a multitud de tormentos: la azotaron, le rasgaron la carne con garfios, la hicieron caminar sobre brasas ardientes, le pusieron aceite hirviendo en las heridas, la rociaron con plomo fundido, la metieron en un barril lleno de vidrios y lo hicieron rodar… Finalmente, viendo que los tormentos no conseguían doblegarla, la condenaron a morir en una cruz en forma de aspa.

Imagen de Santa Eulalia en la calle Baixada de Santa Eulalia de Barcelona

Muchas crónicas de martirios de cristianos de los primeros siglos fueron escritas –como en el caso de Santa Eulalia– varios siglos más tarde y, como es natural, adquirieron un tono hagiográfico y legendario. Pero es incuestionable que los hechos históricos ocurridos dejaron una huella muy profunda en la sociedad. Santos que padecieron el martirio siendo niños o jóvenes como santa Eulalia, santa Inés, san Pancracio, santa Águeda o santa Lucía, suscitaron una enorme devoción que se recoge en el arte y en la piedad popular. El casco antiguo de Barcelona, por ejemplo, está lleno de estatuas y rincones que honran la memoria de santa Eulalia, formando lo que se conoce como la Ruta de Santa Eulalia (Plaza del Pedró, Pla de la Boqueria, Arco de Santa Eulalia, Calle del Call, Bajada de Santa Eulalia, Catedral, Plaza del Ángel…).

Tal vez estos martirios heroicos de niños y jóvenes marcaron tanto a la sociedad porque en ellos se demuestra claramente lo que afirma San Juan: «lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe» (1Jn 5,4). El Espíritu Santo había infundido en ellos una conciencia tan viva del amor de Dios manifestado en la muerte de Cristo por nosotros, un deseo tan grande de corresponder a este amor y una seguridad tan firme en la resurrección y gloria de los que permanecen fieles hasta la muerte, que nada, ni siquiera los tormentos más espantosos, fueron capaces de doblegarlos.

Dice la carta a los hebreos que Jesús, con su muerte, «liberó a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos» (Heb 2,15). Efectivamente, la fe en Jesucristo nos libera del miedo, del egoísmo, de la codicia, de la vanidad y nos permite vivir una vida heroica, de negación de nosotros mismos, de entrega a los demás, de lucha por la verdad y la justicia.

El sepulcro de Santa Eulalia se encuentra, como sabéis, en la cripta de la Catedral de Barcelona, justo debajo del altar mayor, como signo de que ella participó de una forma muy especial en la muerte y en la resurrección triunfante del Señor que se renueva sobre el altar. Ella es un testimonio, un referente y una advertencia para nosotros en un tiempo en que parece que el mundo ha vencido, que los cristianos tenemos miedo de manifestar abiertamente nuestra fe y que la Iglesia se deja seducir y someter por el mundo.

Pidamos a Santa Eulalia, patrona de nuestra ciudad, que encienda en nosotros el fuego de su fe, el fuego de la fe que vence al mundo

P. José María Prats

Evangelio

Jesús dijo a sus discípulos:

Escuchen, pues, lo que pasará entonces en el Reino de los Cielos. Diez jóvenes salieron con sus lámparas para salir al encuentro del novio. Cinco de ellas eran descuidadas y las otras cinco precavidas.

Escultura de Santa Eulalia en el edificio de la calle Boquería 1-7 con Salvador Casañas de Barcelona

Las descuidadas tomaron sus lámparas como estaban, sin llevar más aceite consigo. Las precavidas, en cambio, junto con las lámparas, llevaron sus botellas de aceite. Como el novio se demoraba en llegar, se adormecieron todas y al fin se quedaron dormidas.

Al llegar la medianoche, se oyó un gritó:

«¡Viene el novio, salgan a su encuentro!»

Todas las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Entonces las descuidadas dijeron a las precavidas:

«Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.»

Las precavidas dijeron:

«No habría bastante para ustedes y para nosotras; vayan mejor a donde lo venden, y compren para ustedes.»

Mientras fueron a comprar el aceite, llegó el novio; las que estaban listas entraron con él a la fiesta de las bodas, y se cerró la puerta.

Más tarde llegaron las otras jóvenes y llamaron: «Señor, Señor, ábrenos.»

Pero él respondió:

«En verdad, se lo digo: no las conozco.»

Por tanto, estén despiertos, porque no saben el día ni la hora.

Mateo 25, 1-13


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