Javier Martínez, víctima de abusos sexuales, frecuentó la prostitución homosexual, tomó alcohol y drogas, deseó suicidarse… Puso una vela ante el Santísimo y Dios le cambió

* «No sé cómo fue exactamente pero me acerqué a un sacerdote que estaba allí. Y resulta que me aceptó de una manera tan natural… Percibí cariño, algo que no había sentido nunca en todas mis búsquedas. Un amor diferente, que no me juzga, que no me señala con el dedo diciéndome ‘tú eres malo, tú no sirves’. Hablando con él, me pregunta si quiero poner una vela ante el Santísimo. Estaban realizando Arde Complutum, una semana de evangelización en las calles, con el Santísimo expuesto. Le dije que sí. Ya me había, digamos, confesado como una hora o así con él. Nos acercamos al Santísimo en la catedral y le puse mi velita al Señor. Ahí me derrumbé: permanecí de rodillas llorando y confesando mis pecados allí públicamente. El sacerdote siempre a mi lado. Fue algo muy grande. Mi vida empieza ahí: hay un antes y un después…  Y a mí no es que me haya comido el coco nadie; lo vivo realmente cada día. Mi relación con Dios es lo más bonito que me ha podido pasar porque realmente es el que me llena. Es muy especial…  Dios no busca en un sentido a personas perfectas para mostrarse a ellas, sino que Dios busca al corazón que está dispuesto a abrirse para Él»

Camino Católico.-  Javier Martínez Carpintero, de Alcalá de Henares pertenece a una familia católica, pero en casa solamente practicaba su madre. Su infancia fue como la de cualquier otro niño de su época. Su adolescencia se vio afectada por los cambios sociales en España tras la muerte de Franco, cuando se pasó del «todo está prohibido» al «todo está permitido». Pero algo que le marcó más aún fue el hecho de ser víctima de abusos sexuales cuando tenía 13 o 14 años.

Desde muy joven, se metió en el ambiente de la prostitución homosexual. La única salida que encontraba a su desesperada situación era el matrimonio, pero su esperanza se vio frustrada. Más tarde se enamora de otro chico al que conoció por Internet y de nuevo desea realizar su sueño. Finalmente, una noche, en una plaza de Alcalá de Henares, encuentra algo que realmente puede cambiar su vida. Explica su testimonio en el programa “Cambio de Agujas” de  H.M. Televisión, que puede verse en el vídeo que ofrecemos.

Javier nació en una familia humilde del centro de Alcalá de Henares, el tercero de cuatro hermanos. Su padre creía en Dios, pero iba poco a misa. Su madre iba algo más. Con su abuela María, recuerda, aprendió el “Jesusito de mi vida”.

En el colegio era un niño muy fantasioso y distraído, los estudios se le daban mal, y sólo le gustaba la clase de religión y la de dibujo. Fue monaguillo dos años, y le gustaba porque se sentía integrado.

Cuando murió Franco él tenía 14 años y afrontó una adolescencia volcada en la cultura de la transgresión. “Antes estaba todo prohibido y de repente empezó a llegar pornografía, drogas, manifestaciones, huelgas… Yo era muy experimental, me metía en todo, y a la vez no encajaba. Experimenté con drogas, con la música… Con mi hermano mayor me llevaba 10 años; con el siguiente, 6; me sentía solo, veía libertad y me desenfrené”.

Javier Martínez -el niño de pie en el centro- a principios de los años 70, con sus padres y hermanos

Alcohol e izquierda radical

En su primera borrachera, con vodka, perdió completamente el sentido: tenía 13 años. Con 15 y 16 años pasó a militar en formaciones de izquierda radical: “había militado en Joven Guardia Roja, ahí celebrábamos con alcohol por todo lo alto el día que Mao impuso el comunismo en China. Mi padre tuvo que venir a buscarme, había perdido hasta los zapatos, qué vergüenza”.

Mientras bebía, se sentía bien. Cuando dejaba de beber, se deprimía, porque sentía que no encajaba en el mundo. “Mi padre me dijo que yo siempre sería un obrero hijo de un obrero. Y yo con 16 años me negaba, me rebelaba contra eso”, recuerda.

Abusos sexuales y el deseo de ser aceptado

A los 16 años entró en el ambiente gay, donde había fiestas y alcohol. Y había hombres mayores, a los que admirar, hombres que se presentaban como pintores, escritores, doctores, todos muy acogedores, todos dispuestos a hacerle sentir amado y acogido… y a enseñarle el estilo de vida gay.

Además, como muchas otras personas que desarrollan atracción por el mismo sexo, Javier había sufrido abusos sexuales infantiles durante una etapa larga. “Yo tendría de 12 a 13 años y fui abusado por una persona que era mayor que yo y además era una persona violenta, una persona agresiva, una persona que ya tenía antecedentes penales. Era la persona que más o menos controlaba a todos los chicos del barrio. Si hacías lo que decía, te iría bien; si no, serías insultado y acosado. Este tipo de abusos se produjo durante dos o tres años. ¿Yo a quien acudía con 13 años a decirle que a mí me pasaba esto? Yo pensaba: mejor me quedo calladito, aguanto lo que sea, pero sobrevivo”.

Vender sexo, comprar alcohol y droga

De los 16 años a los 25 su vida fue una cuesta abajo. En ocasiones vendió su cuerpo para servicios sexuales homoeróticos. Sexo, alcohol y drogas se combinaban: usaba uno para olvidar al otro… o para financiarlo. Cometió varios delitos y pasó por la cárcel.

En cierto momento, su personalidad abierta a experimentar le llevó a acercarse a un grupo católico de oración carismática. “Yo nunca había desechado la idea de Dios, pero me convenía dejarla ahí atrás y vivir al margen de ella”. En el grupo carismático se sentía bien. Trabajaba como camarero y el domingo por la tarde iba con ilusión con los carismáticos, un grupo grande, de unas cien personas. “Allí había personas que habían sufrido y yo me sentía muy integrado con ellos porque compartía con ellos algo, me daban estabilidad”.

Pero al mismo tiempo seguía tratándose con grupos de su barrio que le desestabilizaban.

A menudo pensaba en suicidarse… y lo intentó algunas veces. Pero su fe le impedía consumar sus intentos de suicidio. “Como en el fondo sabía que Dios está y que hay algo más allá, pues en el fondo eso es lo que me frenaba”, recuerda.

El grupo carismático se disolvió al cabo de un par de años precisamente porque había quejas y presiones respecto a que atraía a bastantes personas con problemas como los que tenía él mismo.

Javier se quedó solo, pero con inquietudes espirituales. Buscó en los testigos de Jehová. Y a los 21 años conoció a los evangélicos. Pero al tener que incorporarse al servicio militar cortó su contacto con ellos y volvió al alcohol. “Me fui a la mili y entonces en el mismo tren con unos gallegos que había por ahí empezamos a tomar orujo y… bueno, aquello fue un desastre. Tiramos las maletas, tiramos los extintores, destrozamos el tren ciertamente…”

Pareja gay, esposa cristiana, otra pareja gay

Tras el servicio militar, se fue a vivir a Barcelona, conviviendo en una relación homosexual.

Después, en París, conoció a una chica peruana. “Yo pensaba que si me casaba y tenía hijos podría tener una vida normal, como todo el mundo. Me fui a Paris y en dos semanas encontré en una iglesia hispano-francesa a la que sería mi mujer”. En un viaje a España se casaron por la Iglesia. Tuvieron un hijo y una hija y durante 20 años hubo bastante estabilidad. Pero él aún bebía mucho, y eso causaba discusiones graves. “Entonces, los últimos 5 años prácticamente pasamos inadvertidos el uno del otro. Pasábamos por la casa por el pasillo incluso sin saludarnos”. Se divorciaron, y él fue a vivir a casa de sus padres. Ahí él volvió a romperse emocionalmente.

“Yo quería ser una persona muy fuerte pero no en realidad siempre fui muy débil, incapaz de afrontar la realidad. Regresé otra vez al alcohol, las drogas y el sexo con varones”.

El 15 de agosto de 2008 murió su padre. A Javier le despidieron del trabajo. Pensaba en suicidarse, pero lo postergó porque encontró un novio por Internet, en Bolivia. Llegó a casarse por poderes con él, y a traerlo a España utilizando la ley del matrimonio homosexual que habían implantado los socialistas en 2005. Pensaba que él podía ser la persona de su vida y fantaseaba con adoptar un niño y quizá un perrito. Pero también esta relación se rompió.

Así estaba la Plaza de los Santos Niños en la noche de verano de 2012 que cambió a Javier; era un evento de evangelización de Arde Complutum, con velas y exposición del Santísimo

La noche de verano que lo cambió todo

Y así se encontró paseando, una noche de verano de 2012, desesperado, por el centro histórico de Alcalá de Henares, en la Plaza de los Santos Niños, junto a la catedral que alberga los restos de los niños mártires Justo y Pastor.

“Esa noche la plaza estaba llena de gente, con mucho colorido. No sé cómo fue exactamente, realmente es que no lo recuerdo, pero me acerqué a un sacerdote que estaba allí. Y resulta que me aceptó de una manera tan natural… Percibí cariño, algo que no había sentido nunca en todas mis búsquedas. Un amor diferente, que no me juzga, que no me señala con el dedo diciéndome ‘tú eres malo, tú no sirves’.»

«Hablando con él, me pregunta si quiero poner una vela ante el Santísimo. Estaban realizando Arde Complutum, una semana de evangelización en las calles, con el Santísimo expuesto. Le dije que sí. Ya me había, digamos, confesado como una hora o así con él. Nos acercamos al Santísimo en la catedral y le puse mi velita al Señor. Ahí me derrumbé: permanecí de rodillas llorando y confesando mis pecados allí públicamente. El sacerdote siempre a mi lado. Fue algo muy grande. Mi vida empieza ahí: hay un antes y un después”.

Una nueva vida orientada a Dios

Eso ocurrió en 2012. Y desde entonces todo cambió. Javier, que siempre había querido experimentar todo por sí mismo, ya lo sabía: las cosas donde había buscado felicidad o evasión le daban solo prisión, cárcel, muerte, sufrimiento y lágrimas. Su vida se orientó a Dios, y se transformó.

“Hoy voy a misa todos los días, a mi encuentro, como yo le llamo. Rezo el rosario. Para mí es una cosa muy bonita porque como mi madre física está en el Cielo, con mi madre la Virgen María, pues entre las dos y yo  ahí tenemos nuestra conversación. Colaboro con el grupo de evangelización Kerigma, de Alcalá de Henares, que es el que más me apoyó en un primer momento. Tengo mi director espiritual, mi confesor, y acudo a COF, el Centro de Orientación Familiar de la diócesis. Tuve acceso a un buen psiquiatra cristiano. Ahora me va muy bien, soy una persona que tomo mi medicación a sus horas y, ¿qué decir?, esa es mi vida normal. Ahora mismo estoy en el paro, pero eso tampoco es una desesperación. Será lo que Dios quiera ¿no?”

La gente del grupo Kerygma y los participantes del Arde Complutum 2012 cantan por las calles de Alcalá… cada verano forman una nueva hornada de evangelizadores callejeros

«Mi relación con Dios, lo más bonito»

Javier asegura que hoy tiene con Dios una relación “de hijo, yo soy su hijo amado, pensado desde el principio de los tiempos. Y a mí no es que me haya comido el coco nadie; lo vivo realmente cada día. Mi relación con Dios es lo más bonito que me ha podido pasar porque realmente es el que me llena. Es muy especial. Tendrías que tener una relación así para entenderlo”.

Javier repasa su vida y saca una conclusión: “Si te paras a pensar, mi vida ha sido un completo caos, un completo desastre. Pero fíjate, Dios no busca en un sentido a personas perfectas para mostrarse a ellas, sino que Dios busca al corazón que está dispuesto a abrirse para Él. Y esto es independiente de tu nivel, de tus estudios, de tu capacidad monetaria. Él ya me había elegido”.

Fuente:Eukmamie
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