Juanjo Cuartielles, 36 años de sacristán, casado, con hijos y ahora ordenado diácono: «Mi respuesta fue en la Fe del Señor y dejarme llevar y guiar por el Espíritu Santo»    

  «Esta es una afirmación del Concilio Vaticano II: un diácono sirve para manifestar el testimonio del amor del Señor hacia los demás, ya que tenemos que ser reflejo de Cristo servidor. Este servicio específico surge desde la fe y el amor al prójimo y se expresa en el diaconado, para colaborar en la construcción del Reino de Dios aquí en la Tierra. Me gustaría servir al Señor con alegría, como nos dice el salmo 100. Luego como el Sr. Arzobispo de mi diócesis Joan Planellas i Barnosell lo disponga, siempre según mis posibilidades y capacidades. Y por último, quiero servir con pobreza y humildad, que es el carisma propio de los diáconos y con la misma entrega con la que vivieron los diáconos mártires de Tarragona Augurio y Eulogio» 

Camino Católico.- Juanjo Cuartielles fue ordenado diácono permanente en una ceremonia en la Catedral de Tarragona, templo del que es sacristán desde hace 36 años, el pasado mes de julio. Se casó hace 19 años con Grace, en México, de donde ella es originaria, y «Dios bendijo su unión con tres preciosos hijos: Adrià, Enric y Pau», cuenta a Merche Crespo en  Aleteia. Cuando se planteó dar un paso más en el servicio a la Comunidad de Tarragona ante la llamada de Dios para ser diácono, “mi respuesta fue en la Fe del Señor y dejarme llevar y guiar por el Espíritu Santo”, tal y como aconseja a quienes como él se sientan interpelados a servir en la Iglesia.

– En Tarragona te conocen por ser el sacristán de la catedral, ¿desde cuándo ocupas este cargo?

– Como bien dices, «mi fama» ¡entrecomillas!, es por ocupar este cargo desde hace 36 años, y lo continúo haciendo con el mismo entusiasmo, entrega y dedicación, lo único que ha cambiado es que ahora ejerzo también como diácono en la misma sede catedralicia.

Permanecer en este templo durante tantos años me ha dado la oportunidad de relacionarme con personas de diversas clases y condiciones que acuden allí por varias motivaciones. La catedral no deja de ser un edificio que es signo de la ekklesía, la comunidad de la arquidiócesis de Tarragona, su construcción trasciende en el lenguaje más allá de las piedras, su concepción va más allá del propio edificio, se eleva hacia el cielo, y ella misma es una oración, un templo sagrado y un lugar especial para muchos. Supongo que tantos años viviendo y trabajando aquí te hacen reflexionar sobre lo importante que es.

Juanjo Cuartielles con su esposa Grace y sus  hijos, que le ayudaron a revestirse con la ropa de diácono el día de su ordenación / Foto: Departamento de Medios de Comunicación del Arzobispado de Tarragona

– El día de tu ordenación hablaste de tu familia, a la que dedicaste unas bonitas palabras, sobre todo a tu mujer, Grace. ¿Podrías reproducirlas?

– ¡Si claro! como dice el cantautor Joan Manel Serrat, fueron «Palabras de amor sencillas y tiernas» salidas desde lo más profundo de mi corazón. Exactamente dije lo siguiente: «Dice el fragmento de una bonita canción: ‘Gracias a la vida, que me ha dado tanto’, ¡Vida dada por Dios, por amor, porque Dios es Amor! Las grandes obras están hechas por Amor (mis hijos Adrià, Enric y Pau). Pero detrás de una gran obra de arte como esta catedral, siempre hay un arquitecto. Grace, ¡eres la arquitecta de esta Gran Obra de Dios, que es nuestra familia. Permíteme expresar mi agradecimiento con el fragmento de la letra de un grupo musical: ‘Sin ti no soy nada’, yo lo cambio y digo: ‘Sin ti no somos nada’».

– ¿En qué medida tu mujer e hijos han influido en tu decisión o te han ayudado a tomarla?

– ¡Ellos lo han sido todo en esta decisión! La que me hizo tomar esta determinación fue Grace, eso sí que es enigmático pues, que yo recuerde, nunca le había hablado del tema. Te respondo a esa pregunta, si me permites, con el fragmento de las palabras que dije el día que recibí las órdenes menores:

Juanjo Cuartielles con su esposa Grace y sus  hijos, el día de su ordenación / Foto: Departamento de Medios de Comunicación del Arzobispado de Tarragona

«Gracias, gracias, y gracias, Grace; por todo el soporte, paciencia, comprensión, ayuda, sacrificio…  Adrià, Enric y Pau, sois signo de la bendiciónde Dios en nuestra pequeña iglesia doméstica. ¡Con vosotros hago camino!»

– Aparte de tu familia, ¿alguien más ha tenido algo que ver en tu vocación? 

– ¡Si claro! ¡Dios! Primero debo agradecérselo a Él por el don de la vida, manifestado por el Amor de mis padres. «Dios es Amor», escribió Juan evangelista.

También mis padrinos y padres que me dieron lo que creyeron que era lo mejor para mi desarrollo, además de todo lo necesario para vivir, el Bautismo.

El Bautismo me convirtió en miembro de una buena familia, la familia de los hijos de Dios, de los creyentes, de una Iglesia Trinitaria, Católica, Apostólica y Romana.

Y también influyeron otras personas que me han dejado huella y han hecho posible que hoy vaya haciendo camino hasta donde Dios me lleve.

– Tu vocación «no es un premio para Juanjo, sino fruto del amor de Dios». El día de tu ordenación hiciste esta afirmación.

– Sí, efectivamente, en concreto dije que «Mi vocación no es un premio ni un reconocimiento a Juanjo (a mi ser), por los años que llevo en esta catedral. Es un compromiso de servicio humilde como cristiano, que nace desde la fe y en la fe, de esta Iglesia de Jesucristo».

Para mí la llamada del Señor no es un premio, ¡es un honor! Dios es el Padre que llama de forma personal a cada uno de sus hijos. Los textos bíblicos lo reflejan con Samuel y su llamada, igual que yo hago con mis hijos, cuando les pido algo concreto.

Juanjo Cuartielles durante su ordenación diaconal presidida por el Arzobispo de Tarragona Joan Planellas i Barnosell / Foto: Departamento de Medios de Comunicación del Arzobispado de Tarragona

No sé si es muy teológico lo que digo, pero creo que hay que diferenciar entre premio y diaconado. Un premio es una recompensa, galardón o remuneración que se da por algún mérito o servicio. Y diaconado es una actitud, una llamada personal de Dios a servir a su pueblo Santo.

– ¿En qué momento empezaste a discernir tu vocación al diaconado?

– Yo no recibí ningún mensaje de WhatsApp, ni correo electrónico, ni llamada telefónica. Mi vocación es fruto del Bautismo, como he señalado antes, que me convirtió en miembro de la familia de los hijos de Dios, de los creyentes y de la Iglesia. Y es en la fe y desde la fe de esta Iglesia, extendida de Oriente hasta Occidente, desde donde fue surgiendo esta vocación específica, este deseo de servicio que ha ido creciendo en mí en un proceso natural de maduración.

– El diaconado, igual que el sacerdocio, es una vocación de servicio a la comunidad. ¿Cómo te gustaría servir a tu diócesis? 

– Esta es una afirmación del Concilio Vaticano II: un diácono sirve para manifestar el testimonio del amor del Señor hacia los demás, ya que tenemos que ser reflejo de Cristo servidor. Este servicio específico surge desde la fe y el amor al prójimo y se expresa en el diaconado, para colaborar en la construcción del Reino de Dios aquí en la Tierra.

Juanjo Cuartielles incensando / Foto: Departamento de Medios de Comunicación del Arzobispado de Tarragona

Primero servir al Señor con alegría, como nos dice el salmo 100. Luego como el Sr. Arzobispo de mi diócesis (Joan Planellas i Barnosell) lo disponga, siempre según mis posibilidades y capacidades. Y por último, quiero servir con pobreza y humildad, que es el carisma propio de los diáconos y con la misma entrega con la que vivieron los diáconos mártires de Tarragona Augurio y Eulogio.

– ¿Qué dirías a los hombres como tú para que se animen a seguir por este camino de servicio si Dios les llama para esa vocación?

– ¡Que respondan! No hay mejor ejemplo que el de Samuel o la Virgen. «Aquí me tienes, ¿para qué me querías?» (I Samuel, 3, 5), responde Samuel a la llamada de Dios.

Juanjo Cuartielles en su ordenación diaconal con el Arzobispo de Tarragona Joan Planellas i Barnosell / Foto: Departamento de Medios de Comunicación del Arzobispado de Tarragona

Cuando a uno lo llaman, lo normal, educado y elegante es «responder». Pero para eso hay que saber escuchar; escuchar en el silencio de la noche o en los pequeños momentos de la vida, de la oración. Y siempre tener confianza en el Señor, ya que cualquiera puede oír, pero no todos pueden escuchar. Ahora necesitamos espacios y tiempo para el silencio, vamos muy acelerados y en nuestro ambiente hay demasiado ruido. Eso sí, nuestra respuesta tiene que ser desde la Fe y en la Fe del Señor y, sobre todo, dejarse llevar y guiar por el Espíritu Santo.

– ¿Cómo te organizas para compatibilizar tu trabajo como sacristán, padre de familia y servició a la comunidad?

– De una forma natural y sencilla. Pongo un ejemplo: se es padre las 24 horas, aunque las 24 horas no se hace de padre, se hace de padre solo cuando se requiere dentro de estas 24 horas. Esto mismo se puede aplicar en el ministerio del diaconado.

En mi trabajo como diácono cumplo con mis responsabilidades y como sacristán con las tareas que se me asignan dentro de un horario laboral, lo mismo que sucede con los otros diáconos que trabajan.

– Después de unos meses tras tu ordenación: ¿qué valoración haces?

– Hay un dicho en catalán que dice: «Càntir nou fa l’aigua fresca» (Cántaro nuevo hace el agua fresca), así que yo ¡Ofrezco esta agua fresca que he recibido! Cuando se empieza un proyecto siempre se suele hacer con ilusión, alegría y esperando hacerlo lo mejor que sea posible.


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