Kinga María y Ricardo Zatarain: «Hemos cumplido 25 años como esposos no por ser santos o buenos, sino porque hemos invitado a Dios y a la Virgen María a nuestro matrimonio» 

*  «En la boda, el ramo que le llevamos a la Santísima Virgen fue un modo de decirle: ‘Aquí estamos este par de hijos, y queremos que vengas, que estés en medio. Queremos tu abrazo maternal, tu apoyo, tu sabiduría’. Y nunca nos ha fallado: sigue estando en medio de nosotros… Cuando hay un problema los dos hablamos y nos comprometemos a rezarlo juntos» 

Camino Católico. Para Kinga María, de Budapest (Hungría), y su esposo Ricardo Zatarain, de Guadalajara (México), no hay duda de que el poder del rosario los unió en matrimonio y los sigue sosteniendo. Kinga, después de 25 años de matrimonio juntos, afirma a Jesús V. Picón en Aleteia, lo siguiente: «Estoy muy consciente de que no es porque seamos tan santos o tan buenos, sino porque hemos invitado a Dios y a la Virgen María a nuestro matrimonio». Pero esta invitación comenzó mucho antes de que se conocieran, cuando Kinga tenía 16 años. «Yo decía que no quería buscar un novio y otro, sino que Dios me indicara quién sería mi futuro marido para ahorrar tiempo».

«Se lo pedí mucho a la Virgen María. Mi mamá nos inculcó mucho la oración del Rosario, pues en Hungría la figura de la Santísima Virgen es muy importante, así que siempre he tenido contacto con Ella».

Ricardo, por su parte, recuerda que en los campos de su escuela preparatoria había una imagen de la Virgen en piedra. «Ahí me paraba a orar y rezaba algún misterio, pues yo sentía un amor especial y cariño a María Santísima».

Kinga María y su esposo Ricardo Zatarain, el día de su boda / Foto: Cortesía Kinga María y Ricardo Zatarain

Encuentro en Alemania

No fue en Hungría ni en México donde encontraron la respuesta a sus oraciones, sino en Alemania, en octubre de 1994. Ricardo cuenta que encontró a Kinga a través de un amigo mutuo. «Él y yo estudiamos juntos alemán, y me invitó a conocer a un grupo de húngaros que se reunían para hacer ejercicio».

Conocer a Kinga «fue amor a primera vista». Caminaron como novios tres años y finalmente se casaron. Y ella, por su parte, reconoce: «Cuando conocí a Ricardo hasta lo espanté, pues yo tenía la seguridad de que él iba a ser mi esposo y se lo dije a la semana de conocernos».

 

La gran invitada de su matrimonio

«En la boda, el ramo que le llevamos a la Santísima Virgen fue un modo de decirle: ‘Aquí estamos este par de hijos, y queremos que vengas, que estés en medio. Queremos tu abrazo maternal, tu apoyo, tu sabiduría’. Y nunca nos ha fallado: sigue estando en medio de nosotros», atestigua Ricardo.

Kinga también comentó sobre su vida matrimonial y familiar que, por lo general, rezan el rosario por separado, «pero cuando hay un problema los dos hablamos y nos comprometemos a rezarlo juntos», pues comenta que, cuando crecen los hijos «llegan a una edad en donde las batallas se ganan de rodillas».

Ricardo Zatarain junto a tres de sus hijos / Foto: Cortesía Kinga María y Ricardo Zatarain

Una familia bajo el cuidado de la Virgen

Kinga y Ricardo tienen cinco hijos y radican actualmente en Guadalajara, Jalisco (México) bajo la protección ordinaria de María Santísima. Antes vivieron en Estados Unidos, y ahí la ayuda mariana fue mayor, cuando estaba por nacer su primera hija.

Cuenta Kinga que Ricardo se había ido a trabajar en el coche. «Yo me sentía rara. Le hablaba a la bebé y, generalmente, ella me contestaba, pero esta vez no respondía. Entonces me senté a hacer un poco de oración y una voz en mi cabeza me decía: ‘Háblale al doctor’. Llevaba nueve meses pidiendo la ayuda de la Virgen, así que obedecí. El médico me dijo que solo había ido al consultorio por unos papeles y que ya se marchaba, pero me pidió que fuera para que me revisara. Como yo no tenía el coche, le pedí a la Virgen que me mandara un taxi. Salí del apartamento y estaba un taxi que se acababa de desocupar, así que me llevó con el doctor».

«El médico revisó el corazón de mi niña, y apenas latía. Me envió al hospital y me hicieron una cesárea. Desperté en un cuarto, llegó el pediatra y me dijo: ‘A tu hija se le enredó el cordón umbilical y dejó de respirar. Tiene que estar en incubadora y vamos a ver si hubo algún daño’. Por la tarde me llevaron a verla,  y al día siguiente nos dieron de alta. Gracias a Dios no pasó nada y no le quedó ninguna secuela», afirma Kinga.


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