La definición de la nueva evangelización y los desafíos en su aplicación / Por Monseñor Dominique Rey, obispo de la diócesis de Fréjus-Toulon

Este es el texto integro de la primera de las conferencias de Monseñor Dominique Rey, obispo de la diócesis de Fréjus-Toulon, Francia,   en el I Congreso de Nueva Evangelización, celebrado en Manresa (Barcelona) los días 7 y 8 de enero de 2012. Para profundizar más puedes leer la segunda y tercera conferencia pinchando en: 

La conversión pastoral que las comunidades cristianas tienen que vivir para poder inscribirse en la nueva evangelización / Por Monseñor Dominique Rey, obispo de la diócesis de Fréjus-Toulon

La puesta en funcionamiento de la nueva evangelización a partir de varias experiencias / Por Monseñor Dominique Rey, obispo de la diócesis de Fréjus-Toulon

7 de febrero de 2012.- (Dominique Rey / Camino CatólicoBuenos días. Gracias a los obispos que me han invitado y a cada uno de vosotros que estáis presentes. Estoy muy contento de estar aquí, un lugar donde ha vivido San Ignacio de Loyola, en este día en el que celebramos a un gran religioso catalán, San Raimundo de Peñafort  y mañana celebraremos la fiesta del bautismo de Cristo. Una conjunción de fechas y lugares que coinciden en este encuentro.

Si he venido aquí es porque he sido invitado y por amistad con mis dos hermanos obispos, pero no lo he hecho para aportaros respuestas a una pregunta que es realmente compleja, sino para aportaros primero una experiencia, después mis convicciones y finalmente una relectura después de once años en el episcopado, en mi diócesis, que me han permitido desarrollar numerosas reflexiones y análisis sobre lo que se llama la “Nueva Evangelización”.

Muy rápidamente, mi propio itinerario, cuando yo lo veo ahora, ha sido una preparación para esta Nueva Evangelización. Yo trabajaba en el Ministerio de Finanzas en Francia. Era de origen cristiano, pero mi fe ha sido profundamente renovada cuando tenía 26-27 años por un reencuentro con el testimonio del Evangelio, con personas misioneras y esta experiencia de evangelización ha sido decisiva en mi reencuentro con Cristo y en mi camino interior con Él.

El segundo punto que ha sido muy importante en mi itinerario es mi encuentro con las comunidades. Descubrí la comunidad Emmanuelle en Paris y con ella he vivido experiencias misioneras que para mí son muy proféticas y que me han enseñado mucho en mi ministerio sacerdotal y episcopal.

Me acuerdo de una pequeña historia, una primera experiencia de evangelización. Estaba en Paris, trabajaba en el Ministerio de Finanzas y un día me hablaron de un pequeño grupo de oración que se encontraba justo al lado de mi oficina. Ven a tal hora y podrás orar con algunas personas. Fui a este grupo y al salir, al final del grupo, el responsable dijo, bueno ahora vamos a pasar a la segunda parte de la tarde (¡vaya había una segunda parte!). Yo no sabía que este grupo era en realidad un grupo de oración y de evangelización. Estábamos evangelizando justo al pie del edificio donde yo trabajaba. Era una situación realmente embarazosa para mí. Recuerdo que llevaba una cartera y la puse delante de mi cara para evitar que me reconocieran.

Cuando fui ordenado sacerdote me enviaron a un barrio de París muy conocido por el turismo, el barrio de Pigalle. Es un barrio donde hay mucho sexo, prostitución, drogas. Fui enviado para ver como poder llegar a esta población y yo debía desarrollar en particular un bar de evangelización que se llama “El Bistro del cura”. Esta taberna se encuentra entre tiendas de lencería fina y sexshoops. Fue para mí una experiencia muy interesante. La manera en la que la Iglesia podía llegar a sectores de población muy alejados de la fe. Teníamos 150 voluntarios y varios trabajadores para desarrollar estas iniciativas en este barrio.

Finalmente el año 2000 fui nombrado obispo por el Papa Juan Pablo II, en el Año del Jubileo. He descubierto que la misión profunda de un obispo es ayudar a los cristianos, a las comunidades, a los sacerdotes, a los laicos, para que lleguen a ser auténticos misioneros.

Tres razones para evangelizar

Cuando se habla de Nueva Evangelización, hay que hablar primero de Evangelización. Hay tres razones que nos invitan a evangelizar. El primer motivo de evangelización es Cristo, es nuestra relación con Cristo, que nos invita a escuchar su Palabra y escuchando su Palabra ir a todas las naciones haciendo discípulos. No hay evangelización que no se origine, que no surja de una relación muy fuerte, esencial, decisiva, con la persona de Jesucristo. El evangelizador es un hombre o una mujer que están aquí por el amor de Cristo. La experiencia que él vive con Cristo le pone en una postura de anuncio, de testimonio.

Por lo tanto, la primera razón de evangelizar es el encuentro con Cristo. Cuando llegué a mi diócesis un sacerdote me dijo “en esta diócesis hay muchos católicos, pero pocos cristianos”, es decir pocas personas que han tenido una experiencia personal o que viven una experiencia personal con Cristo. Muchos católicos sociológicos, pero pocos católicos que han tomado partido por Cristo. Es lo que el Papa Juan Pablo II llamaba “hay que volver a Cristo”.

La segunda razón por la que uno se hace evangelizador es nuestra unión con en la Iglesia. En la Evangelii Nuntiandi, el Papa Pablo VI, después del Sínodo sobre la Evangelización, dice de una manera discreta, pero muy significativa, que la Iglesia ha sido hecha para evangelizar, la razón de ser de la Iglesia es la evangelización. Por lo tanto hay que salir de la tentación de ser cristianos entre nosotros, de una manera de guetorización. La Iglesia es dada como signo de salvación en la espera de los que no están aún en su seno, en ella.

La tercera razón de la evangelización es el mundo. Santo Domingo rezaba para que los pecadores se convirtieran. Cuando evangelizamos miramos el mundo, a los hombres y mujeres. Todo hombre y toda mujer están hechos para Cristo, para encontrar a Jesucristo. Viendo los dramas, las dificultades, las tragedias, de los hombres y mujeres que conocemos y que no han tenido una experiencia de salvación en Cristo, nosotros somos invitados a ser testigos del Evangelio.

Estas tres razones son fundadoras del proceso misionero: Cristo, la Iglesia y el mundo.

El Papa Juan Pablo II, es el primero que ha utilizado, ha inventado, la expresión Nueva Evangelización.

En Novo Millennio Ineunte en el n° 40, evocaba el paso a un nuevo paradigma. Nos encontramos en una era post- constantiniana, donde la Iglesia ya no es la postura englobante de la sociedad.

“Ha pasado ya, incluso en los Países de antigua evangelización, la situación de una « sociedad cristiana », la cual, aún con las múltiples debilidades humanas, se basaba explícitamente en los valores evangélicos. Hoy se ha de afrontar con valentía una situación que cada vez es más variada y comprometida, en el contexto de la globalización y de la nueva y cambiante situación de pueblos y culturas que la caracteriza. He repetido muchas veces en estos años la « llamada » a la nueva evangelización. La reitero ahora, sobre todo para indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés.”

Más de 300 veces, Juan Pablo II retoma la expresión “nueva evangelización”. Se trata de llevar a Cristo con “un nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones” (Juan Pablo II, discurso a la 19eme  Asamblea del CELAM).

El adjetivo “nuevo” no significa la denuncia del pasado, o la renuncia de la misión practicada hasta hoy. Se trata de una recalificación de nuestras prácticas pastorales, volviendo a la fuente del Evangelio y de la misión de la Iglesia.

El objetivo de la evangelización es de permitir a cada hombre de entrar en contacto con Cristo y de hacer la Iglesia todavía más apta para transmitir de manera persuasiva y comprensiva el Evangelio de salvación.  Pero esta misión coextensiva  a la vida de la Iglesia será “«nueva» no en los contenidos, sino en el impulso interior, abierto a la gracia del Espíritu Santo, que constituye la fuerza de la ley nueva del Evangelio y que renueva siempre a la Iglesia; «nueva» en la búsqueda de modalidades que correspondan a la fuerza del Espíritu Santo y sean adecuadas a los tiempos y a las situaciones; «nueva» porque es necesaria incluso en países que ya han recibido el anuncio del Evangelio.”(Benedicto XVI, homilía en la solemnidad de los Santos apóstoles Pedro y Pablo, el 28 de junio 2010)

Un doble desafío justifica la nueva evangelización. Un desafío “externo”: la urgencia de un nuevo anuncio de la fe, en un contexto de secularismo, de relativismo y de pérdida de memoria cristiana. Un desafío interno: la exigencia para la Iglesia de encontrar sin cese su identidad y su estructura misionera.

A – Los obstáculos internos a la nueva evangelización

1-   Una sospecha sobre el principio de la nueva evangelización

Se reduce a veces el concepto de nueva evangelización a un eslogan pastoral o a un catálogo de acciones a emprender.

Los Lineamenta que prepara el Sínodo sobre la nueva evangelización declaran la existencia de una sospecha vis a vis del término “nueva evangelización”. En primer lugar, esta expresión escondería una desaprobación de lo que se ha hecho hasta ahora. Se haría tabla rasa de la herencia y de los frutos misioneros que han marcado el testimonio de la Iglesia a lo largo del siglo XX.

Además, la palabra “nueva evangelización” cubriría una voluntad implícita de proselitismo de la parte de la Iglesia, comprometiendo las experiencias de Vaticano II, en particular sobre la relación de la Iglesia en el mundo y sobre el dialogo interreligioso. La Iglesia evolucionaría sensiblemente hacia un repliegue de identidad, y un espiritu de cruzada frente a una sociedad que ella diabolizaría.

¿Así pues, la Iglesia debería dejar de lado su compromiso misionero, el cual forma parte de su identidad?

2-  El inmovilismo

Es más fácil de mantener el “sistema actual”, de hacer “girar la maquina”, de perpetuar el pasado, que de cuestionar el dispositivo pastoral y de refundar el proyecto misionero. Se buscará la justificación del statu quo. “Siempre se ha hecho así. ¿Porqué no podemos continuar a hacer lo que sabemos hacer?”. O bien, “ya hemos hecho eso”, como si se hubiese realizado ya el recorrido de las nuevas proposiciones pastorales locales. Por otra parte, “vuestra zona es especial”. La situación pastoral local es percibida de manera tan específica que los aportes exteriores son de entrada descalificados.  Se buscará entonces el ser autosuficientes, excluyendo toda contribución crítica y exógena.

Esta esclerosis es reforzada por la rutina, por el peso de los hábitos de funcionamiento heredados del pasado, por el temor a perder las referencias o de ser incompetente. A estos movimientos reflejos de protección o de defensa, se añade la dificultad de considerar una pastoral que supera la gestión de mantenimiento.

3-  La secularización

Frente a la erosión de los modos de vida cristiana, la vida de los bautizados y de las comunidades cristianas aparece como una provocación al mimetismo creado por los mass-media. La tentación sería de sustraerse a la emergencia que lleva consigo esta postura de contestación, conformándose al modo de vida de nuestros contemporáneos.

La secularización actúa también en el interior de la Iglesia que busca, para aproximarse  a la sociedad, ofrecerse al mundo mediante una lectura sesgada de Gaudium et Spes. Esta rendición aniquila cualquier posibilidad de enfoque misionero. Tanto se quiere “adherir” a las expectativas de la sociedad, que nos adecuamos a su cultura. A la diferencia de la empresa que se deja guiar por la ley del mercado, la Iglesia, permaneciendo atenta a las aspiraciones de las personas, no debe jamás abdicar de su razón de ser, que es de conducir a Cristo. El “cristianismo light”  y consensual es un cristianismo que reniega  “lo abrupto de la fe” (Guy Coq). Precisamente la evangelización recuerda la exigencia de asumir la ruptura evangélica y de no evacuar jamás la teología o la proposición de salvación en Jesucristo.

4-  El funcionalismo

Nuestra sociedad obedece a la lógica de mercado y de consumo. Y esta lógica se exporta al interior de la vida eclesial. Al igual que se consume el espectáculo, las diversiones, el deporte…  se quiere que la Iglesia asegure prestaciones de servicio culturales y sacramentales (¡si es posible sin tarifas!). ¡La Iglesia se convertiría en un supermercado religioso! ¿Estamos dando a los cristianos tareas a realizar o bien les ofrecemos la posibilidad de crecer? ¿Proponemos prestaciones o bien un proyecto misionero comprometido?

El funcionalismo conserva la canalización, pero ha olvidado el dinamismo y el primer ardor. El funcionalismo conduce a la burocracia y a la funcionalización del clero. Se cierra con candado la acción pastoral al interior de esquemas apremiantes que no dejan lugar a la intrusión sorprendente del Espíritu Santo que siempre perturba nuestras habitudes y nuestras maneras de hacer. El funcionalismo olvida el primado de la gracia. “Detrás de las estructuras, ¿hay una fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en el Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu.”(Benedicto XVI – Discurso al Comité central de los católicos alemanes – 24/9/2011)

5-  El activismo

En un contexto de búsqueda de eficacia y de rentabilidad, e igualmente en un contexto de crisis… rápidamente podemos ser ganados por la fobia del activismo.

El mundo contemporáneo está tan fascinado por el activismo que ha perdido el sentido de la contemplación. El activismo conduce a la búsqueda del éxito y de la valoración de sí mismo contabilizando los resultados de sus empresas misioneras. Constatamos que ciertas comunidades son esencialmente dirigidas por la sucesión de eventos y por las “producciones” de obras pastorales de apostolado.

El activismo desvía la evangelización hacia la multiplicación de actividades, olvidando que es el Espíritu Santo el primer protagonista de nuestro apostolado. La evangelización descansa en la oración y en la iniciativa primera de Dios.

6-  El individualismo

La atomización de los modos de vida consuena con la mundialización de los intercambios. La movilidad de las personas, la inestabilidad de las configuraciones familiares, la mezcla de poblaciones, el consumismo que favorece el narcisismo hacen que el individuo sea su propia norma y busque el autoconstruirse. Este individualismo se introduce igualmente al interior de la vida eclesial. Ello conduce a la privatización del proceso creyente y a la subjetivización de la fe.

En una cultura del cada cual para sí mismo, el misionero estará tentado de avanzar por su propia cuenta, apoyándose en sus competencias. Así, ciertos grupos o ciertas comunidades están animados por personalidades que movilizan a los cristianos por su solo carisma. La personalización excesiva atenta contra el testimonio comunitario hacia el cual se debe tender. En efecto, la evangelización es una obra comunitaria. El testimonio misionero descansa sobre la caridad fraterna. Es la Iglesia quien evangeliza.

7-   El clericalismo

Es la tentación  del poder y del control sobre las personas, sobre la comunidad, sobre la pastoral. El ministro de la Iglesia se sitúa por encima de aquellos a quienes debería servir. “El sacerdote quiere trabajar por nosotros, sin nosotros” decía un laico.

El clericalismo puede nacer rápidamente en la vida del sacerdote. Y la vida será dura. El sacerdote se presenta con la estatura de alguien que da órdenes, de director de orquesta suficiente. Reivindica  el poder sagrado del cual el Señor lo ha investido, y todo ello bajo fondo de desestima de las competencias y de los carismas de los fieles laicos, de su dignidad bautismal, de su habilitación para la misión.

El clericalismo puede también acechar a los fieles laicos, si conciben su misión dentro de una lógica de poder, de reivindicación, de confiscación. El clericalismo laical es una consecuencia de la focalización del laico sobre su compromiso intra-eclesial (para paliar la falta de sacerdotes) desplazándolo de su vocación especifica que es de estar insertado en la vida del mundo para impregnarlo del Evangelio.

Una de las consecuencias negativas del clericalismo es de relegar la nueva evangelización fuera de la pastoral ordinaria de la Iglesia y de su estructura apostólica. Las iniciativas misioneras surgidas fuera de la institución eclesial, a excepción de permanecer de forma lateral y marginal, necesitan inscribirse en el corazón de la vida pastoral para hacerla revivir desde el interior, esto supone la acogida generosa, un discernimiento, un acompañamiento y la capacidad de poner en tela de juicio ciertas prioridades y ciertos funcionamientos pastorales. Por temor o por ideología, el clericalismo preferirá prodigar cuidados paliativos a la comunidad que declina, antes que abrirse a aportes exteriores.

8-  El escepticismo

Un cierto nombre de cristianos (sacerdotes, laicos) están desanimados, cansados. Sobrecargados, no ven la llegada del relevo. Se consideran como “los últimos Mohicanos”. Se encuentran confrontados a nuevas generaciones que apenas se adhieren al mensaje por el cual ellos han dado su vida. Están a menudo en desfase cultural con ellas, tanto en el plano del lenguaje como en el de costumbres y comportamientos. No tienen la llave de comprensión de esta evolución. Ellos estuvieron formados durante el periodo de la cristiandad, y heles aquí situados frente al desafío de una nueva evangelización, es decir, frente al relativismo moral, al pluralismo religioso, a la secularización y a la incultura religiosa.

Las presiones mediáticas actuales hacen pesar igualmente sobre la Iglesia, los sacerdotes, los cristianos, ciertas sospechas. Se proyecta sobre ellos las imágenes negativas de la Iglesia.

Uno de los obstáculos del despertar misionero es la falta de esperanza y por lo tanto de entusiasmo espiritual. Hay una fijación sobre los fracasos, las resistencias del terreno, los signos negativos enviados por la sociedad, el sentimiento de impotencia en cuanto a las transformaciones del mundo, olvidando discernir las expectativas espirituales de nuestro tiempo y la emergencia de nuevas generaciones de testigos.

“El cristiano habita nuestro mundo, viniendo a él a partir de su futuro” decía Pablo VI.

9-  Aislacionismo

Una de las manifestaciones de la crisis de identidad de la Iglesia es el aislacionismo. El miedo al mundo conduce a la cultura de gueto, a la inhibición y a veces a la fijación sobre un pasado idealizado, desconfiando de la alteridad y retractándose sobre sí mismo. Decir que “la Iglesia existe para evangelizar” (Evangelii Nuntiandi), es subrayar que la transmisión de la fe (que es un acto comunitario y eclesial, y no un acto solitario), no es primeramente una búsqueda de estrategia eficaz de comunicación o un estudio de mercado, una cuestión extrínseca a la Iglesia. Bien al contrario, la evangelización es una cuestión propia de la Iglesia. La evangelización pone en cuestión toda la Iglesia en relación a su esencia, a su naturaleza. La cuestión misionera es ante todo una cuestión eclesiológica. “La Iglesia peregrina es misionera por su naturaleza” (Ad gentes-2- Decreto sobre la actividad misionera)

El debilitamiento del dinamismo evangelizador significa una crisis de la identidad cristiana, la dificultad de interiorizar el don de Dios, de percibirlo y de vivirlo fervorosamente.  San Pablo lo expresa cuando habla de la evangelización como una “necesidad que le incumbe”, y que le lleva a exclamar: “¡Ay de mí si no evangelizo!” Esta necesidad esta en relación a la naturaleza misma del don recibido, del mismo Espíritu Santo, y a la manera en que está llamado a difundirse y a fructificar. Como lo escribe Juan Pablo II, “la misión deriva no solamente del precepto formal del Señor, sino también de la exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros.” La misión emana de nuestra consagración bautismal. La evangelización es un signo de madurez teologal.

10- Autismo

La evangelización se “debe” a Dios, pero concierne a la obra de Dios con el hombre al que Él quiere salvar. Así pues, es necesario decir que la evangelización se “debe” al hombre. La evangelización es una de las expresiones de la caridad.

Los papas no temen afirmar que “las multitudes tienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo.” (Redemptoris Missio n° 8)

Algunos están tentados de abstenerse de anunciar a Cristo porque creen mostrarse así más respetuosos con los valores humanos y espirituales ya presentes en las culturas y religiones del mundo. En realidad, mostrarse respetuoso de un valor, es permitirle su cumplimiento definitivo, y esto es lo que ocurre cuando este es evangelizado. Al contrario, privarlas de este cumplimiento callando el Evangelio es despreciar a las personas que son depositarias de este valor.

Otros cristianos no consiguen aproximarse a las personas, allí donde se encuentran. Se hallan social y culturalmente desfasados o desplazados, y tienen un juicio moralmente  negativo sobre las nuevas generaciones. No podemos pedir a las personas que están lejos de la Iglesia que se comporten como si fuesen cristianos, hasta que ellas mismas lo lleguen a ser. Jesús nos ama gratuitamente antes que nosotros cambiemos, y con el fin de que cambiemos. Es un acto de caridad, amar a las personas como son, allí donde están y allí donde cambian.  Acabo así la primera parte.

Para profundizar más y leer la segunda y tercera conferencia puedes pinchar en:

La conversión pastoral que las comunidades cristianas tienen que vivir para poder inscribirse en la nueva evangelización / Por Monseñor Dominique Rey, obispo de la diócesis de Fréjus-Toulon

La puesta en funcionamiento de la nueva evangelización a partir de varias experiencias / Por Monseñor Dominique Rey, obispo de la diócesis de Fréjus-Toulon

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