Leah Libresco Sargeant, bloguera atea, se convirtió al catolicismo por las respuestas de sus lectores sobre Dios y la vida

Uno de los cambios importantes en su vida después de su conversión fue la oración, especialmente, el rezo del Santo Rosario, porque le permitía recitarlo en todo momento y lugar, lo que la ayudaba a concentrarse: “María misma me ha dado una manera de orar que es agradable a Dios. Y es bueno tener algo que siempre puedes hacer por y con Dios sin estar preguntándose en la cabeza si lo estás haciendo bien”

1 de mayo de 2017.-  (Diego López Marina / ACI  / Camino Católico)   Leah Libresco Sargeant, quien fuera una conocida bloguera atea, se convirtió en 2012 al catolicismo después de desafiar a sus lectores a presentar una respuesta intelectualmente rigurosa y espiritualmente gratificante a sus preguntas sobre la vida. En una reciente entrevista con el National Catholic Register, Sargeant explicó su motivación para convertirse al catolicismo y los cambios que experimentó después.

“Lo que me persuadió fue definitivamente la fuerza que empezó a cobrar la pregunta de: ¿Cómo es que llegamos a conocer la verdad?”,dijo Sargeant, quien continúa escribiendo en su blog pero desde una perspectiva católica y, además, es editora colaboradora de la revista católica America.

La bloguera sabía que las matemáticas funcionaban totalmente distinto a la moralidad, “porque hay cosas en el mundo físico que son tan evidentes para nosotros que obviamente no requiere ninguna intervención sobrenatural”, sino que son entendibles por analogías físicas.

“La moralidad no funciona de esa manera”,dijo, y se dio cuenta de que su “asidero sobre si la ética existía era más débil que si las matemáticas existían”. “Así que la pregunta es: ¿De dónde viene ese tipo de conocimiento si no es algo que pueda ir construyendo a partir de bloques de construcción que encuentro a mi alrededor?”.

En los momentos de duda, Sargeant indicó que tuvo tres proposiciones que no encajaban bien: “(1) Que no había Dios. (2) Que la moralidad no dependía de los seres humanos, no era algo hecho, sino algo trascendente fuera de nosotros. (3) Y que no parecía tener una manera de alcanzar algo trascendente por mi cuenta”.

“No puedes creer los tres a la vez. Entonces, ¿a cuál de ellas renunciar? La proposición por la que yo estaba definitivamente más segura es que la moralidad era trascendente. Me mantuve desconcertando en el tercero, tratando de encontrar una manera de hacerlo. Yo seguía encontrando problemas. En última instancia, decidí renunciar a la primera proposición: que no hay un Dios”,dijo la ex atea.

Sargeant reveló que fue a través de conversaciones con católicos y con amigos ortodoxos orientales que reconoció “al Dios del que estaban hablando como el tipo de Dios que había estado evadiendo sin notarlo”.

Antes de su conversión, la también autora del libro Arriving at Amen: Seven Catholic Prayers That Even I Can Offer (Llegando al Amén: Siete oraciones católicas que inclusive yo puedo ofrecer), había crecido en una familia que no era religiosa, y se educó con el pensamiento de que la religión era falsa.

“Muchos de los ejemplos de religión que encontré no eran convincentes”,dijo.

Durante su proceso de conversión, Sargeant señaló que parte de lo que hizo que el cristianismo le “pareciera razonable” fue leer el libro Mero Cristianismo, de C.S. Lewis. También empezó a leer Ortodoxia de G.K. Chesterton y Confesiones de San Agustín.

Este último fue su santo para la confirmación: “Lo elegí como un santo de confirmación porque, de alguna manera, él tuvo un viaje similar al mío. Somos similares en que él también estaba buscando la verdad y la buscó de una manera extrema”.

“Y yo también tenía cierto interés en el maniqueísmo, no por ese nombre, sino en el sentido de pensar que lo físico del mundo es intrínsecamente inmoral y solo el intelecto y el espíritu son interesantes. Pensé que un santo patrono que compartía mis debilidades sería útil”.

Finalmente dijo que uno de los cambios importantes en su vida después de su conversión fue la oración, especialmente, el rezo del Santo Rosario, porque le permitía recitarlo en todo momento y lugar, lo que la ayudaba a concentrarse.

“María misma me ha dado una manera de orar que es agradable a Dios. Y es bueno tener algo que siempre puedes hacer por y con Dios sin estar preguntándose en la cabeza si lo estás haciendo bien”,concluyó.

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