A Éric y a su familia su padre les abandonó y nunca volvió y 33 años después, empezó a rezar por él: «Dios nos dio el regalo de la fecundidad de la oración y el don del perdón»

* «Rezaba por su alma, para que fuese al Cielo. Y si aún vivía, rezaba para que estuviese bien, con buena salud. Y así, unos meses después, recibí una llamada telefónica de mi hermano, quien me dijo: “Acabamos de encontrar a papá”. No voy a entrar en todos los detalles. Lo habíamos encontrado. Estaba mal de salud. ¡Y así lo encontramos, 33 años después! Entonces, evidentemente, ví un vínculo entre la oración que había empezado meses atrás. Vino entonces el reencuentro, porque, a pesar de todo lo que había sucedido, yo solo quería una cosa: volver a verle y aferrarle entre mis brazos»

Camino Católico.- Cuando Éric tenía 10 años, su padre abandonó a su madre y a él y sus hermanos. Un abandono absoluto: “De la noche a la mañana no volvimos a tener noticias suyas, ninguna imagen… como si no hubiera existido”. Un día, comentando ese periodo de su vida con un sacerdote, éste le planteó de forma directa: “¿Rezas por tu padre?” Éric fue sincero: “Por supuesto que no”. “¡Pues deberías!”, zanjó el cura. A pesar del sacrificio que pudiera suponerle, Éric lo hizo: “Empecé a rezar por papá. Si estaba muerto, rezaba por su alma, para que fuese al Cielo. Y si aún vivía, rezaba para que estuviese bien, con buena salud”. “dos inmensos regalos” que nos ha hecho Dios: “la fecundidad de la oración”, y “el perdón universal”. Lo explica en un vídeo-testimonio en primera persona en Découvrir Dieu. Este ha sido su camino de fe:

“FUI ABANDONADO POR MI PADRE”

Mi nombre es Éric y quería compartir contigo lo que sucedió en mi vida, que fue bastante inesperado y bastante brutal. Fui abandonado por mi padre, cuando apenas tenía 10 años: De la noche a la mañana no tuvimos más noticias de papá, ninguna imagen como dicen, como si no hubiera existido. Entonces, este período que comienza con el abandono, recuerdo que al principio le llamaba, le llamaba mucho. Yo era tan pequeño.

Luego, poco a poco, me di cuenta de que molestaba, de que lo mejor que podía hacer era enterrar aquello en la memoria, a pesar de tener que enfrentarme a un vacío sobre el cual tenía muchas preguntas y ninguna respuesta. Al final, tuvimos que enterrar todo aquello y, poco a poco, nos reconstruirnos todos a nosotros mismos. Eso hicieron mi hermano, mi hermana, mamá. Y así, poco a poco, nos olvidamos.

Y llega el día que hablándole de lo sucedido a un sacerdote me dice: “¿Rezas por tu padre? Y me pareció curiosa esta pregunta porque, para mí, precisamente, todo eso quedó en el olvido. Y, al mismo tiempo, me dije: “esa es una buena pregunta”. Yo le respondí: “Por supuesto que no”. Y este sacerdote me dijo: “Pues deberías”. Y empecé a rezar por papá. Si estaba muerto, rezaba por su alma, para que fuese al Cielo. Y si aún vivía, rezaba para que estuviese bien, con buena salud.

Y así, unos meses después, recibí una llamada telefónica de mi hermano, quien me dijo: “Acabamos de encontrar a papá”. No voy a entrar en todos los detalles. Lo habíamos encontrado. Estaba mal de salud. ¡Y así lo encontramos, 33 años después!

Entonces, evidentemente, ví un vínculo entre la oración que había empezado meses atrás por invitación de aquel sacerdote. Vino entonces el reencuentro, porque, a pesar de todo lo que había sucedido, yo solo quería una cosa: volver a verle y aferrarle entre mis brazos. Pero estaba en tal estado que realmente, rápidamente, lo que me pareció lo más importante era acompañarlo y siempre orar en mi corazón, para que se recupere y tenga un final de vida lo más feliz posible, a pesar de su estado de salud: tenía un grave tipo de Parkinson, lo que lo hacía complicado.

Y me dí cuenta, en los primeros intercambios que tenemos, que él ya había decidido su últimas voluntades, incluido su funeral para el que había determinado una incineración…  Aunque mucha gente lo hace, me sorprendió, por lo que había sabido de mi padre. Y entonces, le pregunté. Le dije: “¿Por qué deseas ser incinerado?  Y su respuesta me dejó helado: “Porque no quiero dejar la más mínima huella mía en esta tierra”.

A partir de ahí, hablamos de la fe, de Dios, cuestiones que si le importaban. Así que, poco a poco, con la ayuda de un capellán del hospital, le ayudamos a hacer ese camino. Primero, halló el perdón. El capellán me contó que, al concluir la confesión, su rostro había cambiado. El perdón recibido de Dios le había ‘iluminado’ la cara. Papá fue enderezándose espiritualmente, fui testigo de ello. Lo cual fue acompañado también de una regeneración física. Un día lo encontré en su habitación, encorvado en ángulo recto a consecuencia de su enfermedad y le vi apoyarse en las protecciones de la cama, levantarse y decirme: ‘¡Siento que el amor crece en mí!’

Después, lo más díficil, una vez hecho todo eso, fue un proceso prodigioso: Decirselo a mamá. Y mamá recibió muy bien la noticia. Su primera pregunta, cuando le anuncié que habíamos encontrado a papá, fue si estaba bien de salud, a pesar de que podía haber dicho tantas cosas después de 33 años de vida rota, de vida abandonada.

Paulatinamente, mamá también hizo su camino interior. Rezamos por ella. Hasta que llegó el día en que estuvo preparada para volver a verle. Yo la llevé. Ella estaba guapísima, se había arreglado como para un baile. Hizo unas pastas, llevó flores… como si fuese a reencontrarse con su enamorado. ¡Fue enternecedor! Solo yo estuve en la habitación del hospital cuando papá y mamá volvieron a verse, 33 años después. Hubo un gran momento de silencio. Cada vez que lo recuerdo me emociona. Se miraron. Y soy testigo, y lamento que no lo vieran miles de millones de personas más, de que lo que había en los ojos de ambos era amor.

Y eso también fue un regalo inmenso que Dios nos dio. Todo eso es, creo, la fecundidad de la oración, pero también de este don que Dios da, que es el perdón universal, y que demuestra que, pase lo que pase en nuestra vida, no hay fatalidad ni nada está nunca terminado, todo puede reconducirse, todo lo horrible puede convertirse en hermoso. Soy testigo.

 Éric

Vídeo del testimonio de Éric en francés


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