Lina Martínez frecuentó drogas, esoterismo, adivinación y abortó dos veces: «Antes sin Dios era una rebelde sin causa, ahora soy una rebelde de Cristo que te lleva a salvar el alma»

* «El Señor me ha dado la gracia de serle fiel. Una vez conoces a Dios te das cuenta de lo que has hecho y de la gravedad, escribí a Dios pidiéndole perdón por lo que había hecho, también al padre de los bebés…. Quiero que toda madre que haya abortado tenga presente, que desee o no abortar, el hijo debe ser bautizado, aunque sea mediante el bautismo de deseo, ya que es un alma que existe»

Camino Católico.-  Lina Martínez, de 39 años, es de Medellín, Colombia, y desde su adolescencia frecuentó la fiesta y las drogas, el esoterismo y la adivinación y rechazó las oportunidades que le ofrecían para regresar a la fe. Tras tres abortos y después años sufriendo el «infierno» del síndrome posaborto, sus súplicas por alcanzar el perdón y la paz fueron escuchadas. Hoy se define como «una rebelde con causa, la causa de Cristo», al contar su testimonio al canal de Civitas.

La rabia le invadía cuando antes de salir de fiesta cada noche durante su adolescencia, cuando su abuela le invitaba a quedarse con ella y rezar. «Si uno no está con Dios, está con el demonio y el era quien estaba conmigo en ese momento. Estuve metida en la fiesta electrónica, que se volvió como un vicio, consumía drogas y no guardaba la castidad», explica Lina.

Lina Martínez

Cuando supo a los 21 años que estaba embarazada, “le dije al padre del bebé que lo quería tener pero me arrepentí, se me salió la rebeldía y él me ayudó a realizar ese asesinato”. Pronto quedó de nuevo embarazada y aunque el padre estaba ilusionado decidió de nuevo abortar: «En la ecografía me di cuenta de que era un embarazo gemelar y pensé que Dios me puso esa imagen para que no lo hiciese, me movió el corazón… pero seguí adelante con la decisión de abortar», relata Lina.

 «No tener a Dios motivó aquella decisión. Frecuenté el esoterismo, me leí las cartas… abrí las puertas al demonio de una forma impresionante. Estaba en las puertas del infierno y era como un asesino, que una vez que mata se endurece el corazón y sigue matando».

Ella misma recomendó abortar a algunas de sus amigas y a la vez recuerda quienes fueron los cómplices de las dos veces que abortó. Sin embargo si algo le hizo vivir un «infierno en vida» fue el síndrome posaborto. «Yo siempre he sonreído pero entonces lo hacía para ocultar la tristeza: era como una tumba andante. Las cicatrices que quedan son muy profundas, las secuelas son impresionantes y -pasados 15 años- cada vez que lo recuerdo se me remueven las entrañas. Te queda baja autoestima, frecuentes depresiones y demás secuelas emocionales».

Las frecuentes depresiones duraron años y más tarde supo que se debían a los abortos: «Pasé dos años padeciendo este infierno que me enloquecía, caminaba hacia el infierno y pensaba que el único camino era morirme. No lo sabía, pero estaba desesperada buscando a Dios».

Lina había sido criada en una familia católica y a los 24 años estaba finalizando sus estudios universitarios cuando una compañera empezó a darle consejos que aliviaban su depresión y le pidió ir con ella a Civitas Orationis, un grupo católico de evangelización y oración. «Cuando llegue a una de las clases vi gente corriente, normal, profesionales, jóvenes, un apartamento muy bonito, clases con temas muy concretos… para mí fue un amor a primera vista, quedé enamorada. Desde entonces, el Señor me ha dado la gracia de serle fiel«, asegura.

Al experimentar su encuentro con Cristo, Lina decidió que dedicaría el resto de su vida a reparar el daño cometido. «Una vez conoces a Dios te das cuenta de lo que has hecho y de la gravedad, escribí a Dios pidiéndole perdón por lo que había hecho, también al padre de los bebés«.

Han transcurrido 15 años desde que Lina se forma en la fe y practica el apostolado por las calles junto a Civitas Orationis, especialmente mediante el apoyo a las madres que han perdido a sus hijos mediante el aborto, deseado o no. «Quiero que toda madre que ha abortado tenga presente, que desee o no abortar, el hijo debe ser bautizado, aunque sea mediante el bautismo de deseo, ya que es un alma que existe», recomienda.

Además aconseja «vivir el noviazgo en castidad, como Dios quiere«, para evitar el «infierno» del aborto y sus consecuencias y asegura que «en la medida en que se viva un noviazgo santo y se dejen las relaciones para el matrimonio, la vida será bendecida». A las mujeres que ya han abortado, les dice que «Dios siempre perdona» y les invita a la confesión, a pedir perdón a los padres de sus hijos y después, perdonarse a ellas mismas.

«Si antes, sin Dios, era una rebelde, ahora soy una rebelde con causa, la causa de Cristo. Es lo que más me apasiona, sentir que soy una rebelde de Cristo, que Dios no es para gente ñoña, sino un estilo de vida que te lleva a salvar el alma», concluye.


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