María Pagalday cambió su vida después de una hora santa en el huerto de Getsemaní y es virgen consagrada: «Le di el Sí al Señor para seguirle donde me pidiera»

* «Antes iba a misa los domingos y casi buscaba el cura que fuera más breve, pero después del viaje a Tierra Santa empecé a pensar en que si de verdad creo en Dios y en que Jesús se entregó por mí, no puedo dedicarle solo media hora a la semana y sin ningún fundamento. Terminé la carrera de Empresariales en Madrid y como quería saber más sobre la religión católica, regresé a San Sebastián y empecé a estudiar ciencias religiosas. Es un proceso muy lento y tus valores y prioridades van cambiando, pero de una forma natural. El primer cambio fue el ir a misa todos los días. Ahí comencé a darme cuenta de que no me interesaban las mismas cosas que antes. Empecé a ver que era una incoherencia ir a misa a diario y luego estar todo el día farra. Te va dejando de apetecer y compensar»

Camino Católico.- Ser joven en el escenario que la ha tocado vivir nunca ha sido un problema para ella. María Pagalday que se crió en una familia católica de las de toda la vida hoy forma parte del Orden de las Vírgenes Consagradas. Una vocación todavía poco conocida por muchas personas incluso del ámbito católico y que ni ella misma se esperaba. El Señor siempre tiene alguna sorpresa. El nombramiento como Virgen consagrada fue el primero de los últimos 40 años en Gipuzkoa y se produjo el 4 de noviembre de 2018. María Pagalday explica su testimonio de conversión en un video de Mater Mundi TV en el que explica el proceso hasta llegar a ser virgen consagrada y asegura: ”Ese día le di el Sí al Señor para seguirle donde me pidiera”.

María Pagalday en Tierra Santa donde tuvo su encuentro personal con el Señor

La joven donostiarra no lleva hábito, no tiene que responder a una madre superiora y tampoco tiene que vivir en comunidad. Puede vivir en casa de sus padres y desempeñar un trabajo civil si así lo desea. Es alguna de las características de esta particular vocación. Y es que tras estudiar una carrera, María sentía que le faltaba algo y que no todo en la vida era el éxito y el dinero. “Entre en una rutina de no cumplir con nada, de no ir mucho a clase. De no estudiar nada ni tener motivación”, recuerda. La relación con el Señor en aquellos años la relaciona más a las ideas no al corazón, si había que defender una idea la defendía o acudía a misa de manera regular, pero en su corazón no latía ese sentimiento por Él.

Recuerda un viaje donde la invitaron a Tierra Santa donde no iba con demasiadas expectativas donde le cambió su propia visión de la vida. “El momento cumbre donde el Señor me tocó del todo fue el jueves de la peregrinación hicimos una hora santa en Getsemaní. Recuerdo la peregrinación que la presidía Monseñor Munilla”, recuerda María. Monseñor Munilla estaba explicando cómo estaría el Señor el jueves santo en Getsemaní. “Nos imaginamos esa noche como si estuviéramos ahí, ponernos en presencia del Señor en Getsemaní”. Ese día cambió la mirada de María y le hizo examinar su vida de una forma diferente a como lo estaba haciendo antes.

María Pagalday peregrinando en Tierra Santa con Monseñor Munilla donde su vida cambió.

El mismo día de su consagración María contaba al Diario Vasco como fue creciendo su llamada vocacional: “Antes iba a misa los domingos y casi buscaba el cura que fuera más breve, pero después del viaje a Tierra Santa empecé a pensar en que si de verdad creo en Dios y en que Jesús se entregó por mí, no puedo dedicarle solo media hora a la semana y sin ningún fundamento. Terminé la carrera de Empresariales en Madrid y como quería saber más sobre la religión católica, regresé a San Sebastián y empecé a estudiar ciencias religiosas.

Es un proceso muy lento y tus valores y prioridades van cambiando, pero de una forma natural. El primer cambio fue el ir a misa todos los días. Ahí comencé a darme cuenta de que no me interesaban las mismas cosas que antes. Empecé a ver que era una incoherencia ir a misa a diario y luego estar todo el día farra. Te va dejando de apetecer y compensar. No significa que ahora no pueda salir, pero no es coherente. Al mismo tiempo, mis amigas se iban casando y yo no me veía con pareja, pero con toda la libertad y normalidad del mundo. Sé que desde fuera puede sonar que soy la tía más rara del mundo, pero si a una chica de mi edad eso ya no le llama, significa algo.

Siempre te pesa lo que la sociedad pueda pensar de ti. Aunque al mismo tiempo, si rezas y si lo que te importa es lo que Jesús vaya a pensar de ti el día de mañana vas superando todos esos miedos. Si no llevara a cabo la decisión que he tomado sería infeliz y sufriría mucho, así que al final vences la vergüenza, la timidez, el apuro que te da y das el paso.

María Pagalday, en la catedral del Buen Pastor el día de su consagración

En ese proceso de reflexión llegó un momento en el que supe que no estaba cumpliendo la voluntad de Dios y que no tenía sentido seguir sin comprometerme. Pasé unos cinco meses rezando y viendo cómo vivían amigas que son monjas. Me encanta lo que hacen, pero yo no me veía ahí. Así que como llevo años muy vinculada a la diócesis de San Sebastián, de voluntaria en Caritas y dando catequesis, hablé con mi director espiritual y me dijo que la figura de la virgen consagrada es un poco rara, poco conocida, pero que ahí encajaría perfectamente. Así que en unos ejercicios espirituales me acerqué al obispo y le dije: «Monseñor, creo que el Señor me llama a ser virgen consagrada». Y él lo aceptó”.


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