María Song Thi May era pagana, se bautizó en 2019, es catequista, madrina de conversos y evangeliza en Vietnam: «Desde que conocí a Dios llevo su amor a otra gente pobre»

* «Al principio, no tienen ni idea de qué les hablo, pero después de varias visitas lo entienden todo y me dicen que les lleve con los sacerdotes. Creo que es Dios quien abre sus mentes y les muestra como acercarse a Él. Muchos en el pueblo han quitado altares de dioses-espíritu y han erigido altares de Dios y santos católicos en sus casas después de haber abrazado el catolicismo.  Hago todo lo que puedo por llevar la fe a mis parientes y vecinos. Quedaré llena de gozo cuando todos se sumen a la iglesia»

Camino Católico.  Para María Song Thi May, madre de dos hijos de 32 años de Vietnam, su infancia de privaciones y su juventud difícil son un recuerdo lejano desde que abrazó el catolicismo: “Ya no me siento miserable por la vida, ya que el catolicismo es el aliento de vida para mí. Desde que conocí a Dios estoy decidida a llevar el amor de Dios a otra gente pobre”, dice a Ucanews, mientras ajusta su colorido atuendo étnico.

María era en 2018 una joven madre de 28 años, golpeada por las dificultades, que contrataba brujos y hacía sacrificios de animales a los dioses de las montañas del norte de Vietnam. Hoy es una catequista entusiasta, que ha llevado a la fe católica a su familia, a muchos de sus vecinos y ha sido madrina de bautizo de bautizo de 20 conversos.

María Song Thi May proviene de Ho Sen, un pueblo en la empobrecida región de Hua Nhan, en la remota y montañosa provincia de Son La, en el noroeste de Vietnam, a unos 300 kilómetros de Hanoi. María es de etnia hmong como muchas personas que habitan en la región, muy distinta al resto de los vietnamitas. Muchos no hablan vietnamita y su religión no es el budismo, sino el culto a dioses y espíritus de la naturaleza.

May visita a las familias de la zona al acabar el día. Les habla de un Dios poderoso, mejor que los dioses de la naturaleza, y de los sacerdotes y católicos de la parroquia de Mai Yen, que ayudan a la gente. «Al principio, no tienen ni idea de qué les hablo, pero después de varias visitas lo entienden todo y me dicen que les lleve con los sacerdotes. Creo que es Dios quien abre sus mentes y les muestra como acercarse a Él».

Los fines de semana, reúne a aldeanos católicos locales en su casa para rezar en su idioma nativo mientras hablan un poco de vietnamita. Se consuelan unos a otros, hacen donaciones para ayudar a las personas necesitadas, envían a los enfermos a los hospitales y rezan por el buen tiempo y las cosechas.

María Song Thi May  con su traje tradicional actúa como madrina en un bautismo en la iglesia Mai Yen en marzo / Foto Ucanews

En el pueblo de Ho Sen viven 24 familias hmong, la mitad de las cuales se ham convertido al catolicismo en los últimos tres años.

Los hmong de la región de Hua Nhan se encuentran entre las personas más pobres de Vietnam y se ganan la vida cultivando arroz, ciruelas, melocotones, té y otros cultivos en las colinas. También crían ganado y aves de corral, pero en según que épocas del año les falta comida. Las familias, con muchos niños, viven en casas de madera que a menudo resultan dañadas por tormentas, granizadas inundaciones. Las condiciones de vida son malas y tienen poco acceso a la educación y la atención sanitaria.

Cada vez que alguien se enferma, la familia pide dinero prestado, compra gallinas u otros animales u los lleva a un brujo o chamán para que haga sacrificios a los dioses por la curación.

María recuerda que su padre murió a causa de una enfermedad cuando ella tenía solo cuatro meses. Cuando su madre se volvió a casar, se vio obligada a abandonar la escuela cuando estaba en quinto grado para cuidar a sus hermanos menores. También hacía las tareas del hogar, pastoreaba ganado y trabajaba en la granja para mantener a la familia.

A los 15 años fue secuestrada por un adolescente un poco mayor y la familia pactó el habitual matrimonio entre los chicos. «Yo era demasiado joven para saber qué era el amor», dice ella. En realidad, mientras su marido acababa sus estudios y empezaba un trabajo en una agencia del Gobierno, ella se encargaba de mantenerlo con su esfuerzo, hasta que «él me echó de casa y no me dejo ni llevarme a mi hijo». Hoy el chico tiene 13 años. Aquel marido se casó dos veces más, y sus dos mujeres le dejaron, explica ella.

El pueblo Hmong da la bienvenida a los benefactores que ofrecen ayuda humanitaria en la provincia de Son La en marzo / Foto Ucanews

María volvió a vivir con su madre. Más adelante se casó con un hombre del pueblo, Hang A Chinh. Son una familia feliz con dos hijos, de 2 y 7 años.

“Mi juventud se hundió en una profunda miseria durante años, pero ahora Dios me ama y bendice a mi familia feliz”, asegura

En 2018 su hija se puso enferma. May pidió dinero prestado y fue a los chamanes a ofrecer sacrificios de pollos y cerdos a los dioses. Pero la niña empeoraba.

Una mujer católica la llevó a ver al sacerdote de la parroquia de Mai Yen, en otro distrito. Era el padre Joseph Nguyen Tien Lien. «El sacerdote nos trató con amabilidad y cortesía. Nos ayudó a llevar mi hija al hospital y nos dio dinero para pagar su tratamiento médico», explica. El cura también pidió a los feligreses orar a la Virgen por la curación de la niña.

Desde entonces, nunca más la familia acudió a brujos ni sacrificios de animales.

Los aldeanos hmong preparan comida para servir a las personas en un funeral / Foto Ucanews

“Siguiendo el consejo del padre Lien, asistimos a una catequesis durante dos semanas, en las que aprendimos el catecismo y cómo rezar en vietnamita y en lengua hmong. Tras el curso, decidimos convertirnos y nos bautizamos en junio de 2019”, relata.

Eran los primeros católicos de su aldea. Algunos vecinos no lo vieron bien. Les acusaron de traer mala suerte, de seguir una religión falsa y de dividir la comunidad. Su marido tenía un suegro protestante, pero el resto de sus parientes no tenían religión. Todos desconocían la fe católica.

De hecho, ella fue la primera en convencerse. “La gente comenzó a cambiar lentamente su actitud hacia mí y el catolicismo”, dice María.

Su esposo, Joseph, dijo que al principio él y sus familiares estaban molestos por su conversión, que se percibía como una infidelidad a sus antepasados ​​y que iba en contra de las tradiciones Hmong. “Cambiamos gradualmente nuestra perspectiva a medida que mi esposa seguía cuidando bien a nuestros hijos y a la familia”, asegura. “También pude ver que el catolicismo trae nueva esperanza y alivia nuestro dolor y sufrimiento, así que decidí abrazarlo yo también”.

El marido y el bebé se bautizaron en 2020. May tomó el nombre católico de María, y su marido el de José. Después, la familia invitó al padre Lien y a catequistas a visitar la aldea y celebrar misa en su casa y conocer a los vecinos.

Los hmong asisten a una boda en la provincia de Yen Bai / Foto Ucanews

Los visitantes católicos trajeron comida y ropa para los vecinos. También se ofrecieron a orar por los muertos y los antepasados venerados. «Yo lloraba rezando con gran consuelo, con el sacerdote y los católicos de la zona. Me sentía fuerte, valiente y decidida a ser fiel», explica María.

Y con todo esto, los vecinos empezaron a interesarse por la vida católica. Y así, «en los dos últimos años, 11 de las 24 familias del pueblo se han convertido a la fe», asevera.

Chinh lleva a su esposa y niños a misa en una motocicleta vieja, a una iglesia que está a 26 km de distancia por rutas de montaña. Dice que trata de dejar que su esposa tenga menos tareas domésticas o granjeras por hacer, para que pueda dedicarse a evangelizar como catequista. A esa parroquia vino el obispo de Hung Hoa, Dominic Hoang Minh Tien, para bautizar 90 aldeanos hmong el pasado mes de marzo. Veinte eran del pueblo de María y ella fue su madrina.

Una pareja Hmong el día de su boda en la provincia de Yen Bai / Foto Ucanews

De vuelta a casa, María también alienta a la población local a apoyar los estudios de sus hijos y a rechazar el matrimonio precoz para ellos. “Deberían casarse cuando lleguen a los 20 de acuerdo con la ley y por su propio bien”, dice ella.

También les dice a los aldeanos que visiten los hospitales en lugar de invitar a los brujos chamanes. “Muchos en el pueblo han quitado altares de dioses-espíritu y han erigido altares de Dios y santos católicos en sus casas después de haber abrazado el catolicismo”, agrega María.

Los fines de semana, María reúne a los católicos de la aldea en su casa y rezan juntos en lengua hmong. Se apoyan unos a otros, comparten sus bienes con quien lo necesite, rezan pidiendo buenas cosechas y llevan los enfermos al hospital.

El padre Lien presenta a María  como una gran evangelizadora misionera, valiente y esforzada. «Ella tiene un don especial de Dios para llevar Su amor a la gente. Los curas no podemos trabajar con los aldeanos sin ella». Explica que en los dos distritos que atiende, hay 20 «estaciones misioneras» (es decir, aldeas con algún catequista), atendidas por 20 catequistas laicos. De hecho, para el Gobierno, la parroquia no existe como tal. Y muchos curas vietnamitas en las montañas ni siquiera hablan la lengua hmong. Dependen de los catequistas. Y si ven que un converso tiene dones para evangelizar, enseguida lo ponen a servir en evangelización.  “En ellos confiamos para introducir los valores cristianos a sus aldeanos y mantener las actividades religiosas de las nuevas comunidades”, dice el sacerdote.

Los aldeanos Hmong caminan por un camino fangoso en la provincia de Son La / Foto Ucanews

Pero en las montañas no sólo está la etnia hmong. La provincia de Son La cuenta con 12 grupos étnicos distintos. De 1,3 millones de habitantes en esta zona, los hmong son unos 220.000. Y los católicos, aunque están en crecimiento, son apenas unos 9.000. Pero muchas personas en las zonas rurales muestran interés y cuando un sacerdote visita una aldea la gente le trata con respeto.

“Hago todo lo que puedo por llevar la fe a mis parientes y vecinos. Quedaré llena de gozo cuando todos se sumen a la iglesia», dice María sonriente.


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