Montse Ricote, 46 años enferma, atea e iba a suicidarse: «Dije a Dios: `Si existes, dame una señal para seguir viviendo’. Me enamoré del Señor y soy Virgen Consagrada»

«La consagración es la mejor decisión que he tomado. Llevo la alianza con la palabra Cristo dentro, me une con fuerza a Él. Después de haber renegado tanto, si esto de verdad sirve para ayudar a más gente, bendito sea, Señor, lo que me has mandado» 

Vídeo del testimonio de conversión de Montse Ricote en Mater Mundi

Camino Católico. Montse Ricote vivía enredada en un bucle de enfermedad y milagros desde que nació. A pesar de nacer y criarse en una familia cristiana, se posicionó como atea desde niña porque no entendió nunca el sentido de su sufrimiento, el sentido de vivir con lo que le había tocado. Empezó a pensar seriamente en el suicidio y le puso fecha. Eligió el 31 de mayo de 2016, como el día que pondría fin a su vida. Poco antes, el 27 de mayo, recuerda salir de su casa, como una «muerta viviente». «Era tal la rabia y el dolor que tenía dentro que, yendo por la calle, levanté el dedo y dije a Dios: `Si es verdad que existes, dame una señal de que vale la pena seguir viviendo, porque mejor que Tú nadie sabe lo que quiero hacer’», recuerda en su testimonio en Mater Mundi, en el que cuenta su conversión y como hoy es Virgen Consagrada.

Múltiples enfermedades desde pequeña

Nacida en una familia cristiana y practicante de Móstoles (Madrid), se define desde bien pequeña como la única atea de su hogar. Tanto que cuando hizo la comunión «no creía en nada» y fue «porque tenía que hacerla», mientras comenzaba a preguntarse «para qué vivir».  El mismo día de nacer, un 6 de julio de 1969, los médicos dijeron que «no daban un duro» por su vida. Al mes, la acababan de bautizar cuando tuvieron que llevarla de urgencias al hospital Niño Jesús mientras se ahogaba. Con 9 meses la encontraron morada, expulsando espuma por la boca y 42 grados de fiebre, síntomas del mortal sarampión hemorrágico cerebral. Sobrevivía una de cada cien personas que lo sufren… y ella fue ese «uno». No había cumplido un año y había salvado la vida en tres ocasiones.

Montse Ricote desde su nacimiento y en su bautismo, día en que fue tomada la imagen, ha estado aquejada sin tregua de intensos dolores, enfermedades e intervenciones

Le diagnosticaron pies planos desde que cumplió un año, lo que  la obligó a usar dolorosas plantillas ortopédicas hasta los siete años. A las enfermedades «normales» de la infancia como la varicela le acompañaron otras intervenciones urgentes, como fue a los 13 años a causa de una comunicación interauricular. De no operarse, podría fallecer con 40 años, según la explicación médica. Tras un año de recuperación sin poder salir a la calle, observaron que andaba torcida. Y llegó un nuevo diagnóstico, una escoliosis simple que se corregiría sin complicación con un alza en el pie… de no haber sido porque la instalaron en el pie equivocado. De algo «simple» pasó a algo bastante más complejo, con dolorosas pruebas en quirófano y una nueva operación que la dejo en cama algo menos de dos  meses, encorsetada y olvidando a andar.

“No quiero curas en mi vida, no los aguanto, me dan alergia, no creo”

Montse trabajaba como auxiliar de enfermería y estaba volcada en su profesión, que compaginaba con «las típicas revisiones» asociadas a su historial… y a otros nuevos diagnósticos. Así ocurrió con una sorpresiva lipotimia en pleno hospital que finalmente resultó ser causada por un nuevo problema cardíaco. En este caso, un bigeminismo. «Yo seguía preguntándome que para qué tanto sufrir y mi hermana me insistía en que fuese a la Iglesia. ‘No quiero curas en mi vida, no los aguanto, me dan alergia, no creo ni creo que haya nada que me pueda ayudar'», respondía ella.

Las complicaciones continuaban, una tras otra. Al bigeminismo le siguieron unos extraños pinchazos en las piernas, asociados en esta ocasión a un problema en la columna. Entonces, en plena consulta, le informaron de que su vida laboral había concluido y que tenían que ir por la opción del tribunal médico, bajo la disyuntiva de «seguir trabajando en silla de ruedas» o «tener calidad de vida sin trabajar».

«Hasta aquí he llegado. No puedo seguir viviendo. No aguanto más. Cualquier día me encontráis que no podéis hacer nada. Solo quiero terminar mi dolor, y mi dolor es la vida que llevo», decía a su familia. Entonces le concedieron la incapacidad absoluta.

Montse Ricote cuando hizo la comunión «no creía en nada» y fue «porque tenía que hacerla», mientras comenzaba a preguntarse «para qué vivir»

Pone fecha a su suicidio, clama a Dios y Él le responde

Montse decide que el 31 de mayo de 2016 será el día que pondría fin a su vida. Tres días antes, el 27 de mayo, salió de su casa, como una «muerta viviente. Era tal la rabia y el dolor que tenía dentro que, yendo por la calle, levanté el dedo y dije a Dios: `Si es verdad que existes, dame una señal de que vale la pena seguir viviendo, porque mejor que Tú nadie sabe lo que quiero hacer», relata.

En aquel momento continuo andando, como si nada, hasta que unos metros después vio que no podía caminar. Había quedado completamente paralizada. Escuchó una voz que le pedía ir a la Iglesia. La escucho hasta tres veces. «Me intenté mover y pensé que o me movía o me quedaba ahí todo el día. Venga, vale», asintió, notando como sus piernas se soltaban y para dirigirse a la iglesia sin sentir apenas el suelo bajo sus pies.

«A ver, ¿qué quieres?», le espetó a Dios al llegar al templo. En su interior se libraba una pugna entre su acérrimo ateísmo y algo que no podía explicar. Un sacerdote la miraba y sonreía con dulzura. Todo le invitaba a rezar. Se puso «delante del Señor». «¿Qué te digo? si no te conozco. No sé rezar. Solo puedo pedirte, si es verdad que existes, que me ayudes».

El sacerdote era amable pero ella respondía con comentarios groseros, le decía que le aburría ir a misa y que no le debía ningún respeto, pero él solo le invitaba a seguir hablando en su despacho. «¿Qué es lo que te atormenta?», le preguntó el cura. Ella confesó que pretendía quitarse la vida. Lo que no esperaba fue la respuesta: «Mientras yo esté aquí no voy a consentir que te vayas de este mundo».

Montse Ricote es Virgen Consagrada y ha entregado su vida a Dios

Estuvo hablando más de una hora con el sacerdote abriéndole su corazón y siendo receptiva a lo que él le decía. «El Señor llevó su cruz por nosotros y tú tienes que llevar la tuya», le dijo el presbitero. Aquel mensaje le hizo reaccionar, hasta el punto de que, concluida la conversación salió de la Iglesia, extendió los brazos y dijo en oración: «Haz conmigo lo que quieras. Soy tuya».

Llegó a  su casa sin saber cómo le iba a decir a  su familia que se había «enamorado» del Dios «del que había renegado y al que  había escupido y nunca había querido».

Un rápido camino de conversión y su vocación de Virgen Consagrada

Aquel día fue el primero de un sinfín de conversaciones con el sacerdote. También de su camino de fe, que comenzó en un curso básico de Teología y que le llevó a un Cursillo de Cristiandad y, después, a su confirmación. En el Cursillo, dice, «empezó a nacer el deseo de seguir al Señor no como laica sino como virgen consagrada», pero no se confirmó hasta que acudió a una misa crismal. «No me lo puedo creer pero ahí dije: Quiero seguirte´», recuerda.

Montse Ricote el día de su consagración como Virgen

Pese a su conversión, todavía le surgieron más problemas de salud, como una neumonía unilateral y a finales de 2019 vio como se le cerraba el canal de la médula, con altas posibilidades de quedar en silla de ruedas de por vida si no se operaba nuevamente. Pero esta vez, Montse sabía que no estaba sola, que Dios la acompañaba.»Eras Tú el que iba a entrar conmigo al quirófano, el que me iba a operar», rezaba. La operación no tuvo contratiempos y conforme se recuperaba ampliaba su formación relativa a la consagración, para la que ya había fecha: el 27 de mayo de 2022.

Hoy, como virgen consagrada, esposa de Cristo y conversa tras una vida de  dolor, sufrimiento y ateísmo, aún se sorprende al afirmar que tiene a «la mejor suegra del mundo», en referencia a la Virgen María, o al «marido más maravilloso». Quienes la conocen no dan crédito. «Lo que has sido y lo que eres… estás loca», le dicen. Ella sabe que “la consagración es la mejor decisión que he tomado. Llevo la alianza con la palabra Cristo dentro, me une con fuerza a Él. Después de haber renegado tanto, si esto de verdad sirve para ayudar a más gente, bendito sea, Señor, lo que me has mandado».


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