Mauricio Grisales, abusado en la infancia, adicto a las drogas, las fiestas y las mujeres, fue a un retiro por una chica y «experimenté el amor de Dios: Me hizo una criatura nueva»

* «En una adoración al Santísimo, cuando miraba al Sagrario, siempre había una chica que me cautivó por su recogimiento y piedad. Nos conocimos, compartimos apostolado y la invité a salir. Ella estaba preparándose para ser carmelita descalza, pero antes de declararnos le preguntamos a Dios y el sentimiento permaneció. Tras tres años de noviazgo en castidad, basado en las virtudes, la oración y el apostolado, nos casamos. Dios fue el centro»

Camino Católico.- Un suceso traumático marcó la infancia de Mauricio Grisales, cuando sufrió abusos sexuales. Las heridas producidas en él le facilitarán la caída en pecados de ámbito sexual. Influenciado por una profesora, comenzó a moverse en el mundo del ateísmo, cada vez más lejos de Dios. Las mujeres y las drogas no le permitieron tener nunca una relación estable, hasta que conoció a una chica gracias a la cual conoció a Dios. Mauricio cuenta su testimonio de conversión,  desde Valencia,  en el programa “Cambio de Agujas” de H.M. Televisión.

Mauricio Grisales en su infancia

Mauricio Grisales nació en una familia católica, pero sin apenas práctica religiosa por lo que no recuerda figuras en su familia que fuesen un referente de fe. Pese a eso, en su infancia, hasta que cumplió seis años,  coleccionaba estampas de santos y pedía a su madre, que de vez en cuando rezaba el rosario, que le comprase nuevas estampas para hacer un pequeño altar en su cuarto.

Pero luego, «ahí se quedó todo», asegura, porque vivió un «doloroso acontecimiento», cuando sufrió abusos sexuales: «Abrieron unas brechas muy grandes en mi vida sexual y camino a una serie de adicciones» que le determinarían su vida durante décadas.

«Dar muerte a Dios», las fiestas electrónica y las adicciones

Durante  su adolescencia, en un momento dado, su profesora de filosofía alentó a los alumnos a «dar muerte a Dios» para alcanzar «la libertad del hombre», Mauricio no tenía argumentos para defenderse. Su introducción al  ateísmo empezó como «una atractiva provocación» en su vida pero  lo llevó a la lectura de grandes referentes ateos como Marx o Nietzsche.  “Entre los 12 y los 22 años hubo un vacío existencial muy fuerte en mi vida, prácticamente era indiferente y simpaticé mucho con el agnosticismo”.

Mauricio empezó a asistir a fiestas electrónicas de días de duración, donde probó entre otras drogas el éxtasis, el alcohol y comenzó a tener «una vida muy desenfrenada con mujeres». Sin embargo, «un vacío continuo» llamaba a su puerta cada noche al regresar a casa, rompiendo a llorar sin saber por qué.

Reconoce que la raíz de su vacío  «era la ausencia de Dios. Anhelaba con todo mi corazón que existiera y había algo que no me dejaba sucumbir del todo. Me sentía amado por un padre sacrificado que tanto trabajaba, una madre desvivida por sus hijos… algo tenía que haber si recibía amor por todos lados incluso sin buscarlo. Eso era lo que me mantenía».

Que Dios existiese llegó a ser para él «una necesidad». Así, empezó a buscarle, «sin saber dónde ni cómo», hasta que llegó «el momento crucial».

Dos imágenes de Mauricio Grisales antes de su conversión, cuando vivía adicto y en continuas fiestas

El crucial retiro al que fue por una chica

A sus 22 años, después de mucho tiempo de  relaciones tóxicas e inestables, «estaba cansado y quería a alguien con quien compartir» un proyecto de vida. Y esa chica llegó, pero no fue como esperaba: poco después, la relación terminó y ella se fue a un retiro espiritual. La joven se quedó con la cámara de fotos de Mauricio, y esta era la única excusa para que el joven hablase con ella.

«Cuando llegó del retiro, la llamé para pedirle la cámara y me dijo que había encontrado lo que llevaba buscando toda su vida: a Dios. Pensé que le habían comido la cabeza, pero acabé yendo a un retiro. No para buscar a Dios, sino para recuperarla.  En el retiro fui consciente de que había vivido sin tener noción de cómo el pecado me esclavizaba, de lo mal que había vivido los noviazgos y experimenté el amor de Dios«, relata.

«Me daba cuenta de que también deseaba que Dios no existiese para poder hacer lo que me diese la gana», pero entonces recordó una «experiencia mariana impresionante» del retiro: «experimenté que tenía una madre que me amaba de una manera perfecta, que era un reflejo visible de Dios. Intelectualmente el Señor me sacudió, pero también penetró en mi corazón».

Desde entonces, tuvo un rechazo absoluto por todos los vicios de su antigua vida: el alcohol, la fiesta, las relaciones… «Todo sucumbió ese fin de semana y realidades que me acompañaron más de diez años de mi vida se destruyeron en un momento”.

Mauricio percibió que Dios le había socorrido en el apego que tenía «al mundo», pero quedaba un obstáculo que superar para su conversión definitiva: «Tuve una crisis muy fuerte por todo lo que había leído en la juventud, aquellas doctrinas aparecieron nuevamente y tuve que buscar razones para demostrarme la existencia de Dios. Profundizar en la fe me ayudó mucho en la lucha racional que tenía. Dios había vencido al mundo en mí y en esa lucha contra mí mismo, empezó a ayudarme con lecturas y formación», recuerda.

La larga confesión que le provocó «hambre de Dios» y la adoración en la conoció a su esposa

Se confesó largamente y acabó besando los pies al sacerdote. Tras la confesión, Mauricio desarrolló un «hambre voraz» de Dios, adquirió multitud de libros de oración y comenzó a incluir la Misa y la oración en su día a día, pese a las fuertes «persecuciones» a las que le sometía su familia, que buscaba que desistiese de su nuevo camino.

Mauricio Grisales con su esposa el día de su boda. Se conocieron en una adoración al Santísimo

Mauricio conoció así a la que sería su esposa: «En una adoración al Santísimo, cuando miraba al Sagrario, siempre había una chica que me cautivó por su recogimiento y piedad. Nos conocimos, compartimos apostolado y la invité a salir. Ella estaba preparándose para ser carmelita descalza, pero antes de declararnos le preguntamos a Dios y el sentimiento permaneció. Tras tres años de noviazgo en castidad, basado en las virtudes, la oración y el apostolado, nos casamos. Dios fue el centro».

Mauricio agradece como “Dios rompió una atadura fortísima en su vida» que él no pudo cortar: «Estuve muy  metido en el mundo.  Cuando puse en la balanza lo que Dios me estaba regalando y lo que el mundo me ofrecía,  lo que el mundo me daba era simplemente una máscara, un barniz de felicidad. La verdadera paz me la daba Dios. Él me hizo una criatura nueva».


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