Oración en el Sábado Santo a la Virgen para que salgamos victoriosos en las pruebas de la vida / Por P. Carlos García Malo

* «… El día amaneció sin aurora y la tiniebla cubría la tierra. El Sol que sale de lo alto se había apagado de la manera más vil y cobarde. Y la soledad de las almas que pusieron en Él toda su confianza se ahogan en un sinvivir porque están desorientadas. Sábado Santo que por su propia oscuridad no entiende de claridad ni de espera. Alegría truncada por la muerte. Soledad de María. Tristeza de la Madre que siente a su hijo muerto. Hoy, como entonces, la Virgen sufre por cada hijo que se pierde… María… gracias por tu intercesión poderosa. Que ante las pruebas de la vida, agarrados a tu manto, salgamos victoriosos»

P. Carlos García Malo / Camino Católico.- Hoy es Sábado Santo y es un día de espera. Jesús se encuentra en el sepulcro y es María quien acompaña a la Iglesia. María es la madre de la paciente espera, aunque está dolida por la  muerte de su hijo. Ella fue la única que mantuvo viva la llama de la fe cuando Cristo fue sepultado.

Muchos de los seguidores de Jesús se desilusionaron porque creían que él iba a ser el Gran Mesías de Israel. Ellos esperaban a un guerrero que los liberara del dominio romano con puño de hierro y un ejército numeroso. Sin embargo, cuando vieron que Cristo se dejó crucificar y murió, quedaron tristes y desilusionados. “Jesús fracasó, volvamos a nuestras tareas ordinarias”, dijeron los discípulos de Emaús. También  los apóstoles estaban con miedo, y se mantenían escondidos, como nosotros cuando vivimos pruebas en la vida y obtenemos por respuesta el silencio de Dios.

Incluso las mujeres que estuvieron al pie de la Cruz, van a embalsamar el cuerpo del Señor porque ya lo consideran como a un muerto. Ellas no habían creído en la resurrección de Cristo, y cuando encontraron el sepulcro vacío se llenaron de terror. Y no entienden por qué no está el cuerpo de Jesús y comienzan a dudar de lo que él les había dicho sobre la resurrección. Al aparecerse el ángel , una de ellas le pregunta : ¿Adónde se han llevado al Señor? Sólo cuando Cristo se les aparece, creen.

La Virgen María, en cambio, no fue al sepulcro porque había acogido la palabra de Dios en su corazón. Y por ser una mujer de fe profunda, había creído. Por lo tanto, ella no estaba desilusionada, ni asustada, ni desconfiaba. Sino que espera plenamente en la resurrección de su hijo.

Pese de haber visto todo el dolor del día anterior, su fe y su esperanza son mucho más grandes aún. Se mantuvo firme al pie de la cruz, aunque profundamente dolida. En esos momentos lo único que la sostuvo fue la fe. Y también la esperanza de que se cumplirían las promesas de Dios. Invoquemos su intercesión ante las pruebas de nuestra vida para que salgamos victoriosos con la siguiente oración:

… el día amaneció sin aurora

y la tiniebla cubría la tierra.

El Sol que sale de lo alto

se había apagado de la manera más vil y cobarde.

Y la soledad de las almas

que pusieron en Él toda su confianza

se ahogan en un sinvivir porque están desorientadas.

Sábado Santo que por su propia oscuridad

no entiende de claridad ni de espera.

Alegría truncada por la muerte.

Tumba fría y negra

que en sus entrañas acoge el cuerpo llagado e inerte del Justo Jesús…

y fuera en la vida, se vive muriendo…

Un cruel ahogo recorre la atmósfera de este día. Sólo esperar a que salga la Luz, si es que ésta puede volver a lucir…

Soledad de María.

Aquel de quien el ángel le dijo que su reino no tendría fin… no está.

Sudarios y mortaja lo envuelven.

Tristeza de la Madre que siente a su hijo muerto. Hoy, como entonces,

la Virgen sufre por cada hijo que se pierde

o se acerca a una muerte sin sentido

y sale a su encuentro en cada santuario o advocación que lleva su nombre.

Y, corredentora,               

vierte sus lágrimas hechas de oración poderosa.

Y así, arrancar de la muerte a tanto hombre y mujer de nuestro tiempo.

María,

tu abnegado sí esta noche

será premiado con creces

por ese Dios al que nadie gana en generosidad…

y tú alegría no tendrá fin.

Gracias por tu intercesión poderosa.

Que ante las pruebas de la vida,

agarrados a tu manto, salgamos victoriosos.

María,

auxilio de los cristianos.

Ruega por nosotros. Amén.

  P. Carlos García Malo

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