Papa Francisco en el Ángelus 17-3-19: «la oración en Cristo y en el Espíritu Santo transforma a la persona desde dentro y puede iluminar a los demás y al mundo que la rodea»

* «En esta Cuaresma, nosotros también subamos la montaña con Jesús, ¿de qué modo?, con la oración. Subamos a la montaña con la oración, la oración silenciosa, la oración del corazón, la oración siempre buscando al Señor. Permanezcamos algún momento en recogimiento, cada día un momento, fijemos la mirada interior en el rostro de Jesús y dejemos que su luz penetre e irradie en nuestra vida. De hecho, el evangelista Lucas insiste en el hecho de que Jesús se transfiguró ”mientras oraba”»

Video completo de la transmisión en directo traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «En estos días, ante el dolor de las guerras y conflictos que continúan afligiendo a la humanidad, se ha agregado el de las víctimas del horrible atentado a dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda. Rezo por los muertos y los heridos y sus familias. Estoy cerca de nuestros hermanos musulmanes y de toda esta comunidad. Renuevo mi invitación a unirnos por medio de la oración y de los gestos de paz para oponernos al odio y la violencia. Oremos juntos, en silencio, por nuestros hermanos musulmanes que han sido asesinados»

17 de marzo de 2019.- (Camino Católico)  El Papa a las doce del mediodía se ha asomado a la ventana del Palacio Apostólico para rezar el Ángelus con miles de peregrinos y  en este segundo domingo de Cuaresma ha invitado a “contemplar el acontecimiento de la Transfiguración, en el que Jesús concede a los discípulos Pedro, Santiago y Juan el anticipo de la gloria de la Resurrección: una visión del cielo en la tierra. El evangelista Lucas (9:28-36) nos muestra a Jesús transfigurado en el monte, que es el lugar de la luz, un símbolo fascinante de la experiencia única reservada a los tres discípulos. Suben con el Maestro al monte, lo ven sumido en la oración, y en cierto momento «su rostro cambió de aspecto» (v. 29).

El misterio de la transfiguración, subraya el Papa, “nos muestra la perspectiva cristiana del sufrimiento: es un paso necesario pero transitorio. El punto de llegada al que estamos llamados es tan luminoso como el rostro del Cristo transfigurado: en él está la salvación, la bienaventuranza, la luz, el amor ilimitado de Dios. Al mostrar su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las dificultades en las que estamos luchando tienen su solución y su superación en su Pascua”.

Cristo transfigurado, como parte de la reflexión de la Cuaresma, es una invitación a todos los cristianos a subir al monte: “¿En qué sentido? Con oración. Permanezcamos unos instantes en el recogimiento, fijemos nuestra mirada interior en su rostro y dejemos que su luz nos impregne e irradie en nuestras vidas”.

Para el Papa, el evangelista Lucas subraya “el hecho de que Jesús se transfiguró «mientras oraba» (v. 29). Se había sumergido en una conversación íntima con el Padre, en la que también resonaban la Ley y los Profetas, Moisés y Elías… Es así: la oración en Cristo y en el Espíritu Santo transforma a la persona desde dentro y puede iluminar a los demás y al mundo que la rodea”.

El Papa Francisco finalizó su alocución, invitando a que “continuemos nuestro camino cuaresmal con alegría… Que la Virgen María nos enseñe a permanecer con Jesús aun cuando no lo entendamos a él o a sus caminos. Porque sólo estando a su lado veremos Su gloria”. En el vídeo se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este segundo domingo de Cuaresma, la liturgia nos hace contemplar el evento de la Transfiguración, en el que Jesús otorga a los discípulos Pedro, Santiago y Juan un anticipo de la gloria de la Resurrección: una parte del cielo en la tierra. El evangelista Lucas (ver 9,28-36) nos muestra a Jesús transfigurado en la montaña, que es el lugar de la luz, un símbolo fascinante de la experiencia única reservada para los tres discípulos. Suben con el Maestro a la montaña, lo ven sumergiéndose en la oración, y en cierto momento “su rostro cambió de apariencia” (v. 29). Acostumbrados a verlo a diario en la simple apariencia de su humanidad, frente a ese nuevo esplendor, que también envuelve a toda su persona, quedan sorprendidos. Y junto a Jesús aparecen Moisés y Elías, quienes hablan con él sobre su próximo “éxodo”, es decir, de la Pascua de muerte y resurrección, una anticipación de la Pascua. Entonces Pedro exclama: “Maestro, es hermoso para nosotros estar aquí” (v. 33). ¡Quisiera que ese momento de gracia no terminara nunca!.

La Transfiguración tiene lugar en un momento muy preciso en la misión de Cristo, es decir, después de que Él les confió a los discípulos que debía “sufrir mucho, […] ser asesinado y resucitar al tercer día” (v. 21). Jesús sabe que no aceptan esta realidad, la realidad de la cruz, la realidad de la muerte y por eso quiere prepararlos para soportar el escándalo de la pasión y muerte de  cruz, para que sepan que este es el camino a través del cual el Padre celestial hará alcanzar la gloria a su Hijo elegido resucitándolo de los muertos. Y este también será el camino de los discípulos: nadie llega a la vida eterna, sino siguiendo a Jesús, llevando su propia cruz en la vida terrenal. Cada uno de nosotros tiene su propia cruz, el Señor nos hace ver el final de este recorrido que es la resurrección, la belleza, por lo tanto hay que llevar la propia cruz.

Por eso, la Transfiguración de Cristo nos muestra la perspectiva cristiana del sufrimiento: no es un sadomasoquismo el sufrimiento, es un pasaje necesario pero transitorio. El punto de llegada al que estamos llamados es luminoso, como el rostro de Cristo transfigurado: en él está la salvación, la felicidad, la luz, el amor de Dios sin límites. Al mostrar así su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las dificultades en las que luchamos tienen su solución y su superación en la Pascua. Por eso, en esta Cuaresma, nosotros también subamos la montaña con Jesús, ¿de qué modo?, con la oración. Subamos a la montaña con la oración, la oración silenciosa, la oración del corazón, la oración siempre buscando al Señor. Permanezcamos algún momento en recogimiento, cada día un momento, fijemos la mirada interior en el rostro de Jesús y dejemos que su luz penetre e irradie en nuestra vida.

De hecho, el evangelista Lucas insiste en el hecho de que Jesús se transfiguró ”mientras oraba” (v. 29). Sumergido en una conversación íntima con el Padre, en la que también resonaban la Ley y los Profetas, Moisés y Elías, y mientras se adhería con todo su ser a la voluntad del Padre, incluida la cruz, la gloria de Dios lo invadió transfigurando también el exterior. Esto es así hermanos y hermanas: la oración en Cristo y en el Espíritu Santo transforma a la persona desde dentro y puede iluminar también a los demás y al mundo que nos rodea. Cuantas veces hemos encontrado a personas que iluminan, que sale la luz de los ojos, que tienen esa mirada luminosa y oran y la oración hace esto, nos hace resplandecer con la luz del Espíritu Santo.

Continuemos nuestro viaje de Cuaresma con alegría. Demos espacio a la oración y a la Palabra de Dios, que la liturgia nos ofrece abundantemente en estos días. La Virgen María nos enseñe a permanecer con Jesús incluso cuando no lo entendamos y no lo comprendamos, porque solo permaneciendo con Él veremos su gloria.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En estos días, ante el dolor de las guerras y conflictos que continúan afligiendo a la humanidad, se ha agregado el de las víctimas del horrible atentado a dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda. Rezo por los muertos y los heridos y sus familias. Estoy cerca de nuestros hermanos musulmanes y de toda esta comunidad. Renuevo mi invitación a unirnos por medio de la oración y de los gestos de paz para oponernos al odio y la violencia. Oremos juntos, en silencio, por nuestros hermanos musulmanes que han sido asesinados.

Dirijo un cordial saludo a todos los presentes: fieles de Roma y de muchas partes del mundo. Saludo a los peregrinos de Polonia, a los de Valencia en España, a los de Cajazeiras en Brasil y a Benguela de Angola. ¡Cuántos angoleños!

Saludo a los grupos parroquiales que vienen de Verona, Quarto di Napoli y Castel del Piano en Perugia; los alumnos de Corleone, los monaguillos de Brembo en Dalmine y la asociación «Uno a Cento» de Padua.

Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de orar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!

Francisco

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  1. SAN CIRILO DE JERUSALÉN, obispo y doctor de la Iglesia. Nació en Jerusalén de padres cristianos el año 315. Recibió una buena formación clásica y teológica, y fue un gran conocedor de la S. Escritura. Sucedió al obispo Máximo en la sede de Jerusalén el año 348. Llevó una vida muy ajetreada, y por tres veces al menos tuvo que dejar su sede y marchar a otras tierras. Participó en el Concilio Ecuménico de Constantinopla e intervino en la controversia arriana. De sus obras escritas que nos quedan, la principal son las Catequesis, tanto las prebautismales como las llamadas «mistagógicas». En ellas se dirige a los que se preparaban durante la cuaresma para recibir el bautismo la noche de Pascua, y a los recién bautizados. La recta doctrina, las Escrituras, los misterios sagrados, las tradiciones de la Iglesia, la historia de la salvación y los sacramentos de la iniciación cristiana son el contenido de las catequesis, que pronunciaba en la basílica del Santo Sepulcro. Murió el año 386.- Oración: Señor, Dios nuestro, que has permitido a tu Iglesia penetrar con mayor profundidad en los sacramentos de la salvación, por la predicación de san Cirilo, obispo de Jerusalén, concédenos, por su intercesión, llegar a conocer de tal modo a tu Hijo que podamos participar con mayor abundancia de su vida divina. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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