Papa Francisco en la Audiencia General: «Con el don de fortaleza, el Espíritu Santo nos ayuda a superar nuestra debilidad, para que seamos capaces de responder al amor del Señor»

* «Pensemos en esos hombres y mujeres que llevan una vida difícil, luchan para llevar adelante la familia, educar a los hijos. Esto lo hacen porque tienen el don de la fortaleza que los ayuda»

14 de mayo de 2014.-(13 TV Radio Vaticano Camino Católico)  En una Audiencia General con tantísimos fieles y peregrinos del mundo, pero también con muchísimo viento en la Plaza de san Pedro, el Papa Francisco, se refirió a la Fortaleza en su Catequesis sobre los dones del Espíritu.

Muchos hombres y mujeres dan testimonio de fe aún a costa de la vida, gracias al don de Fortaleza que infunde el Espíritu, que también nos sostiene y fortalece en las fatigas y pruebas diarias, para que nos dejemos llevar por el desaliento y busquemos la santidad en nuestra vida ordinaria, expresó Francisco.

El Vicario de Cristo dijo que tanto en uno como en otro caso “es necesario que al don de fortaleza se le una la humildad del corazón”. Y exhortó a pedir a la Virgen que el Espíritu Santo “nos conceda el don de fortaleza, para que sepamos seguir siempre a Jesús con alegría y perseverancia”. En el vídeo se visualiza y escucha el fragmento final de la catequesis y el resumen completo que el Papa ha hecho en español.El texto completo de toda la meditación del Santo Padre es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hemos reflexionado sobre  los primeros tres dones del Espíritu Santo: la sabiduría, el intelecto y el consejo. Hoy pensemos en lo que hace el Señor, Él viene siempre a sostenernos en nuestras debilidades y lo hace con un don especial: el de la fortaleza. 

Hay una parábola, relatada por Jesús, que nos ayuda a darle la importancia de este don. Un sembrador sale a sembrar, pero no toda la semilla que esparce, sin embargo, trae fruto. La que termina en el camino se lo comen los pájaros, la que cae en terreno pedregoso o en medio de los espinos, germina, pero enseguida el sol la seca o la ahogan las espinas. Solo la que termina en terreno bueno puede crecer y dar fruto (cfr Mc 4,3-9 // Mt 13,3-9 // Lc 8,4-8).

Como el mismo Jesús explica a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que esparce abundantemente la semilla de su Palabra. La semilla, sin embargo, se encuentra a menudo con la aridez de nuestro corazón y, también, cuando es acogida se arriesga a permanecer estéril. Con el don de la fortaleza, sin embargo, el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón del letargo, de las incertidumbres y de los temores que lo pueden frenar, de modo que la Palabra del Señor se ponga en práctica, de un modo auténtico y alegre. Es una verdadera ayuda este don de la fortaleza, nos da fuerza y también nos libra de muchos impedimentos. Es en los momentos difíciles, las situaciones extremas en los que el don de la fortaleza se manifiesta de una forma extraordinaria, ejemplar.

Es el caso de los que se encuentran afrontando experiencias particularmente duras y dolorosas, que  afectan a nuestra vida y a nuestros seres queridos. La Iglesia resplandece con el testimonio de tantos hermanos y hermanas que no han dudado en dar la propia vida, para permanecer fieles al Señor  y a su Evangelio. También hoy no faltan cristianos que en muchas partes del mundo continúan celebrando y testificando su fe, con profunda convicción y serenidad, y resisten también aún cuando saben que pagarán un precio muy alto. Todos nosotros conocemos gente que ha vivido situaciones difíciles, muchos dolores.

Pensemos en esos hombres y mujeres que llevan una vida difícil, luchan para llevar adelante la familia, educar a los hijos. Esto lo hacen porque tienen el don de la fortaleza que los ayuda. Cuántos hombres y mujeres, no sabemos el número, que honran a nuestro pueblo, honran a nuestra Iglesia, porque son fuertes, fuertes al llevar adelante sus vidas, sus familias, sus trabajos, su fe. Estos hermanos y hermanas nuestros son santos, santos cotidianos, santos escondidos en medio de nosotros. Tienen el don de la fortaleza para llevar adelante sus deberes de personas, de padres, madres, hermanos y hermanas, ciudadanos. Muchos, ¡tenemos muchos! Demos gracias a Dios por estos cristianos que son de una santidad escondida, es el Espíritu dentro el que los lleva adelante. Y nos hará bien pensar en estas personas. Si ellos hacen esto, si ellos pueden hacerlo ¿por qué no yo? Así, pidamos al Señor que nos dé el don de la fortaleza.

Con esto, no es tenemos que pensar que el don de la fortaleza es un don necesario solo en algunas ocasiones o en situaciones especiales. Este don tiene que constituir la nota de fondo de nuestro ser cristianos, en la cotidianeidad de nuestra vida. Como he dicho en todos los días de nuestra vida debemos ser fuertes, necesitamos esta fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia, nuestra fe. Pablo el apóstol, dijo una frase que nos hará bien escucharla: “Todo lo puedo en Él que me da la fuerza” » (Fil 4,13). Cuando, en la vida cotidiana, vienen las dificultades, pensemos esto: “Todo lo puedo en Él que me da la fuerza”. El Señor da la fuerza siempre, no falla. El Señor no nos prueba más de lo que podemos soportar. Él está siempre con nosotros: “Todo lo puedo en Él que me da la fuerza”

Queridos amigos, a veces podemos vernos tentados a dejarnos en las manos de la pereza o del desconsuelo, sobre todo frente a las fatigas y las pruebas de la vida. En estos casos, no perdamos el ánimo, sino que invoquemos al Espíritu Santo, para que con el don de la fortaleza pueda aliviar nuestro corazón y comunicar nueva fuerza y entusiasmo en nuestra vida y en nuestro seguir a Jesús. Gracias. 

(El Papa ha dicho en español:) 

Queridos hermanos y hermanas:

En nuestra vida frecuentemente experimentamos nuestra fragilidad, nuestros límites y clausuras. Con el don de fortaleza, el Espíritu Santo nos ayuda a superar nuestra debilidad, para que seamos capaces de responder al amor del Señor. Hay momentos en que este don se manifiesta de modo extraordinario, como ocurre en el caso de tantos hermanos nuestros que no han dudado en entregar su vida por fidelidad al Señor y a su Evangelio.

También hoy sigue habiendo muchos cristianos que, en distintas partes del mundo, dan testimonio de su fe, con convicción y serenidad, aun a costa de sus vidas. Esto sólo es posible por la acción del Espíritu Santo que infunde fortaleza y confianza.

Sin embargo, no debemos pensar que este don es sólo para las circunstancias extraordinarias; también en nuestra vida de cada día el Espíritu Santo nos hace sentir la cercanía del Señor, nos sostiene y fortalece en las fatigas y pruebas de la vida, para que no nos dejemos llevar de la tentación del desaliento, y busquemos la santidad en nuestra vida ordinaria. Pero para que todo esto sea realidad, es necesario que al don de fortaleza se le una la humildad del corazón.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, México, Ecuador, Venezuela, Chile, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos a la Virgen María que, por su intercesión, el Espíritu Santo nos conceda el don de fortaleza, para que sepamos seguir siempre a Jesús con alegría y perseverancia. Muchas gracias y que Dios los bendiga.

(Al final de la audiencia el Papa ha hablado del accidente en una mina en Turquía y el último naufragio del Mediterráneo y ha dicho:)

Queridos hermanos, os invito a rezar por los mineros que ayer murieron en las minas de Soma, en Turquía, y por los que continúan atrapados en las galerías. Que el Señor acoja a los difuntos en su casa y dé consuelo a sus familiares.

Recemos también por las personas que en estos días han perdido la vida en el Mediterráneo. Que se pongan en primer lugar los derechos humanos, recemos por esto. Que se pongan en primer lugar los derechos humanos y se aúnen las fuerzas para prevenir estas desgracias vergonzosas.

Papa Francisco

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