Papa Francisco en la vigilia del WMF: «Las familias son fábricas de esperanza, vida y resurrección»

* «Estamos en la fiesta de las familias. La familia tiene carta de ciudadanía divina, ¿está claro? La carta de ciudadanía que tiene la familia se la dio Dios para que en su seno creciera cada vez más la verdad, el amor y la belleza»

* «Cuidar a los abuelos y cuidar a los niños es la muestra de amor. No sé si más grande, pero yo diría, más promisoria de la familia, porque promete el futuro. Un pueblo que no sabe cuidar a los niños y un pueblo que no sabe cuidar a los abuelos es un pueblo sin futuro porque no tiene la fuerza y no tiene la memoria que los lleve adelante»

27 de septiembre de 2015.- (ACI  / Radio Vaticano Camino Católico)  Las luces de las sirenas, la seguridad y la escolta de las motocicletas policiales anticiparon la llegada del Papa al parque Benjamin Franklin de Filadelfia donde le esperaban miles de emocionadas familias. La música de la Orquesta Filarmónica de Filadelfia anunció, por fin, la llegada de Francisco. Meses de preparación dieron lugar a un sonido inigualable. El conocido actor Mark Walhberg fue el maestro de ceremonias. Presentó tanto a los artistas como a las familias que ofrecieron su testimonio.

Primero habló una pareja australiana recién prometida que mostró al Papa su preocupación por la alta tasa de divorcio en su país. También una mujer nigeriana que explicó su dolorosa experiencia después de varios abortos. Y una familia jordana contó al Papa afrontan la situación de persecución a los cristianos en Oriente Medio. 

El Papa improvisó su mensaje a las familias. Les dijo que las familias fuertes dan lugar a sociedades fuertes. Habló en español y le tradujeron simultáneamente al inglés. «Dios siempre golpea las puertas de los corazones. Le gusta hacerlo. Le sale de adentro. ¿Pero saben que es lo que más le gusta? Golpear las puertas de las familias y encontrar a las familias unidas, que se quieren, que hacen creer a sus hijos, los educan y los llevan adelante”, dijo el Papa.

Francisco reconoció que en la familia hay cruz pero también resurrección. Está basada en el amor, la esperanza y la confianza pero hay momentos duros. Estas dificultades, dijo, pueden ser una ocasión para acercarse más a Dios: «Algunos de ustedes me pueden decir: «Padre, usted habla así porque es soltero”. En la familia hay dificultades. En la familia discutimos. En la familia a veces vuelan los platos. En la familia los hijos traen dolores de cabeza. No voy a hablar de la suegra. Pero, en las familias, siempre, siempre hay cruz. Siempre.”

Explicó que las familias son«fábricas de esperanza”. Esa esperanza, dijo, hace que puedan abrir su corazón. El broche de oro de la Vigilia fue la actuación de Andrea Bocelli que cantó un impresionante Padrenuestro. También actuó el cantante colombiano Juanes, conocido por su trabajo humanitario en favor de la paz. En el vídeo se visualiza y escucha el discurso improvisado del Papa, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridas familias:

Gracias a quienes han dado testimonio. Gracias a quienes nos alegraron con el arte, con la belleza que es el camino para llegar a Dios. La belleza nos lleva a Dios. Y un testimonio verdadero nos lleva a Dios porque Dios también es la verdad, es la belleza y es la verdad. Y un testimonio, dado para servir es bueno, nos hace buenos porque Dios es bondad, nos lleva a Dios.

Todo lo bueno, todo lo verdadero y todo lo bello nos lleva a Dios. Porque Dios es bueno. Dios es bello, Dios es Verdad. Gracias a todos, a los que nos dieron su mensaje y a la presencia de ustedes que también es testimonio. Un verdadero testimonio de que vale la pena en familia, de que una sociedad crece fuerte, crece buena, crece hermosa y crece verdadera si se edifica en la base de la familia.

Una vez, un chico me preguntó -ustedes saben que los chicos preguntan cosas difíciles- me preguntó: Padre, ¿qué hacía Dios antes de crear el mundo? Les aseguro que me costó contestar y le dije lo que les digo ahora a ustedes: antes de crear el mundo Dios amaba porque Dios es Amor. Pero era tal el amor que tenía en sí mismo, ese amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Ese nombre era tan grande, tan desbordante… que esto no sé si es muy teológico pero lo van a entender. Era tan grande que no podía ser egoísta, tenía que salir de sí mismo para tener a quién amar fuera de sí mismo y ahí Dios creó al mundo, ahí Dios hizo esta maravilla en la que vivimos y como estamos un poquito mareados la estamos destruyendo.

Pero lo más lindo que hizo Dios, dice la Biblia, fue la familia. Creó al hombre y a la mujer y  les entregó todo, les entregó el mundo, crezcan, multiplíquense, cultiven la tierra, háganla producir, háganla crecer, todo el amor que hizo en esa creación maravillosa se la entregó a una a una familia. Volvemos atrás un poquito. Todo el amor que Dios tiene en sí, toda la belleza que Dios tiene en sí, toda la verdad que Dios tiene en sí, la entrega a la familia. Una familia es verdaderamente familia cuando es capaz de abrir los brazos y recibir todo ese amor.

Por supuesto que el paraíso terrenal no está acá, que la vida tiene sus problemas. Que los hombres, por la astucia del demonio, aprendieron a dividirse y todo ese amor que Dios nos dio, casi se pierde. Y al poquito tiempo el primer crimen, el primer fraticidio. Un hermano mata a otro hermano: la guerra.

El amor, la belleza y la verdad de Dios y la destrucción de la guerra y entre esas dos posiciones, caminamos nosotros hoy. Nos toca a nosotros, nos toca a nosotros, decidir el camino para andar. Pero volvamos para atrás. Cuando el hombre y su esposa se equivocaron y se alejaron de Dios, Dios no los dejó solos. Tanto el amor, tanto el amor que empezó a caminar con la humanidad, empezó a caminar con su pueblo hasta que llegó el momento maduro  y le dio la muestra  de más grande de amor: su Hijo.

Y a su hijo ¿dónde lo mandó? ¿a un palacio? ¿a una ciudad? ¿a hacer una empresa? Lo mandó a una familia. Dios mandó a su Hijo al mundo en una familia. Dios entró al mundo por una familia y pudo hacerlo porque esa familia era una familia que tenía el corazón abierto al amor, que tenía las puertas abiertas al amor.

Pensemos en María jovencita. No lo podía creer, ¿cómo puede suceder esto? Y cuando le explicaron obedeció. Pensemos en José lleno de ilusiones, de formar un hogar, se encuentra con esta sorpresa que no entiende. Acepta, obedece y en la obediencia de amor, de esta mujer María y de este hombre José, se da una familia en la que viene Dios. Dios siempre golpea las puertas de los corazones, les gusta hacerlo, le sale de adentro, ¿pero saben lo que más le gusta? Golpear las puertas de las familias, encontrar las familias unidas, encontrar las familias que se quieren encontrar las familias que hacen crecer a sus hijos y los educan y que los llevan adelante y que crean una sociedad de bondad, de verdad y  de belleza.

Estamos en la fiesta de las familias. La familia tiene carta de ciudadanía divina, ¿está claro? La carta de ciudadanía que tiene la familia se la dio Dios para que en su seno creciera cada vez más la verdad, el amor y la belleza. Claro alguno de ustedes me pueden decir: Padre, usted habla así porque es soltero.

En la familia hay dificultades, en las familias discutimos, en la familia a veces vuelan los platos. En las familias los hijos traen dolores de cabeza. No voy a hablar de las suegras, pero en las familias siempre, siempre hay cruz, siempre. Porque el amor de Dios, el Hijo de Dios, nos abrió también ese camino. Pero en las familias también después de la Cruz hay Resurrección porque el Hijo de Dios nos abrió ese camino. Porque la Familia, perdónenme la palabra, es una  fábrica de esperanza, una fábrica de vida y resurrección, pues Dios fue quien abrió ese camino. Y los hijos, los hijos dan trabajo. Nosotros como hijos dimos trabajo.

A veces en casa veo algunos de mis colaboradores que vienen a trabajar con ojeras. Tienen un bebé de un mes, dos meses, y le pregunto ¿no dormiste? No, lloró toda la noche. En la familia hay dificultades, pero esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad, solamente el amor es capaz de superar la dificultad, el amor es fiesta, el amor es gozo, el amor es seguir adelante y no quiero seguir hablando porque se hace demasiado largo, pero quisiera marcar dos puntitos de la familia, en los que quisiera que se tuviera un especial cuidado. No solo quisiera tenemos que tener un especial cuidado: los niños y los abuelos.

Los niños y los jóvenes son el futuro, son la fuerza, los que llevan adelante. Son aquellos en los que ponemos esperanzas. Los abuelos son la memoria de la familia, son los que nos dieron la fe, nos transmitieron la fe. Cuidar a los abuelos y cuidar a los niños es la muestra de amor. No sé si más grande, pero yo diría, más promisoria de la familia, porque promete el futuro. Un pueblo que no sabe cuidar a los niños y un pueblo que no sabe cuidar a los abuelos es un pueblo sin futuro porque no tiene la fuerza y no tiene la memoria que los lleve adelante. Y bueno, la familia es bella, pero cuesta, trae problemas. En la familia a veces hay enemistades, el marido se pelea con la mujer o se miran mal o los hijos con el padre. Les sugiero un consejo: nunca terminen el día sin hacer la paz en la familia.

En una familia no se puede terminar el día en guerra. Que Dios los bendiga, que Dios les dé fuerzas, que Dios los anime a seguir adelante. Cuidemos la familia, defendemos la familia porque ahí se juega nuestro futuro.

Gracias, que Dios los bendiga y recen por mi.

(Saludo final luego de la presentación de Bocelli)

(La gente aclama: “Viva el Papa”)

Vamos a recibir la bendición y nos volvemos a ver mañana en la Misa, ¿a qué hora es? (Risas de la gente) A las 4:00 de la tarde nos vemos todos, pero antes de dar la bendición vamos a rezar una oración a María y también una invocación a San José para que protejan nuestra familia y nos ayuden a creer que vale la pena luchar por la familia.

Hail Mary [Dios te salve María] San Joseph pray for us (San José, ruega por nosotros) (Repetido tres veces).

Benedicat Vos Omnipotens Deus Pater et Filius et Spiritus Sanctus (La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros)

Thank you and until tomorrow (Gracias y hasta mañana)

Francisco

Texto completo del discurso del Papa Francisco que no leyó en el Festival de Familias en Filadelfia

Queridas familias:

Quiero agradecerle, en primer lugar, a las familias que se han animado a compartir con nosotros su vida, gracias por su testimonio. Siempre es un regalo poder escuchar a las familias compartir sus experiencias de vida; eso toca el corazón. Sentimos que ellas nos hablan de cosas verdaderamente personales y únicas que en cierta medida nos involucran a todos. Al escuchar sus vivencias podemos sentirnos implicados, interpelados como matrimonios, como padres, como hijos, hermanos, abuelos.

Mientras los escuchaba pensaba cuán importante es compartir la vida de nuestros hogares y ayudarnos a crecer en esta hermosa y desafiante tarea de «ser familia».

Estar con ustedes me hace pensar en uno de los misterios más hermosos del cristianismo. Dios no quiso venir al mundo de otra forma que no sea por medio de una familia. Dios no quiso acercarse a la humanidad sino por medio de un hogar. Dios no quiso otro nombre para sí que llamarse Emmanuel (Mt 1,23), es el Dios-con-nosotros. Y este ha sido desde el comienzo su sueño, su búsqueda, su lucha incansable por decirnos: «Yo soy el Dios con ustedes, el Dios para ustedes». Es el Dios que, desde el principio de la creación, dijo: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2,18a), y nosotros podemos seguir diciendo: No es bueno que la mujer esté sola, no es bueno que el niño, el anciano, el joven estén solos; no es bueno. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos no serán sino una sola carne (cf. Gn 2,24). Los dos no serán sino un hogar, una familia.

Y así desde tiempos inmemorables, en lo profundo del corazón, escuchamos esas palabras que golpean con fuerza en nuestro interior: No es bueno que estés solo. La familia es el gran don, el gran regalo de este «Dios-con-nosotros», que no ha querido abandonarnos a la soledad de vivir sin nadie, sin desafíos, sin hogar.

Dios no sueña solo, busca hacerlo todo «con nosotros». El sueño de Dios se sigue realizando en los sueños de muchas parejas que se animan a hacer de su vida una familia.

Por eso, la familia es el símbolo vivo del proyecto amoroso que un día el Padre soñó. Querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse a construir con Él, es animarse a jugarse con Él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo, que nadie sienta que sobra o que no tiene un lugar.

Los cristianos admiramos la belleza y cada momento familiar como el lugar donde de manera gradual aprendemos el significado y el valor de las relaciones humanas. «Aprendemos que amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa» (Erich Fromm, el Arte de amar). Aprendemos a jugárnosla por alguien y que esto vale la pena.

Jesús no fue un «solterón», todo lo contrario. Él ha desposado a la Iglesia, la ha hecho su pueblo. Él se jugó la vida por los que ama dando todo de sí, para que su esposa, la Iglesia, pudiera siempre experimentar que Él es el Dios con nosotros, con su pueblo, su familia. No podemos comprender a Cristo sin su Iglesia, como no podemos comprender la Iglesia sin su esposo, Cristo-Jesús, quien se entregó por amor y nos mostró que vale la pena hacerlo.

Jugársela por amor, no es algo de por sí fácil. Al igual que para el Maestro, hay momentos que este «jugársela» pasa por situaciones de cruz. Momentos donde parece que todo se vuelve cuesta arriba. Pienso en tantos padres, en tantas familias, a las que les falta el trabajo o poseen un trabajo sin derechos que se vuelve un verdadero calvario. Cuánto sacrificio para poder conseguir el pan cotidiano. Lógicamente, estos padres, al llegar a su hogar, no pueden darle lo mejor de sí a sus hijos por el cansancio que llevan sobre sus «hombros».

Pienso en tantas familias que no poseen un techo sobre el que cobijarse o viven en situaciones de hacinamiento. Que no poseen el mínimo para poder construir vínculos de intimidad, de seguridad, de protección frente a tanto tipo de inclemencias.

Pienso en tantas familias que no pueden acceder a los servicios sanitarios mínimos. Que, frente a problemas de salud, especialmente de los hijos o de los ancianos, dependen de un sistema que no logra tomarlos con seriedad, postergando el dolor y sometiendo a estas familias a grandes sacrificios para poder responder a sus problemas sanitarios.

No podemos pensar en una sociedad sana que no le dé espacio concreto a la vida familiar. No podemos pensar en una sociedad con futuro que no encuentre una legislación capaz de defender y asegurar las condiciones mínimas y necesarias para que las familias, especialmente las que están comenzando, puedan desarrollarse. Cuántos problemas se revertirían si nuestras sociedades protegieran y aseguraran que el espacio familiar, sobre todo el de los jóvenes esposos, encontrara la posibilidad de tener un trabajo digno, un techo seguro, un servicio de salud que acompañe la gestación familiar en todas las etapas de la vida.

El sueño de Dios sigue irrevocable, sigue intacto y nos invita a nosotros a trabajar, a comprometernos en una sociedad pro familia. Una sociedad, donde «el pan, fruto de la tierra y el trabajo de los hombres» (Misal Romano), siga siendo ofrecido en todo techo alimentando la esperanza de sus hijos.

Ayudémonos a que este «jugársela por amor» siga siendo posible. Ayudémonos los unos a los otros, en los momentos de dificultad, a aliviar las cargas. Seamos los unos apoyo de los otros, seamos las familias apoyo de otras familias.

No existen familias perfectas y esto no nos tiene que desanimar. Por el contrario, el amor se aprende, el amor se vive, el amor crece «trabajándolo» según las circunstancias de la vida por la que atraviesa cada familia concreta. El amor nace y se desarrolla siempre entre luces y sombras. El amor es posible en hombres y mujeres concretos que buscan no hacer de los conflictos la última palabra, sino una oportunidad. Oportunidad para pedir ayuda, oportunidad para preguntarse en qué tenemos que mejorar, oportunidad para poder descubrir al Dios con nosotros que nunca nos abandona. Este es un gran legado que le podemos dejar a nuestros hijos, una muy buena enseñanza: nos equivocamos, sí; tenemos problemas, sí; pero sabemos que eso no es lo definitivo. Sabemos que los errores, los problemas, los conflictos son una oportunidad para acercarnos a los demás, a Dios.

Esta noche nos encontramos para rezar, para hacerlo en familia, para hacer de nuestros hogares el rostro sonriente de la Iglesia. Para encontrarnos con el Dios que no quiso venir al mundo de otra forma que no sea por medio de una familia. Para encontrarnos con el Dios con nosotros, el Dios que está siempre entre nosotros.

Francisco

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