Valerie García, 18 años: «Me consideré atea. Tenía rencor y dolor por heridas porque sufrí bullying y una relación tóxica… Jesús nunca se fue de mi lado y me ha liberado»

* «Gracias a la misericordia de Dios y a los méritos de su Pasión, hoy puedo deciros que Dios lo es todo para mi, que con Él lo tengo todo, y no me falta nada.   Poco a poco me fui enamorando más y más de Cristo, Él aumentó mi Fe y me permitió acercarme a Él porque yo tenía sed de Él y le buscaba, cada vez le necesitaba más y más cerca. Una de las cosas más bonitas que aprendí mientras maduraba en mi fe (y sigo madurando en ella), fue que da igual las veces que te caigas, lo importante es que siempre te levantes, ese es el verdadero sentido de la santidad. Yo misma me cansaba de mis pecados porque me confesaba y al día siguiente o incluso el mismo día de haberme confesado volvía a caer en el mismo pecado. Pero con el tiempo y el amor de Dios me di cuenta de que la misericordia de Dios es TAN grande que Él ya me había perdonado antes de que cayera. Lo único que tienes que hacer es doblar rodilla, agachar la mirada y doblegar el corazón, porque no hay corazón arrepentido que sea rechazado por Dios, su amor es tan grande que Él puede perdonar LO QUE SEA. No sólo me enseñó a cómo pedir perdón, también me enseñó a perdonar»

Camino Católico.-  Valerie García Zambrano tiene 18 años y es de Reus (Cataluña, España). Pese a su juventud afirma que  “no he sido católica practicante durante toda mi vida. Tuve una época donde llegué a negar la existencia de Dios y a considerarme atea. Gracias a la misericordia de Dios y a los méritos de su Pasión, hoy puedo deciros que Dios lo es todo para mi, que con Él lo tengo todo, y no me falta nada”.

Además, “cada vez tenía más rencor, dolor y resentimiento en mi corazón, por heridas del rechazo a causa del bullying que sufrí durante toda la primaria, heridas dentro de mi familia, malas amistades, una relación tóxica… Pero entre tanta tiniebla, y aunque yo misma le diese la espalda a Dios con mi pecado y mi indiferencia, Él nunca se fue de mi lado, siempre estuvo ahí conmigo, sufriendo conmigo, llorando conmigo. Poco a poco, Jesús fue llevándome por el camino de la Verdad, para liberarme de todo lo que me tenía atada y no me dejaba ser feliz de verdad”. Valerie García cuenta en Jóvenes Católicos su testimonio de conversión en primera persona:

Valerie García Zambrano en 2017, cuando tenía 15 años

No he sido católica practicante durante toda mi vida. De hecho, tuve una época donde llegué a negar la existencia de Dios y a considerarme atea. Pero gracias a la misericordia de Dios y a los méritos de su Pasión, hoy puedo contaros mi testimonio y deciros que Dios lo es todo para mi, que con Él lo tengo todo, y no me falta nada.

Me llamo Valerie García Zambrano, tengo 18 años y soy de Reus (Cataluña/España). Mi familia siempre ha sido católica, pero no practicante y con una fe muy tibia. Lo típico… tristemente. De sólo ir a la iglesia para los bautizos, comuniones y bodas por tradición, y no por amor a Cristo. De pequeña recurría a Dios sólo para pedirle favores, con el tiempo fui creciendo, mi pecado fue aumentando hasta que la soberbia me cegó y me puso un corazón de piedra. Un corazón de piedra que me alejaba cada vez más de Dios aunque yo en ese momento no me diese cuenta.

Ahora sé, que era la tentación la que se aprovechaba de mi poca fe y formación para llevarme a la perdición y me decía constantemente: “¿Creer en Dios? ¿Para qué? No lo necesitas para ser feliz. La felicidad es ser millonaria, tener una mansión, comprarte toda la ropa que quieras de las marcas más caras, ser popular, el sexo, tener libertad de hacer lo que quieras y  pensar sólo en ti.”

Además, cada vez tenía más rencor, dolor y resentimiento en mi corazón, por heridas del rechazo a causa del bullying que sufrí durante toda la primaria, heridas dentro de mi familia, malas amistades, una relación tóxica… Pero entre tanta tiniebla, y aunque yo misma le diese la espalda a Dios con mi pecado y mi indiferencia, Él nunca se fue de mi lado, siempre estuvo ahí conmigo, sufriendo conmigo, llorando conmigo. Poco a poco, Jesús fue llevándome por el camino de la Verdad, para liberarme de todo lo que me tenía atada y no me dejaba ser feliz de verdad.

Todo empezó en una Semana Santa cuando yo tenía 13 años, “casualmente” el edificio donde vivía quedaba justo enfrente de una iglesia católica, la cual tenía un grupo de jóvenes que hacían actividades. Cuando me enteré de esto fui, con la única intención de hacer más amigos y socializar… pero todo no resultó como me lo esperaba ya que Jesús tenía para ofrecerme algo mucho más grande que eso, y era SU amistad con Él. Cristo puso en mi corazón una semillita de Fe en una alabanza con ese grupo de jóvenes, experiencia que jamás olvidaré.

El tiempo iba pasando, mi madre por otra parte fue avanzando a pasos agigantados en su Fe, cosa que fue de grandísima ayuda para aumentar la mía gracias a su ejemplo. Después nos mudamos, y entré en un colegio del Opus Dei, el colegio Aura. Que Dios me brindase una educación allí, ha sido una de las bendiciones más grandes que me ha regalado porque en el oratorio de éste, fue donde tuve mi primera confesión, allí me enseñaron qué era la misa, por qué ir a misa, descubrí el milagro del santísimo sacramento del altar, después de un tiempo me confirmé y todo gracias a los sacerdotes y una numeraria en especial que me dieron toda la ayuda, acompañamiento y formación que necesitaba en mis primeros pasos de Fe.

Poco a poco me fui enamorando más y más de Cristo, Él aumentó mi Fe y me permitió acercarme a Él porque yo tenía sed de Él y le buscaba, cada vez le necesitaba más y más cerca. Una de las cosas más bonitas que aprendí mientras maduraba en mi fe (y sigo madurando en ella), fue que da igual las veces que te caigas, lo importante es que siempre te levantes, ese es el verdadero sentido de la santidad.

Yo misma me cansaba de mis pecados porque me confesaba y al día siguiente o incluso el mismo día de haberme confesado volvía a caer en el mismo pecado. Pero con el tiempo y el amor de Dios me di cuenta de que la misericordia de Dios es TAN grande que Él ya me había perdonado antes de que cayera. Lo único que tienes que hacer es doblar rodilla, agachar la mirada y doblegar el corazón, porque no hay corazón arrepentido que sea rechazado por Dios, su amor es tan grande que Él puede perdonar LO QUE SEA. No sólo me enseñó a cómo pedir perdón, también me enseñó a perdonar.

¿Sabéis esa parte del Padre Nuestro que dice  “…perdona nuestros pecados como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden..”? ¿Le pides perdón a Dios, y esperas su perdón, pero no eres capaz de perdonar a los de tu alrededor? Aunque esa persona no te haya pedido perdón aún o ni siquiera esté arrepentida, pídele a Cristo la gracia que necesitas para perdonarle de corazón. Porque el primero que saldrá beneficiado de eso serás tú, ya que no hay nada más masoquista que cargar con el peso de ese rencor cada día.

Es difícil, lo sé, yo sigo luchando con este tema y seguiré haciéndolo siempre. Pero recuerda, solos no podemos. Primero que todo hay que tener voluntad para hacerlo y luego, pedirle ayuda a Dios porque su corazón está mucho más lleno de amor que el nuestro y eso es lo que necesitamos para perdonar, amar.

Volviendo al testimonio, al cabo del tiempo, hice una peregrinación con mi madre a un lugar llamado Medjugorje, un pequeño pueblo en Bosnia y Herzegovina. Allí hay un santuario de la Virgen María, donde ha habido apariciones y van miles de personas alrededor de todo el mundo para reconciliarse con Dios y buscar consuelo en la Virgen. Ir allí fue realmente un antes y un después en mi fe, mi vida, mi alma, absolutamente todo.

Yo era una persona poco devota de la Virgen, no tenía costumbre de rezar el rosario y cuando lo hacía, nunca lo terminaba porque me resultaba largo y muy pesado.  La Virgen tocó mi corazón de una manera muy especial, me permitió sentir su amor maternal, me llenó del Espíritu Santo y  aumentó mi fe. Es un lugar que transmite mucha paz, yo sentí que eran las puertas del cielo aquí en la tierra.

Fui poco a poco afianzando mi relación con Él y con Ella, y meses después vino otro regalito del Señor. Me invitaron a ir a un encuentro de jóvenes de todo el país organizado por la Renovación Carismática Católica de España. Puedo decir con todo mi corazón que en ese encuentro conocí todo lo grandioso y poderoso que es el Espíritu Santo y mi relación con Él cambió por completo. Actualmente, doy testimonio de mi fe en Instagram de vez en cuando rezando el Rosario en directo con otros jóvenes, defendiendo el respeto a la vida, haciendo apostolado y luchando cada día por mi santidad para darle Gloria a Dios y a la Virgen María en agradecimiento de todo su amor y misericordia que han derramado en mi vida.

Valerie García Zambrano


 

 

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